CAPÍTULO 33
ESCENAS +18 años
Todos adquirimos nuestra apariencia demoníaca en cuanto pisamos el territorio de Demonét. O'Donell había dejado la camioneta afuera del castillo. Éste iba al frente, y desde que habíamos llegado no había dicho palabra alguna. Se encontraba sumido en sus pensamientos, y eso solo me inquietaba. Me encontraba nerviosa, no sé qué es lo que pasaría a partir de ahora. Me repetía en mi cabeza lo idiota que había sido, ¿En qué demonios estaba pensando? Me confíe demasiado, y por culpa de mis equivocaciones mamá estuvo en peligro, bueno, papá y Arnold, que son los que se encuentran más indefensos. Debía de corregir todo esto. Symak y Prax iban a mis costados y decían cosas sobre como descuartizar al prisionero que mamá había atrapado. Pensar en todo lo que le estarían haciendo, me provocaba repulsión. ¿Será normal qué a pesar de ser un demonio puro, no sea cómo los demás? ¿Qué no piense en hacer cosas que cualquier demonio haría? ¿Interesarme en asuntos de Demonét y Tymaurel? Y luego, viene a mí mente lo mismo que le había sucedido a O'Donell al estar mucho tiempo expuestos a los humanos. Cuando veía a los chicos, veía una entrega y una lealtad jamás antes vista por mí. Symak era lo más parecido a una especie de troll, cubierto por pequeñas flamas en su cabello y muñecas. De apariencia verdosa y muy grotesca. Largos y gruesos colmillos.
El lugar de por sí ya era de un ambiente gótico, de altas paredes de ónix y obsidiana, con gárgolas cada que había un espacio entre ventanales, como para que ahora una lúgubre sensación de opresión estuviera por ahí. Mientras más nos adentrábamos a los lugares más oscuros del castillo oscuro, más cosas tenebrosas iba descubriendo. Por ejemplo, los calabozos. Un demonio cualquiera no puede entrar, pues solamente los de alta jerarquía podrían resistir al ambiente tan denso que había. O algo así había escuchado. Siento que todo se me estaba juntando emocionalmente. Las antorchas de las escaleras descendentes, cada vez más se iban escaseando y su luz no era potente. Escuchaba risas siniestras y gritos de tortura. Cada vez que algo sonaba, cerraba los ojos y respiraba profundo. No quisiera estar en los zapatos de ellos. Prax tenía en su piel escamas amarillentas, ojos como serpientes, de complexión alta y delgado. Parecía una especie de reptiliano.
Pronto, observé mucho miasma que provenía del suelo. Aprendí que todos los demonios de alta jerarquía al pisar la tierra, se volvían llamas o sombras. Allec, que era el que se encontraba más cercas de O'Donell, tenía la apariencia de un bufalo, rubio, de grandes cornamentas y tamaño. A pesar de no convivir mucho con él, se notaba que era la mano derecha del líder de los Leadarks. Vizo, era una llama viviente, lo único que se podía distinguir en él, era una mirada rojiza. Sus apariencias humanas, eran menos intimidantes, pero eso era algo sumamente lógico. Sí vieran a los demonios tal cómo fueran, la gente se volvería loca. Ni en mis más descabellados sueños, hubiera imaginado que los Leadarks se vieran así. Pero, esto solo afirmaba algo que yo ya sabía. No me agradaba ser un demonio, no me agrada el lugar en el que se desenvuelven, y haría cualquier cosa por ser una humana común y corriente.
Llegamos a una gran puerta negra, parecía de un material sumamente pesado, dos guardianes similares a cuervos nos veían detenidamente. Sus ojos eran blancas y había armas en todo su cuerpo. O'Donell giró su rostro y me hizo una seña para que me acercara. Sus ojos azules eran fríos en estos momentos, y su expresión daba miedo. Estaba molesto. Y eso fue lo que hice, caminé con la barbilla arriba, así como me habían dicho que lo hiciera.
—El Fuego Oscuro quiere ver al Cazador. —O'Donell hablaba cómo un verdadero demonio.
Los guardianes hicieron una reverencia en su dirección, luego fijaron sus ojos carmín en mí.
