21
Era un día relativamente tranquilo, Harry había sido despertado por un Draco muy arreglado, nada tenia que ver la presencia de cierto pelirrojo que aparentemente le gustaba que en su inmaculado rostro hubiera una fina capa de rubor, o que quizás su cabello no iba con sus habituales kilos de gomina para parecerse a su padre. O sea, por supuesto que no trataba de impresionar al Weasley menor, cuanta imaginación de parte de su hermano. Harry soltó una risita al ver a Draco cual pavo real frente al soñoliento Ron. Tras una ducha y ponerse lo mas decente que podía, ¿ Por que... Alguna vez vieron a un futuro señor oscuro y gobernante del mundo mágico con un mal sentido de la moda? obvio no, eso se deja para los Flints de la vida, por que a pesar de ser un Sly todos sabían de su mal gusto, digo, usar una túnica azul francia con un abrigo color beige -que parecia mas un blanco sucio que otra cosa- debajo y de tejido... no mi ciela, eso no era para Harry.
Pero en fin, luego de saciar su vanidad, Harry, junto con sus ahora mejores amigos, Ron y Draco (que bien se oía sus nombres juntos, pensó), fueron hacia la sala común en la espera de sus demás amigos y compañeros, Neville se hallaba con Zabinni en un rincón charlando bajo sobre algunas plantas que segregaban veneno; como la familia de Blaise era experta en venenos la charla parecía no tener fin. Pucey estaba con la mirada perdida en uno de los grandes ventanales que daba al lago negro, quizás mirando algún tritón o alguna sirena, quizás mirando sin mirar absolutamente nada. Theodore, el simplemente leía en uno de los cómodos sillones frente a la chimenea, dejando un exagerado espacio que Harry sabía -y los demás también- que le pertenecía.
Entonces nuestro pequeño protagonista se sentó en el sillón principal frente a a chimenea, Draco junto con Ron en el sillón para tres del lado derecho, de alguna manera Neville llegó con Blaise y se sentaron a la izquierda y Pucey quedo fascinado con el pequeño almohadón que Harry conjuró para que se sentara frente a ellos y la chimenea, rápidamente Levi salió de entre las ropas del niño de ojos verdes y se acomodo al lado del adivino, quien con algo de cautela acaricio sus frías escamas. La nueva corte comenzaba a formarse y nadie haría nada para detenerlo, el hijo del hombre de negro tenia todas las de ganar, ¿Y quiénes eran ellos para detenerlo?.
Fue así que guiados por los chicos de primer año, los Sly arribaron hacia el gran comedor donde la mayoría calló al ver ingresar al menor Snape. Los chicos se sentaron en el centro de la mesa verde y plata, mientras que los mayores iban a los extremos, como si protegieran a los menores, aunque muchos de sus primer año no lo necesitasen. Los ojos de Albus Dumbledore permanecían quietos y analíticos sobre la pequeña figura de Harry, aun si dentro de sí; una tormenta de sentimientos negativos revoloteara. Severus ya veía venir aquello, la gran primera impresión de Harry bastó para marcar su nivel en la jerarquía dentro de la casa de las serpientes, por un lado se sentía orgulloso, por el otro temía de que su pequeño hijo llamara demasiado la atención del ya de por sí interesado director. Al lado de Severus, un aparentemente debilucho profesor de Defensas Contra las Artes Oscuras reprimía aquella mueca de diversión que amenazaba con salir de sus labios, él había visto de primera mano todo lo que ocurrió dentro de la sala común de Slytherin, las imágenes mágicas de las serpientes le eran leales al ser el único descendiente directo de Salazar, sin duda le divertía la actitud de su pequeño futuro amante.
Todo iba tranquilo, demasiado tranquilo, los estudiantes de cada una de las casas desayunaba en armonía, los Cuervos con sus libros en mano, los Tejones sonriendo a todos o hablando animosamente, los Leones haciendo tanto barullo como era posible, y las Serpientes con su silencio elegante de siempre. Todo marchaba bien hasta que un vociferador ingresó con una lechuza que tanto Percy Weasley, como los gemelos y Ron conocían a la perfección. Si Ron tragó grueso ante el pergamino frente suyo; nadie dijo nada, entonces, con una valentía impropia de él, rasgó el pergamino y este comenzó a flotar, recitando aquella perorata que se veía venir.
