CAPÍTULO 39
O'Donell y yo nos acercamos con mi madre. Sus largos ropajes negros cubrían gran parte del suelo. Era lo más parecido a una bruja de cómic que había visto alguna vez. Sus largas cornamentas resaltaban, eran delgadas, como las de un pequeño cervatillo. Sus ojos se habían vuelto totalmente grises, no había nada blanco en ellos. Había una barrera invisible que comenzaba a cubrirnos. Pues ángeles golpeaban sin cesar el lugar, tratando de entrar. La noche había dejado de ser oscura hace ya un buen rato, y el resplandor cubría a todo Long Beach. Un gran pilar de luz caía del cielo y golpeaba con fiereza el suelo. Era grande, y de él salían esferas luminosas. No podía evitar pensar en que todo esto estaba a nada de terminar. Los demonios no hacían más que lanzar ataques contra los ángeles, quienes sobrevolaban los cielos y se ceñían de armaduras plateadas y doradas, mientras que, con éxito para ellos, estos los repelían cada uno de los ataques demoníacos. Esto era incluso peor que en mis sueños, pues la lluvia dorada comenzaba a hacerme llagas en el cuerpo, casi imperceptibles. El ambiente de guerra que se generaba me ponían nerviosa. Era algo difícil para mi de comprender. Era un demonio poderoso, pero mi actitud había cambiado, ¿no debería ser al revés?
—Madre, ¿Qué significa todo esto? —Le pregunto.
El libro de pasta negra comenzaba a ojearse solo, a soltar humo de distintos colores y a manifestarse simbolismos satánicos que se perdían en el aire. El suelo comienza a temblar, y me doy cuenta que bestias, literalmente, bestias deformes comienzan a surgir del suelo. Veo con pánico como seres similares a osos polares, de dos y tres metros, de piel oscura y viscosa, comienzan a gruñir y lanzar bolas de fuego hacía el cielo. Colmillos largos y rojizos como sus ojos, ven con desprecio a los ángeles. Veo que un grupo de ángeles se unen y forman una especie de escudo con sus alas. Las bolas de fuego comienzan a caer en distintos puntos de la ciudad y a enardecer los objetos que tocan. Y yo no puedo creer que nadie vaya hacer nada. No se ve la policía, no se ven personas por ningún lado, el ejército... ¿Dónde estaban? Pero debía entender, que las criaturas más poderosas del universo estaban combatiendo. ¿Qué podrían hacer los humanos contra los ángeles y los demonios? Pero ¿Qué cosas digo? Solo un arma bendecida podría matar a un ser inmortal como nosotros. Ella me mira sin dejar de hacer sus cosas. Habla en latín y comienza a aspirar el humo que provocan sus extraños hechizos. Una nube negra se forma arriba de nosotros, y comienza a remolinear y soltar rayos.
—Estoy abriendo un portal, pero necesito que me ayudes.
Alzo la ceja mientras que observo la nube negra ¿para qué necesita mí ayuda? Ella es lo suficientemente poderosa para hacerlo por su cuenta, no es como que sepa más que ella. O'Donell no dice nada al respecto, es cómo si él ya supiese que era lo que estaba pasando. Tan solo observa, y algo comienza a rondar por mi cabeza, lo intuyo. Él sabe algo y no me lo ha dicho. En el fondo sabía que las palabras de Gab habían sido ciertas. Todos habían estado ocultándome algo muy importante. Pero comienzo a replantearme la idea para poderles sacar la información que necesito. Guardo a DEMONIUX en su funda y comienzo a pisar las finas líneas de un pentagrama que mi madre había dibujado en el suelo. Comienzo a dar un vistazo rápido al panorama.
—¿Para qué quieres un portal? Sí solo necesito matar al fuego celeste.
Madre comienza a suspirar, como si estuviese teniendo paciencia conmigo.
—Sí claro, pero necesitas traer la cabeza del fuego celeste, con la hoja de tu espada, con la energía que salga de ti, cuando le cortes la cabeza, eso nos dará acceso al portal que necesitamos para subir.
