Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

CAPÍTULO 34

Tocan a la puerta en repetitivas ocasiones. Los brazos de O'Donell me tienen prisionera y siento su aliento en mi nuca. Vuelven a tocar la puerta un poco más fuerte. Me encontraba durmiendo y comienzo a querer despertarme por la insistencia. De pronto siento que O'Donell se desprende de mi lado y se levanta de la cama, escucho sus pasos desnudos por el suelo, para luego de escuchar que se abre la puerta. Estoy entre abriendo los ojos y estirándome, no me había dado cuenta que me había quedado dormida y que ya era algo noche. No tenía idea de cuántas horas habrán pasado desde entonces, pues el tiempo en Demonét era distinto.

—Señor, el prisionero ya confesó —Escucho la voz de Symak al otro lado de la puerta. O'Donell dice algo, pero no logro escuchar nada.

—Allec tiene todos los detalles, señor. Pero necesita al consejo y ustedes estar presentes —Prax también estaba ahí.

—Vamos para allá de inmediato, no empiecen sin nosotros —Dice O'Donell.

Escucho como se retiran los chicos y me incorporo cubriendo mi desnudez con las sabanas. O'Donell comienza a vestirse rápidamente y siento un leve dolor en mi entrepierna y parte de mi cuerpo, pero lo dejo de lado. La tenue luz de afuera entra apenas por las ventanas.

—¿Pasa algo? —Me atrevo a preguntar un poco adormilada.

—Sí, cariño. Vístete, el cazador ya confesó y nos necesitan de inmediato—Me ruborizo al escuchar la palabra cariño.

Rápidamente busco mi ropa que está tirada en el suelo y comienzo a vestirme.


●▬▬▬▬▬▬୧♛୨▬▬▬▬▬▬●


O'Donell me toma de la mano desde que salimos de su habitación y me sonrojo. Últimamente el estar cercas de él me producía ese efecto. Íbamos caminando en dirección a la sala de juntas de Tymaurel, ambos estábamos callados. Cuando llegamos, estaban todos los Leadarks sentados, mamá en un costado de Tymaurel, – el cual se encontraba en medio –, al otro costado su asesora de la cuál no puedo acordarme si quiera que me la hayan presentado.

El lugar tiene paredes en tonalidades purpuras, cortinales guindas, piso oscuro. En las paredes antorchas y cuadros muy extraños. Paseo mi vista por todo el lugar y me quedó tiesa. Para mi desagradable sorpresa Shyra, Kike, Callyum y Finahuel se encontraban también en la sala. Parte principal de los Goldless estaban del lado contrario de los Leadarks, es decir, al otro extremo de la mesa. O'Donell se pone serio, pero no dice absolutamente nada lo cual me impresiona bastante. Frunzo el ceño, si él no va a decir nada lo haría yo.

—¿Qué rayos hacen ellos aquí? —Me atrevo a decir, sin despegar mi mirada de Kike, que se ve realmente incomodo ahora con mi presencia y de Shyra que me está matando con la mirada.

Tymaurel se levanta del asiento, acomodando su saco negro y me dice:

—Alexia, por favor. No empecemos con rivalidades absurdas a estas alturas del partido—Estoy a punto de replicar, sin embargo, él me levanta la mano y me indica que espere —Están aquí, porque son la segunda casa más poderosa de Demonét. Antes, de empezar con la junta debo aclarar algo enfrente de todos.

O'Donell se sienta en una silla libre del lado de los Leadarks y a mí me deja en la silla que está en medio, dejándome frente a frente con el rey demonio. De mala gano me siento, cruzo mis piernas y brazos por igual.

—No es secreto para nadie que les ofrecí tu mano, a Duncan y a Kike al mismo tiempo, porqué quería probar que podían ser más que unos líderes. Necesitaba saber que podían con encontrarte y protegerte —Comenzó a explicar —Sé que suena un poco vaga esa explicación, pero espero que ustedes puedan comprender mis motivos. Los Leadarks desde el principio tuvieron una ventaja enorme, eso, y qué parte de tu niñez, —Me dijo directamente a mí — Duncan estuvo pendiente de ti. Ahora bien, Kike Lawler renunció a tu mano personalmente, renunció al combate de ambas casas por el bien común. —Dirijo mi plena atención en Kike quién no me ha despegado la mirada afligida —¿Cuál es ese bien común? La guerra contra los ángeles. Es absurdo que peleemos entre nosotros en momentos como este, cuando los cazadores y los ángeles nos pisan los talones. A cambio de entregar tu mano, Los Goldless y yo hicimos un pacto, pero eso es entre ellos y yo. El caso es que, están aquí porque son también nuestros hermanos.

