CAPÍTULO 38
La luz cada vez era más resplandeciente. Sentía que el cielo en cualquier momento sea caería y los ángeles no paraban de aparecer, había de todo tipo, distintas alas, formas y tamaños. Del cielo, gotas de lluvia con destellos dorados caían sutilmente. No podía evitar sentir que esto terminaría muy pronto, y no estaba preparada para darle un punto final.
Destinados.
Que palabra tan fuerte. Pero con un gran peso de por medio, era cierto. Estuvimos destinados desde el principio de nuestra existencia, obligados a pelear una lucha de la que no fuimos responsables desde el comienzo. Siendo utilizados. Nuestra conexión atrayente me era inexplicable de entender. Estaba confundida con respecto a mis sentimientos. Su sensación de calidez, esa calidez que mi vida necesitaba en estos momentos, estaba a punto de alejarse de mí, de desaparecer. No estaba muy segura de lo que haría, pero debía aprovechar los pocos minutos que me quedaban con un pacífico Gab. Sin embargo, no me quedaban muy claras sus intenciones. Actuó como que no le importaba, y ahora me soltaba sus sentimientos por mí.
—Dices que me amas... pero quieres matarme, Gab. Me confundes.
Gab achicó sus ojos en mi dirección. Sus cejas por primera vez se juntaron entre sí. Vi su rostro, sus finas facciones se contraían en una mueca de desconsuelo, de desesperación me atrevería a decir. Bajó su mirada, entre cerró sus puños y soltó un fuerte suspiro que me hizo erizar su piel. Movió sus manos, como si hubiera hecho a un lado una telaraña. No sabía que era lo que estaba haciendo, por lo que me congelé en mi lugar, esperando a ver qué intenciones tenía. Para mí sorpresa, nos encerró a ambos en una pequeña burbuja dorada y transparente. Retrocedí unos pasos y comencé a golpear la estructura ahora formada, con mi espada, todo rasguño que se hacía, volvía a contraerse y volverse más fuerte que el golpe anterior. ¿Acaso me quería matar aquí mismo? Luché un poco más, pero me di cuenta que esto no me llevaría a nada. Seguíamos en el suelo, pero parecía que nadie nos podía ver. Miré ahora a Gab, de manera agitada. Y éste tan solo esperaba a que dejara de moverme. No me lo dijo, pero lo intuí.
—Tranquila no te haré nada. Podemos hablar con total libertad aquí, nadie nos escuchara. —Dijo Gab de manera melancólica.
—¿Tanto deseas matarme? —Pregunté guardando a mi espada.
Mi voz se quería quebrar, todo lo que había acontecido pasó enfrente de mis ojos. Veía al Gab que conocí hace unas semanas y no reconocía al que tenía enfrente de mí. Vistiendo como un gallardo caballero de la luz. Sacado de una película de princesas. Dejé de estar a la defensiva. Gab pasó una mano por su rostro pesadamente y yo seguí cada uno de sus movimientos.
—No he tratado de matarte...—Se acercó a mí, no tuve oportunidad de moverme, pues una de sus manos, sujetaron mi cintura y la otra, acariciaba mi rostro con mucha delicadeza, veía sus orbes dorados que me miraban con intensidad. Mi corazón estaba errático, y a su vez el tacto de sus manos, aunque cubiertas por su armadura, era un fuerte calmante en mí—Cuando te estrellé contra la puerta hace unos momentos, no te iba a dañar, dudé de mis acciones, pero me convencí a mí mismo que era imposible, puedes estar segura de eso, Yvaine. Solo iba enterrar la espada en ella, hacer una distracción y darte un puñal para que me mataras ahí mismo, hasta que tu novio llegó. —¿Qué debía creer? Parpadeaba perpleja no creyendo sus palabras. Mi mente decía que no le creyera, que era el enemigo desde el principio, mi corazón era otro problema, pues el sentimentalismo en una situación tan delicada como esta, me afectaba en todas las maneras posibles—No quiero pelear contigo, solo quiero que tú me mates, no puedo pelear contra ti. Mi corazón no resistiría.
Cubrí mi boca con mi mano. Gab no dejaba de verme, pero tampoco podía olvidarme de todos los ángeles que se encontraban encima de nosotros. No nos estaban viendo, pero si descubrían que estábamos hablando, podrían atacar a Gab o algo peor, acusarlo de traición. Intenté separarme de él, pero no me dejaba irme de su lado. Por otro lado, ¿qué estaba haciendo yo? ¿por qué me era tan fácil olvidarme de todo? ¿De O'Donel, de mi madre, de Demonét? Sí los demonios descubrían que he tenido cientos de oportunidades para matar a Gab, esa era una tortura segura.
¿Cómo podría pretender que no me afectaba él? Mi mente estaba conflictuada.
¡MÁTALO! ES TU OPORTUNIDAD, NO HABRÁ OTRA OCASIÓN PARA VERLO TAN VULNERABLE.
Ignoré la petición del Fuego Oscuro. Sabía lo que eso podría significar, libertad. Pero no de esta forma, no es como quería que sucedieran las cosas.
—Sí queremos esto acabe, podemos llegar a términos, Gab. No es necesario que tengamos que pelear y morir. No trae caso hacerlo...y-yo tampoco deseo matarte —Mis manos viajaron a su pecho cubierto de metal.
Su capa revoloteaba levemente con el viento que había enfrascado Gab en éste pequeño campo de energía. Sus rubios cabellos, largos y rizados se movían sutilmente. Abrió sus ojos sorprendidos, sus mejillas se sonrojaron ante la declaración de mis palabras. Pegó su barbilla en mi cabeza, su cercanía me producía tranquilidad. Aspiró el aroma de mi cabello, sus brazos rodearon todo mi cuerpo. Fundiéndonos en un abrazo. Por un momento, la guerra entre los ángeles y los demonios desapareció para mí. No sabía cómo explicar ésta sensación. Besó mi frente con extrema ternura, aun sin despegar sus brazos de mí.
—Hacer eso, sería traicionar mis ideales y a mis compañeros —Sabía que no lo sentía.
Su boca decía eso, sus acciones representaban otra cosa. Él también se contradecía, no quería matarme, pero debía seguir órdenes.
—¿Y vas a traicionar a tu corazón? —Alcé una de mis cejas —¿Así sin más, Gab?
—A veces no todo pasa como quisiéramos —Tragó en seco, una lágrima cayó por su mejilla y besó mi frente —Escucha Yvaine, no quiero hacerlo. No quiero, me gustaría que fuera de otra forma, me gustaría que no fueras tú a quién debo matar, que fueras tan solo una chica a la que conocí en un puente en la madrugada, que bailó conmigo en la playa, a la que pudiera dedicarte mi vida entera, mi fidelidad, mi amor eterno por ti, todo te daría nada te negaría.
>>¿Entiendes lo que digo? Es agobiante y frustrante, pensar en ti cada noche, anhelarte con todas mis fuerzas y saber que no puedo tenerte, que no puedo tenerte entre mis brazos, protegerte, pensar en cómo se sentiría besarte, y a la vez pensar en todo lo que se me dijo que hiciera contigo, asimilar en mi cabeza que tus ojos no los miraría nunca más, quisiera haberte conocido en otras circunstancias, que fuéramos otros, pero las cosas no son así. Por desgracia para ambos, a pesar de sentir algo el uno por el otro, no podremos estar juntos, si no te mato yo, o si no me matas tú a mí, ellos lo harán y créeme...la pasaremos realmente mal. No soy cómo los otros ángeles, ellos no pueden permitirse sentir lo que yo siento.
Me quedé sin aire unos segundos. Tocó una de mis manos, en ella puso un puñal dorado y cerró mi mano en ella. Le miré completamente aterrorizada ante la idea de clavarle tremenda arma en el corazón. Agité mi cabeza, negándome rotundamente. Debíamos encontrar otra solución. Ahora entendía que sus sentimientos eran buenos y puros. Él... realmente me amaba, realmente buscaba mi bienestar.
—No, Gab... no puedo hacerlo y no lo haré —Comencé a llorar.
Gab refunfuñó, me miró con un poco más de severidad. Una gran luz, allá afuera explotó en el cielo. Gab fijó su dirección en ello, bajó su cabeza y tomó una larga respiración. Yo miré al punto en dónde él había visto, el cielo se abrió entre tanto resplandor, y no entendía que era aquello. Pero escuché muchos gritos en el cielo.