Le miro confundida, ¿para que necesitaba todo eso? ¿para qué quiere el portal exactamente? Sí el Fuego Celeste es el ángel más poderoso de todos, si lo derroto no existirá rival suficiente para mí. Claro que desconozco cómo subir, pero no creo que sea solo por eso. Ahora, ¿para qué necesita estar la cabeza de Gab en mi espada? Algo no cuadraba. O'Donell se aleja un poco de nosotras con sus brazos cruzados sobre su pecho, con una fina línea en sus labios y sus ojos perdidos en el cielo. ¿Y ahora que mosco le ha picado? Comienzo a tener un mal presentimiento de todo esto.
—¿Te digo algo? Tengo el presentimiento de que me han estado viendo la cara de estúpida —Le suelto como si escupiera veneno —¿Por qué no me dijeron que yo podía controlar la guerra si llego a derrotar al fuego celeste?
Mamá abre sus ojos completamente asustada. Veo que pasa saliva fuertemente por su garganta y comienza a ponerse un poco nerviosa. En un gran caldero que apenas me voy dando cuenta de su existencia, mamá comienza a arrojar polvillos de distintos colores, la cabeza de un cuervo, plumas de paloma gris y otra sarta de cochinadas más. Pero lo que llama mi atención, es un mechón de cabello, del mismo color que...el mío.
—¿De qué hablas? ¡Qué tonterías dices, hija! ¿Quién te dijo eso?
Alrededor de nosotros, los demonios comienzan a correr en dirección de los ángeles que aún seguían suspendidos, y al momento de que todos hacen contacto con cada uno. Un fuerte estruendo se escucha. Los demonios comienzan a blandir espadas con los ángeles guerreros. Ambas razas son poderosas, pues ninguna cede tan fácilmente para con la otra. Aquellas bestias que salieron del inframundo siguen en el suelo lanzando bolas de fuego. No han parado de hacerlo. Parecen bombas que explotan. De aquel pilar de gran luz, se escuchan relinchos de caballos. Del cielo surgen pegasos blancos con sus respectivos jinetes, alzando sus espadas, yendo directamente contra las criaturas oscuras. Mi madre sigue tensa, y evita verme.
—¡Lo sabías! ¿Qué tan idiota creen que soy? —Comienzo a sentir como la vieja Yvaine vuelve apoderarse de mí. Esa fuerza que siempre me ha caracterizado, comienza a resurgir — ¿Creyeron que no me daría cuenta? ¿Adivina qué? ¡Lo sé todo, absolutamente todo! No lo dejaré pasar por alto, ni ahora, ni nunca más madre. ¿Por qué no me lo dijeron? —Comencé a reclamarle mientras que sentía que el rostro se me calentaba.
El Fuego Oscuro salía mis manos con fiereza. Mamá me observaba con detenimiento, recorriéndome con la mirada. Habló lo más pacífica que pudo.
—Tymaurel y O'Donell creyeron que no estabas lista para asimilar eso. —Fue lo único que dijo, como quitándose la responsabilidad de contestar a mis preguntas.
Cierro mis ojos con fuerza, deseando con todas mis fuerzas que ella no hubiera dicho eso. Aunque en el fondo comenzaba a sospechar de eso. Tomo una gran bocanada de aire, intentando aplacar la ira que comienza a envolverme. Quiero temblar del coraje, pero me controlo. Volteo instintivamente a O'Donell quien me da la espalda. El que no ha dicho palabra alguna. Afuera había un caos, una escena apocalíptica y dentro de mí, sentía que una gran erupción sobresalía.
—¡O'Donell maldita sea! ¿¡Por qué no me lo dijiste!? —Camino rápido en su dirección, lo tomo del hombro y hago que voltee a verme. —¿¡Porqué!?
O'Donell me ve con sus ojos azules intensificándose. Su expresión es seria y el aura demoníaca aplastante. Y no hace más que voltear la mirada a otro sitio y ver como la guerra se llevaba a cabo. Sus cejas pobladas se fruncen entre sí y yo no hago más que esperar por una respuesta. Estuve soltando maldiciones hasta que O'Donell decidió hablar.
—¿Habría diferencia? —Me calle de golpe. —Tienes un deber que cumplir con nosotros. Vas a ser la reina de Demonét, y yo seré el futuro rey. Yo llevaré la carga pesada de la corona, tú no puedes con eso aún. No me malinterpretes, tienes un corazón bondadoso y te amo por eso, nena, te amo tal cómo eres —Me toma del mentón y lo eleva con su dedo índice — Pero no estás hecha para las guerras, no creciste en ellas, no sabes absolutamente nada ellas, por eso necesitas de mí. Tymaurel lo sabe, todo el mundo lo sabe. Sé lo que es mejor para todos nosotros y para ti. Solo tienes una misión, extermina al ángel.
Me alejo de su toque bruscamente, había decepción en mí. He sufrido demasiadas cosas emocionales en las últimas horas, esto era algo por lo que no necesitaba pasar, no con O'Donell. Reprimo mis sentimientos unos momentos.
—Dijiste que ya no me mentirías —Le reprocho mientras mi cabello húmedo se ondea un poco por el viento.
Mi madre sigue haciendo de las suyas, y un hilo fino de color azul golpea el pentagrama en el que se encuentra. O'Donell achicó sus ojos en mi dirección.
—No te mentí, nena. Te ocultamos cosas, que no es lo mismo que mentir. Es omisión de hechos. —Reí secamente con lo que O'Donell acababa de decir —Madlow, no te pongas de ese modo. Es lo que se debe de hacer, nosotros no podemos matar al Fuego Celeste, eres la única que puede. De haber otra salida, la tomaría por ti nena. ¿Me escuchas? Debo proteger a la gema de Demonét, a mí chica.
Le doy la espalda tratando de asimilarlo. O'Donell era para mí, me enamoré de él perdidamente, le entregué mi cuerpo y mi corazón, pero ahora no sé porque dudaba tanto de él. Estaba realmente molesta con él, tampoco es que haya dejado de amarlo, pero esto me destruye. Comienzo a ver los terribles enfrentamientos. Como los edificios y las calles, son abarrotadas por los ángeles y demonios. No quería pelear, pero debía hacerlo porque sentía un compromiso. Pero, mi moral me decía que no lo hiciera. Sí bien, los ángeles me persiguieron a mí y a mis hermanos, no era mi responsabilidad.
—Gracias, ahora sé lo que debo hacer —Le digo a O'Donell, para salir del campo de energía.
Escucho a O'Donell gritar en mi dirección, pero apresuro mis pasos. No necesitaba estar con él en estos momentos, su presencia solo me confundía. La traición en estos momentos era un puñal clavado en mi espalda. En el aire, esquivo a los ángeles que se dejan venir en mi dirección. No los mato, pero logro alejarlos de mí con ondas de energía, que los lanzan contra los edificios. El retumbar de las voces angélicas cada vez se asentaba más. Se escuchaban tambores en todo el cielo, voces graves que hablaban en otro idioma. Pilares de luz comenzaban a golpear la tierra, generando ondas de energía, que podrían desestabilizar a cualquier humano. Tymaurel a diez metros de distancia, infirió con sus manos a unos los primeros ángeles que tuvo cercas, pulverizándolos al instante. Y fue moviéndose cada vez más por las estructuras. Más de un ángel se me atraviesa ya en el suelo. No tomo a DEMONIUX, pero si logro a tener enfrentamientos cuerpo a cuerpo con ellos.
Los ángeles tienen aspecto de humanos, pero todo su cuerpo resplandece, sus cabellos son claros y tienen hermosas alas blancas. Son muy altos y fuertes. Pero, aun así, mi fuerza era superior. Diviso a Tymaurel más adelante quien pelea con un grupo de ángeles, estos son atravesados por su espada. No puedo evitar sentir pensar por los que estaban siendo las víctimas de ellos. Pero había algo que no me estaba quedando claro para mí, me habían mencionado que solamente los ángeles poseían armas bendecidas, que son las que pueden matar seres inmortales. Si bien, podías herir a los seres inmortales con las que son fabricadas en los planos astrales, no podía comprender cómo Tymaurel estaba asesinando ángeles ¿de dónde sacó un arma bendecida? DEMONIUX supe por ahí que era un arma bendecida, porque era la única que podría derrotar a Gab. ¿Quién le dio a Tymaurel un arma como esa?
Me acerco a él rápidamente. Él me mira sorprendido, pero molesto a la vez. Su piel roja no hace que piense más que en el mismo diablo.
—¡Hija! ¿¡Pero qué demonios haces aquí abajo!? ¡Tienes que buscar al fuego celeste y derrotarlo!
Las sensaciones y emociones se habían acumulado a tal punto, que lo único que quería era golpearlo, golpearlo sin cesar. Le doy un golpe con mi puño más limpio, éste solo voltea su rostro, son moverse de su lugar y sus ojos se encienden, junto con todo su ser en llamas.
—¿¡QUÉ CREES QUE ESTÁS HACIENDO IDIOTA!? —Su voz se distorsiona, y parece como si una gran bestia hablara por él.
Me planto firme en mi lugar, mi armadura ya no se siente tan pesada y me preparo para todo.
—¿¡Por qué no me dijiste que si ganábamos la guerra esclavizarías a los ángeles y yo tendría el control de la guerra!? ¿Para qué necesita mi madre la espada DEMONIUX con la cabeza del fuego celeste?
Tymaurel se acerca a mí, me resopla en el rostro y sus ojos comienzan a oscurecerse.
—¡Este no es el momento, Alexia Mugunta!
—¡Sí lo es! Yo no quiero pelear.
Tymaurel abre sus ojos impactado y me abofetea con todas sus fuerzas. Sangre sale de mi boca y siento que la mejilla me pulsa.
—Eres una estúpida, una deshonra para tu pueblo, y eres una traidora, no tienes opción ¡tienes que pelear!
Escupo la sangre y retengo las lágrimas.
—La tengo y ya he decidido —Le respondo contundente y fríamente.
O'Donell llega impactando el suelo mientras su capa hace movimientos suaves, la seriedad en estos momentos parece ser su máscara, pues no ha dejado de estarlo desde que estamos con mamá, éste se detiene a menos de un metro de distancia y nos ve enfrentándonos a Tymaurel y a mí. El rey demonio ve encolerizado a O'Donell, pero éste parece no estar demasiado preocupado por ello. En cambio, me ve fijamente a mí y a mi gran golpe en la mejilla.
—¿Por qué la tocaste? —Demanda O'Donell con un tono peligroso.
—Duncan, deberías enseñarle a mi hija a quién le debe lealtad. —Tymaurel parece no temerle a O'Donell. Él está ignorando por completo la pregunta de O'Donell. Simplemente no podía entenderlo.
—He dicho, ¿por qué la tocaste?
Tymaurel ríe fuertemente y se empareja a la altura de O'Donell. Tymaurel es un poco más alto que él y éste comienza a inflar el pecho. Detrás de Tymaurel millones de sombras aparecen de forma agresiva, saliendo de él vapor rojizo.
—Recuerda tu posición, muchacho —Los ojos de O'Donell poseen un brillo intenso unos cuántos segundos y después desaparece, toma aire.
O'Donell no dice nada, pero tampoco vuelve a defenderme. Tymaurel da unos pasos atrás con una sonrisa soberbia y altanera. Volteo a verlo enfurecida. Su armadura negra resplandece unos momentos, pues una explosión surge en el cielo. Se ven ángeles bajando en pegasos con arcos. Mientras que los demonios siguen peleando.
—¿Estarás del lado de él y no del mío? —Toco mi mejilla.
Acaricia su cuello con pesadez, inclina su cabeza hacía atrás, toma aire y suelta de manera brusca:
—Él es mi rey, hice un voto de lealtad hacía él. —La mirada de O'Donell se ve enfurecida y con ganas de golpear algo —Tú no sabes cómo es vivir en Demonét, nena —Dice O'Donell mientras que Tymaurel le ve fijamente, claramente orgulloso de lo que O'Donell me dice—Entiendo lo que dices, el cómo te sientes, pero ¿Por qué no entiendes a tu pueblo?
Suelto una carcajada seca.
—¿Ahora es mi culpa? Ésta no es mi guerra. ¿Ahora soy responsable por algo que él inició? —Dije mientras apuntaba a Tymaurel — No lo creo, O'Donell. Sí quieren tomar el cielo, háganlo ustedes mismos, porque yo renuncio a todo esto.
—¡Cariño, espera! —O'Donell me sujeta de la mano.
Le miro enfurecida y todo mi cuerpo comienza a llenarse de llamas. Éste me suelta inmediatamente. Mientras se toca su mano.
—Me decepcionaste...
O'Donell me mira y por un breve instante, le vi fruncir sus labios.
Suelto a DEMONIUX, la cólera se desborda de Tymaurel mientras me grita muchas sandeces. El rugido de la ira de él ensordece por unos minutos. O'Donell detiene a Tymaurel y comienzo a escuchar como discuten. El fénix en mi muñeca comienza arder y una opresión se posiciona en mi pecho. El aire comienza a faltarme, pero logro recuperarme.
¡Nunca sueltes a DEMONIUX! Ahora estamos indefensos por tus berrinches.
—¡Cierra la boca! —Le grito a la voz en mi cabeza.
Solo era una espada. Estuve bien sin ella antes, lo estaré de ahora en adelante.
Debajo de mis pies un pentagrama se dibujó, como muestra de mi protección, como si fuesen centellas, varios seres empezaron atacarme, mi escudo comenzó a repeler los ataques de los ángeles que lanzan desde el cielo. Paso que daba, paso en dónde las llamaradas oscuras eran dejadas. Ya no sería más el arma de nadie. Me iría lejos.
Eres una reverenda imprudente. Nos vas a matar. ¡Tienes que matar al fuego celeste!
No puedo creer que O'Donell, el demonio más poderoso después de mí se arrodille ante Tymaurel. Yo esperaba que me defendiera.
Iba caminando por una de las calles y decido introducirme a un edificio, al parecer es una tienda departamental. Camino por cada pasillo de ropa, intentando que nadie me siguiera el paso ni me detectara. Gab no se ha visto sobrevolar los cielos. Eso me tenía con pendiente. Esperaba que no hubiera tenido problema con sus ángeles. Escucho los estruendos de las fuerzas de ambos bandos. Bolas del fuego siguen cayendo en distintos puntos de la ciudad. Una logra caer cercas de dónde estoy, caigo sobre unos maniquíes. Me reincorporo, y veo como el fuego se propaga por los estantes, por la ropa y por los pilares. Corro en dirección de una de las salidas de emergencia, pero está atascada. Algo impide que se abra. Maldigo y me doy la vuelta.
Shyra aparece de pronto frente a mí con una sonrisa venenosa. Me detengo. El fuego se encuentra detrás de ella. Su espada descansa en su hombro derecho, sus cuernos son como la de carneros, su cabello rojo se ve más intenso, y sus ojos parecen vivas esmeraldas. Pero, se ve realmente horripilante.
—Acabas de sellar tu tumba, hermanita.
Me doy cuenta de sus intenciones, la palma de mi mano se pone frente a ella y de mí sale una onda expansiva, que hace que Shyra salga disparada del edificio, pasando por todo el fuego. Logro ver la salida y me dirijo a ella. Al salir, me doy cuenta que el cielo que era resplandeciente, está siendo opacado por el humo y el cielo se vuelve rojo. Sin embargo, los pilares de luz siguen conectando a la tierra con el cielo. Busco con mi mirada, el edificio en el que mi madre se encontraba es ahora, una fuente de energía maligna, la nube negra había crecido. Siento un dolor repentino en la cabeza. Veo ahora, en el suelo, más seres peleando entre sí. Mis manos viajan a mi cabeza, el dolor es estridente. Comienzo a vomitar una cosa viscosa y negra. Me siento confundida. Me levanto y Shyra va contra mí. Me sorprende su ataque de puño, pero en cambio golpeo su rostro con un cabezazo. La deja aturdida un poco, se ve el coraje en su rostro y la ignoro. Ella comienza a lanzar patadas en mi dirección, que voy cubriendo formando una "x" con mis brazos.
—Ahora que vas a morir, te contaré un pequeño secreto —Shyra saca de sus caderas dos cuchillas.
Comienza a rasgar mis brazos y estómago con ellas. Siento el ardor, pero continuó peleando. No entendía que era lo que podría decirme en estos momentos. Ni cómo podría interesarme los secretos que ella tuviera.
—¿Sabes porque Kike te abandonó realmente hace dos años? —En un descuido por su parte, mi pierna llena de fuego, golpea sus costillas y ésta cae maldiciendo —Los ángeles me atraparon, y cuando te atrapan, eso significa que solo te utilizan para que el Fuego Celeste entrene con los demonios. Pues son lo más parecido a lo que tendría contra el Fuego Oscuro.
¿Así que por eso era tan fuerte Gab? No puedo evitar sentir curiosidad. La sonrisa maliciosa aparece en sus labios. Pues se ha dado cuenta que eso ahora me ha desestabilizado emocionalmente. Kike me había contado que fue para rescatar o ir con su hermana. Pero realmente nunca me dijo la razón. Shyra logra levantarse en sí y alzar sus cuchillas.
—¿Y eso a mí porque me interesa? —Le digo.
Shyra se levanta, con sus manos me toma de la cintura mientras entierra sus cuchillas en mí, suelto una maldición y siento como la sangre comienza a salir de mí, me doy cuenta que ya no es roja, ahora es negra como la que acababa de arrojar por la boca. Shyra me arroja hacia uno de los escombros que había caído del cielo.
—Porqué en una ocasión, Kike escuchó a O'Donell hablar con sus camaradas sobre tu posición, aquí en Long Beach. Antes de conocerte, sabían en dónde te encontrabas, pero no cómo eras. Kike ya era tu novio y él lo supo, cuándo yo estuve en problemas, cuando los ángeles me capturaron, hizo una tregua con el Fuego Celeste, le reveló tu posición a cambio de que me dejaran ir. Desde entonces, el Fuego Celeste ha estado en Long Beach, lleva dos años buscando tu rastro a causa de que Kike te vendió por mí. El vómito está en mi garganta. Comienzo a vomitar sangre negra.
—Y yo que creía que esa lluvia dorada nos afectaría primero a nosotros, parece que te afectó primero a ti. Después de todo, te pusiste el anillo que Kike te obsequió.
Abro mis ojos espantada. El anillo que Kike me regaló en mi cumpleaños y que le devolví. No sabría decir que fue exactamente lo que pienso, lo que siento, pero no es agradable. Dirijo mi atención a Shyra que se acuclilla a mí lado. Su armadura verde ahora está sucia.
—Kike y la casa Goldless está amenazada por los ángeles, así que le dieron un anillo para canalizar tu energía y crear algo que te debilitara lo suficiente, para no pelear contra ellos. Algo rápido. Al haberte colocado el anillo y estar expuesta lo suficiente a ésta lluvia, pues querida. Ahora te falta poco.
—¿Y que ganan con eso? Solo me puede matar Gab. ¿Acaso no quieres ir al cielo? ¡Acabas de traicionar a todo Demonét! —Le pregunto, teniendo dificultades para respirar.
Shyra retira las cuchillas de mis caderas de manera brusca.
—A mí no me interesa eso. Pero, los ángeles nos amenazaron con entregarnos a Tymaurel por alta traición si no les obedecíamos hasta que te encontraran y exterminara; Y eso querida, no me conviene. Porque yo deseo el trono y deseo que O'Donell sea mi rey.
La tomo del cabello y una de mis manos la toma del cuello. Mis uñas se entierran en ella, Shyra intenta alejarse, pero la retengo firmemente. Pero poco a poco, de mí va saliendo energía demoníaca que comienza a entrar en el cuerpo de Shyra. Se ve como líquido negro avanza por su cuerpo.
—Sobre mi cadáver. —Le digo.
Me levanto con ella sosteniéndola. La lanzó al suelo y ésta comienza acariciar su garganta. El campo protector vuelve a mí y camino, sintiéndome un poco debilitada. Esquivo una bola de fuego que cae cercas del cuerpo de Shyra y me cubro con mis brazos el rostro. Escucho pasos corriendo en mi dirección, volteo instintivamente. Tymaurel acaba de atacarme, logra esquivar mi muro de protección con su espada. Logro esquivarlo. O'Donell corre detrás de él, me desvanezco en fuego oscuro, me encuentro encima de él y una especie de miasma sale mis manos y comienza a rodear a Tymaurel.
¡Llama a DEMONIUX!
—No... —Digo en voz baja.
Escucho una ráfaga de viento. No me da tiempo de voltear atrás mío, cuando caigo al suelo con un fuerte golpe. Gab se encuentra encima de mí, muevo mi cabeza antes de que la espada impacté conmigo. Sonrío para mis adentros. ¿Con qué ya apareció? Giro mi cuerpo, Gab sostiene con ambas manos la espada, mis piernas se encuentran juntas por lo que no puedo hacer mucho, y menos con la sangre negra aun saliendo de mí. Por lo que no puedo realizar ninguno de mis movimientos.
O'Donell se acerca a Gab alzando su espada.
—¡No la toques! —le grita O'Donell a Gab.
O'Donell logra empujar a Gab y logro zafarme de su agarre. Gab le lanza a O'Donell una onda energía luminosa que hace que se retire de nosotros.
Atrás de ti.
Giro todo mi cuerpo y veo que Tymaurel y una Shyra lunática se acercan. Mientras que O'Donell corre hacía mí para defenderme. No le permitiría el gusto. Mis alas negras salen de mi espalda y me elevo en los aires. El pentagrama que se dibujaba en mis pies una vez más, ahora lo tengo delante de mí. Es grande y luminoso.
—¡No voy a pelear, ya no más! —El símbolo comienza a brillar y arrojar millones de lanzas de fuego en dirección de mi hermana y mi progenitor.
O'Donell logra esquivarlas con facilidad. Comienzan a correr, evadiendo mis ataques. Gab se acerca a mí, dejando a O'Donell por debajo de nosotros, lo suficiente para que logre tomarlo del cuello en un movimiento veloz. Mis ojos se encuentran brevemente con los de él. Algo dentro de mí se rompe. No podía...
—Hazlo...—Pide él sin poner resistencia.
Sabía que éste era el momento más apropiado, con todos aquí viéndome. Estrujo un poco su cuello, respiro profundamente. Esto debía terminar. Pero, no podía hacerlo yo. Las lágrimas salen de mis ojos y comienzo a toser.
—¡Mátalo! ¡Ya es tuyo! —Escucho la voz desesperada de Tymaurel.
—¡Yvaine, mátalo! —O'Donell se le une.
Los ojos dorados de Gab vuelven aparecer y me sonríe con ternura. Sí tomaba su vida, controlaría la guerra y dejaría que los ángeles se fueran. Podría ejercer mi poder como heredera, quizás podría crear una rebelión y derrocar a Tymaurel. Millones de posibilidades ahora aparecían en mi cabeza. Pero Gab no estaría. Pero estaría con O'Donell. Aunque me haya ocultado cosas.
Mi cabeza era un caos. Todos allá abajo me presionaba, no me dejaban decidir. Seguimos en el aire, una flecha me impacta en el hombro. Volteo a ver al cielo y veo a una Crisasiel repuesta de todos los miembros que corté. Frunzo el ceño y Gab parece no querer que le deje de soltar, pero eso hago. Lo arrojé al suelo.
Crisasiel me ataca y una vez más y caigo al suelo por igual. Kike se les une, pero no sé exactamente de qué lado está. Gab aparece y ve como comienzan a sujetarme entre todos. Cuando está por acercarse, de mi cuerpo sale una onda expansiva que arrasa con todos, cubriéndolos de fuego negro.
© J. ZARAGOZA
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