-¡¡RONALD WEASLEY!! ¿Como es eso de que has quedado en Slytherin? ¿Generaciones y generaciones en Gryffindor y a ti se te ocurre mancillar a tu familia ingresando a esa horrible casa?- era obvio que su madre había enviado aquel vociferador en medio del desayuno para que sus nuevos compañeros lo repudiaran, una mueca de asco apareció en su rostro, y unos ojos demasiado parecido a los suyos brillaron furiosos.
- Espera a que llegue, y veras de que soy capaz, ¡¡NIÑO MALCRIADO!!- aquello había terminado por hacer hervir la sangre del Weasley mayor, quien veía a su hermano desde la mesa de los leones, totalmente callado -al igual que todo el gran comedor; gente chismosa y sin vida- y observando ido como el pergamino se rompía y en mil pedazos.
Y las puertas del gran comedor se abrieron estrepitosamente, la matriarca de la familia Weasley ingresaba furiosa, con toda la elegancia aprendida en secreto a lo largo de los años; Ron giró en su lugar para mirar la cara distorsionada de enojo de la que se hacía llamar su madre. Quien respiraba fuertemente por la nariz, el gran comedor se mantuvo en silencio disfrutando del espectáculo que la mujer pelirroja realizaba. Ésta, rápidamente se acerco a la mesa verde y plata; con una velocidad impresionante para una mujer tan robusta como lo era ella, las intenciones eran claras, pero no contó con que uno de sus hijos, de quien más estaba orgullosa se interpusiera en medio, tomando fuertemente su muñeca -con un agarre realmente doloroso- e impidiendo así el golpe que la mujer tenia pensado dar a su hijo menor en el rostro.
-Ni.siquiera.te.atrevas.a.tocarlo- la voz de Percival Weasley resonó en el gran comedor, un tono de voz tan helado que dio escalofríos a más de uno dentro de la gigantesca habitación. Y entonces el caos se desató, pues sus cabellos color rojo zanahoria pasaron del inofensivo color a un furioso rojo sangre; al igual que sus ojos, que pasaron de ser azules aun dorado brillante; oro líquido en su mirar, casi tan intimidante como los de un licántropo, y eso llamó la atención de mas de un estudiante y maestro, el cabello color sangre del Wesley poco a poco comenzó a arder en llamas al igual que la propia mano que sometía a su madre; quien la miraba como si fuera un monstruo.
-Los sabía- susurraba, sus ojos brillaban asustados, parecía en verdad temer por su vida, entonces Percival se aprovechó, acercando aún más su rostro al de su madre.
-¡Sabia que la sangre maldita y oscura de su abuela un día acabaría con nuestra familia de luz!- habló con fuerza, pese al miedo que sentía de su propio hijo, casi todos los estudiantes -por no decir todos- aguantaron la respiración una vez notaron como los ojos del prefecto de Gryffindor cambiaban, esta vez a un color negro, era como si un abismo te estuviera mirando, las llamas que parecian nacer de su rostro y manos se apagaron, sin embargo su cabello se mantuvo del mismo tono carmín que presagiaba la sangre de sus victimas, el silencio reinaba pero fue Ron quien se atrevió a desafiar a su hermano.
-Percy, dejala, no vale la pena- fue un simple susurro, pero los mas cercanos a ellos, entiéndase por la mesa de las serpientes pudo oirlo.
-Ella no es nadie, Percy. Alguien que vive cegada por una falsa luz, cual polilla frente al fuego de una vela no es mas que un peón para sacrificar- con delicadeza puso sus manos sobre la de su hermano, sobre aquella que sostenía con una fuerza casi inhumana la muñeca de su madre.
-No te rebajes a tratar con un ser que no piensa por si mismo, mírala, esta cegada- y el rostro de la mujer cada vez iba tornandose mas rojo debido a la verguenza... ¿O tal vez era la furia? Quizás ambas.