Bien, no diría nada más. No quería meterme en los asuntos en los que Tymaurel y los Goldless. Ante todo, nadie más habló. Pero no pude evitar dejar pasar la tensión que había en la sala y comencé a observarlos a cada uno de ellos. Symak y Prax se lanzaban unas miradas venenosas con Callyum y Finahuel, sus eternos rivales. Mamá se había mantenido callada, cuando decidió ponerse de pie ella y Allec. Chasqueó sus dedos, y detrás de mí se abrieron las puertas. Me giro sobre mi asiento para ver que unos demonios traían al prisionero totalmente golpeado y con un extraño tono en su piel. O'Donell ni siquiera prestó atención, seguía viendo fijamente a Tymaurel. Me removí algo incomoda en mi lugar.

—Yvaine, no conoces a Knox, la mano derecha de tu padre. Un demonio tan antiguo como Tymaurel —Dirigí mi vista a ella, quién se encontraba con el ceño fruncido, su postura era recta y desafiante —Todos aquí lo conocemos. Y saben de antemano que no ha pisado un pie desde el primer día en que Duncan vio a mí hija en el barecillo aquel —Y fue cuándo recordé algo sobre eso. Las primeras veces que tenía contacto con O'Donell, después de haber soñado con uno de mis recuerdos me contó que yo había visto algo que no debía ver, aquel hombre comiéndose la llama de un Goldless, pero no entendía por qué había hecho eso —Y es porqué ha estado en una investigación muy importante.

Seguía sin entender a que venía el caso la mención de ese demonio con éste cazador. Llevaban arrastrando al chico que no tenía fuerzas para ponerse en pie, mi mamá se hizo a un lado y lo esposaron de una de las patas de la gran mesa negra. Se le veía realmente cansado y adolorido.

—Knox conoce la base de los cazadores, descubrió quiénes son los humanos involucrados en toda la corporación —Fijé mi vista en el muchacho cazador, no podía negar que no sentía pena por él —Knox no nos acompaña porque esa información ya se nos fue dada. Allec y yo logramos quebrantar la voluntad de un humano al que le queda poco tiempo de vida, y así comprobar que la información que Knox nos ha dado, concuerda con los que éste —Dijo señalándolo—nos ha dicho.

Tymaurel se puso de pie y siguió con lo que parecía un gran discurso:

—Están todos reunidos, porqué éste muchacho está involucrado con otros dos cazadores, implicadas varias camionetas, porque no solo una fueron las que estuvieron detrás de Alexia —Abrí mis ojos con sorpresa y sentí que toda la presión arterial se esfumaba. Retuve por breves segundos la respiración —Eran al menos cinco camionetas, con distinta tripulación la que ha estado jodiéndonos. Pero eso no es lo peor de todo.

O'Donell quién se había mantenido callado frunció el ceño y elevó su voz.

—¿Algo peor? —O'Donell tomó mi mano y yo la recibí algo angustiada por lo que sea que fuese a decir.

—La Fuego Celeste está en la tierra —Terminó por decir Tymaurel.

Todos, absolutamente todos se quedaron inertes. El habla se nos había ido. Parpadee un par de veces algo confundida. ¿Una chica? ¿El fuego celeste del que tanto habían hablado era una chica? Pasé mi mano libre por mi rostro, realmente consternada.

—¿Es una chica? —Me atreví a preguntar.

Tymaurel hizo una seña, liberaron por breves segundos al muchacho, no sin antes golpearlo y arrojar al cazador dejándolo en la mesa. Éste arrojaba sangre por su nariz y boca y yo sólo podía sentir lastima.

—Contéstale —Ordenó Tymaurel.

Kike se puso de pie, al igual que otros miembros. Podía ver en los ojos de los demonios un desprecio brutal. Como sus llamas iban consumiendo sus cuerpos. Yo no entendía que era lo que iba a pasar, pero O'Donell se levantó de su asiento y se puso aún lado de mí.

Escuchaba los resoplidos agonizantes del cazador. Cómo pudo, abrió sus labios, no sin antes tartamudear en el intento.

—E-Es una chica. —Confirmó él. Cuando hubo dicho eso, el joven, con sus manos adoloridas arrojó algo a la mesa. Era una especie de barra metálica, pero seguía sin entender que era aquello —Muerte al Fuego Oscuro.

O'Donell se puso de espaldas a él, me cubrió con su cuerpo y nos arrojó afuera de la habitación de manera brusca y rápida. Algo detrás de nosotros estalló, hubo mucho humo y mis oídos estaban aturdidos. O'Donell estaba encima de mí, pero pareció no haberlo afectado demasiado todo aquello. Mi visión estaba algo borrosa, pero rápidamente escuché como estaban volviendo a golpear al joven cazador. Enfoqué mi visión adentro y vi que todos estaban como si nada. Al parecer el plan del chico falló.

—Ya vuelvo —O'Donell se levantó y cerró las puertas detrás de él, dándome por último una mirada seria.

Sabía lo que iba a pasar.

El cazador estaba a minutos de morir y simplemente yo no quería ver eso. La brutalidad con la que acabarían con él me provocaba nauseas. O'Donell, Kike y los demás se quedaron adentro con Tymaurel, dándole el golpe de gracia al cazador, y hablando sobre estrategias de guerra. Apenas y me había despedido de O'Donell, pero él pareció entenderlo.

Necesitaba tomar aire.

Abrí un portal y fui directo a la ciudad.


●▬▬▬▬▬▬୧♛୨▬▬▬▬▬▬●


Y sí, probablemente era demasiado imprudente. Que no medía el problema real. De todos los lugares a los que no debería de ir por mi seguridad, vuelvo a Long Beach. El cielo estaba nublado, y no se veían señales de que llovería. Me preguntaba si en algún momento de mi vida volvería a salir sin el temor de que alguien me quiera secuestrar. Muchos me querían muerta, de eso no había duda. Llevaba puesto exactamente lo mismo que cuando salí de clases. Caminé en dirección a mí casa. Me preguntaba cómo estaban Arnold y papá. Hasta dónde sabía, habían limpiado la casa de todos los muertos y la sangre que probablemente se derramó. No me tardé mucho en llegar, caminar te ayudaba aclarar tus ideas. Pensaba en todo y en nada a la vez.

Pero lo que constantemente estaba en mi cabeza eran los cazadores, los ángeles, los demonios, mis amigos, mi familia, O'Donell e inclusive, por muy tonto que parezca en Gab. Al irme acercando, todo parecía tan familiar. Todo parecía tan correcto. Pude ver el auto de mi papá, de Arnold e incluso el mío. Caminé los pequeños escalones, mi mano estaba a punto de tocar la puerta y de pronto escuché las risas de ellos. Me asomé discretamente por una de las ventanas. Estaban viendo un partido de futbol americano. Estaban bebiendo cervezas, comiendo pizzas y demás. Solo ellos dos. No pude evitar sonreír, por lo fanáticos que siempre habían sido. Gritaban y maldecían cada que su equipo cometía alguna falta. Cubrí mi boca con una de mis manos para evitar que escucharan mis carcajadas. A mí memoria venían momentos como éste y no pude evitar sentir nostalgia ante ello.

De pronto me pregunté si sería justo para ellos que yo entrara por esa puerta. ¿Y sí algo malo pasaba si yo estaba ahí? Podría defenderlos, pero se darían cuenta que no soy humana, me odiarían por completo. Les causaría miedo. Odiarían a mi madre. Pero, ¿Y lo que ellos sentirían cuando mi madre y yo ya no volviéramos aparecer en sus vidas? No podía evitar pensar en todo. En los "pro" y en los "contra". Algo era totalmente inevitable y es que una de las partes saldría dañada, pero ¿Era mejor que yo saliera lastimada, aun sabiendo que ellos estarían a salvo no? Por primera vez en mucho tiempo, dejé de pensar en mis problemas y me enfoqué en ellos. Dieciocho años estuve creciendo bajo el mismo techo con ellos, y ahora los tenía que proteger de mí. Renunciar a ellos para que estuvieran a salvo.

Me alejé lentamente de la ventana, y las lágrimas comenzaron a salir de nuevo. Un nudo se formó en mi garganta y el dolor se acrecentaba en mi pecho. No sé cómo saqué las fuerzas para retirarme, en mi interior deseaba estar con ellos, sin embargo, sabía que tenía que hacer lo correcto para todos. Bajé las escaleras con cuidado, sin alejar mi vista de mi papá y mi hermano.

—Yvaine, ¿estás bien?

Me giré abruptamente, limpiando mis lágrimas con rapidez y tratando de regular mi estado emocional. Gab estaba parado justo frente a mí y no quería que me viera llorando. Tomé un largo respiro.

—Gab, hola ¿qué haces aquí? —Me quedé quieta con los brazos cruzados.

Daba miradas de soslayo en dirección a mi familia. Ellos estaban ajenos a todo lo que estaba pasando, creo que sería lo mejor. Gab se me acercó lentamente, con sus manos en sus bolsillos de su chamarra de piel caoba. Su cabello rizado estaba algo despeinado. Rascó su nuca y pude ver unos breves segundos cómo sus mejillas se sonrojaban.

—Yo estuve llamándote todo el día, pero la operadora decía que estabas fuera de servicio—Contó y pude ver en su mirada preocupación y alivio a su vez. Algo dentro de mí se removió y no supe con exactitud que había sido —Y admito que me preocupé, y en cuánto pude y terminé con el trabajo, decidí venir a verte, ya que no nos vemos desde que te traje aquella noche, pero creo que llegué en mal momento —Yo no sabía que decir, él realmente estaba siendo muy atento—Puedo venir en otro momento que estés más dispuesta, solo quería saber que estuvieras bien.

Él se había preocupado por mí. Se dio la vuelta e iba en camino a su camioneta, cerré mis ojos con fuerza, di una última mirada en dirección a mi familia, atesorando en mi memoria la última imagen de ellos. En un momento del que no pensaba con claridad, no sé de dónde saqué el impulso para hacer contacto físico con él, lo tomé de su muñeca derecha. Sus manos eran suaves, pero ásperas a la vez. Él se detuvo de pronto, me miró con sus ojos claros, en ellos había algo de desconcierto. Pero no era para menos, yo estaba igual que él. Abrí mi boca, pero las palabras no salían. Una ventisca nos revolvió el cabello y yo aflojé un poco el agarre sin despegarme aun de él. El cielo estaba gris, el vecindario desolado y comenzaba a ponerse fresco el ambiente.

—N-No —simplemente fue lo que se me ocurrió decir, pero no era suficiente. Gab no se movía ni trataba de decirme algo, estaba esperando a que yo dijera algo —no te vayas, por favor.

No sé por qué y tampoco no sé qué sucedió. Pero había tantas cosas que había retenido en mi corazón, que por inercia lo abracé como si de eso dependiera mí vida, hundí mi rostro en su pecho, mientras lágrimas discretas acariciaban mí rostro. Gab se halló dubitativo, pero al fin me abrazó y sentí mucha calidez de su parte. Acarició mi cabello un rato, y sentí como recargaba su barbilla en mi cabeza. Se sentía bien tenerlo cercas. Suspiró y sin despegarme de él y habló:

—¿Quieres ir a tomar un café? —Su voz era profunda y algo dentro de mí removió.

Olía a frescura, a limpio y a cítricos. Aspiré su aroma y no pude evitar que mi corazón se acelerara. Asentí, aun con mi cabeza en su pecho.


●▬▬▬▬▬▬୧♛୨▬▬▬▬▬▬●


Entramos a una cafetería algo alejada de la ciudad. Gab insistió que era el mejor café que alguna vez probaría. Entramos al establecimiento y solo había más que una persona mayor de edad y otra mujer con una laptop. Era un lugar confortable, de iluminación tenue, con decorados rústicos y de un ambiente muy íntimo. Fuimos al mostrador a ordenar, yo pedí un Capuccino y él un Americano Express. Cuando estaba a su lado, no podía evitar verlo de reojo. Su piel pálida hacía un contraste perfecto con su cabellera rubia. Su perfil era imponente, pero tenía una personalidad adorable que provocaban ganas de estrujar sus mejillas y después besarlo. Retiré la última idea de mí, y me concentré de nuevo. Llevaba botas estilo militar del mismo color que su chaqueta. Unos jeans oscuros y una camisa blanca.

Esperamos unos minutos hasta que nos entregaron nuestros pedidos, y nos dirigimos a una mesa. Ahora me sentía avergonzada por ese papelito dramático que había hecho. ¿Qué pensaría él de mí? Gab no me había preguntado nada al respecto lo cual agradecí enormemente, pero quería desahogarme con alguien.

—¿Sabes Gab? Hace poco me di cuenta que mi papá y mi hermano, no son mi familia de sangre —Comencé a contar. Movía mis dedos sobre el vaso de café un poco nerviosa —Y no sé aun cómo sobrellevarlo. Por eso, cuándo llegaste me viste llorando. Ellos no saben que yo lo sé y no tuve fuerzas para entrar a mí propia casa —Gab no hablaba, solo escuchaba atentamente a todo lo que decía.

Decir algunas mentiras piadosas no era malo ¿O sí? No es cómo que me vaya a ir al infierno, porqué creo que, de ahora en adelante, esa será mi residencia. Tomé un sorbo del café y Gab se recargó en la mesa.

—La primera vez que te vi, parecías haber llorado —Comenzó a relatar mientras que yo lo veía un poco apenada. Su mirada era profunda, pero consoladora —¿Esa era la razón?

Sonreí tímidamente. ¿Cómo olvidar esa noche? O'Donell me rompió el corazón.

—No —dije sintiéndome un tanto apenada — La verdad es que me rompieron el corazón y antes de eso ya me había enterado sobre mi familia. Entonces, todo se acumuló y tuve un arranque de emociones desbordadas...

Gab asintió y tomó de su café. Mordió sus labios y cruzó ambas manos, sosteniéndose con sus codos sobre la mesa.

—Lamento escuchar eso, no imagino lo que haría en tu lugar si eso me ocurriera —Me dedicó una sonrisa sincera —Verás que con el tiempo todo mejorará.

—Gracias y gracias por no haber huido por lo rara que puedo llegar hacer.

Gab rio levemente cubriendo su boca con su mano. Reí de vuelta por su acción, y de pronto, los dos estábamos riendo y pasando un buen rato. Nos olvidamos de los temas tristes y comenzamos hablar un poco más sobre nosotros. Le conté todo de mí, exceptuando que soy un demonio y sobre O'Donell. Para ser sincera, todo con él era muy fluido. Sentía que teníamos química. Me enteré que él trabaja en una universidad como catedrático de historia y que tiene un establecimiento de artes marciales mixtas. Y no me sorprendió lo último, había tumbado a O'Donell después de todo. Y como si algo hubiera dado click en mi cabeza, recordé que debía tener cuidado con él. Aunque, ya no estaba muy segura de qué. Él no podría ser una amenaza, no cuándo los cazadores habían dicho que El Fuego Celeste era una chica. Porqué, muy a mis adentros me planteé la idea de que tal vez él pudiera ser. Pero, no lo creo. Gab, ha sido demasiado amable, incluso es tímido. Sea lo que sea que haya sucedido aquella noche en la playa, estaba segura que O'Donell se lo merecía por haberme mentido sobre él y sus sentimientos.


●▬▬▬▬▬▬୧♛୨▬▬▬▬▬▬●


La noche había caído. Conducíamos de regreso a mí casa. Tenía un plan para ello, hacer cómo que voy a casa y luego abrir un portal, para de esa manera regresar a la Isla de los Leadarks. Veníamos hablando muy animadamente, hasta que él tuvo la brillante idea de ir por unas hamburguesas callejeras cercas del malecón. ¿Quién era yo para decirle "no" a una hamburguesa? Todo con él era risa. Tiene la fachada de ser todo un chico tímido, la realidad era otra. Era divertido. Bajamos de su auto, pero el señor que atendía el puesto ya se estaba yendo. Gab me miró haciendo un puchero.

—Estoy seguro que habrá en otro lado unas hamburguesas más buenas—Sonrió y yo me recargué en su auto.

—Podemos dejarlo para luego.

Me sorprendí de mis palabras. Habían salido sin siquiera tomarlo en cuenta. Me estaba olvidando de mi compromiso con O'Donell. Quise pegarme un tiro cuando me di cuenta de que era una invitación a volver a salir con él. Gab alzó sus cejas y mostró una blanca y perfecta dentadura. Rascó de nuevo su nuca. Me había estado cuenta que era una especie de tic nervioso. Se acercó a mí, demasiado. Más de lo que él mismo se había atrevido hacerlo en otras ocasiones. Acercó su rostro a mí, sin dejar de mirarme. Me crucé de brazos y sentía que mi rostro estaba caliente, por lo que debería estar rojo. Y sin saber exactamente la razón, sentí levemente una especie de ansiedad por su cercanía.

—No te voy a mentir, me gustas Yvaine. Lo hiciste desde la primera vez que te vi, ansiaba con volver a verte. Quiero conocerte por completo —Dijo Gab sin apartar sus orbes miel —Sé que es muy rápido para ti, lo es también para mí. Pero creo que podríamos sacar algo bueno de esto.

Estaba tan sorprendida que no sabía que decir. Tragué en seco.

—Gab, yo no sé qué decir —De verdad, no sabía qué hacer.

Estaba comprometida con O'Donell. Había un cumulo de emociones pues antes de que todo esto pasara con él, había decidido que yo quería conocer a Gab por completo. Incluso, yo deseaba enamorarme de él cómo lo estaba con O'Donell. Pero, aun así, lo estaba dudando. ¿Por qué simplemente no le decía algo? ¿Por qué no me atrevía a decirle que ya estaba con alguien?

—No digas nada, quiero demostrar con hechos que me interesas —Su rostro comenzó acercarse peligrosamente a mí, y yo no podía moverme.

El corazón me latía a mil. Dejé de cruzar los brazos dejándolos a mis costados. No sabía qué hacer, si apartarlo o dejarlo. Estaba al límite. Sus labios rozaron los míos de manera delicada y cerré mis ojos involuntariamente. Sentía el calor de su aliento. Sentía sensaciones eléctricas por todo el cuerpo. Debería apartarlo ahora mismo, eso sería lo correcto. Pero no lo hice. Dejé que sus labios conectaran con los míos. Sus labios se movían lentamente, sus manos viajaron a mi cintura y me atrajeron hacía él. Mis manos viajaron a su pecho, con la intención de alejarlo, pero no podía. Besarlo se sentía bien, era una especie de calmante. Esto era tan distinto. No quería comparar a O'Donell con Gab, pero no era igual. No sabía si era malo o bueno. Aunque probablemente sería malo, porqué voy a casarme con él. Y fue cuando reaccioné, no quería verme brusca por lo que comencé a alejarme de él despacio.

Abrimos nuestros ojos y había un brillo en los ojos de Gab. Pronto sus mejillas se sonrojaron y se alejó un poco, volteando el rostro apenado.

—Lo siento, no quería hacer eso —Luego negó con su cabeza —Es decir, sí quería, pero no quería asustarte. Fue el momento.

Yo me quedé anonada. Metí mis manos en mis jeans oscuros y dejé de verle. ¿Qué he hecho? Maldita sea, estoy traicionando la confianza de O'Donell.

Estuve por decir algo, hasta que escuchamos el chillido de autos. Gab y yo volteamos al mismo tiempo hacía mi izquierda. Cuatro camionetas negras habían aparcado con brusquedad y nos tenían rodeados. Mi corazón quería salirse por mi boca. Me despegué inmediatamente del auto de Gab y éste a mirar cada camioneta algo confundido. Me puse a su lado y tomé su brazo. Escuché sonidos del otro lado, escuchaba alaridos y pude ver en el cielo, como demonios menores se perdían en el cielo y otros en dirección del mar.

—Hay que irnos de aquí, Gab —Dije algo preocupada.

Maldita sea, eran ellos. No podía equivocarme, no con todo lo que acababa de ver y escuchar.

—¿Amigos tuyos? —Preguntó Gab sin dejar de mirar las camionetas.

De las cuatro camionetas, todas, absolutamente todas las puertas se fueron abriendo. De ellas, salieron varios hombres y algunas mujeres, vestidos totalmente de negro y ocultando su rostro, nos apuntaban con distintas armas. Esto no podía estar pasando. No ahora. Y menos con Gab a mi lado. Soy una idiota. Acababan de atacar a mí madre en mi propia casa y yo pensaba que ya no podía pasar algo peor el día de hoy. Maldije absolutamente todo. ¿Cómo pude ser tan irresponsable? No me perdonaría esto.

Acábalos.

Acaba con todos ellos, como hormigas.

Y para colmo la voz en mi cabeza decía que acabara con todo. No podía hacerlo a la manera de un demonio. Debía hacerlo con todo el tiempo de preparación que los Leadarks me habían instruido. Miraba las opciones para huir, en caso de que fuera necesario. Sí abría un portal de igual manera se enteraría Gab. Pero, ¿por qué me importaba tanto lo que Gab pensara de mí? Soy tan patética. Gab me colocó detrás de él y solté una maldición baja. Buscaba protegerme, aun cuando sabía que nos superaban en número. Él no podía defenderme de ellos, al menos no en su totalidad. Yo tenía que protegerlo a él, en el peor de los casos aun teniendo que revelar mi identidad a él.

—Buenas muchachos—Una mujer se acercó, lo que parecía ser la líder.

Con arrogancia y con mucha ironía de por medio. Tenía un distorsionador de voz. Tenía el cabello rojizo y liso sujeto a una cola de caballo. Detrás de ellos otros sujetos se encontraban armados. Formando alrededor de ella una especie de escudo.

—No creo que muy buenas —Comentó Gab, totalmente cambiado. Era cómo aquella vez con O'Donell, todo rastro de timidez se evaporó —¿Quiénes son y que quieren?

Vi que elevó una sonrisa maliciosa y no evitar pensar que eso ya lo había visto en alguien que conocía. Fruncí mi ceño tratando de recordar a alguien.

—Cazadores —Se limitó a decir.

La mujer sacó una espada de su espalda. Abrí mis ojos asustada por Gab. Escuché unos pasos atrás de mí. Giré un poco y vi de reojo a un hombre robusto vestido de negro con una extraña cadena en su mano. Sentí repulsión y un poco de miedo. ¿Qué demonios sería esa arma?

Exorcismo.

¿Exorcismo?

Nos estaban rodeando. Algo en mis muñecas me hizo sentir que el sujeto no se rendiría fácilmente, al igual que con sus compañeros. Ya iba teniendo que aceptar la realidad de las cosas. Bien, traté de ser optimista, pero era obvio que no sería así. Levanté las esquinas de mis labios de manera arrogante. No me preocupaba por mí, sino por él. O'Donell y todos en Demonét me van a matar por mi estupidez.

Gab.

Recordé que él sabía artes marciales, tal vez podríamos salir ilesos. Pero eso no evitaría la serie de preguntas que Gab me arrojaría. Debía mentalizarme y pensar en eso después de salir ilesa de aquí. Los faroles del malecón comenzaron a parpadear. Sentí mi cuerpo vibrar por el poco poder que utilizaría hoy. Mi espíritu de guerra estaba envolviéndome y me pedía a gritos que matara a cada uno de mis enemigos. Sentí que mis raíces demoníacas querían aflorar. ¿Y estos cazadores quién demonios se creían para estarme retando a mí?

Gab y la Cazadora hablaban entre ellos, y fue cuando decidí que debíamos terminar con esto lo antes posible.

— Vaya... —Solté la frase lentamente —¿Qué es esto? ¿Hombres de negros? — Les dije mientras observaba aquellos verme sin una pizca de gracia — no sean tontos y regresen por donde vinieron —Les amenacé.

—Yvaine, ¿qué estás diciendo? ¿Los conoces? —Gab no me miró, pero si me dirigió aquellas palabras.

Él se encontraba algo tenso. No era para menos. Ignoré a Gab unos momentos en los que seguía con la mirada a cada uno de los cazadores.

—No ésta noche, hemos venido por tu cabeza — Mencionó la cazadora.

Hizo unos movimientos con su espada y su séquito de seguidores se hicieron a un lado para dejarla acercarse a nosotros. Me pegué a la espalda de Gab, inhalé y exhalé ruidosamente.

—Lo único que sé, Gab. Es que no podemos quedarnos quietos o vamos a morir aquí. ¿Lo entiendes? —Le dije.

—Lo entiendo —Afirmó él.

Dicho aquello todos los hombres se nos dejaron ir. No se podía escapar limpio de esto. Ahora mismo, comenzaríamos a pelear contra los cazadores.

¡AHORA!


© J. ZARAGOZA

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro