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CAPÍTULO 35

El aire olía a humedad, ésta tarde estaba nublada, pero ahora las nubes de tormenta se aproximaban. Se veían los relámpagos en el horizonte, dónde el cielo tocaba el mar. Y las palmeras comenzaron a mover sus hojas a causa del viento. Estábamos espalda con espalda. Me encontraba algo tensa y podía percibir que Gab se encontraba en la misma situación que yo. Yo sabía lo que ocurría, pero él ahora estaba involucrado en una guerra que a él no le correspondía. Quería pensar que pronto todo pasaría rápido y la libraríamos. Comencé a sudar en frío, pero sentí que cada uno de mis sentidos se agudizaba. Respiré lentamente y me preparé para lo que se iba a desatar. Podía ver en las miradas de los cazadores ansiedad, preocupación, pero, sobre todo, algo que ellos tenían en común...

Coraje.

El hombre robusto que tenía aquella cadena, fue el que dio el primer paso, con un movimiento de su mano éste la giró un par de segundos y me la tiró encima con demasiada fuerza y velocidad. La tomé con uno de mis brazos, enrollándome involuntariamente contra ella, y comenzó a salir vapor de la cadena. Miré la cadena, y no creí que fuera posible. Un hedor salió del vapor y sentí que me mareaba. La garganta comenzó a picarme y mis ojos lagrimeaban. ¿Qué demonios era esa cosa? La cadena estaba atravesando mi ropa como el ácido y pronto comenzó llegar a mi piel, haciendo que me ardiera como nunca antes había sentido. Hice una mueca de dolor y jalé la cadena a pesar de que estuviera hiriéndome, con mayor fuerza de la que él estaba ejerciendo e impulsando al hombre que la traía hacía mí. Se resistía, pero comenzaba a tener más confianza en mí misma. En mi cabeza debía repetirme mi posición y darme una dosis de realidad.

"No era humana".

"Era un demonio poderoso".

"Era la Princesa de las Tinieblas".

"Soy el Fuego Oscuro".

Cogí más fuerza de la que ya tenía, sorprendiéndome a mí misma de lo que la voluntad podía hacer conmigo. Una vez se acercó lo suficiente el cazador, golpeé su estómago con una de mis patadas más bruscas que podía dar. Tal fue la fuerza que el hombre salió repelido con violencia, llevándose consigo a unos cuántos cazadores al suelo y dejándoles inconscientes al instante. Mi brazo seguía ardiendo, pero no era momento de prestarle atención a mi herida. Avancé solo tres pasos, cuando otro cazador se me abalanzó directamente a mí con puños hábiles y movimientos fluidos. Comencé a esquivarlos mientras retrocedía y golpear sus brazos con los míos. Agaché mi cabeza cuándo éste intentó darme un golpe directo y noquearme. Golpeé una de sus rodillas y éste se retorció. Recordé entonces todo lo que mi papá y Arnold me habían enseñado. Pero esta vez, jugué algo sucio.

Con mi pie derecho barrí al sujeto de sus piernas haciéndolo desequilibrar, para que luego cayera al suelo con una patada voladora, que iba directamente a su rostro. Sin darme cuenta, dos cazadores me sujetaron de ambos brazos, me removí violentamente. Estaban ejerciendo mucha presión, demasiada y casi me era imposible moverme. El mismo cazador que se encontraba en el suelo se levantó de un salto, aunque cojeando un poco. Venía de nuevo hacía mí con una daga en sus manos. Pero tuve una grandiosa idea, tomé impulso de los dos cazadores, con todas mis fuerzas levanté la mitad de mi cuerpo y ambas piernas se quedaron suspendidas en el aire, y en cuanto éste estaba cercas, mis piernas lo arrojaron lejos. Sí seguía peleando de ésta manera, nunca tendría fin y acabarían con nosotros.