-Ya vete mujer, lo único que traes aquí es verguenza a nuestra estirpe- la fuerte voz de Percy resonó en el gran comedor, todos aquellos que creían que el pacífico prefecto, adicto a las reglas y al orden no era un purista de la sangre quedaron estupefactos, pero los hermanos tenían sangre Black corriendo por sus venas, el gen desquiciado de aquella familia corría por sus venas.
-No creas que no me avergüenzo de ser parte de tu ''Familia'', de lo único que estoy orgulloso es de tener sangre Black por parte de mi abuela, una sangre que me regaló el don que poseo- entonces fue que lentamente su cabello se tornó nuevamente de ese color zanahoria.
Soltó bruscamente la muñeca de la mujer, que se tambaleó casi cayendo de rodillas, mirándolo con el rostro rojo de vergüenza, los ojos completamente abiertos y el enojo palpable en su expresión.
-Ni siquiera intentes hacer algo con mi hermano, lo sabré y no escatimaré en protegerlo, entregaría mi magia por hacerlo, él es mi familia, no tú- inconscientemente buscó la mano de su hermano, tomándolo y dando un apretón, un apretón que el menor respondió de la misma manera. La mujer sonrió de manera cínica.
-Una vez que comiencen las vacaciones...-
-Ninguno irá a pasar la navidad en tú casa, Wesley- interrumpió, la mayoría de los sangrepuras jadearon, el hijo mayor estaba renegando de su propio apellido, él lo sabía, los sangre puras lo sabían,pero dudaba que ella supiera aquello, tomaría el apellido de su abuela, o al menos lo intentaría, esperaba a que las salidas al pequeño pueblo mágico llegaran pronto para poder ir al banco y hablar con los duendes de aquella posibilidad.
Molly Weasley frunció el ceño, falló miserablemente al tratar de mantenerse digna y retirarse con elegancia, pero carecía de esto último, y la dignidad se le arrastraba por el piso al caminar, el comedor quedó en un gran silencio una vez sus grandes puertas se cerraron, un carraspeo hizo prácticamente a todos girar hacia la mesa de los maestros, dónde el director se levantó de su asiento, dispuesto a intervenir.
-No se moleste sr. Director, lamento profundamente la penosa escena que la Sra Weasley protagonizó, me disculpo por ello- alzó la voz, sin mirar directamente a los ojos azules del anciano.
-Tu madre mi muchacho, no creo que sea correcto que reniegues de esa manera a tu fa...-
-Director- interrumpió el pelirrojo, el viejo hombre quedó con la boca abierta a medio hablar, sorprendido de que no lo dejara terminar.
-No quiero parecer grosero, pero eso es un tema familiar, que no compete a la institución, agradecería que no se inmiscuyera- Draco y Harry ahogaron una risita, mientras que Snape y el maestro de Defensa ocultaban sus sonrisas tras sus tazas de té. El muchacho era valiente... o muy idiota, un digno león. Dumbledore seguía shokeado, el mocoso no solo le interrumpió, sino que también lo llamó entrometido. Frunció el ceño mientras asentía, no podía pedirle que fuera a su oficina, sería muy sospecho, tenía que mantener viva su imagen de abuelo bonachón, además, quizás con las palabras correctas, podría tener aquél poder tan interesante que el chico había demostrado hoy, se preguntó vagamente mientras comía una tarta de limón por qué nunca había demostrado tener tal poder.
Una vez vio el asentimiento de anciano el muchacho se giró a su hermano, soltando un suspiro aun sin mirarlo directamente.
-Eso traera problemas- murmuró para sí, aun sin ser consciente de que toda la casa de las serpientes tenía puesta su atención sobre él. Finalmente cuando pareció darse cuenta tragó grueso, bajando la mirada a su hermano pequeño. Quien lo miraba con los ojos levemente brillosos por las lágrimas aguantadas.
Si escucharon un hechizo de silencio siendo lanzado sobre ellos por parte del heredero Snape, no digeron nada, pero lo apreciaron, ambos se sentaron en la mesa de las serpientes, quienes muy educadamente otorgaron espacio para que ambos hermanos pudieran hablar con tranquilidad y volvieron cada quien a los suyo, como si un gryffindor no estuviera sentado en medio de su mesa, como si las demás casas y los profesores no tuvieran los ojos sobre ellos.
-Ron yo... de verdad lo siento, sé que no debí hacer aquello, quizá en tu casa ahora te vean como un débil, pero entiende... yo no podía dejar que esa mujer te golp...- los fuertes brazos de su hermano pequeño al rededor de su cintura y su rostro enterrado en su pecho lo interrumpió, quitándole un poco el aire, abrió enormemente los ojo viendo que nadie parecía tomarles atención, al parecer, Harry también envió un hechizo desilusorio, agradeció por ello y correspondió fuertemente el abrazo.
-Lo siento tanto pequeño- escuchó el leve sollozo de su hermano y lo abrazó contra sí.
-Gracias Percy, de verdad gracias- murmuró con la voz algo ronca por el llanto, separándose del abrazo, limpiando sus traicioneras lágrimas.
-Creí que también me juzgarías como hicieron los gemelos- confesó bajando la mirada. Percy lo volvió a abrazar, ¡Ah, el sentimentalismo gryffindor! Reforzando vínculos desde hace más de mil años
-Creí que ayer quedó en claro que no- respondió a su vez, agradecía que no lo vieran en aquel modo tan maternal, un suave sonrojo se instaló en las mejillas del mayor.
-Ron, tú y yo somos diferentes al resto de... nuestra decadente familia, la abuela me lo dijo, así que no te preocupes, eres mi familia, jamás te abandonaría- un tembloroso suspiró escapó de los labios del hermano menor.
-Gracias, Percy, de verdad, siempre creí que estaba solo en esa casa, más sin embargo... quiero saber mas de aquello que dijo la abuela, ¿Cómo supo aquello? ¿Cómo sabría que yo sería diferente si aún ni siquiera nacía? ¿Por que tu cabello cambió de color? ¿Yo también seré una pequeña fogata humana?- el mayor se sintió mareado con tanta pregunta, sin contar el desgaste de su magia por usar su 'don'.
-Tranquilo, una pregunta a la vez, mejor dime a que hora tienes libre por la mañana- preguntó el mayor ansioso, mirando un poco alrededor, la mayoría ya había vuelto a lo suyo, faltaba media hora para que el almuerzo terminara, tenían suficiente tiempo, aunque los ceños fruncidos de su casa eran notables.
-Tengo libre la cuarta hora- dijo pensativo Ronald, sacando un pergamino de su mochila para asegurarse; era su horario que ayer por la noche había sido dejado en las habitaciones por los elfos.
-A esa hora yo tendré historia de la magia, me saltaré la clase, esperame en la entrada de la biblioteca, yo iré a verte y contarte todo. ¿De acuerdo?- preguntó, mirando a su hermano, quien solo alzó una de sus cejas.
-Saltarte una clase... ¿Tú?- preguntó sin creérselo, el mayor simplemente sonrió.
-Ya me revelé contra nuestra madre; frente al gran comedor, le dije al director que no sea entrometido, ¿Crees que saltarse una clase no sea algo que pueda hacer?- realizó el mismo gesto de levantar la ceja, ambos eran tan diferentes; pero tan iguales en esencia, en magia. Eran familia, después de todo.
-Touché, hermano... ¿Te importaría que lleve a unas personas importantes para mí?- el menor desvió la mirada a Draco y Harry, siendo observado por el mayor, quien sonrió, por lo menos su hermano no estaba solo dentro de su casa.
-Si crees que son lo suficientemente importantes para saber este secreto... puedes hacerlo- le dijo, dando un apretón a sus hombros.
-Lo son- afirmó totalmente convencido, reafirmandolo con su mirada.
Percy solo sonrió, estaba feliz por su hermano, aunque levemente angustiado, sentía que pronto le llegarían problemas, sobre todo por sus dones, y por haber renegado de su familia. Solo deseaba contar con la ayuda de su hermano para solucionarlo todo.
La familia ante todo.
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