12
Había pasado casi un año. Un año donde muchas cosas habían ocurrido, el cumpleaños de Harry se acercaba y aun no podían encontrar a su tío Regulus. Por otro lado, Remus prácticamente ya vivía con el niño y Severus en la mansión.
Los primeros tres meses, Narcissa se había dedicado a desmantelar cada uno de los hechizos que la casa de infancia de Dumbledore tenía, buscó por cada rincón, algún pasadizo, cualquier cosa que sea sospechosa y pueda albergar a un mago, pero nada, pero si había encontrado algunas cartas. Al parecer, el viejo chocho ése era amante del primer señor Oscuro, Grindelwald. Había varios documentos esparcidos por un escritorio en lo que supuso era la habitación de un joven Dumbledore, suponían que pensó que nadie pasaría sus hechizos y que por eso no se tomó la molestia de guardarlos.
Los siguientes cinco meses fueron muy duros para Lucius, la actual casa de la vieja cabra tenía el doble de hechizos y conjuros, en su mayoría oscuros, lo que le daba una gran ventaja, pero aun así, eran demasiado poderosos, por eso no debía cometer ningún error.
La sorpresa con la que se habían encontrado al entrar fue tremenda, es que no todos los días podías entrar a la casa del mago más poderoso del siglo para ver como éste estaba obsesionado con Voldemort, con Harry Potter y con las reliquias de la muerte. Lucius observó con detenimiento como en algunos pergaminos había escritos, acerca de la familia Potter y una reliquia familiar que estos poseían. Una de las tres reliquias... la capa de invisibilidad que la muerte le otorgó al menor de los hermanos del cuento. Así como otros en los que explicaba acerca de la varita de Saúco y cómo la obtuvo.
El desgraciado ya tenía dos de las reliquias, solo le faltaba la piedra, pero al parecer, no tenia ni la más mínima idea de donde se encontraba ésta.
Había examinado con detenimiento el lugar, sin encontrar nada. La frustración era palpable en los adultos, pero aun más en Severus, quien no paraba de buscar dentro del castillo, pero nada, por otro lado, Remus, con el pasar de los meses, yendo por flu de la casa del pocionista -en donde vivía temporalmente cuidando de Harry con los Malfoy- hasta el despacho de éste, donde entraba al armario evanescente que lo dejaba en medio del bosque prohibido, se encargaba de hacer un rastreo dentro del gran bosque.
Ya había podido controlar y manejar su transformación de Alpha, por ende, sus sentidos eran mucho más agudos, habiendo descartado la zona este, oeste y norte del bosque. Solo le quedaba ir al sur, en donde se encontraban la mayoría de las hadas y centauros. Ese era considerado el territorio más peligroso dentro del bosque.
-Tío Remus...- la vocecilla de Harry se escuchó en el silencio de la sala, Severus se encontraba leyendo en el sofá frente a la chimenea, tenia puesto unos lentes que reflejaban el fuego danzante frente a él. Levantó la mirada y observó tanto a su hijo como al hombre lobo.
-Dime Harry- respondió el castaño, quien se acercó al chico hasta cargarlo sobre sus piernas, sentándose en el sillón continuo a Severus.
-¿Tú encontrarás al tío Regulus, verdad?- preguntó el niño, su semblante triste frustrada aún más a Severus, quien era el que más se preocupaba por Regulus y que éste fuera encontrado.
-Claro que sí, estoy completamente seguro que lo haré - el niño sonrió brevemente, hasta que se acurrucó un poco más sobre su pecho, era tarde, la hora de dormir del niño ya había pasado, pero aun así dejaron que se quedara con ellos en la sala de la mansión Prince.
-Buenas Noches... papás- murmuró lo ultimo, aunque gracias al silencio ambos pudieron escucharlo, Severus simplemente sonrió enternecido, mientras que el corazón de Remus comenzaba a golpetear su caja torácica, no entendía muy bien si era por que Harry lo veía como su padre o por que eso lo hacía prácticamente pareja con el hombre de negro.
"Ambas opciones son agradables "
Una voz entrometida dentro suyo le había contestado a una pregunta, una pregunta la cual no quería que fuera respondida.
Y el pequeño ya se había dormido, dejando en un sepulcral silencio a ambos mayores, Severus simplemente dobló la punta de la hoja del libro que estaba leyendo y lo dejó a un costado suyo, con sus lentes sobre él, levantándose hasta llegar al castaño y su hijo.
-Déjame llevarlo a su habitación - susurró para no despertar al niño. Remus aún algo ido y con miles de pensamientos flotando en su mente sólo atinó a asentir, para ver como el hombre de negro tomaba al pequeño de sus brazos y se marchaba por uno de los oscuros pasillos.
El sentimiento de calidez que tenia en el pecho desapareció, dejando un pequeño vacío que sabía muy bien con qué llenarlo, pero no estaba dispuesto a admitirlo.
-Eso ha sido tierno y algo incómodo - murmuró Severus tomando asiento a un lado del hombre lobo. Quizás más cerca de lo que debería, quizás mucho más cerca que los "conocidos" o "amigos " que fingían ser.
-¿Tierno?- preguntó algo ido el castaño, sin atreverse a fijar su vista en él, sin atreverse a perderse en la oscuridad de su mirada.
-¿Quieres ser el otro padre de Harry, o no?- dijo seriamente Snape, levantándose de su lugar hasta ponerse frente al licántropo, con su mirada seria, su rostro imperturbable, pero traía un sonrojo sospechoso sobre sus mejillas.
-....-
-....-
-¿Estás seguro?- preguntó el castaño una vez había salido de su estupor, con sus ojos mieles desbordando una felicidad casi dolorosa. Severus tuvo la decencia de apartar la mirada.
-Tú lo reconoces como tu cachorro, ya prácticamente vives con nosotros, Harry te quiere y... y yo también, pero eso no es importante, lo relevante aquí es que Harry te ve como su otra figura paterna, entenderé si no quieres tomar esa responsabilidad para con nosotros - había dicho el hombre de negro, mientras daba una vuelta quedando frente mismo a la chimenea, observando el crepitar de las llamas, únicos testigos de aquella burda confesión que no había previsto dejar salir a la luz.
-Yo quiero Severus, amo a Harry como si fuera mi propio hijo, me encantaría estar a su lado. Al lado de ambos- lo último que sintió esa noche Severus antes de que Remus saliera al bosque fueron sus fuertes brazos rodeando su cintura desde atrás y la suavidad de sus labios en sus mejillas.
Esa había sido la mejor noche en la vida de ambos.
Con su forma lobuna se hallaba recorriendo los confines ás oscuros del bosque prohibido, a unos trescientos metros a su izquierda yacía una manada de unicornios, dos hembras y cinco machos, más al frente, como a dos kilómetros, los centauros lo esperaban, parecía que se había corrido la voz de su búsqueda en todo el lugar, esperaba que al menos ellos pudieran ayudarlos.
Una vez que estuvo frente a aquellas criaturas, con sus brillantes ojos dorados analizando cualquier movimiento a su alrededor, realizó una leve inclinación de cabeza a modo de saludo. Aquello había sido bien visto por los centauros, que lo único que hicieron fue, indicarle un lugar, una cueva, demasiado pequeña para que cualquiera pudiera entrar, pero la corriente de aire que salía de allí contrastaba con su tamaño.
Volviendo a su forma humana, Remus agradeció a la a criaturas y con su varita comenzó a desmantelar todos los hechizos protectores y defensivos que allí habitaban, para cuando los hubo terminado, se hallaba con la respiración agitada, sudoroso y con la magia casi agotada, mientras que leves rayos del sol se colaban entre los grandes árboles del bosque prohibido.
Respiró profundamente antes de ingresar a la cueva, que luego de haber sacado los hechizos era el triple de su tamaño, y con varita en mano, se dedicó a investigar dentro.