Fuego Celeste, Fuego Celeste, Fuego Celeste.
Se escuchaba al unísono, las voces de miles de ángeles.
—No hay tiempo. Debes hacerlo, debes acabar con esto... solo prométeme una cosa antes de hacerlo. —No podía con todo esto, no quería creer que esto estuviera sucediendo —Cuando me mates, no tomes mi hogar —Pegó su frente con la mía, le sentí temblar por unos instantes momentos —Sé que no quieres esta guerra, pero tendrás el control y poder de dirigirla como te plazca. Eso dice la profecía —Abrí mis ojos espantada y confundida.
Sentí como si un balde de agua fría me lo dejaran caer desde lo alto. Como si estuviera bajo una cascada en pleno invierno. Me sentí mareada por unos segundos. Tymaurel jamás me dijo algo de eso. Tymaurel solo dijo que esta última guerra entre ángeles y demonios, serían para recuperar el hogar que ellos perdieron en el pasado. ¿Por qué me ocultaría algo cómo eso? ¡Sí será un maldito!
—Pero, ¿qué dices? Eso nunca me lo dijeron, solo me dijeron que era para recuperar el cielo de dónde ellos habían callado.
Gab se quedó pensativo mientras fruncía su ceño, sus manos se colocaron en mis hombros. Bajó su rostro a la altura del mío y su voz fue más gruesa de la usual.
— ¿Crees que para eso necesitaban a un Fuego Oscuro? Sí ellos quisieran algo cómo eso, hubieran actuado miles de años atrás. Ellos no solo quieren el cielo, quieren exterminarlo, quieren poseer ambos planos y hacernos prisioneros, arrancar nuestras alas y robarlas. Pero no pueden hacer eso, por qué no son tan poderosos cómo tú Yvaine. Mi misión es proteger a los míos y no dejar que tomen el cielo. —Sentía que había estado asimilando una realidad, cuando las cosas eran distintas, ese hijo de perra de Tymaurel —Será tu decisión tomar los cielos y el rumbo de la guerra, puedes acabarla o seguir. Cuando ya no esté en este mundo y tengas la oportunidad de decidir... no lo hagas por favor, sé que no eres cómo ellos, eres alguien distinta, especial y llena de humanidad...mi sacrificio debe valer la pena para ambos. No estaremos atados nunca más, y tú podrás llevar la vida que anhelas... incluso si yo no estoy a tu lado. Sé que amas al otro demonio, pero también me amas a mí. Puedo sobrellevarlo siempre y cuando termines con todo esto y respetes mi última voluntad.
Me quedé aturdida ante sus palabras. Era asfixiante, era tan revelador. ¿O'Donell sabría de todo esto? Claro que debía saber... Él y Tymaurel eran cercanos. Incluso sentía que Tymaurel lo veía como a un hijo, más que a mí. ¿Sí me hubieran dicho todo esto, habría yo ignorado sus peticiones? Claro que sí.
No le hagas caso, quiere confundirte. Ellos nos van asesinar.
Pero tan solo todo esto, me hacía creer en algo más poderoso. Eso significaba que tendríamos oportunidad de acabar con esto.
—Sí yo moría ¿Qué iban hacer ustedes con los demonios? —Me atreví a preguntar.
Gab suavizó sus facciones y me sonrió mientras cerraba sus ojos. Besó mi mejilla.
—Nada —Dijo sin más.
—¿Nada?
—Son demonios, no pueden volar a los cielos. Está prohibido y para ustedes es imposible, aunque tengan magia y poderes ancestrales, se puso un límite. Se les castigaría con solo vagar en la tierra, desde el comienzo. No tememos a otra rebelión por parte de ellos. El mal nunca triunfa.
Entendí que a pesar de que los ángeles eran rudos, no eran malvados. Tan solo protegían lo que les pertenecía. Y no se los podía culpar por ello. Asentí con mi cabeza, viendo el puñal que aun cargaba en la mano.
—¿Me amas? —Preguntó Gab.
—Sí...—Solté sin pensarlo.
Yo misma me sorprendí de mis propias palabras, pero Gab no se sorprendió en lo absoluto. Una sonrisa enternecedora apareció en sus labios. ¿Por qué me miraba así? ¿Por qué tenía el presentimiento de que él necesitaba escuchar eso al menos una vez? Abrí mi boca para decir algo, pero fue sellada por la de Gab inmediatamente. Sus labios tocaron los míos, y nos fundimos en un beso tierno al principio. No pude evitar tocar su rostro con anhelo, como si fuera a desaparecer en cualquier momento. Acarició mi nuca, y comenzó a potenciarse el beso. Mis manos fueron a su cuello, acariciándolo por todas partes. Nuestras respiraciones eran aceleradas, y no se estaban quietas en ningún momento. Sentía que me elevaba al cielo, él tenía ese efecto. Sus labios se despegaron sin querer hacerlo.
—Te amo, Yvaine...y mi corazón te seguirá a dónde tú vayas, yo estaré cuidándote.
Se alejó de mí, vi el puñal por unos minutos. Lo miraba y lo miraba, pero no reaccionaba. Gab me mostró una sonrisa, sus ojos brillaron y retuvo las lágrimas. Mordí mi labio inferior, sintiéndome la peor persona del mundo. Él me estaba dando la solución a nuestros problemas, y yo simplemente me estaba negando aceptar la salida fácil. Alcé el puñal en el aire, necesitaba hacerlo, pero mi voluntad no quería ceder. Sollocé, pero Gab tan solo estaba esperando a que lo hiciera. Cuando sentí que el puñal estaba cercas de él, Gab había cerrado sus ojos y derramado unas lágrimas. Tensé mi mandíbula, el agarre del puñal llegó un punto en el que dolía. Mi rostro se sentía caliente y no podía respirar con facilidad.
Matar a Gab... ¿Era lo correcto? No podía, maldita sea. No quería. Yo no valía la pena, de cualquier forma, si hiciese lo que me dice Gab y detengo la batalla. Sería fuertemente castigada por los demonios. No se puede solucionar esto de la manera fácil. Al menos, quería darle la oportunidad a Gab de que luchara por él mismo.
—No te lo dejaré tan fácil, Gab. Tú no eres un cobarde.
Arrojé el puñal directamente a la pared de la estructura, y la esfera de energía se evaporó. Gab me miró frustrado y extendió sus alas completamente agitado. Ahora, totalmente expuestos a la visión de los ángeles, quiénes comenzaron a mirar en nuestra dirección. Me tensé y apreté mi agarre a mi espada. Gab apretó sus labios.
—¿¡Qué haces Yvaine!? Ya no habrá vuelta atrás con lo que acabas de hacer. Ahora tendremos que luchar.
Mi mirada voló hacía los seres alados. En el cielo se dibujaron simbolismos. Y la parte del cielo en dónde se abrió, un gran reloj de arena comenzaba a correr.
—Lo sé, y es que no tengo el valor para matarte así. No quería luchar, pero no puedo permitir que suceda de esta manera. Demuéstrame que mi vida vale la pena salvar, valerla como para terminar con todo esto.
Gab sollozó y alzó a ANGEMIUX mientras su rostro se descomponía del dolor y las lágrimas salían con rapidez. El color blanco de sus ojos volvió y ahora, sus labios eran una fina línea. Se envolvió en fuego blanco. Mi cornamenta volvió y mis cabellos se oscurecieron. Él fue arrojándose con violencia hacía mí. Lo retuve con DEMONIUX en una rápida defensa. El choque de nuestras espadas provocó que saltasen chispas, el poderoso viento a nuestro alrededor se engrandeció. Recorrimos todo el suelo, barriendo nuestros pies sobre estos. Mientras las espadas chocaban con fiereza entre sí. Con mi mano, hice que salieran las sombras detrás de mí, con un pentagrama en el centro. Éstas se lanzaron directamente a Gab, pero él abrió con su espada una especie de franja al espacio. Pues las sombras fueron absorbidas por esa franja, para luego desaparecer. Alzó su espada al cielo, símbolos en círculos dorados me rodearon, energía pura golpeó mi cuerpo, pero una explosión de mí repelió el ataque de Gab. Mi armadura de ónix se encontraba algo caliente por la energía, pero aun así podía moverme.
Corrí en dirección al borde del edificio. Gab comenzó a impedirme el paso, mientras sacaba otra de espada más sencillas. Hizo una gran "X" con ellas, mientras intentaba golpear mi pecho con ellas. Mi espalda tocó el suelo y con ambos pies, empujaron a Gab muy lejos de mí. Llegué a la orilla, me tiré en el vacío, cuando Gab recuperó el vuelo y viajó con el poder de sus alas hacía mí. Me fui directamente hacia el suelo. Mis cabellos viajando por mi rostro, viendo como Gab también bajaba del cielo hasta encontrarme. Le lancé Fuego Oscuro, pero éste lo repelió con su Fuego Celeste. Hubo un choque de energías, que salió disparada por los lados, al no poder ceder ninguna de nuestras fuerzas. Golpeando los edificios, que comenzaban a resquebrajarse de las paredes y suelo. Caigo al suelo con una pirueta. Corro en dirección al malecón, pues nos habíamos alejado. Levanto una muralla de fuego, que corre por al menos cinco cuadras a lo largo del malecón al centro de la ciudad. Pierdo a Gab y los ángeles siguen estáticos observándome. ¿Por qué no se mueven?
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Parecía una escena apocalíptica en la que ves como los ángeles llegan a la tierra y sabes que habrá una destrucción inmediata. Cuando iba corriendo por las calles, veo todo muy desolador, no había ni un alma a estas horas. Solo se escuchaban las suaves olas del mar, puntos en las que la resplandeciente luz no podía tocar ciertos rincones de oscuridad. El suelo se seguía llenando de aquella lluvia dorada. Y yo no para de ver en cada dirección, esperando por el ataque de Gab. Sé que él no quería esto, pero no sabría si tendría el valor de seguir viviendo con la muerte de él en mis manos. A veces, solo a veces, me gustaría ser yo la que muriese. Divago en mis pensamientos un poco más de tiempo sin dejar de estar alerta. De pronto, un hombre de negro aparece de la nada, de postura erguida y desafiante, el cual me apunta con un arco. Ceso con mi andar y éste aprovecha y lanza la flecha, pero logro esquivarla. ¿Los demonios no habían exterminado a todos los cazadores?
¡Maldita sea!
Me subo en el techo de un auto que está aparcado en la orilla de la acera del malecón. Guardo mi espada en su funda y decido enfrentarme con él cuerpo a cuerpo. Espero su siguiente movimiento. Éste corre hacía mí subiendo al techo del auto, colocando en su espalda el arco, lanzándose directamente patadas en mi dirección. Logro esquivarlas mientras doy un gran salto del techo del auto, mis manos viajan a su cuello inmediatamente, impulso mi cuerpo, y logro subirme sobre sus hombros. Comienzo a apretar con mis piernas su cabeza. Éste me clava una daga en mi pierna, y comienzo a sentir ardor. Vapor empieza a salir de mí y un hedor comienza a penetrar mis fosas nasales, frunzo el ceño. Éste me toma de la pierna que me hirió y me arroja al suelo. Antes de golpear mi rostro, mis manos viajan al suelo, deteniendo el impacto. Me levanto rápido examinando rápido la herida, creo que sobreviviré. Lleva un antifaz como los demás cazadores.
—¿También quieres morir como tus compañeros? —Pregunto mientras alzo ambos puños al frente.
Percibo que alguien más llega. Ana aparece a un lado de mí, agitada y algo sucia. Frunzo el ceño y los veo alternadamente. El cazador comienza a apuntarme con el arco. Mientras tanto, Ana esparce un polvillo en el viento, eleva sus manos al cielo y un aro de luz purpura se posiciona encima de mí. Y hace una prisión de energía por cada ángulo de mí. El chico se quita el antifaz y me mira seriamente.
—Hoy no, Yvi. —Su voz suena apacible y familiar.
Mis llamaradas negras rompen con el campo en el que Ana me aprisionó. Saco mi espada, realmente ya nada me podría sorprender. Rio sin gracia, mientras siento como ardo por dentro. Tal como las fuerzas de las llamas del infierno. El agua que se encuentra en el suelo se evapora y siento que mis uñas vuelven a crecer y a oscurecerse.
—Vaya, Carl... ¡no más falta que Sarah se aparezca por aquí! —Intentó parecer irónica.
Carl se encuentra serio, sin ninguna sonrisa en su rostro. Ana sigue haciendo lo suyo inútilmente, tratando de recrear la barrera, mientras se acerca a Carl sin despegarme la mirada.
—¿Ahora ves de lo que te hablo? —Le dice a Carl mientras éste asiente. —No es la Yvaine que conocemos. —Su comentario me hizo rechistar. Y comencé a enfadarme.
—Es una pena, realmente éramos amigos —Dijo Carl mientras estiraba la cuerda del arco con su flecha, la cual comenzó a brillar de color verde.
La lanza, pero DEMONIUX comienza a lanzar una energía que hace que se pulverice. Carl maldice, está a punto de avanzar y sacar una especie de guadaña pequeña de su espalda, pero se detiene. Se escuchan aullidos y gruñidos, como ecos misteriosos, sabía de qué se trataba. Ana comienza a tensarse y abrir sus ojos con espanto. Busco con la mirada que es a lo que Ana le teme. Dos llamaradas caen de un edificio. Axis y Zeus ven únicamente a Ana quién comienza a debilitar, aprovecho la distracción para sacar mis las negras y elevarme por el cielo. Carl lanzó sus armas hacía Axis y Zeus, pero éste se vio afectado pues Zeus lo empujó al suelo mientras se quedaba estático, siendo consumido por el fuego. Axis en cambio, le gruñía a una Ana muy temblorosa. No podía fingir que no dolía, pero ya no había nada que rescatar. Me acerqué a Carl y me acuclillé a su lado, desapareciendo el fuego de su cuerpo. Éste se quejaba, y olía a carne quemada. No negaría que algo dentro de mí se quebraba al ver que mis amigos eran cazadores y querían cortarme la cabeza. Acaricié su frente, éste alejó su cabeza bruscamente y respiré profundo. El castaño me miraba muy airado.
—¿Me vas a matar? —Preguntó Carl mientras refunfuñaba.
—No soy cómo ustedes —Me levanté, en cambio con mi pie, lo dejé caer en la rodilla de él. Y pasé la hoja de mi espada por ambas piernas, mientras gritaba de dolor —Pero no puedo permitir que me maten, soy el cazador ahora, no la presa.
Me alejo de él, escuchando como gruñe del dolor. Retengo las lágrimas, camino al frente con la barbilla en alto. Lanzo una llamarada de fuego a la espalda de Ana, la cual cae de frente mientras se queja. Los hellhounds la tenían aprisionada, Ana luchaba con Zeus y Axis para quitárselos de encima, por lo que decidí alejarme. Lo hecho, hecho estaba. No había manera de reconciliarme, al menos por ahora, con ellos.
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Gab no se veía por ningún lado. ¿A dónde se habrá ido?
La tierra comienza a temblar, mientras que pentagramas por todo el suelo comenzaron a aparecer, humo y azufre es lo primero que percibo. Demonios comenzaron a ascender de ellos. Escucho gritos desoladores de las almas, los espíritus nocturnos vuelven, pues se habían alejado cuando los cazadores nos habían rodeado. Había una fuerza sobrenatural resurgiendo de las profundidades de la tierra. Abrí mis ojos con sorpresa, al ver que Kike estaba apareciendo a mí lado. Por unos momentos, me olvidé del rencor, y decidí luchar a su lado. El rubio de ojos verdes llevaba puesta una armadura de verde jaspe, una pequeña cornamenta negra y opaca, con sus ojos ensombrecidos por el color negro, sus pupilas dilatas, sus ojos eran cual serpiente. Los tatuajes de su cuerpo comenzaron a pasearse por todo su cuello, como si estuviesen vivos. Symak y Prax aparecieron juntos detrás de mí, portando armadura negra, envueltos todos en llamas. Más demonios que no conocía, aparecieron vistiendo armaduras muy diabólicas. De extrañas figuras y colores, cada uno representando las distintas casas de demonios que existían. Sí bien, los Leadarks y los Goldless, eran las más famosas. Pero existían al menos otras diez, quienes portaban sus colores emblemáticos.
¿Dónde estaría O'Donell?
Tymaurel ascendió unos metros delante de mí, parecía el mismísimo diablo, con su piel roja y cabellera negra. Vistiendo una armadura algo exagerada en colores escarlatas y una gran capa negra mate. Pronto, recordé las palabras de Gab, él... él me había mentido a mí. Di un paso en dirección de Tymaurel, no pude avanzar más de eso. Me tomaron de los brazos, de la parte de atrás, por uno momento entré en pánico, pero supe luego de quién se trataba. Mis ojos se cristalizaron al ver un color azul en ellos que me miraban con intensidad. Electricidad recorrió mi cuerpo. Lo abracé fuertemente, a pesar de que llevara puesta una armadura negra y una capa azul revoloteando detrás de él. O'Donell se veía preocupado e inspeccionó todo mi rostro con su mirada y manos.
—¡Por un demonio, Yvaine! ¿¡Eres idiota!? ¿En qué estabas pensando cuándo decidiste arrojarme por el portal? —Me abrazó fuertemente, de manera desesperada mientras yo no decía palabra alguna. Sentía su calor, y recordé las razones por las que él simplemente me volvía loca —¿Qué hubiera hecho si algo te hubiera pasado, nena? ¿¡Qué hubiera hecho yo!?
—O'Donell, estoy bien —Tomé su rostro con mis manos —Yo quería protegerte...
Posó sus labios unos segundos en los míos, segundos que para mí fueron eternos. El fuego y la pasión que sentía por él se avivaron con fuerzas, al separarse de mí y respiró con alivio.
—No lo vuelvas hacer, ¿me oíste?
—¿El qué? —Parpadeé un par de veces.
O'Donell frunció su ceño y sus labios se formaron en una línea. Los demonios seguían apareciendo, escuchaba como comenzaban a gritar y a golpear el suelo con estandartes y armas. Tymaurel se le veía enjundioso, alzando sus puños al cielo y apuntando hacia los ángeles.
—Sacrificarte por mí, protegerme, no lo hagas. Yo soy él que siempre te ha protegido y no debe cambiar ahora, nena. —Me sonrojé.
Me volvió a besar con intensidad, mientras sentía calor en todo el cuerpo, mi cuerpo vibraba con su cercanía. Un pilar de luz cayó del cielo, ahora todos los demonios estaban tomando los suelos y parte de los edificios mientras que los ángeles nos veían desde arriba. Gab apareció con sus alas extendidas, apuntando en mi dirección con su espada ANGEMIUX. Los ángeles comenzaron a descender, los demonios comenzaron a movilizarse. O'Donell y Kike se quedaron a mis costados. No renegué de Kike, suspiré y le volteé a ver.
—Te perdono —Le dije mientras tomaba su mano.
Kike me veía confundido y la serenidad volvió, dejando atrás su mirada atormentada. Frunció sus labios, tomó ahora él con fuerza mis manos.
—No te fallaré, Yvi.
Escuché la risa seca de O'Donell.
—Más te vale que no, Lawler —O'Donell miró con cara de pocos amigos a Kike, mientras ambos desenvainaban sus espadas —O juro por mi vida, que no hallarás descanso eterno.
Kike refunfuñó.
—¡Y tú que te metes!
Un rayo de luz nos golpeó enfrente y salimos disparados hacía atrás. Pues una gran flecha dorada había golpeado el suelo, y purificado. Un ángel, cubierto totalmente de una armadura dorada nos había apuntado. Kike se le lanzó hacía él, llevaba en ambas manos unas especies de katanas. O'Donell tomó mi mano y dijo que subiéramos a los edificios. Había comenzado la gran guerra y la última de todas. Pues mi madre, quién se hallaba en el suelo, estaba conjurando algo grande, pues había un libro de pasta negra en el suelo, con veladoras negras y rojas. Estaba cubierta por un campo de energía.
© J. ZARAGOZA
*DEJARÉ ESTO POR AQUÍ Y ME IRÉ LENTAMENTE*
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