—Su alteza, pase usted —Dijeron al unísono.
Todos nos adentramos a la sala.
—O'Donell, sí el cazador es un humano, ¿cómo puede estar en Demonét? ¿No debería acaso estar muerto? —O'Donell me miró e hizo una mueca.
—Existen técnicas, muy peligrosas y poderosas, para mantener vivo a un mortal aquí, solo por unas cuantas horas nada más. —Respondió O'Donell, formando una fina línea en sus labios.
Se le veía algo inquieto y me atrevería a decir que preocupado.
Vi a mi madre en su apariencia demoníaca algo agitada, y en su mano se un látigo con espinas. Estaba de perfil, y una silla con un hombre nos daba la espalda. Comenzó a golpearlo y a gruñirle. Vi sangre en el suelo, muy exagerado para ser de un humano, desvié mi mirada de ello. Se apresuró O'Donell y se posicionó delante del hombre y comenzó hablarle de manera brutal, tanto fue su odio escupido en palabras que sí yo hubiera sido él, preferiría estar desmayada en el lugar o muerta. Yo me quede cercas de la puerta, no queriendo ver nada en absoluto. Lo único que me interesaba era ver que ella estaba bien. Estaba preocupada por mamá, pero ya veo que está más que bien. Realmente ella se encontraba enojada, que digo enojada, iracunda, la rabia se le salía de la boca como a un Pitbull en verano.
Pasé revista con mi mirada al lugar. Había todo tipo de artefactos de torturas. No alcanzaba a ver el fin de la habitación, pero de solo estar aquí, todo era sombrío. Tymaurel se encontraba viendo por un pequeño ventanal con barrotes totalmente serio y aun lado de él, la mujer escarlata. Symak y Prax se acercaron a dónde estaba Tymaurel, hablando sobre algo que no alcanzaba a escuchar, el rey demonio solo asentía a lo que los chicos decían. Allec hablaba con mi madre y tomaba el látigo por ella, le dio con él al individuo sentado y esposado en esa silla, y lo único que escuchaba eran los alaridos de dolor del hombre. Mi estómago se revolvió y quería salir inmediatamente de aquí.
—Yvaine, ¿Estás bien? —Mamá se acercó a mí preocupada. Inspeccionaba mi rostro —Es una suerte que no estuvieras en casa, o las cosas pudieran haberse puesto peor.
Fruncí el ceño y miré fijamente a mí madre. ¿De qué rayos estaba hablando? Se supone que solo son humanos.
—Querrás decir, hubiera salido todo mejor ¿no, madre? Podría haberlos aniquilado en cuestión de segundos. ¿O acaso no soy el demonio más fuerte de todos?
Mamá se quedó pensativa.
—Sí, Yvaine eres demasiado poderosa, esa es la cuestión. En cuánto sientan tu verdadero poder en la tierra, los ángeles bajarían del cielo y armarían la guerra en cuestión de segundos, y nuestras tropas tardarían minutos en llegar, por lo que sería un grave error—Hizo una pausa, estaba atenta a todo lo que decía—El problema es que ya te encontraron. Y al parecer, desde mucho antes de que lo que pensábamos, sabían que estábamos cercas, pero no sabían el lugar exacto. —Mamá se tocaba la barbilla —Tus poderes están completos, eso lo entiendo. Sabían que estabas cercas, pero ¿cómo descubrieron el lugar exacto? —Yo tampoco lo sabía, aparte que los Leadarks constantemente me vigilaban —Éste hombre no nos dirá absolutamente nada, porqué es un novato y a ellos no se les revela demasiado. Eso quiere decir, que están midiendo fuerzas y no sabían si te encontrabas en casa.
Estuve a punto de hablar, pero O'Donell llegó y se posicionó detrás de mí. Colocó sus manos en mis hombros y me atrajo a él. Sentí un calor extenderse por todo mi rostro. ¿Y a éste que le pasaba? Ambos se miraban, e intuí que mi madre sabría algo que yo no.
—Miranda, deja que Yvaine se quede en la casa de los Leadarks por un par de días. Ahí no puede entrar ningún mortal y es aprueba de ángeles. —Volteé a verlo con un extraño sentimiento. Sus ojos estaban puestos fijamente en mi madre, su seriedad era impresionante. Su semblante frío y preocupado, me hacían estar en las mismas condiciones que él —Los cuerpos ya los desaparecimos, pero es peligroso que las dos vuelvan allá y sabes que tengo razón.
Sentí su protección y no pude evitar emocionarme al respecto. Llevé una de mis manos a las suyas y sentí cómo O'Donell me daba un leve apretón. Se estaba preocupando por mí, y supe qué de verdad, mi vida ahora sí estaba en peligro. Mamá observó al hombre al que Allec seguía torturando, parecía que en verdad lo estaba pensando. Tymaurel se acercaba a nosotros con la mujer escarlata, Symak y Prax detrás de él.
—Duncan tiene razón, Yilda —Tymaurel apoyó a O'Donell —Después de todo, es el Garlari de quién estamos hablando.
¿Qué demonios era un Garlari?
—Le aseguro, que nada malo le sucederá —O'Donell hablaba tan seriamente, que por un minuto olvidé lo burlón y sarcástico que era. Para mí era algo nuevo que descubrir de él.
Tymaurel sonrió y expulsó humo del cigarro que llevaba en la mano.
—No esperaba menos de ti, Duncan.
●▬▬▬▬▬▬୧♛୨▬▬▬▬▬▬●
Después de todo aquello los chicos me llevaron de nueva cuenta al castillo de los Leadarks. Para serles sincera, había más miembros en el, solo que jamás los había visto, pero si había sentido sus auras anteriormente. Allec y Vizo se habían quedado con Tymaurel, mamá y el cazador en el castillo de Demonét. Symak y Prax, fueron a la tierra por algunas de mis pertenencias y por Axis. Qué, por cierto, ayudó a mi madre con los cazadores muertos. Pero se quedó a esperar por si alguien volvía, esa era la lealtad de los Hellhounds. No me sentía cómoda con mi apariencia, por lo que decidí cambiarla a como siempre me he visto. Mi cabello estaba más crecido y se paseaba libremente por mi espalda. Mi blusa de manga larga en color gris hacía juego con mis jeans negros y vans grises. Algunos cambios físicos como el cabello, y el crecimiento de mi busto se quedaron.
Estaba a punto de ir a una de las habitaciones cuándo escuché un carraspeo. Giro mi cuerpo en su dirección y una sonrisa pícara aparece en el rostro de O'Donell, que ya había vuelto a tener la apariencia en la que lo conocí.
—¿Qué sucede? —Pregunté, con la mano aun en la manija de una puerta.
Éste se me acercó de manera lenta y tomó mi barbilla de manera delicada con su mano. Sus ojos se intensificaron, pero no entendía por qué. Pronto acarició mi rostro y se inclinó hacia mí. El tacto de él me hacía vibrar, pero no podía permitirme en estos momentos pensar en algo indecente. Sentí mi rostro arder de pena y no pude evitar sentir un calor recorrerme por todo el cuerpo. Había una sonrisa traviesa en él y pronto temí por mi estabilidad emocional.
—¿Quién dijo que te quedarías aquí, Madlow? —Habló bajo y me pegó contra la pared.
Volteé a ambos lados para asegurarme de que nadie nos estuviera viendo. Su cercanía perjudicaba mi buen juicio y quería poner un límite con él, debía esforzarse mucho para que yo confiara de manera romántica en él. Aunque en toda la semana él había sido realmente lindo, no podía bajar mis defensas. Intenté alejarlo con ambas manos, pero parecía que estaba plantado al suelo. Resoplé y éste rio mientras no alejaba sus ojos de mí.
—¿Qué quieres, que duerma en la estancia con todo el mundo paseando por ahí? —Bufé.
O'Donell soltó una carcajada y depositó un beso en la punta de mi nariz. Aún era difícil para mí conocer a un O'Donell tan tierno y de manera tímida le vi. Sus ojos brillaban, y no precisamente de una manera linda, había deseo en él y caso lo podía palpar. El ambiente en nuestro pequeño espacio, en nuestra complicidad, centellaba en electricidad.
—Por supuesto que no dulzura, no podría dormir en paz pensando en que los demonios podrían verte andar en tus camisas enormes que usas para dormir, sería demasiado —negó con su cabeza —Tú te quedarás en mi alcoba, en mi cama —Acercó sus labios a mi oído.
Estuve a punto de responderle de manera ingeniosa, pero sus brazos viajaron a mis piernas y fue cuando me di cuenta que estaba cargándome como una princesa, ni siquiera el habla me salía, estaba súbitamente impresionada. Subimos un par de escaleras y O'Donell caminaba con una gran sonrisa en su rostro. Era similar a un crío cuando lleva a casa un juguete nuevo. Atravesamos una puerta negra y juro que casi me da un infarto. Su habitación era increíble, elegancia en toda la extensión de la palabra, había una gran cama estilo victoriana, con cortinas oscuras por encima de esta. Enormes ventanales con cortinas de color obsidiana.
Me depositó en la cama tiernamente y se puso encima de mí.
—¿Qué crees que estás haciendo, O'Donell? —Alcé una de mis cejas. Quería reír, pero reprimía una sonrisa.
—Te deposito, cómo la dama que eres —Tomó ambos brazos y los colocó por encima de mí, todo esto con una sola mano.
Sentí mi garganta seca, pero sentí húmeda otra parte de mi cuerpo.
—¿Por qué dormiré en tu alcoba?
O'Donell soltó una carcajada y su dentadura blanca se veía realmente perfecta. Sus ojos azules me mareaban, ¿cómo puedo resistirme a tanto? Frunció su ceño y una sonrisa pícara que no podía dejar de ver.
—¡Oh, vamos Madlow! ¿No me digas que no extrañas mi cercanía?
Sí será un idiota. Él sabía exactamente lo que sentía, y mi silencio solo demostraba cuan ciertas eran sus palabras. No creí que llegara a éste extremo. Creí que teníamos un acuerdo, y ahora él lo estaba rompiendo. Al menos, no es lo que yo esperaba. Tenía en mente algo a lo tradicional, pero creo que eso no va a suceder. Alzo una ceja. Parte de su esencia, de todo lo que él emanaba radicaba especialmente en su enorme ego. La comisura de sus labios estaba levemente levantada. No estaba segura de hacerle saber que su cercanía era mi droga, y que anhelar desesperadamente, aunque sea un roce de sus labios me llevaría a la perdición. Desearlo con esta intensidad debería considerarse ilegal. Pero no miento, su mirada era salvaje. Desprendía demasiada sensualidad. Me acomodé de mejor forma y decidí encararlo.
—Para serte sincera, yo te dije que debías esforzarte románticamente O'Donell, no creo que ésta sea la manera de esfor...—Me calló con un beso.
Instintivamente cerré mis ojos y me sumí en su prisión. Su hechizante y magnética energía. Era como estar avivando una hoguera. A pesar de todo lo que dije y sigo pensando, tarde o temprano tenía que suceder.
Soltó mis brazos de su posesión. Y rápidamente una de sus manos sostenía mi cabeza de manera primitiva, y la otra acariciaba mi rostro tiernamente. Era un beso tan gentil, ciertamente no sabía que O'Donell podía tener ese lado. Sentía que la respiración comenzaba acelerarse conforme sus labios seguían poseyendo los míos, pero no quería que supiera cuan deseosa estaba de volver a probar de él. Todas las noches que anhelé tenerlo sobre mí. Siento que cada uno de mis sentidos se profundizó. Podía sentir el movimiento de sus suaves labios rozando con los míos. Lo tibio que se sentía, la humedad de estos, su aliento a menta y tabaco, era una extraña combinación que amaba en secreto. Él mordía suavemente mi labio inferior y lo estiraba con suma delicadeza. Mis manos viajaron a su rostro, luego en dirección a su cabellera azabache; y lo atraje más hacía mí, como si quisiera que se hundiera completamente en mí. No quería estarme quieta. Quería probar más de él, esta vez no huiría como antes, quería más de él que un simple tocamiento explosivo. Acaricié instintivamente todo su torso, mis manos llegaron al borde de la suave tela, y decidí que levantándole la camisa un poco comenzaría a jugar con él. Dejó caer su cuerpo en mí. Una de mis piernas la subí a sus caderas y lo atraje más a mí. Por un momento todo desapareció. Éramos él y yo sumiéndonos en una oscuridad y un fuego apasionado. Chispeante e incesantes emociones corrían por cada fibra de mi cuerpo. Escuchaba los suaves jadeos como una melodía que apenas comenzaba.
Besé delicadamente su cuello, aspirando su perfume, podía sentir como se estiraba y respondía a mis caricias. Jalaba y abrazaba su cuello, como si de mi ancla se tratase. El calor era demasiado. O'Donell me abrazó e hizo que girara para estar inversos. Ahora estaba encima de él, besaba sus labios y el ritmo comenzó a intensificarse. Acaricia mis piernas y las estruja de cuando en cuando. Mi piel se eriza al sentir la palma de su mano y sus dedos hundirse en mí.
—Te detesto ¿Cómo puedes hacer que mi orgullo se desprenda y caiga arrodillada ante ti? —Pregunto mientras besó a O'Donell de manera lenta.
Voy quitando su chamarra de piel y desabotonando su camisa, dejándolas aún lado. Levanta la mitad de su cuerpo mientras me ayuda. Puedo ver sus tatuajes tribales, que hacen distintos movimientos. Los acaricio y vuelvo mi atención a los ojos de O'Donell que me escudriña con detenimiento. Mis cabellos están hacía el frente. Sus brazos acarician mi espalda y me quitan la blusa. Su rostro se acerca y siento como su respiración me golpea.
—Maldita sea —expresó al verme sin mi blusa—Eres todo lo que maldita sea está bien. Mi corazón está encadenado a ti, nena —O'Donell dijo entre jadeos, sin dejar de verme y bajando un poco los tirantes de mi sostén blanco. Besa mi hombro lentamente y suspiro extasiada, con la piel erizada y deseando más de él—Eres cómo una lenta quemadura que se extiende por todo mi cuerpo.
Sus manos acarician desde mi cuello, bajando con su dedo índice hasta dónde mi corazón está latiendo con fuerza. Mis pezones se tensan con el contacto. Y es algo que no había sentido anteriormente.
—¿Quieres jugar con fuego, O'Donell? —Siento que todo se vuelve rojo a mi alrededor.
La sonrisa pícara de O'Donell aparece mientras se muerde su labio. El cabello oscuro de O'Donell le llega poco más debajo de sus cejas. En un rápido movimiento, me vuelve a tener debajo de él. Se retira de mí y comienza a quitar sus pantalones. Volteo la mirada por unos breves segundos y siento que desabrocha mi pantalón. ¿Esto realmente iba a pasar? ¿Mi primera vez sería con O'Donell?
Después, siento frescura en mis piernas. Me he quedado en ropa interior. Con ayuda de mis codos, levanto un poco mi cuerpo y voy retrocediendo hasta quedar topando con la cabecera. Para ser O'Donell, y lo egocéntrico qué es, tuvo la decencia de quedarse en boxers negros. Vuelve a la cama, su rostro está a milímetros de estar unidos.
—¿Estás segura esta vez? —Podía ver en su mirada el anhelo.
Muerdo mi labio inferior y acaricio su rostro, moviendo un par de cabellos que están en su frente.
—Segura —Suspiro —Soy virgen, O'Donell—Digo con algo de pena.
—Lo sé, nena —Vuelve a besar mis labios. Siento su lengua jugar con la mía, comienza a besar mi cuello y pasear sus labios cercas de la parte trasera de mi oreja. Suelto un gemido bajo, y O'Donell acerca su boca a mi oído —Prometo, que me contendré.
Se alejó unos breves segundos, me acomodé. Tenía algo de pena por la situación, así que decidí meterme en las cobijas de la cama. Puse mi cabeza en la almohada y sentí como la cama se iba hundiendo de un lado, pues O'Donell se había retirado para quitarse el bóxer. Entró a la cama conmigo, y yo aún tenía la mirada en el techo, pues me daba pena verlo desnudo.
—¿Totalmente segura, Madlow? —Insistió. Se veía nervioso y ansioso.
—¿Por qué dudas de mi decisión? —Volteé a verlo.
—Porque una vez que empiezo, no voy a parar, dulzura. No podrás detenerme. Te va a doler.
—No importa, confío en ti —Le digo segura. Él asiente sin dejar sonreír.
—Deja que seamos eternos unos momentos, Madlow. —Me acaricia el rostro con gentileza —Quiero que seas mía completamente, en cuerpo y alma. No quiero estar con nadie más que no sea contigo, ¿me entiendes? Hablé muy enserio de mis sentimientos por ti. Estás tatuada en mi alma...
Mi corazón se aceleraba con cada palabra que decía. Me derretía en mí.
—Quiero estar contigo, O'Donell. No podría cambiar de decisión, quiero que...—Lo atraje hacía mí, hablándole muy cercas de sus labios —Me seas incondicional, te quiero todo para mí. No quiero estar luchando por tu amor, por tu tiempo o tu atención. Quiero, que sí vamos hacer esto, es porque quieres que esté yo a tu lado, hoy, mañana y toda la vida.
Era verdad todo lo que decía, quería compromiso entero por parte de él.
—Y así será, cariño.
O'Donell desabrochó mi sostén, lo retiro delicadamente de mi cuerpo y se puso encima de mí. Su cuerpo, su cercanía ahora me hacían temblar, mis piernas estaban desnudas a sus costados. Sus labios volvieron atacar, pero esta vez, fueron directo a mi cuello, cerré los ojos cuando sentí que trazaba todo un camino de besos húmedos, desde mi clavícula hasta uno de mis pechos desnudos. Sentía como su lengua se paseaba por parte de mi pezón y lo dejaba húmedo. Sentir su boca de nuevo en esa parte, me hacían revivir aquella noche que dejamos inconclusa. Jamás había sentido algo cómo eso. El aliento de O'Donell sobre mi piel, era como estar tocando el mismísimo paraíso. Sentí que estaba ardiendo. Me retorcía debajo de él, y él paseaba sus manos por cada parte de mi cuerpo. Sus labios no dejaban mis pechos, los estiraba suavemente con sus dientes, y el errático ritmo cardíaco de mi corazón podía escucharlo claramente. Comenzó a masajear mi otro pecho, y sentí que la vida se me iba en ello. Las respiraciones aceleradas de O'Donell y las mías hacían una melodía y una sincronización que jamás creí que sucediera. Paseé mis labios por su oreja y sentí cómo él se estremeció cuando mis labios tocaron su piel.
Las manos de O'Donell bajaron de la parte de debajo de mis pechos, por el ombligo hasta llegar a mí parte intima. Abro mis ojos, temerosa. Pero, O'Donell me ve fijamente, besa mis mejillas y siento como su mano va metiéndose en mi ropa interior. Siento sus dedos sobre mi piel y pronto, siento como me van acariciando y doy un pequeño brinquito mientras suelto un pequeño gemido. Cierro mis ojos, estoy húmeda y O'Donell sigue haciendo lentos y suaves movimientos, su rostro va dejando besos húmedos por todo mi abdomen. Sus dedos comienzan a entrar y salir lentamente, haciendo que la respiración se me corté.
—Siento que camino en dirección al fuego, nena —Besa por debajo de mi ombligo, y al mismo tiempo introduce unos de sus dedos y siento algo extraño, pero excitante a la vez. Gruñe y lame parte de mi pubis—Estás demasiado mojada, Yvaine. —Dice ahora escondido en las cobijas.
Mis manos viajan a su cabellera, no puedo pensar en otra cosa que no sea la lengua de O'Donell, comienzo agitarme cuándo siento que está sacando y metiendo sus dedos de mi entrada ahora con más profundidad. Pero contengo la respiración, cuando su lengua comienza a pasarla por mi parte íntima. Jalo su cabello en un ruego sofocado y luego comienzo a sentir como va succionando parte de mí, y el calor se extiende. Siento que algo comienza a palpitar, siento que quiero más. Después de repetir un par de veces, su cabeza sale de las cobijas y comienza a quitarme mi ropa interior restante. Sus ojos son rojos, sus labios están entre abiertos. Cuándo logra desprenderme de la prenda me besa los labios. Más efusivo, sus labios saben distinto, creo que sabían a mí, cosa que no me incomodó. Él me toma de las caderas firmemente.
—Nena, voy a entrar no despegues tu vista de mí —Asiento, muy agitada.
Siento que el sudor pasa por mi frente y por otras partes de mi cuerpo. Él espera unos breves segundos en lo que me encuentro más calmada. Besa mis labios, y mi corazón se agita más. Y siento una suave presión en mi entrada. Frunzo el ceño y siento que algo va introduciéndose de a poco en mí. Es lento, pero doloroso. Mis uñas comienzan a hundirse en la espalda de O'Donell. Siento que algo de mí va ardiendo y rompiéndose. Cierro mis ojos y comienzo a quejarme. Pequeñas lágrimas salen de mis ojos. Aferrándome a él. Mi frente se pega en su pecho y escucho su corazón latir rápido.
—Yvaine, conmigo —Como puedo abro mis ojos y él me ve con sus ojos rojos.
Me besa lentamente y pone sus manos debajo de mi cabeza y la otra en mi rostro. No deja de besarme, pero continúa introduciéndose lentamente. Siento algo grueso y caliente, comienzo a gemir del dolor y quiero despegarme de O'Donell, pero él no me deja hacerlo. Sus labios no dejan que suceda. Comienzo a quejarme de dolor en sus labios conforme va a entrando. Lágrimas comienzan a salir de mis ojos, hay mucha presión, y siento que el aire se me va. Me parecen eternos los segundos en los que sucede, pronto O'Donell comienza hacer lentos movimientos con su cadera, entrando y saliendo de mí y es cuándo ha separado sus labios de los míos. Su frente está en la mía, tiene sus ojos cerrados y su respiración está agitada. Yo sigo arañando la espalda de él. Luego de eso, incrementa su ritmo. Quejidos salen de mi boca, mis piernas comienzan a cansarse y me aferro ahora, al cuello de O'Donell. Mi respiración es entre cortada, cierro mis ojos y escucho cómo O'Donell gruñe. Su cuerpo está pegado al mío y siento como nuestro sudor se mezcla. Un calor se extiende por todo mi cuerpo y reposan sobre mi vientre. Pronto, siento que algo escurre entre mis piernas y O'Donell se va deteniendo. Y yo voy sintiendo cada vez menos presión.
O'Donell se detiene por completo, besa mis labios y poco a poco va retirándose de mí. Me abraza y me pone encima de él. Me sonrojo, siento dolor en mi parte íntima y siento que algo sigue escurriendo por mis piernas. Volteo a ver y veo sangre, las piernas me tiemblan, mi cabello cubre mis pechos y O'Donell acaricia mi vientre.
—Eres algo extraordinario, Yvaine.
Sonrío tímidamente y me acuesto en él.
—Sí me lo dices así, hasta te lo puedo creer. —Me abraza y puedo escuchar su corazón.
O'Donell me ve expectante. Se muerde la mejilla y frunzo el ceño. ¿Qué le pasa? Nunca lo había visto hacer eso.
—Cásate conmigo —Pronuncia O'Donell. Abro mis ojos sorprendida y volteo a verlo.
—Pero si ya nos comprometieron —Le recuerdo, pero él sonríe y me toma de la barbilla.
—¿Pero te lo pregunté alguna vez? —Niego con mi cabeza, sus manos acarician mi espalda y comienzo a relajarme—Sí yo estoy loco por ti y tú de mí, ¿para qué hacernos esto?
Me lo pensé unos breves momentos.
—Tienes razón.
O'Donell me tomó de la barbilla, sus ojos habían vuelto hacer azules y me miraban con seriedad.
—Entonces, Yvaine Madlow ¿Quisieras casarte conmigo y estar juntos toda la eternidad?
Y en estos momentos, justo en la cama con él, sentía que por primera vez las cosas marchaban bien. Acerqué mi rostro a él, besé sus labios y nos tapé a ambos con la cobija. Comenzamos a besarnos intensamente y las caricias no cesaban.
—Claro que quiero.
O'Donell besó mis labios, y en un susurro me dijo que no me dejaría dormir en toda la noche.
© J. ZARAGOZA
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro