CAPÍTULO 28
Sentí que me habían atravesado el pecho con una lanza. Escucharlo decir eso me parecía ilógico, era una tontería. Simplemente no podía creerlo. Lo podía ver, algo en él estaba distinto. No era la manera en la que estaba cruzado de brazos, era esa mirada gélida que me veía cómo algo tan insignificante, como si yo no fuera nada, sus labios elevados sin gracia y su aura –más que en otras ocasiones– estaba demasiado cargada. Desconocía los motivos que lo pudieran tener de esa manera, pero sinceramente no me agradaba.
No lo entendía. Todo parecía indicar que O'Donell sentía algo por mí. Los días pasados habían sido maravillosos, no concebía adaptarme a lo que él me decía. Tenía esperanzas que las palabras que Vizo me había dicho fueran una realidad en O'Donell. Quería creer que algo en él había cambiado, que su estadía en la tierra por tanto tiempo, había hecho de él un demonio diferente, uno que hace la diferencia y que se sostiene a los sentimientos y las emociones. Tal vez es un pensamiento egoísta de mi parte. Por qué se tan solo ver su sombra merodear por mi habitación hacía que algo en mi corazón le diera motivo para soportar todo lo que vendría por delante. Quería tan siquiera creer que él había cambiado por mí.
Sin embargo, reaccioné.
Estaba haciendo exactamente lo mismo que mi madre hizo hace muchísimos años. Esperar algo de un demonio. Pero, ¿Cómo separarme de éste sentimiento? ¿Cómo creerle esto a O'Donell?
Me separé un poco de O'Donell, mi mirada había caído inmediatamente al suelo. Ahora, él estaba fijamente viéndome, observando cada minúsculo movimiento que realizaba. Me aterraba la manera en la que me había hablado, lo que me había dicho. Realmente, ¿Eso era para él? me hacían sentir que lo que escucharía a continuación no sería tan bueno como lo anterior. Caminó unos pasos y bajó su rostro hasta el mío.
—Madlow, Madlow, Madlow — Canturreaba con un toque de malicia en su voz — ¿De verdad estás decepcionada con lo que te acabo de decir? — Suspiró con una sonrisa divertida. Simplemente no podía entender por qué de ese cambio tan brusco —Verás nena, yo desde el principio, y muy por aparte de mis órdenes, quería acostarme contigo. Ya sabes, divertirme un rato con la realeza del infierno. La gran joya de Demonét, la Princesa del Fuego Oscuro. Enamorarte resultó más fácil de lo que esperaba — Fueron mil y un espadas las que atravesaron mi corazón.
¿Alguna vez han escuchado decir que la boca se quedó seca de la impresión o de la tensión? Pues yo no sabía que tan cierto era cómo lo que estaba diciendo en estos momentos. No podía creer que después de que él me besara con tanta pasión e incluso algo de cariño, me dijera todas estas cosas, me es algo de lo que no puedo aceptar.
— Eso no es cierto O'Donell. ¿Cómo esperas a que crea que lo de la otra noche, no significó algo para ti? ¿Y los días que pasamos juntos, en verdad no estabas feliz? —Me acerqué a él para poder ver que tan solo me estaba jugando una sucia broma y que después el carcajearía por mi estúpida inocencia — ¿Cómo esperabas a que me lo crea, O'Donell? ¡Lo que me dices no es cierto! — Le grité.
Tan solo él sonrió con cinismo en su rostro, soltando una grave carcajada. Su mirada azul se convirtió en una oscura que comencé a desconocer. Había una opresión en el pecho que no podía controlar, su presencia se estaba volviendo toxica. Y las ganas de llorar estaban a nada de estallar. O'Donell acarició mi rostro, pero no había nada dulce en ello. Me sentía utilizada, confundida sobre todo.
—Eres tan crédula, Madlow. Nuevas noticias... Los demonios somos mentirosos. Y eso deberías ya de saberlo — Guiñó el ojo y se acercó un poco más a mí, estudiándome con la mirada y de pronto sentí incomodidad — Acaso ¿Creíste que me había enamorado? —Escucharlo decir aquello me había hecho levantar la mirada — ¿Creíste que empezaba a sentir algo por alguien como tú? — Alejó su mano de mi rostro. Cruzó sus brazos y una sonrisa arrogante me mostró. — ¿Qué puedes ofrecerme tú más que lastima? No te necesito.
Sus palabras eran filosas y me estaban matando. Sentía dificultad para respirar. ¿Éste era O'Donell, el O'Donell del que yo me enamoré? No tenía compasión cuando hablaba, era una tortura psicológica que estaba teniendo muy buen efecto en mí. Tan solo tenerlo a esta distancia hacía sentir lumbre correrme por la columna vertebral. Me miraba como si fuera un trapo sucio. Y así me sentía, un trapo sucio. Una más en su larga lista de conquistas. Me quedé callada estudiándolo yo a él. Asimilando todas ésas simplezas que él había escupido como basura enfrente de mí. Es que no podía ser cierto todo esto, no después de todo lo que hemos pasado. O enserio, ¿fui demasiado tonta en confiar en él? ¿fui tan descuidada para haberle entregado mi corazón, mis noches y mi cariño?
Decidí tomarlo de la mano y acercarlo a mí corazón. Él frunció el ceño no entendiendo bien lo que hacía. Respiraba entrecortadamente.
— ¿Sientes eso? —hice una pausa, mientras el miraba directamente nuestras manos — Es mi corazón y lo estás rompiendo, O'Donell.
—Fuiste una tonta —no me miraba, seguía viendo nuestras manos.
—Yo no esperaba eso de ti, si querías lastimarme felicidades, lo has conseguido. Sí no te interesaba podrías haberlo hecho menos hiriente. ¿Sabes? Un rechazo hubiera bastado — Le dije dolida.
Alejó rápidamente su mano.
—Eres muy sentimental, Madlow. —Me dio la espalda un segundo y comenzó a negar con su cabeza quizás algo que le pasase por la mente. Volvió a dirigirme toda su atención y sus ojos eran de un color escarlata profundo. Me retiré unos cuantos pasos hacia atrás temiendo por mí, ahora que O'Donell se había quitado la máscara yo no sé de qué sería capaz de hacerme si lo hacía cabrear — ¿Por qué estaría atado a ti? ¿Sólo por qué eres la hija del rey demonio? ¿Por qué eres una princesa? — sus palabras duras hacían de mi estado emocional querer desplomarse. —No eres exclusiva, nena. Y tengo con quién divertirme mejor.
Dolió. Ese comentario me hizo trizas, pero, sobre todo, había herido mi dignidad y mi orgullo. Hice puños mis manos. Y como si mano tuviera vida propia, abofeteé su rostro cuando me acerqué a O'Donell en un momento del que no me di cuenta y volví a retroceder con coraje. Éste tensó su mandíbula y cerró sus ojos unos micro segundos.
— ¿Por qué insultas mis sentimientos? —y de pronto, recordé lo que él y Kike habían hablado en su auto —No eres idiota, sabes lo que siento por ti — Susurré con la cabeza cabizbaja con ahora, odio por hacerme sentir esto. — Lo has sabido desde hace mucho
Sentí que su pecho explotaría en una carcajada la cual se tomó la libertad de reprimir. Acarició su barbilla, asintió con su cabeza y sonrió de una forma mordaz, tan vil que solo hizo que mi visión se empañara.
—Esto no puede ser — Caí en el piso sin importar que me viera, duré unos segundos viendo al suelo, controlando mi respiración, pero levanté el rostro solo para ver a ese desgraciado —¿Enserio estás enamorada de mí?
Ahora todo su ser era confuso, había algo en él que ocultaba. Cuando dijo esas palabras pude observar en él una revolución interna. ¿Tanto le detestaba que estuviera enamorada de él? ¿Qué era lo que estaba haciendo realmente?
—Tú no eres el Duncan O'Donell que conocí ¡Te desconozco!— Una lágrima se atrevió a salir.
¿Por qué lloraba? ¿Por qué frente a él? Había un nudo en mi garganta, y el hablar se me volvía dificultoso.
—Fue porque nunca me conociste de verdad, dulzura — Eso fue un golpe bastante bajo. —Creíste conocerme, pero en realidad no lo hiciste ni en un tres por ciento. Te dejé ver algo que no soy.
Cuando lo escuchaba, venían a mi mente todos aquellos recuerdos que había pasado con él. Desde nuestro primero encuentro, todos los besos, todas esas escapadas de casa, todo, hasta el más mínimo detalle, y que venía resumirse hasta estos minutos con él. ¿Será que él tenga razón y tan ciega fui? Sabía que esto podía pasar, si no me alejaba de él, era un riesgo para mi estabilidad emocional. Me odié por haberme dejado manipular por alguien como él. Por haberme consumido en un amor inexistente, por caer en los encantos de un demonio vil y traicionero. Había mucho rencor en estos momentos.
— ¿Todo este tiempo fingiste protegerme como a ti mismo? ¿Fingiste mostrarme interés? — Mi voz sonó ronca. Estaba dolida y él lo notó. — ¿Hiciste de todo para que entrara en tu estúpido juego? ¿Cuándo me besabas, realmente no sentías nada? ¿Realmente debo creer que tu interés hacía mí se reducía en tus propios intereses egoístas? ¿únicamente querías acostarte conmigo?
Él se encogió de hombros y chasqueo la lengua.
— Tenía que protegerte de los cazadores y los ángeles, esa era mi misión, no por qué sintiera algo sentimental por ti. ¿Qué esperabas? — Mis ojos se abrieron con sorpresa. ¿Será real todo esto? ¡Solo quiero que sea una maldita pesadilla! ¡Quiero despertar!
Las lágrimas salieron una tras otras, hice puños mis manos. Él solo verlo, como veía con desprecio, estaba haciendo que procesarlo fuera más fácil, ya lo había dicho, nunca se interesó por mí. Era una idiota.
—Esperaba todo menos esto de ti. Confíe en ti ¿Puedes entender esto? ¡Me diste motivos para hacerlo! — Le reclamé.
Toqué mi pecho y podía sentir como corazón se encontraba frenético, sabía que ya nada iba a ser igual, mi corazón estaba quebrado, desecho. Sus ojos dejaron de ser rojos y se volvieron azules brillantes. Ni siquiera quería verlo, pero me forzaba a mí misma a verle la cara, grabarme en mi cabeza lo que él en verdad era. O'Donell se tardó unos segundos para poder hablar. Pasó pesadamente su mano por su rostro.
—Nena, te diré un secreto...— se acuclilló enfrente de mí y me tocó la barbilla haciendo que no despegara mi vista de él — Ese fue tu error desde el principio, querer confiar en alguien como yo. ¿Y te digo al más? Tenías toda la razón en desconfiar en mí, lo admito. Creí que eras alguien lista — Y de nuevo esa expresión fría me hizo mutilarme todos los sentimientos.
Cerré mis ojos con fuerzas. Alejé mi rostro violentamente de él. Su voz fue un suspiro dejado al viento, fue la oración más fría que del salió. Desapareció dejándome sola con dolor en mi corazón.
En medio de mi habitación oscura y vacía, dejé salir un gemido de dolor.
Comencé a llorar cómo nunca antes lo había hecho. Me quedé en el suelo acostada en posición fetal, mientras abrazaba a uno de mis peluches. Aferrándome a él, temiendo de perderme en la terrible oscuridad. Sentía un vacío en mi ser. No podía respirar, como suele suceder cuándo lloras. Sentía que moriría de dolor, torturándome con las palabras gélidas de O'Donell. Recordando que todo lo que él me había hecho sentir, fue una mentira. Tocaba el lugar en dónde estaba mi corazón, estaba mal. Mi corazón dolía, las lágrimas empaparon mi rostro, y me sacudía cada vez que un nuevo bramido salía de mi garganta. Lo que más me dolía era que yo siempre tuve razón. No debí haber querido a O'Donell, nunca debí haberle dado la oportunidad de que se acercara. Repetía su nombre en mi cabeza, y sentía como si espinas de un rosal estuvieran estrujando a mi débil corazón. ¿Y ahora qué hacía con lo que sentía? ¿Qué hacía con este amor? ¿Cómo olvidarme tan fácil de los besos de O'Donell? ¿De su risa, de sus ojos azules mirarme con ternura, de él rescatándome, de las veces que compartimos la cama? ¿Cómo podía olvidarme, que mi corazón se lo entregué a un demonio? ¿Cómo olvidar que realmente le quería de una forma buena? No sé cuánto tiempo pasó, que sentí cómo poco a poco mi voz se apagaba. Quedarme dormida llorando era de las peores sensaciones. Sentí mi cara mojada e hinchada, y comencé a limpiarme con mi mano, observando la habitación vacía. Y fue toda mi culpa desde un principio como él me dijo. Ahora comprobé algo de lo que no quería admitir, algo de lo que siempre quise tener y tirar al fondo del mar. Quería fingir que estaba ciega cuando todo lo que pasaba con él era más claro que el agua. Había admitido que él me gustaba. Pero, la realidad ahora era otra. Yo estaba profundamente enamorada del demonio con el que nunca debí toparme. Me enamoré de quién no debía. Sentí que las paredes se achicaban y que en cualquier momento me desmayaría. Probablemente estuviera sintiendo una especie de ataque de pánico o algo por el estilo.
No podía seguir ni un segundo más en mi habitación. Salí con una capucha a la calle. Vigilé de que Symak, Prax, Vizo o Allec. Cuándo vi todo seguro, salí por la puerta trasera del patio.
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La noche era un poco fría. La verdad no sabía exactamente qué hora era, ni a dónde iba. Sólo quería que dejara de doler, quería tomar aire fresco. Quería alejarme de todo y todos, pero aún y con todo, no podía dejar de pensar en las palabras de O'Donell. Ese maldito bastardo, jugó conmigo. Y de nuevo, estaba llorando. No podía evitarlo, mi corazón estaba roto. De pronto me sentía la chica más estúpida del mundo. Quería volver al pasado y jamás haber ido con las chicas a ese estúpido bar. Me hubiera quedado en casa o haber ido a jugar videojuegos en casa de Carl. ¿Por qué tuve que haber ido? ¿Por qué tenía que conocerlo? Sí eso hubiera pasado jamás habría conocido a O'Donell. O por lo menos, hubiera postergado lo inevitable. Dejé de llorar, me limpié las lágrimas con el torso de mi mano y seguí avanzando.
Para eso salí de casa, para olvidarme un poco de él. Miré los faroles, y no pude evitar sonreír. Hace unos días, O'Donell me llevó a comer hamburguesas, el farol que estaba sobre nosotros se fundió. Estábamos en una banca junto al malecón. No pude evitar sonreír ante el recuerdo, recordé exactamente lo feliz que me sentía. Como su brazo lo colocaba sobre mis hombros y me atraía hacía él. Su calor y su la sonrisa que me regalaba parecían sinceras. Y cuándo menos me di cuenta, estaba llorando de nuevo. Reí sin gracia. Me costaría demasiado superar a O'Donell. Eso era un hecho. Cuándo Kike se fue, me dolió. Lloré mucho tiempo, pero lo superé de cierta forma.
Pero, O'Donell me había destrozado sin piedad el corazón. Quizás fue muy idiota de mi parte haber confiado en él. Debí haber seguido mi instinto. Pero cómo dicen por ahí, el hubiera no existe.
Caminé hasta el centro de la ciudad y me dirigí a un puente. Cuándo estaba cercas del agua podía relajarme. Pensé en ir al muelle o al malecón, pero siento que serían de los primeros lugares en los que los chicos irían a buscarme.
Los automóviles pasaban de manera esporádica por la carretera. Mis manos estaban dentro de las bolsas de mi chaqueta. Miraba al suelo mientras subía por la acera.
Cuando llegué, lo primero que hice fue tocar el concreto con mis manos. Me asomé por debajo del puente y vi un gran río apacible. La luz de los faroles alumbraba de manera tenue. Respiré hondo, y sentí la brisa fría pegarme el rostro. Me recosté en la barandilla de piedra, observando un estático río. La luz de la luna se reflejaba en el y las estrellas brillaban a pesar del smog. Sentía de nuevo las ganas de llorar, respiré lentamente, inhalando y exhalando, tratando de recomponerme. Mis manos cubrían mi rostro, mientas mis codos me sostenían en la barandilla.
—Sí decides saltar, avísame para tener tiempo de dejar mi móvil y lanzarme por ti.
La voz de un chico me hizo volver en sí. Volteé a mi izquierda y ahí estaba parado.
Un chico alto, de piel pálida de cabellos dorados y rizados. Tenía sus manos en sus bolsillos delanteros del jean claro. Y sonreía de manera tímida en mi dirección. Llevaba puesta una playera blanca lisa y una chaqueta de mezclilla. Lo miré unos breves segundos, y fijé mi vista en el río.
—No soy suicida —Le dije sin más.
El chico rio, pero se mantuvo un poco alejado de mí. Yo por otro lado, me había abrazado a mí misma. Limpié mis mejillas de todo rastro de lágrimas que pudiera haber. Estiré mi cuello y sentía aun ganas de llorar.
—Lamento haberte asustado, por la hora que es, no es muy normal ver a una chica viendo fijamente el rio. ¿Entiendes? Se ve un poco sospechoso.
Sonreí tímidamente, era cierto. Debo parecer una suicida. Miré al cielo, suspiré y cerré mis ojos, tratando de controlarme. No podía llorar enfrente de los desconocidos, por la sencilla razón de que no me gustaba dar explicaciones del porque lloro. Nos quedamos en silencio unos minutos. Para ser sincera, no me preocupaba que me hiciera algo, después de todo soy un demonio y había quedado claro que ya no me secuestrarían nunca más.
—Soy Gab. —Me extendió la mano.
Lo miré un poco dudosa, pero igualmente estreché mi mano con él.
—Yvaine...—Le respondí.
Era un chico apuesto, debo admitir. De sonrisa encantadora, mirada que trae calma. Tenía unos ojos color miel muy hermosos, demasiado irreales. Probablemente ronde algunos veintitrés o veinticinco años. Sonrió cuando nuestras manos se tocaron. Cuando nos separamos miré el suelo, breves segundos, hasta volver a levantar mi vista.
—Y bien, Yvaine no suicida. ¿Qué te trae a estas horas de la noche, sola y en un puente? Espero no seas una de esas psicópatas que busca algún chico para hacerlo su esclavo sexual.
Solté una carcajada. De verdad no esperaba que me dijeran algo cómo eso. Levanté una de mis cejas e hice una sonrisa de lado.
—Tendrás que tener un poco de fe. —Comencé a jugar con mis dedos —En realidad, yo sólo quería alejarme de todo y todos. No he tenido días fáciles.
Vaya que no. ¿Imaginen que un día creen que son humanos y al otro eres un demonio que debe ir a pelear contra ángeles porqué hay una profecía de por medio? Después los cazadores y todo tipo de bandos demoníacos te quieren, te quieren casar a la fuerza con un demonio y luego el demonio que te gusta solo te quiere utilizar. Te destroza el corazón, y tú quedas tan mal que no toleras estar en casa. Todavía me pregunto cómo no he caído en la locura.
Gab se acercó a mí, pero siendo prudente y respetando mi espacio personal. A simple vista, no se veía un mal chico. Pero como ya había pasado con O'Donell, no me podía fiar de las apariencias.
—¿Te digo algo? Yo tampoco. Hay muchas cosas complicadas en mi vida, papá siempre espera lo mejor de mí y mi madre tiene altas expectativas. Pero ánimo, verás que todo mejorará —Me dedicó una sonrisa cálida y por un momento, creí que era un ángel. Irradiaba mucha paz y tranquilidad —Espero vernos otra vez, Yvaine.
—Espero lo mismo, Gab.
Se alejó no sin antes despedirse con la mano y de pronto lo perdí de vista. Por lo pronto, me dediqué a volver a casa. Rogando al cielo que esto pasara rápido.
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Sábado 21 de noviembre, 2015
Y así pasaron los días, ya nada supe de O'Donell y es que ya no lo quería ni recordar. Esa noche, la última que lo vi, había llorado como magdalena y tan solo sentía que cada vez que lloraba más le quería ver. Me odiaba por completo, cuando estaba en la escuela no ponía atención a las clases. Mis amigos platicaban y me invitaban a salir, pero yo solo los rechazaba, no comía con mis padres ni con Arnold, tan solo pasaba los días acostada y durmiendo. Pero tan solo sería una racha mala por la que pasaría, necesitaba enfrentarme a la realidad tarde o temprano.
Se había llegado el día de mi cumpleaños, y podía experimentar como mi cuerpo cambiaba, es algo extraño de explicar, pero sentía como en ocasiones mi cuerpo sentía un dolor y un fuego correrme por todo el cuerpo. El fénix aparecía y desaparecía de mi muñeca. Estaba enfrente del espejo limpiando todas las lágrimas que derramé ayer en la noche por un idiota y me juré a mí misma que esa sería la última. Me coloqué polvo y corrector de ojeras, no había pegado el ojo en toda la noche, tuve que colocarme brillo labial y máscara en los ojos. Unas cuántas sombras negras y unos aretes a juego de una perforación que tenía en mi oreja izquierda. Mi piel se estaba convirtiendo más blanca y aun así tenía el descaro de colocarme más polvo, mis labios naturales, estaban adquiriendo un color rojizo que sabrá como empezaron a aparecer. Los cambios más palpables que podía cualquier mortal notar era el cambio de color de mis ojos, el gris se había esfumado y el amarillo azufre había aparecido. ¿Cómo les explicaré esto a los chicos? He estado utilizando lentes de contacto de color gris, pero comenzaban a molestarme por lo que ya no podía utilizarlos mucho tiempo. Estúpidos demonios y sus estúpidas transformaciones. Mamá me había advertido estar aquí antes de medianoche. Y mi pregunta es, ¿Por qué todo sucede a la medianoche? Sugirió taparme mi muñeca por si había cazadores cercas.
Fui a casa de Carl y duré todo el día con él hasta que se llegó la noche. Platicamos de tantas cosas y nos pusimos al día. Estaba en su habitación mientras él se vestía en su baño.
—Ya dime, Carl. ¿Estás saliendo con Isla?
Escuché una risa nerviosa por parte de él. Me senté en la cama y puse a hojear una revista que tenía sobre la cama de autos. Salió de su baño vestido con unos Jeans oscuros y una camisa de cuadros de color gris. Su cabello castaño estaba más corto y sinceramente, lo veía más fornido.
—Algo así —Dijo picarón.
Abrí mis ojos sorprendida.
—Eres un hijo de perra, ¿¡Cómo pasó!? Quiero detalles.
—Cuando lleguen las chicas prometo que les contaremos todo.
Los chicos prometieron llevarme a dónde yo quisiera. La verdad no tenía idea muy bien de a dónde ir. Así que decidí que ir a una cena y luego ir a una feria sería algo que nunca antes habíamos intentado. En efecto, las chicas llegaron y todos nos fuimos en el auto de Carl. Por unos eternos segundos, me había olvidado de O'Donell y los demonios. Me sentía humana otra vez.
© J. ZARAGOZA
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