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CAPÍTULO 40


Escucho como Gab cae al suelo. Pero solo eso. La sangre comienza hervirme por dentro y un dolor profundo se agranda. Mi atención estaba puesta en la asesina de Vizo. Quien milagrosamente estaba repuesta de todos sus miembros. Alzo una ceja en su dirección. La flecha se adhirió a mi cuerpo, y no traté de sacarla de mi hombro, no cuando la ira me afloraba por cada poro del cuerpo. Crisasiel con su frío mirar desenvaina una espada, la cual resplandece. Siento repulsión inmediatamente. Si bien, había un caos a mi alrededor, por unos breves momentos recordé el dulce néctar de la venganza. Sudor corre por mi frente y las alas cada vez comienzan a parecerme más pesadas. Las fuerzas son recobradas y la adrenalina aflora dentro de mí. Crisasiel y yo nos miramos fijamente. Esperando, pero no sé exactamente qué cosa es lo que esperamos. Comienzo a sentir punzadas en distintas partes de mi cuerpo, pero me controlo. Hay tensión. La lluvia dorada cesó. Pero para mí era algo tarde, había absorbido grandes cantidades.

Y de pronto la voz de Shyra aparece en mi cabeza. Kike, maldita sea, me había vuelto a traicionar. No había dolor dentro de mí, había una sed de venganza por cada flanco en que todos me rodeaban. Uno a uno fueron abandonándome, me había dado cuenta que me encontraba sola. Mamá, Tymaurel, O'Donell, Gab, todos me habían mentido de cierta forma. ¿Había futuro para mí acaso? Pero no podía dejar que mis pensamientos nublaran mi buen juicio. Aunque toda mi cabeza era un campo de batalla, debía ganar la guerra. Dejé aun lado el asunto de Kike, si yo lograba salir ilesa de esto, arreglaría cuentas con él.

Llama a DEMONIUX.

El fuego oscuro insistía. Un fuerte trueno resuena en los cielos, y como si esa fuese nuestra señal, Crisasiel me ataca y una vez más y caigo al suelo por igual. Provocando un gran agujero en el momento en el que impacté. Cubriéndome con una gran esfera que emite luz negra. Me encontraba aturdida en más de una forma.

Las voces de los ángeles resonaban por todo el lugar. El azufre del infierno se mezclaba con el aire de la ciudad. No podía evitar observar los edificios en mal estado, en donde quiera que veía, había cuerpos, fuego se esparcía por todos lados. Cero humanos. La lluvia dorada parecía no juntarse en el suelo, era como si la absorbiéramos de cierta manera. Mas sangre negra sale de mi boca y comienzo a sentir unos calambres en el pecho. Observo mis manos y comienzan mis venas a sobresaltarse del mismo color de la oscuridad. Maldigo en mi lugar. ¿Cuánto más trataría por luchar? ¿Qué tanto más debía sacrificar? Ya no me quedaba nada. Me deshago de la flecha que me ha impactado en el hombro, arrebatándolo con una sola mano. Sintiendo como ese simple acto, ese simple roce me producía ganas de vomitar y de gritar. Sangre mezclada entre rojo y negro se desborda de mí. Comienzo a sentir que las fuerzas se me agotan. Solo dura unos breves instantes, porque mi fuerza de voluntad me impulsa a seguir luchando. En mi interior me quería rendir y hundir en el abismo, pero mi cabeza era punto y aparte, debo salir adelante, era lo que me decía. Me pongo de pie y siento pesada la armadura. Hay caos en todo mi alrededor.

Toma tu espada.

—N-No...

Eres una idiota, ¿de nada sirvió que me revelara ante ti y te diera coraje? Eres una decepción para todos. No mereces ser el próximo gobernante de los demonios, no mereces nada, le has fallado a tu clan. Otro fuego oscuro en tu lugar hubiera sido un orgullo. Eres débil, no hay diferencia entre tú y los humanos.

A pesar de que las palabras del fuego oscuro hayan sido crueles y filosas. Sigo renuente a usar dicha espada. Realmente no entendía porque de mi repentino rechazo, pero no quería. El cielo ahora es carmín, sobrevuelan gárgolas, y veo el torbellino de energía maligna que mi madre ha formado. Un agujero negro aparece en el cielo, era algo malo. Pues los ángeles comienzan abandonar sus posiciones, dejando a muchos de los demonios algo confundidos, y la vanguardia del cielo se alejan velozmente mientras mueven sus alas con violencia y se dirigen directamente hacía mi madre.