Cerré mis ojos, aun siendo sujetada por los cazadores, que me estaban poniendo de rodillas con mucha brusquedad, mientras que, una de sus rodillas, impactaban mi rostro haciéndolo girar a mi costado izquierdo. Otro cazador llegó a auxiliarlos, me tomaron del cabello nuevamente, e impactaron mi mejilla una vez más. Llevaban unas extrañas rodilleras de una especie de metal, que tenían un hedor igual que la cadena que hirió mi brazo. Golpearon mi estómago y sentí que el aire se me iba. Sentí que sangre comenzaba a salir de mi boca. Para mí eso fue el colmo. ¿Cómo podía estar permitiendo que me humillaran de esa forma?

¡Yo era el Fuego Oscuro, legítima heredera de Demonét, la Princesa de las Tinieblas!

Recobré las fuerzas abruptamente, sentía como la energía maligna iba saliendo de mi cuerpo, mi aura demoníaca fluía intensamente por cada fibra de mi cuerpo, me concentré lo más que pude, sintiendo que más personas comenzaban a rodearme. Pronto, tal fue mi concentración que me encontraba parada en medio de la oscuridad en dónde me sumergí, escuché una ventisca de viento, pronto vi un hilo que sobresalían de los cuellos de esas personas. Con el poder de mi mente, hice que éstas se unieran entre sí, formando un único lazo. Con una de mis manos, el fuego oscuro se encendió, siendo éste el núcleo, y esparcí mi fuego en los hilos invisibles que cada uno de ellos tenían. Inmediatamente me soltaron y comenzaron a gritar agonizantes. Mamá me había enseñado que cada humano tenía un hilo invisible en sus cuellos, que conectaba su alma y espíritu con el plano terrestre. Sí se lograsen quemar o romper con alguna arma o técnica sobrenatural, estos podrían caer muertos en segundos. Y así fue.

Me liberaron los hombres que me tenían sujeta y los cuerpos, o lo poco que se podía ver de ellos, fueron oscureciéndose y sus venas ahora purpuras sobresaltadas. Me levanté, sintiendo cómo mis heridas se iban regenerando, observando a mí alrededor, limpié la sangre de mi boca con mi mano. Inmediatamente busqué a Gab con la mirada, esperando que no hubiera visto nada de lo que acababa de hacer. Gab por otro lado, comenzó a golpear a dos cazadores que venían por sus costados. Seguía dándome la espalda, por suerte y suspiré de cierta manera aliviada. Iba ayudarle, pero éste los tomó de ambos brazos, tomó impulso y dio una voltereta hacía sus espaldas, haciendo que sus brazos se torcieran en 180° grados. Escuché como gritaban de dolor y se arrodillaban.

Cuidado.

—Te tengo maldita bruja.

La voz de un hombre me hizo retroceder de mi destino, que era con Gab. Él tendría que esperar. Solté una maldición y me puse en guardia. Intenté no tropezar con los cuerpos que se hallaban en el suelo. Por lo que mis movimientos, comenzaron a ser opacados por tanta obstrucción. El cielo se estremeció, y un rayo cayó en la playa. Me concentré en mi próximo objetivo. Un hombre con una espada estaba siendo muy hábil con ella en lanzarme unos cortes, que podía esquivar con facilidad. Di un par de volteretas de carro. Al que se le unieron otros cuántos.

Alejándome un poco más de Gab, corrí en dirección al farol que estaba a nada de extinguir su luz. Mis pies tocaron la base de éste, me elevé unos cuántos centímetros de la tierra. Me di una vuelta que dejó que los viera de cabeza, dejando a mis contrincantes justo dónde los quería, enfrente de mí. Aterricé en el suelo. Alcé mi mano al cielo, un rayo escarlata golpeó mi mano, pero no sentí dolor, entonces DEMONIUX apareció.

DEMONIUX vibraba y comenzó a brillar y desprender energía demoníaca. Lanzaron una flecha a mí espalda, pero mi espada la repelió. Miré por encima de mi hombro a la mujer que lo había hecho. No quería hacer esto, pero no había opción eran demasiados. Así que tuve que comenzar atacarlos a muerte. A la primera que maté fue a la chica que lanzó la flecha en mi dirección. Haciendo un corte en su cuello, la sangre comenzó a salir exageradamente mientras ésta se agarraba el cuello desesperadamente.

Detrás de ti.

Con un movimiento brusco, me di la vuelta y atravesé el pecho profundamente del hombre que me había llamado bruja y cayó al piso. Otros tres que se le habían unido se acercaban a mí con katanas, y otro con un látigo que llevaba espinas. Giré sobre mis pies lanzando una onda oscura en dirección a ellos. La sangre no tardó en aparecer de las personas que ataqué. Respiré hondo mientras un nudo se formaba en mi garganta. A lo lejos, la cazadora me observaba quieta y hacía pequeños movimientos con sus labios. Fruncí el ceño, ¿no iba atacarme? ¿Qué estaba esperando realmente?

Gab había arrebatado una espada que traía un cazador y comenzó a atacar a los cazadores que se le acercaban con ella. Atacaba con suma gracia, cómo si todo fuese de manera natural. Y me pregunté ¿Cómo sabía usarla? ¿Acaso era parte de lo que él hacía? No era posible. Pronto comencé a cuestionarme sí él era quién decía ser. No tardé mucho tiempo en estar sola, pues comenzaron a rodearme un nuevo grupo de cazadores. Parecían cucarachas, salían de todos lados, por más que mataba parecía que no bajaba el número. Puse mi espada delante de mí y la tomé con ambas manos. Moví mi vista a cada uno de ellos, vi todo en cámara lenta, lanzaron flechas desde sus ballestas y en las puntas de éstas, salían luces blancas. Con mi espada, hice un escudo de energía que repelió cada una de las flechas para los lados, desviándose algunas y otras desapareciendo por la energía que de ella emanaba. Incluso, haciéndome retroceder un poco. Tragué en seco por lo que tendría que hacer. En mi mano derecha, el fénix brillaba más que otras veces. La presencia de una energía escarlata apareció.

—Lo siento... —Susurré para mí.

Elevé y giré hacía un lado mi mano mientras salía energía oscura de ella. En los cuellos de los cazadores aparecieron unas sogas. Y todos los cuellos de los humanos se torcieron, haciéndolos caer muertos a mis pies. Al menos ellos no sufrieron como algunos de sus compañeros. Eran al menos seis de ellos. Volteé a ver si alguien quedaba y no fue así. De pronto, el farol dejó de iluminar, pero no sólo había sido ese si no todos los del malecón, y nos quedamos en completa oscuridad. Los rayos no dejaban de resonar en el cielo. Llovería.

Visualicé el estado actual de la situación. Quedaban al menos otros veinte cazadores. Gab había eliminado a todos los contrincantes.

Me acerco a la Cazadora, un grupo de ellos aparecen delante de mí protegiéndola. Dos de ellos se lanzan contra mí, compartimos un par de estocadas, para mandar una onda escarlata en dirección de sus rostros. Cayendo de rodillas con la mitad de la cara pegada al cuerpo. La Cazadora se dirigió a mí, molesta y soltando vivas maldiciones por ver algunos de sus hombres muertos y chocamos ambas espadas con brutalidad. Dirigía de vez en vez su espada a mis piernas, pero no dejaba que se acercara a ellas. Pues DEMONIUX vibraba cada vez que compartíamos las estocadas. Estaba cansada de su actitud arrogante, de que dejara que otros pelearan por ella ¿Quién era?

Lo único que se escuchaban eran jadeos, por parte de los cazadores, de Gab y míos. Podía escuchar, los gritos de batalla que todos hacíamos, como las armas sonaban, los quejidos por los golpes. Era una auténtica pelea callejera.

Las dos poníamos resistencia, y ninguna parecía querer ceder. Nos alejemos unos centímetros. Di un salto en su dirección, tomando a DEMONIUX con ambas manos y quebrando a la mitad su espada. Ésta dio una maroma de espaldas, alejándose de mí. Fruncí mi ceño, ¿Ahora iba a huir de mí?

Pero me fijé en algo, su antifaz estaba roto de una de sus esquinas. Ahora, sí ella hacía mucho esfuerzo, su antifaz negro podría caerse y podría descubrir quién estaba tras la máscara. En mi corazón sentía que no me agradaría la respuesta. Me dirigía a rebanarle el antifaz de la cara. Había algo en ella que me resultaba familiar. Luego de eso, escuché un grito por parte de Gab. Me petrifiqué en mi lugar temiendo lo peor por él.

Me había alejado unos metros de él y con quiénes peleaba. No me lo pensé dos veces y salí corriendo en su dirección. Maldita sea, ahora lo dañarían por mi irresponsabilidad, si lo dañaban o lo mataran nunca me lo perdonaría.

Inmovilizaron a Gab por sus espaldas, tres hombres. Vi con pánico la escena, una daga estaba puesta en el cuello de Gab. Tenían sujeto del cabello a Gab, mientras éste resoplaba fuertemente. Y sangre corría por una de las esquinas de sus labios.

El asfalto estaba cubierto de sangre, cuerpos inertes y congelados por la falta del aliento de vida. Armas desparramadas por todos lados. Las camionetas seguían haciendo un perímetro. Y lo único que iluminaba la noche era la luz de luna. Y a lo lejos, el mar se encontraba embravecido. La Cazadora, quién se había alejado de dónde yo estaba, sacó de su espalda una pistola. Un relámpago iluminó todo el lugar, y estuvo dibujado en el cielo por más tiempo de la cuenta. A pesar de la oscuridad, en el tejado de los edificios, vi alguien encapuchado con los brazos extendidos. Y fue cuándo comprendí que era lo que estaba pasando. Durante toda mi vida había tenido contacto con los seres sobrenaturales, los sentía, pero estaba tan concentrada en huir de aquí que nunca me percaté que una sacerdotisa estaba haciendo un campo de energía para que nadie escapara. Su rostro estaba oculto, y su gran capucha blanca era movida por todo el esfuerzo espiritual que ella hacía.

Había dos opciones, o salía de aquí viva con Gab a mí lado. O ambos saldríamos muertos. No podría acercarme a ella, al menos no sin derrotar a todos los cazadores presentes. Tendría que eliminarlos primero a ellos, luego esa sacerdotisa y yo tendríamos una agradable conversación.

Escuché como cargaban las armas y me quedé quieta, concentrando por el momento en los cazadores. Noté que no querían que me acercara a Gab. Pero, ahora mismo no importaba otra cosa que no fuera salvarlo. Había cazadores, probablemente más allá afuera, y ellos tenían a una maldita sacerdotisa. Querían acabar conmigo ahí mismo.

—Vamos al grano. Él no tiene por qué pagar con las consecuencias de tu existencia —El distorsionador de voz comenzaba a fallar. Y ella pareció darse cuenta de ello.

Tensé mi mandíbula y ahogué una maldición. Los pocos humanos que quedaban en pie habían hecho un círculo a nuestro alrededor. Mientras Gab se mantenía excluido de nosotros, pero con ojos bien atentos en nuestra dirección.

—Entonces déjalo ir, esto es entre nosotros—Mi voz sonó potente, sin atisbos de nerviosismos. Cosa que me impresionó.

¡Mátalos ya! ¡Tienes el poder para haber acabado con esto desde el principio!

La voz en mi cabeza tenía razón. Pero me aferraba a la idea de que un milagro pudiera suceder. Esperé impaciente por su respuesta. Son cazadores, son humanos y ellos cuidan de los suyos. No creo que quieran que un humano ordinario se involucrara en asuntos tan importantes como éste.

Mientras que ella me apuntaba con un arma de fuego extraña a las comunes, no tuve tiempo de reaccionar, mierda. Sus ojos, a través de aquel extraño antifaz, se veían de una manera totalmente maniática. Aunque su manera de ver, me hacían recordar a alguien ¿Pero a quién? Había visto su mirar en alguna otra parte. Al momento en que ella quiso jalar el gatillo se detuvo.

—Suelta tu arma, te doy mi palabra que le borraremos la memoria. Jamás sabrá que ocurrió aquí. Piénsalo, parece ser un buen trato ¿no lo crees?

Observé a Gab. Respiraba frenéticamente, su rostro se veía algo cansado. Dos hombres a cada lado lo habían dominado con una de esas extrañas cadenas, pero creo que en él no tenían resultado. Al final de cuentas era muy humano. No era un demonio. Me miraba confundido, ansioso y sobre todo confundido. Una vez más fijé mi vista en ella. Algo me resultaba extrañamente familiar. Chasqueé la lengua, sería arriesgado lo que haría a continuación. Tenté a mi suerte, algo en mi interior me decía que algo más estaba pasando.

—Te diré algo, cazadora —me encogí de hombros —Sé quién eres, no soy una idiota —Le dije, sin deshacerme de mi arma.

Observé demasiado cada una de sus acciones. La cazadora tensó su agarre de su arma. En mi interior, me sorprendí. Realmente creí que podría estar confundida al respecto. De verdad le conocía, pero ¿de dónde? ¿quién? ¿de quién se trataba?

—Suelta tu arma —Volvió a decir.

—Estamos en el punto de no retorno. No seas cobarde, te he descubierto. Muéstrate, y tendré misericordia de ti. Ve a tu alrededor, estoy rodeada de igual forma—Presioné una vez más.

Moví mi mano en dirección de Gab, que se encontraba a unos metros lejos de mí en mi costado derecho. Cerré mi puño perdiendo totalmente la paciencia, desviando mi poder a los cuellos de aquellos tres hombres que tenían sujeto a Gab. Los hombres se elevaron en el cielo de manera violenta, Gab cómo pudo corrió de ellos, pero no se me acercó, pues miraba la escena expectante. Los Cazadores nuevamente apuntaron en mí dirección de manera más hostil.

—¡Suéltalos! —Gritó ella totalmente encolerizada.

—No los mataré, si cooperas. No es muy difícil ¿o sí?

¿¡DE QUÉ RAYOS ESTÁS HABLANDO!? ¡TIENES QUE MATARLOS! EN CUALQUIER MOMENTO LA FUEGO CELESTE PUEDE VENIR POR TU CABEZA.

La voz de mi interior me reprendió severamente. Pero, yo sabía que no podía hacer eso. Tenía que matarlos a todos y luego la sacerdotisa sería mi próxima víctima. Alcé mi ceja esperando por ver lo que tenía que hacer. La Cazadora quitó su antifaz de manera abrupta y la arrojó al suelo. Mi respiración se contuvo, mi corazón latió con fuerzas y sentí que en cualquier momento me quebrantaría. Reprimí un quejido, llevé mis manos, aun con la espada en una de ellas, y me toqué la cabeza mientras bufaba. Los hombres seguían suspendidos y se quejaban constantemente. Todo el ambiente se puso tenso. Desapareció todo a mi alrededor, a pesar de que todos seguían apuntándome con sus armas, me encontraba confundida y enojada. Gab no dejaba de ver a la cazadora, tratando de reconocerla de aquella noche en la playa, lo más seguro. Me quedé tiesa en mi lugar, no sabía si necesitaba soltar mi espada o simplemente atravesársela por todo el pecho.

—¡Con un carajo! —Me encontraba iracunda, no dejaba de verla. Ella tan quieta y amenazadora — ¡Maldita sea! ¡No! ¿Por qué tú...? —Pregunté no sabiendo muy bien qué hacer ahora.

—Hola, Yvaine —Su sonrisa era maliciosa. Sin embargo, no había felicidad en ella. Lo podría considerar como temor e ira.

—¿Por qué? ¿Qué demonios haces con ellos? ¿Cómo rayos te involucraste con ellos? —No me cabía en la cabeza, no sabía que creer ahora. Quería golpear algo—¡Maldita sea Isla, eres mi amiga! ¿Cómo pensabas matarme deliberadamente?

Ella alzó sus hombros mientras volvía apuntarme con su arma. El cielo volvió a tronar, y fue cómo si mi corazón hubiera tronado con él.

—Lo sé, y lamento mucho lo que voy hacer. —Ahora entendía porque ella y Carl vestían de negro. Abrí mis ojos con sorpresa al pensar en Carl. Maldición. —Pero eres una amenaza no sólo para mí y los cazadores. Para todo el mundo.

Las lágrimas salieron de mis ojos, de nueva cuenta volvía a ser traicionada y utilizada. Mis cejas estaban muy juntas, sentía mi cuerpo arder y apretaba mi mandíbula cómo si no me importara nada más.

—¿Carl, Ana y Sarah lo saben?

Sus labios se formaron en una línea fina.

—Suelta a mis hombres, ¡ahora!

Los solté con violencia al suelo. Mis sentimientos estaban contrariados. ¿La mataría? ¿Tendría el corazón de hacerlo? Pero, a ella no le importó que yo fuera su amiga. Estaba dispuesta a matarme. Debía ir por Gab, aniquilar a todos y mantenerlo alejado de todo esto.

Estaba por acercarme a él, aun con la mirada y todas las armas de los cazadores encima de mí. Tenía a DEMONIUX no pasaría nada si tan solo ponía la barrera protectora. No dejaba de ver a Isla quién me apuntaba y seguía cada uno de mis movimientos, pero no contaba con algo.

Una luz del cielo cayó con potencia arrebatadora, realizando un fuerte estruendo e iluminando todo el lugar. Los Cazadores dirigieron su atención a la luz. Fruncí mi ceño ¿Sería acaso qué era...?

Dejé las palabras al aire.

Apareció entre el humo, una figura femenina la cual estaba iluminada, alas blancas sobresalían de su espalda. Sus cabellos largos y rubios revoloteaban detrás de ella. Ojos color dorados me miraban con seriedad y sus labios eran una fina línea delgada.

—Es el Fuego Celeste —Escuché murmurar detrás de mí.

No me moví ni un centímetro más.

—Crisasiel... —Dijo Isla asombrada y confundida—No la esperábamos tan pronto.

La chica rubia me miraba fijamente. Pero no sabía que estaría pensando en esos momentos. Tomé de mejor manera a DEMONIUX y me encontraba a la defensiva. Respiré fuertemente. La armadura plateada de ella brillaba aun en la oscuridad. No se movía de su lugar.

Gab había recogido aquella espada que le había arrebatado a uno de los cazadores, mirando fijamente a la recién llegada. Anteriormente, había dicho que había visto ángeles de la guarda. Eran pequeños, casi como unas hadas, pero... Ver al Fuego Celeste parada frente a mí, cambiaba todo. No era lo que imaginé, era tal cómo un ángel, pero supongo que eso sería lógico.

—Veo que tienen una fiesta aquí —Su voz era como la violencia del mar. Fría, agresiva y se veía sumamente calculadora. —Tú, Fuego Oscuro.

Apuntó hacía mí su espada. Alcé la barbilla con soberbia. Me recordé a mí misma quién era y que era lo que debía de hacer. Todo lo que se me había instruido, todo lo que había entrenado, todo lo que sabía que sucedería a partir de éste instante, cobro fuerzas para mí. Querían mi cabeza, bien... Pues yo les daría una, yo arrebataría la cabeza de su preciado Fuego Celeste, yo viviría, y lo haría libre de obligaciones. Elevé una de mis cejas y la comisura de mis labios formaron apenas alguna expresión de mí parte. Fuego Oscuro salió de mis manos. Mis cabellos se volvieron oscuros. Sentía cómo las uñas me crecían y energía maligna me envolvía. Me elevé en el aire, y de pronto, estaba revestida con una armadura ónix. Estaba lista para dar pie a una pelea, acabaría con ella de una vez por todas.

—Yo soy Yvaine Alexia Mugunta Madlow, el Fuego Oscuro.

Ni siquiera esperé a que algo más sucediera, cuando Crisasiel ya estaba enfrente de mí, blandiendo espadas conmigo. Ella era fuerte, y seguía con su expresión seria en su rostro, sin representar algún atisbo de emoción. Moví mi espada en un movimiento veloz y una ola oscura salió de ella, pero Crisasiel desapareció en el aire. Apareció detrás de mí y golpeó mi espalda con el mango de su arma, arrojándome al suelo. Cuando sentía que se aproximaba, el Fuego Oscuro salió disparado en dirección de su rostro.

Volvió a desaparecer. La busqué rápidamente con la mirada, pero no la encontré en ningún lugar. Hice un escudo de energía, cuándo disparos por parte de Isla me atacaron, las flechas, las bombas, todo tipo de armamento aparecían por cada flanco. Gab no se había movido de su lugar, mirándome con un expresión asombrada y asustada. Crisasiel no se veía por ningún lado. ¿En dónde se había metido?

Cuidé cada uno de mis pasos, y corrí en dirección de Gab. Era ahora o nunca. Él ya me había visto, no había nada más que hacer. Me puse delante de él, amenazando a todos con una mirada terrorífica y con DEMONIUX delante de mí. Habían dejado de atacarme.

—No quería creerlo. No quería creer que fueras tú —La voz de Gab sonó desoladora, la tristeza casi se podría palmar en él.

Lo miré por encima del hombro muy lentamente. No me miraba, había desviado su mirada al suelo y su mandíbula estaba tensa. Su cuerpo estaba de la misma manera, sus puños temblaban y una lágrima resbaló por la mejilla de Gab. Parpadeé un par de veces sintiéndome totalmente extraña a lo que me estaba tratando de decir. Lo miré confundida y algo dentro de mí se quebró.

—¿Gab?

Noté que su muñeca estaba brillando con una luz blanca. Fruncí el ceño. ¿Qué rayos?

Una luz descendió del cielo con la fuerza de un huracán y golpeó de lleno en dirección a Gab. Cubrí mis ojos con el torso de mi brazo, entre abriendo estos para tener claridad del asunto. Retrocedí unos pasos por la intensidad de ello. Había un aura aplastante, y empecé a repudiarlo sin saber por qué razón. Sentía que las uñas de mis manos crecían y se tornaban negras. El fénix de mi muñeca comenzó arder y brillar con intensidad arrojando una luz escarlata y anaranjada de ella. Crisasiel cayó al suelo, estaba enfrente de mí, pero alejada. No entiendo que pasa.

Gab comenzó a llenarse fuego blanco con destellos dorados. Sus ojos parecían llamas encendidas, una espada dorada y con una piedra enorme como el topacio brilló con intensidad. Detrás de él, unas alas blancas y grandes aparecieron. El pánico se apoderó de mí. Recordé un sueño que había tenido hace meses, comencé a negar en mi cabeza que se tratase de esto.

—Mi nombre no es Gab. —Hizo una pausa, mientras todo su cuerpo se iba recubriendo de una armadura blanca con detalles dorados. Frunció su ceño y tomó su espada con ambas manos y me apuntó con ella —Mi nombre es Gabael, el Fuego Celeste y ahora blandiré a ANGEMIUX y te cortaré la cabeza.


© J. ZARAGOZA

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