Severus no había dormido en toda la noche, ya eran las ocho de la mañana y Remus aún no llegaba, usualmente, cada vez que iba al bosque regresaba mucho antes del amanecer, pero esta vez... ya se hallaba preparando el desayuno y no aparecía.
Agradecía infinitamente que hoy terminaban las clases antes de las vacaciones navideñas, por ende no tenía ni una sola clase, podría quedarse a esperarlo. Pero... ¿Y si le habrá pasado algo? ¿Si los centauros le hicieron daño por invadir su territorio? ¿Si Dumbledore se dio cuenta de que investigaba dentro de Hogwarts?
Su mano temblaba mientras servía un poco de leche tibia a Harry, quien ya se hallaba en la mesa, esperando poder comer sus bizcochos de calabaza y un poco de huevos y bacon con pan tostado. El niño sólo miró a su padre, le sonrió intentando tranquilizarlo, y le tomó de las manos.
-Tranquilo papi, pronto regresará- y como si fuese alguna especie de invocación, un "crack" sonó en el despacho, ambos se levantaron y fueron corriendo, solo para observar como Remus salía del armario con un cuerpo demasiado delgado y con largos cabellos negros, el hombre se veía moribundo, y Remus al borde de un colapso mágico.
-¡Harry, ve a llamar a tu tía Cissy y al tío Lucius por flu, rápido!- había gritado el hombre de negro, mientras tomaba a ambos hombres y los recostaba en los sillones largos que habían allí.
No había pasado ni cinco minutos cuando Lucius había entrado en el lugar, mientras que Narcissa llevaba a los niños a desayunar en la habitación del pequeño Harry.
-Es él...-susurró el rubio, mientras observaba como Severus realizaba hechizos de diagnóstico sobre ambos, para rápidamente invocar un caja mediana, considerablemente grande, en donde al abrirla, aparecían cientos de pociones.
-Lucius pon a mover tu aristocrático culo y dale estas pociones a Regulus, yo me haré cargo de Remus- mencionó irritado el hombre de negro, mientras sacaba al menos unos diez viales con pociones de diferentes colores, algunas verde brillante otras azules, amarillas, la que ahora le daba a Remus era una color sangre, incluso se veía como ella, al parecer, estar toda la noche tratando de eliminar los hechizos casi agota su núcleo mágico, lo que lo llevaría a un coma mágico para su posterior muerte. Pero eso jamás ocurriría en manos de Severus, no cuando la jodida noche anterior había confesado sus sentimientos y estos fueron aceptados, no cuando era su reputación la que estaba en juego, no cuando era la vida de Remus.
Durante toda esa mañana, Severus se encargó de dopar al licántropo con al menos cinco pociones, luego lo llevo a dormir a su propia habitación, la de huéspedes ahora sería ocupada por Regulus, su mejor amigo, quien se encontraba en pésimas condiciones.
Su cuerpo estaba desnutrido, poseía unas esposas y collares que inhibian su magia, siendo incapaz de realizar algún hechizo, su mente, no sabían realmente como se encontraba, pues apenas llegó este se había desmayado, no sabían si por el cansancio y la desnutrición o por el shock de ya no verse en cautiverio.
Durante todas las vacaciones de invierno, Severus se dedicó a cuidar de Regulus, quien había sido inducido a un coma por los sanadores para que se recuperara más rápidamente, al segundo día Remus había despertado, cansado pero mucho mejor que cuando había llegado, cuando éste ya se encontraba lo suficientemente recuperado, la familia entera se trasladó a la Malfoy Manor, en donde medimagos de la familia chequeaban al enfermo cada dos días.
Remus observaba, día tras día como el hombre de negro se agotaba tratando de ayudar a su amigo, veía como casi ya no jugaba con Harry o con Draco, como casi ya no bajaba a comer con ellos en familia, y los demás veían como su ceño parecía fruncirse cada día más.
-Deberías ir y sacarlo de allí, debe entender que el que esté a su lado no lo hará recuperarse más rápido - dijo Lucius, y Remus sintió como su rostros se transformaba en un rictus de enojo mal contenido.
-Remus, querido, no deberías ponerte celoso, Regulus fue el primer amigo que hizo en Slytherin, siempre lo cuidaba, por eso está tan apegado a él, pero ahora está en buenas manos, los sanadores van y vienen, no le pasará nada... ve y cuida de Severus - Narcissa lo había dicho todo con tanta calma que incluso creyó que fue una alucinación, pero el brillo pícaro en sus ojos le hizo darse cuenta de que no, era un brillo demasiado parecido al de Sirius, se preguntó si aquello venía de familia. Pero no había tiempo para ello. Con toda la determinación se levantó de la silla en la que se encontraba desayunando, con una mirada a ambos rubios, supo que ellos cuidarán a los niños.
Sus ojos brillaban dorados y su respiración se oía agitada, estaba molesto, molesto por que el que reconoció como su pareja no le daba la atención que él merecía y necesitaba. Con un estruendo entró a la habitación, asustando a Severus quien parecía que dormitaba en la silla, apenas cruzaron miradas, el hombre de negro supo que algo andaba mal.
No dijo nada cuando el lobo se acercó a él y lo tomó de los brazos, llevándolo a su habitación, la cual no había visitado desde que llegó a la mansión y por ende se sorprendió al ver la ropa del castaño allí. Se sonrojó de sobremanera al darse cuenta del porqué del enojo de Remus.
-¿Entiendes por qué estás aquí, no es así? - la voz del castaño sonaba mucho más gruesa que de costumbre, Severus por otro lado, simplemente había apartado la mirada.
-Puedo aceptar muchas cosas Severus, pero que me dejes de lado, que dejes de lado a nuestro cachorro e incluso que te pongas en peligro por no comer y dormir bien ¡No!- lo último había gritado, ganándose un salto asustado por parte del hombre de negro, quien simplemente agachó la mirada y apretó los puños. Lo siguiente fueron unos cálidos brazos rodeando su cuerpo, y un aroma a césped, madera y pinos inundando sus fosas nasales, amaba ese olor, aroma a Remus.
Sin darse cuenta ya había comenzado a soltar pequeñas lágrimas, algún que otro hipido se escuchaba en la silenciosa habitación, los brazos del Alpha sólo se apretaron aún más contra su cuerpo.
-Lo siento... es, es solo que Regulus, él ha s-sufrido tanto... lejos de mí, él siempre m-me ha cuidado y yo q-quise devolverle todo aquello- Remus simplemente se dedicó a acariciar su cabello, mientras ambos iban hacia la cama, en donde se acostaron y Severus rápidamente se acurrucó en el pecho del castaño.
-Te entiendo perfectamente, Severus, y estoy orgulloso de ti, porque fue gracias a las pociones que le diste apenas llegue con él que no murió, pero ahora se encuentra perfectamente bien, solo necesita descansar, al igual que tú, eres mi pareja, yo también necesito pasar tiempo contigo, así como nuestro cachorro- Y mientras Remus le acariciaba el cabello y le decía todas aquella cosas lindas, Severus simplemente sonrió en el pecho del hombre, pues era la primera vez que le decía que eran pareja, no es como si antes de ese momento pudieran hablar mucho, en efecto, apenas y cruzaban palabras. Pero era lindo escuchar aquellas palabras del hombre.
Esa tarde, ambos se habían dedicado a mimarse el uno al otro, y por primera vez probaron el sabor de los labios ajenos, disfrutando un manjar del que jamás habían creído probar, era perfecto, la suavidad que necesitaba, la dulzura, la pasión. Era como si los agrietados y carnosos labios de Remus fueran creados especialmente para los suaves y finos labios de Severus.
Era todo simplemente perfecto, y el día mejoró cuando, a mitad de la comida, un desorientado Regulus aparecía, abrazando de inmediato al único ser que sus ojos reconocieron al instante, Severus, volviendo de nuevo el pinchazo de los celos al pecho del hombre lobo, quien gruñó audiblemente.
Bueno, quizás el día no había mejorado para otros.
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