Debía detener todo esto. Realmente estaba considerando la opción de hacer que ambos bandos me mataran y dejar que entre ellos resolvieran lo que ellos habían iniciado. De solo pensar la idea se volvía algo tentador. Bolas de fuego impactan más recurrentemente por todo Long Beach. Algunas de esas criaturas, se encuentran repletas de espadas por todo su cuerpo, yaciendo sin vida en el suelo. Los ángeles cada vez más comienzan a invadir cada rincón, a pesar de estar impidiendo lo que sea que mi madre estuviese haciendo, la realidad me golpeaba como una gran abofeteada. ¿Ellos ganarían después de todo? Nos superaban en número.

No sabría decir que horas serían exactamente, puesto que se veía que pronto amanecería. Me levanto rápidamente, Crisasiel y Gab llegan desde el cielo y me comienzan atacar con energía luminosa, los retengo con un escudo de sombras con el que había caído, y logro repeler todos sus ataques. Duramos así un buen rato. En eso, O'Donell se interpone entre ellos y yo. Por un instante, suspiro con alivio. O'Donell era una especie de caballero de armadura dorada que siempre venía a mi rescate. Gab es repelido por un ataque de fuego de O'Donell y éste y Crisasiel es la que se alejan mientras que yo me quedo con Gab. Mi escudo desaparece cuando otra punzada en mi pecho comienza a ser más constante. Gab se retira, como permitiendo que tome aire. Me comienzo a sentir mal, pero no dejo que Gab se dé cuenta de ello.

—Te dije que me asesinaras —Me dijo Gab mientras peleaba conmigo, ambas espadas intentaban dañarme, pero lo único que hacía era repelerlas con energía que salía de mí.

No entendía como era que podía seguir de pie, con las caderas heridas, el hombro y el veneno dentro de mí. Sus ojos se veían decepcionados y preocupados a la vez. No dejaba de voltear a ver el cielo de vez en cuando. Algunos ángeles se encontraban estáticos en el cielo, había al menos cinco de ellos más resplandecientes que otros, pero hubo uno en especial que captó mi atención, uno de largas barbas doradas. Sus brazos estaban cruzados y miraban en nuestra dirección. Casi podía sentir mi suplica como cada vez se iba desvaneciendo. Volví a mi realidad con Gab. Él simplemente quería hablar, sin embargo, se quedaba callado. Fruncía su ceño y volvía atacarme. Yo retrocedía y cuidaba muy bien los pasos que daba, pues cada que realizaba un movimiento, el aire que pasaba por mis pulmones cada vez dolía más. Extendí mi mano hacia arriba y del pentagrama, flechas de fuego salían disparadas hacía él. Mientras Gab repelía dichos ataques, yo llevaba una mano hacía mi pecho recuperando el aliento.Los ángeles que antes les había prestado atención por su quietud y sus ganas de no intervenir en la guerra, ahora me miraban con detenimiento. No podía simplemente ignorarlos. ¿Qué estaban esperando?

Crisasiel y O'Donell a lo lejos reñían a la par. Aun que, a decir verdad, O'Donell estaba dándole muchos problemas a la hermana de Gab. No podía preocuparme con O'Donell ahora, él estaría bien. Recompongo mi mi respiración y me permito erguirme. Gab se alejó un poco de mí, y yo seguí insistiendo a pesar de estar lastimada de mis caderas y que la sangre comenzara a caer de mí cuerpo. Cuando estuvimos lo suficientemente cerca, a pesar de nuestros esfuerzos por hacer que cualquiera de los dos cediera ante la presión de fuerza, quedábamos a la par. Nuestras fuerzas se igualaban, eran las mismas.

—Gab, unámonos. Te pido que me escuches. Rebelémonos contra todos —Le pedí, Gab se quedó quieto por lo que imité su acto, estaba observándome profundamente.

Tensó su mandíbula.

—No puedo, no va con mi naturaleza. Soy un ángel Yvaine. —Se retira cinco pasos, inconforme por su respuesta abro mi boca.

Pronto hay algo que capta mi atención, un gran estallido y mucha luz surge del agujero negro. Gab y yo mirábamos instintivamente al cielo. Los cinco ángeles dejan de verme y extienden sus alas y vuelan en dirección del agujero negro. El pilar de energía angelical que había aparecido antes, de dónde los pegasos surgían desapareció. Veo los ojos de Gab abrirse con impresión, lo veo debatirse internamente en si dejarme aquí o seguir peleando. Pues sus ojos no abandonan el agujero negro. Y alza ambas espadas enfrente suyo. Tomó su decisión.

—Gab ¿Sí las cosas no salen como tú quieres, y si en tu lugar, yo muero? —Me acerco a él, golpeando sus brazos y él esquivándolos con sus espadas sin problema alguno. Logro patearlo y su cuerpo dirigirse con violencia hacia una ventana, corro en su dirección. Hemos entrado a uno de los edificios más cercanos —¿Qué harás si muero? Solo hablamos de lo que tú quieres que suceda cuando mueras, ¿Qué hay si soy yo?

—No serás tú—Afirmó.

—¿Cómo lo sabes?

—Sólo lo sé. La espada del anochecer y la del amanecer chocarían entre ellas en la última batalla, solo con esas espadas podemos morir. Son armas bendecidas, fueron exclusivamente hechas para nosotros. Ya lo he decidido, vivirás, yo lo sé. —Sus palabras no me convencían.

El edificio tembló.

El suelo comenzó a desestabilizarse.

Cuando parece que todo va en calma siento la presencia de un demonio. De pronto, Shyra aparece detrás de mí, y sin tener alguna oportunidad, decide atacarme, arrojándome una bola de fuego que golpea mi espalda. Mi cuerpo se impulsa hacía el frente y Gab logra sostenerme. Éste me sujeta entre sus brazos, mientras le sigo dando la espalda a Shyra. El aire se me va, y abro los ojos de dolor. Le escucho decir algo a Gab, pero no logro entenderlo del todo. Cuando el dolor en mi espalda desaparece, las náuseas vuelven a mí, ardor en mi estómago hace acto de presencia y un calambre en el pecho dura más de lo necesario. Escupo fuego negro en la armadura de Gab y éste lo ve raro. Mi cabello se encuentra de lado y comienzo a vomitar sangre. Siento como si ácido me recorriera la garganta y el sabor que éste produce, parece metálico. Unas lágrimas salen de mí, es realmente doloroso.

—Se ven tan bien juntos —Dice mientras no para de reír y aplaude—Lo digo enserio. Creo que son la pareja del año.

Gab me estruja entre sus brazos y siento que en cualquier momento me desvanecería. Mi cuerpo comenzó a temblar más de lo necesario.

—¿Qué le has hecho? —Pregunta Gab.

—La pregunta es ¿Qué le has hecho tú? Porque por si lo habías olvidado, él que nos dio el anillo, fuiste tú. El que siempre despellejó a los demonios y esperó el tan ansiado día para matarla, fuiste tú. ¿Qué ha pasado? ¿Qué ha cambiado? —Preguntaba cínicamente Shyra. Me separo de Gab, colocando mis manos sobre su pecho, con todo el cabello enfrente de mí. Siento su mirada penetrándome, Gab comienza a temblar, pero no sé exactamente porqué. La espalda comienza a doler — No eres el brutal ángel que conocí hace unos años ¿Siempre fuiste así de blando? No lo parecía antes —La voz desdeñosa de Shyra me provocaba náuseas, solo quería que se callara de una buena vez —¿O es que un demonio te ha robado el corazón?

Escucho el fuerte palpitar del corazón de Gab. Levanto un poco mi mirada, su ceño está fruncido. Estoy por decir algo, cuando Gab me vuelve a cubrir con sus brazos más fuertemente y nos encierra en una esfera luminosa. Shyra nos había comenzado a atacar. Las lágrimas salen de mis ojos. Gab se da cuenta de ello y me acaricia el cabello y comienza a llorar. Lo puedo sentir, debo verme en muy mal estado para que Gab me vea tan horrorizado. Volteo a ver mis manos, éstas se están oscureciendo y veo mi piel muy pálida.

—Lo siento Yvaine, no quería hacerte esto, si tan solo hubiera sabido...

Por un momento me permito ser franca al respecto.

—No cambia en nada, Gab. Igual hubieras asesinado al Fuego Oscuro, haya sido o no haya sido yo...

Por último, me permito besar lentamente a Gab. Me separo de él y éste me ve aturdido. El edificio vuelve a temblar. Las lámparas del techo comienzan a caer, Shyra sigue insistiendo en su ataque, mientras que la estructura está a nada de derrumbarse.

—Yvaine, te ves mal, por favor, si continuamos con esto no vas a sobrevivir. Conmigo tienes la opción de terminar con esto.

—No así, Gab.

En mi cabeza formulo un plan rápidamente. Tomo una de sus espadas sin que él tuviera la oportunidad de replicar algo. Me doy la vuelta y atravieso el campo de energía que él había creado. Escucho gritar a Gab, pero lo ignoro. Por unos instantes, veo los ojos de víbora que tiene Shyra. En mi interior siento dolor por los movimientos bruscos que realizo. Pero si no hago lo que voy hacer, no descansaré. Shyra se encuentra algo impresionada por mi arrebato y antes de que algo más suceda, ella intenta atacarme, pero se ve demasiado lenta, sintiendo el coraje renacer en mí, le clavo la espada en el corazón. Siento como ésta se introdujo y como la sangre comienza a salir velozmente. Sostengo el arma de Gab fuertemente, la cual comienza a quemarme las manos y se la dejo clavada en el pecho. Shyra me mira horrorizada y me toma de la muñeca, enterrándome sus largas uñas, mientras cae al suelo de rodillas, la sangre sale de su pecho y de su boca.

—M-Maldita seas... zorra —La tomo del rostro delicadamente y le sonrío.

—Tarde o temprano todos caen, hermanita. A todos les llega la hora y a ti, ya te llegó.

Shyra intenta decirme algo más, pero sus ojos se ven rojos, las lágrimas caen con desesperación, sus manos intentan arañarme, hasta que ésta cae muerta y yo me quedo de pie observándola. Escucho a Gab levantarse, tomo la espada y se la vuelvo a extender. Éste la toma algo indeciso.

—Volvamos a lo nuestro, si no te importa. —Le digo a Gab.

En eso Kike aparece. Un brillo aparece en mis ojos y hago puños mis manos. El rubio se queda viendo al cuerpo de Shyra, en completo shock. Camina lentamente hacia ella, se arrodilla y toma su rostro con sus manos, llevándosela directamente al pecho. Nadie emite ninguna palabra, Kike no derrama ninguna lágrima, tan solo acaricia sus cabellos rojizos y cierra sus ojos con fuerza. No soportando la escena, paso de largo sin detenerme a prestarle atención a un Kike dolido. Salgo del edificio, Axis y Zeus aparecen en mi campo de visión. Se encuentran corriendo hacia los edificios en dirección del agujero negro. Y luego me doy cuenta de algo, una escalera poco a poco, casi invisible comienza aparecer. Camino en dirección de dónde un gran grupo de ángeles se encuentran atacando el agujero negro. Los demonios intentan llegar a ellos, pero algo se los impide. Mucho aire surge a nuestro alrededor. Una mano me toma del brazo y me jala. No tengo las suficientes fuerzas para resistirme, pero un aroma tan conocida por mí hace presencia.

O'Donell me toma entre sus brazos y besa mi cabeza.

—Maldita sea, nena. ¿Dónde rayos estabas? ¿Estás bien? —Su voz gruesa me tranquiliza por unos momentos.

—Ocupada... —me limito a responder. —¿Dónde está Crisasiel?

La sonrisa de O'Donell se ensancha, sus ojos azules se vuelven intensos. Y pronto comienzo a sentir una mala espina. O'Donell acaricia mi rostro y pega su frente con la mía.

—Ya no tendremos que preocuparnos por ella nunca más.

Estoy por decir algo, pero en eso siento la presencia de Gab, volteo con brusquedad y ahí está él. Justo detrás de mí. Giro todo mi cuerpo y veo la mirada perdida de Gab ir directamente a la mano de O'Donell. Rápidamente me fijo en ello y veo mucha sangre, empapado me atrevería a decir, me alejo un poco de él. No puede ser...

—Si serás...—Gab no terminó de hablar cuando se le deja ir directamente a O'Donell.

Un gran rayo blanco cae en dirección de O'Donell. Choques de energía comienzan aparecer, por lo débil que me encuentro caigo al suelo. Se alejan de mí a una velocidad increíble. Extiendo mis alas y alzo el vuelo, pero en eso caigo al suelo cuando un dolor realmente fuerte abarca todo mi pecho y caigo. Sin aliento, sin fuerzas. Escucho unos pasos.

—Sí tan solo me hubieras hecho caso, Alexia. Nada de esto habría pasado.

Tymaurel se acuclilla en mi dirección y acaricia mi rostro.

—N-No me toques bastardo...—Logro decir.

—Si no matas al Fuego Celeste, todo esto habrá sido en vano, necesitamos que con tu espada lo mates, y conserves la energía. Solo falta eso para poder abrir por completo el cielo.

—¿Porqué? ¿Por qué él? —Intento levantarme, pero la sangre negra sale ahora de mi nariz.

Tymaurel no deja de ver eso y acaricia mi sangre mientras la frota sobre sus dedos.

—El Fuego Celeste, es el recipiente que los ángeles utilizaron para sellar el cielo. ¿No son acaso unos malditos? Tú eres el recipiente del mismo lago de fuego. Sí ellos logran tener la victoria en eso, es muy probable que nos manden a todos allá. Por eso, necesitas levantarte, recobra fuerzas y es lo último que te pediré que hagas.

Aun en el asfalto, lo escucho atentamente. Me levanto como puedo, pero Tymaurel me golpea el rostro y Kike rápidamente llega y se le une. Tymaurel se aleja, pero logra decirle algo a Kike, algo como de que me golpee hasta que se canse, porque de igual forma no podía morir si no es a manos de Gab. Y así lo hace. Los golpes son certeros, poderosos y muy dolorosos.

—Era mi hermanita...—Decía en voz alta Kike, mis ojos estaban por cerrarse.

Gab aparece y ve como Kike comienza golpearme.

Ojos azules.

Ojos dorados.

Día y noche.

Luz y Oscuridad.

Última Guerra.

No sé porque esas palabras llegaban a mí cabeza en momentos como estos. Con mis ojos entreabiertos, veo una niña. De algunos cuatro años maso menos. ¿Qué hacía una niña en medio de toda ésta guerra? ¿Dónde estaban sus papás? Quería sacarla inmediatamente de aquí. Una niña de cabellos oscuros y ojos grises me ve. Son eternos los segundos. Frunzo el ceño, ella me sonríe, lleva puesto un vestido blanco. De sus manos sale fuego, casi imperceptible. Kike seguía golpeándome, veía todo en cámara lenta, Gab llegar y alejarlo de mí. Pero yo ya no podía moverme.

—Vamos mami, levántate... —La pequeña se acerca a mí, se acuclilla y acaricia mi mejilla, el solo acto me deja aturdida —tienes cosas que hacer aún, mamá.

En cuanto me toca la mejilla ella desaparece. Un escalofrío recorre mi cuerpo. Mi corazón late con fuerza. ¿Acaso...?

Cuando tengo a Kike y a Gab casi encima de mí, cierro mis ojos con fuerza, de mi cuerpo sale una onda expansiva que arrasa con todos, cubriéndolos de fuego negro. Kike a lo lejos cae inconsciente en el suelo. Mi corazón no deja de latir con fuerza, pensando y pensando. Rápidamente acaricio mi vientre inconscientemente. Me acaricio la cabeza, tratando de asimilar todo. ¿Sobreviviría después de todo? No sé qué fue, pero me dio motivos para ganar la guerra. Algo nuevo había crecido en mi corazón, no podía parar de pensar en la pequeña. Sonreí, a pesar de estar en medio de una guerra. Gab viene hacía mí con un rostro acongojado. No puedo evitar sentirme mal por él, pero ahora había algo más fuerte de mí impulsándome a seguir adelante. Me pongo de pie y cuando estoy a punto de correr, O'Donell llega como relámpago en dirección de Gab.

O'Donell y Gab comienzan a compartir estocadas con él. Ellos comienzan a moverse entre las paredes de los edificios. Camino hacia ellos, siguiéndolos con la vista. De pronto, algo dentro de mí comienza a oprimirse. Acaricio mi pecho y siento que algo no anda bien. Busco con mi mirada que es lo que pasa. ¿Qué andaba mal? ¿Qué era?

A lo lejos veo cómo Kike sujeta mi espada. ¿De dónde la ha sacado? ¿Qué no estaba inconsciente? Frunzo el ceño y veo hacia donde se dirige.

Se dirige hacia ellos.

Kike comienza a correr a una velocidad sobrenatural. Mi instinto me emite alerta, y a pesar de que me dolía gran parte de mi cuerpo, le sigo el paso. Corro muy cercas de Kike a tan solo pocos metros. Éste ignora mi presencia o eso creía. Vamos movilizándonos por cada escombro que hay en el suelo. Pronto, otro estallido ocurre en el cielo, los ángeles casi toman por completo el tejado. Comienzo a ver todo a mi alrededor en cámara lenta. Los cuerpos de los demonios y los ángeles en los cielos y en el suelo, todos peleaban y otros morían. Mi corazón comenzaba a latir con rapidez, tomé impulso y corrí un poco más. Veía como O'Donell y Gab habían saltado hasta un edificio más alto. Algunos ángeles que no se encontraban en el gran agujero negro, se le arremolinaron a O'Donell, pero éste los atacó con su espada y cayeron al suelo partidos en dos. El cielo estalla en millones de luces, y todo se oscurece por unos momentos. Kike ha ido escalando con grandes saltos y lleno de llamas. Y no he podido evitarlo, le he seguido a pesar de mi estado. Me he dedicado a seguirle. Extendiendo mis alas negras, forzándome a mí misma y esquivando a cuanto ángel y demonio se me ha cruzado. El corazón me bombea con brutalidad. No puedo evitar respirar con dificultad. Mi visión se nubla un poco y escucho la voz de papá de lejos. Me alarmo, pero vuelvo a escuchar la voz de él. Me siento confundida...

De pronto, veo a papá, me está llevando al parque a jugar con Arnold. Escucho las risas de los niños, los veo jugar en un arenero, columpios, resbaladeros, todo lo que a un niño puede hacer feliz. El sol acaricia a todos y veo muchos globos, un payaso se encuentra repartiéndolos. De pronto, me veo a mí sola. Un niño me empujó desde mi columpio, tenía algunos tres o cuatro años en ese entones. No había nadie que me pudiese ayudar.

Él se empieza a reír de mí y me deja sola, Arnold no está cercas, de hecho, mi papá se encuentra con Arnold. Me quedo llorando en el suelo mientras con mis pequeñas manos acaricio mi vestido rosa y me tallo mis ojos, estoy por acércame a mí misma no entendiendo muy bien cómo podía aparecer yo en un recuerdo mío, pero me doy cuenta de algo, veo que una silueta muy alta aparece frente a mí yo de tres cuatro años, levanto la mirada aun con los ojos llorosos, y veo una blanca sonrisa, cejas negras pobladas que me extienden su mano, pero, sobre todo, unos ojos azules profundos. Se acuclilla delante de mí y limpia mis lágrimas con sus pulgares de manera delicada. Mi pequeña yo, se queda observándolo y sonríe despreocupada, él la levanta del suelo y se queda unos largos segundos observándome, mí yo pequeña lleva las manos a su rostro y éste sonríe con demasiada ternura y desaparece.

O'Donell.

Vuelvo en sí, sigo volando. No sé porque en estos momentos logro pensar en eso. Recordar que O'Donell y yo ya nos habíamos visto antes. Que de alguna manera siempre hemos estado juntos, que a pesar de todo lo que hizo, lo amo y siempre lo amaré. Prometimos estar toda la eternidad juntos, y eso quería. Y ahora, con lo que había visto... solo reafirmaba qué si debía elegir entre O'Donell y Gab, siempre sería O'Donell. Pero a pesar de estar pensando en O'Donell y que mis sentimientos recobraban fuerzas. Tenía un mal presentimiento. No sé por qué, pero algo estaba doliéndome en el alma, algo que aún no pasaba. Algo malo iba a pasar, y no sabía de qué se trataba. Al momento de llegar a la azotea Kike y yo, él no se da cuenta de que he llegado junto con él en distintas esquinas. Veo la ira en sus ojos, ¿pero porque se desquitaba con él y no conmigo? Yo maté a Shyra, lo lógico sería que me hiriera a mí. Pero en cambio, toma a DEMONIUX con sus manos, y corre en dirección de la espalda de O'Donell. No puedo evitar sentir que la adrenalina vuelve a fluir dentro de mí. En mi cabeza pasan todos los recuerdos que tenía con O'Donell. ¿Porqué? ¿Por qué ahora? ¿No lo lograría?

Ahora todo se vuelve en cámara lenta, me enciendo en llamaradas oscuras, mientras que O'Donell y Gab se encuentran blandiendo espadas, Kike, cegado por su coraje, impulsa a DEMONIUX en dirección de O'Donell, una gran explosión surge detrás de mí y veo el cielo volverse purpura y oscuro, pero no me importa, no me podía detener...porque antes de que Kike impacte a DEMONIUX contra la espalda de O'Donell.

—¡O'Donell! —Logro gritar con todas mis fuerzas.

Empujo a O'Donell y yo me interpongo entre ellos. O'Donell cae al suelo.

—¡NO! —Gab emite un alarido detrás de mí.

Lo veo todo. El tiempo se detiene.

La espada logra atravesarme, siento el caliente filo de mi espada atravesarme como si de papel se tratase, veo los ojos confundidos y aterrorizados de Kike, pero en lo único que puedo pensar es en el agonizante dolor que estoy sintiendo. Escupo sangre negra inmediatamente. Las fuerzas se van por completo de mí, comienzo a desestabilizarme. El calor se extiende por todo mi cuerpo y siento con una luz rojiza sale de mí. Mi cuerpo comienza a temblar, la visión se me nubla y mi garganta se queda seca. Kike suelta la espada y ésta se me queda hundida en la parte del diafragma. Gab logra gritar detrás de mí, escucho como las espadas caen al suelo de manera ruidosa. Caigo de espaldas, pero unos brazos logran sujetarme. Apenas y siento el toque. O'Donell incrédulo me sostiene contra él. O'Donell está en estado de shock. Sus ojos azules se potencian más de lo que alguna vez los había visto, frunzo mi ceño y siento como sus brazos me acomodan contra su pecho. Intenta retirar la espada de mí, pero eso solo hace que grite con más fuerza y las lágrimas comiencen a salir de mí. Él está hablando fuerte, no logro entenderle.

—No, no, no, no... —Repite O'Donell, su rostro se encuentra rojo y por primera vez en la vida, sus ojos se encuentran derramando lágrimas.

Gab se coloca detrás de él con los ojos bien abiertos mientras se acaricia la cabellera de forma violenta. Kike se tumba al suelo gritando histéricamente. Las lágrimas caen de mis ojos, dolor, tristeza, toda una sensación de malestar físico y emocional me abaten. Mi mano, como puedo, acaricio el rostro de O'Donell, grabando cada parte de su ser en mi memoria.

—C-Cariño —Intento hablar, respirar es doloroso y la espada enterrada no me es de mucha utilidad. O'Donell no se pierde cada palabra que digo, la espera desesperadamente. Me intenta levantar en brazos, pero niego mientras nota que cada movimiento hace el dolor más insoportable— escúchame...no voy a sobrevivir.

Gab se queda de pie mientras se talla el rostro bruscamente, el cielo comienza aclararse, el agujero negro comienza a desaparecer. Y lo sé, porque escucho los gritos de guerra de los ángeles. Ellos ganaron...

O'Donell me toma de la mano, su voz se entre corta y comienza a desparramar cada vez más lágrimas, las cuales comienzan a caer en mi mejilla.

—No, vas a estar bien, nena. No puedes dejarme Yvaine, no ahora —Hunde por unos segundos su cabeza en mi cuello —no puedes irte, prometimos estar juntos...

Cierro mis ojos y comienzo a llorar abiertamente.

—Lo siento, Duncan...Lo siento —Un dolor se apodera de mi pecho y comienzo a temblar y a endurecer mi cuerpo. —T-Te amo, y así siempre será.

—Te amo Yvaine, te amo con todo mi corazón.

Sus labios me tocan de manera delicada una vez más.

Cierro mis ojos y comienzo a ver que todo se desvanece a mí alrededor. Escucho gritos, es O'Donell, pero es como si estuviera muy lejos. Pronto, todo ha dejado de doler, hay mucha paz, mucha quietud, ya no hay guerra, mi lucha ha terminado.


© J. ZARAGOZA

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