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CAPÍTULO 27

Su presencia era detestable. No podía evitar sentir repulsión en todo aspecto. Y aún más aquella revelación no me había sentado para nada bien. Hay cosas que puedo tolerar. Que admita que siento atracción por O'Donell es una cosa, que Kike haya sido mi ex es otra cosa. Incluso parecía una vil coincidencia. Pero ¿qué me quieran casar con uno de esos? ¡Era intolerable! Era demasiado joven como para comprometerme con alguien. Quería soltar tantas cosas, pero ¿cómo hacerlo? Él de cierta manera me provocaba demasiado temor, y se notaba que no era muy paciente.

—Sé muy bien que los conoces. Son los dos mejores partidos que hay para ti en este momento, fuertes en sobre manera, más demoníacos que sus antepasados a la hora de matar, de destruir y con un linaje intachable que por supuesto hará que procreé a los demonios más fuertes, malvados y poderosos que puedan existir —Decía Tymaurel mientras iba con mi Madre.

Yo los veía atónita. ¿Mi Madre estaría dispuesta a permitir esto? Me estaban prácticamente utilizando como en antaño. Esto era indignante, ¿Cómo es que ella no decía nada? ¿Acaso solo era un objeto de poder y reproductivo? Tenían mierda en la cabeza, eso es lo que tienen esos idiotas. ¿Qué había de mis planes? Yo no puedo permitir que me hagan esto, yo quiero casarme con alguien que mi corazón haya elegido, no lo que ellos quieran para mí.

— ¿Por qué me quieren casar? Y peor aún con ellos — Mi voz casi se quebraba — ¿¡Por qué obligarme hacer esto!? —Grité airada.

— Al principio, los asigné para que te encontrarán como una forma de probar el valor, la inteligencia y sus habilidades. Yilda te escondió bastante bien con encantamientos y huidas, pero ya era momento que te involucraras con nosotros. Tu raza. Desde que eras niña siempre fuiste distinta a todos a tu alrededor, tus dones, no solo el fuego oscuro, si no tus habilidades espirituales te permitieron adaptarte al mundo al que te estás involucrado —Se rio como si fuese todo esto muy gracioso — Alexia Mugunta, tú tienes el Fuego Oscuro, el día de tu nacimiento estuve ahí y pude sentir un poder Demoníaco que jamás había tenido la desgracia de presenciar — Sus ojos rojos se encendían cada vez más —Descubrí que eras valiosa y que no había estado equivocado en procrearte.

>>Duncan O'Donell y Kike Lawler, son los Demonios más jóvenes y más fuertes que han surgido estos siglos en Demonét ¿Por qué no obtener de ellos algo más que fuerza y lealtad en las tropas? Provienen de Familias Poderosas en todos los aspectos. Al principio creí que era buena idea, poner la recompensa en la mesa y presenciar al más tramposo ganador, y ver quién era más listo encontrando al Fuego Oscuro para unirse a su alianza, para de esta forma, incrementar sus poderes, por eso están interesados.

>>Con mi consentimiento, puedo incrementar sus poderes. Y aparte, era una manera de evaluar el potencial de cada quién, pero esa idea, gracias a mi mano derecha, de casarlos, no fue una idea que descartar. Todo lo contrario, era brillante. Y como me lo esperaba, Duncan es más listo y perspicaz él te encontró primero pese a todas las barreras que tu madre creó. Hay que darle crédito al muchacho, me impresiona cada vez más.

Les juro que nunca creí verme en una situación de esta magnitud. Esto era cómo un estúpido guion de algún thriller. Podía confirmar varias cosas hasta el momento.

Tymaurel estaba loco.

Mi madre demonio era alguien que ya desconozco.

O'Donell tiene la aprobación del rey demonio.

Me quieren casar por interés.

Soy un objeto para todos los demonios, un arma que usar.

—Esto debe ser una broma de muy mal gusto, mira que quererme casar a la fuerza. No, eso no lo haré. Seré tu guerrero y tu llave a una victoria, pero no me casaré nunca. —Me le paré enfrente a Tymaurel y casi podía sentir como mi energía demoníaca quería surgir.

Tymaurel tan solo observaba a un instrumento de guerra y poder. Mamá había estado bastante callada desde que él comenzó hablar a profundidad y no dejaba de soltar miradas frías a la mujer de túnica escarlata. Creí que ella era mejor que todo esto.

— ¡Harás lo que yo digo! Cuando cumplas dieciocho años, entenderás muchos de mis planes. Esperé por mucho tiempo a que el día llegara.

El rostro de mi madre comenzó a deformársele. Me separé de golpe de ella con los ojos de par en par. Tatuajes en su cuello llamaron mi atención y un Fénix brillaba, fue cuándo sentí mi muñeca arder y en ella se dibujó un Fénix un tanto diferente. Y de pronto, recordé el día que los cazadores me habían atacado. Esta marca apareció, pero luego en algún momento de la noche desapareció. Tymaurel carcajeo diabólicamente. La mujer que había estado callada y alejados de nosotros se impulsó hacía mí con una espada. Pero logré detectarla y esquivarla a tiempo para moverme de lugar. Estuve esquivando sus ataques, y por un momento observé en uno de los grandes pilares unas espadas cruzadas. Golpeé su brazo con una de mis patadas, lanzándola lejos de mí. Corrí cómo pude a ellas y tomé una.

Tymaurel se había ido a sentar a su trono y observar el espectáculo.

—Vamos a ver de qué estás hecha, los Leadarks ya te han de ver entrenado un poco, hija mía. —No sin antes volver a reírse.

En realidad, no sabía cómo usar una espada. Me habían enseñado ataques de demonios cuerpo a cuerpo, tomando en cuenta que sé artes marciales. ¡Nunca me enseñaron a blandir una jodida espada! Pero había visto muchas series de televisión y películas de la edad medieval, así que cómo pude repelía las estocadas de la mujer escarlata. Cuando creí que no podía ser peor, me había equivocado. Mi madre se le unió y fue mi momento de sorprenderme. Cuándo estas dos unieron fuerzas, sentí que acabaría en el suelo llena de sangre. La encapuchada me atacaba con una espada mientras que mi madre me atacaba de manera directa con patadas y golpes. En una de esas, mi madre logró tomarme de un brazo estrellarme contra un muro.

Se detuvieron y esperaron ver que sucedía.

No puedo describir exactamente lo que pasó después. Pero dentro de mí una energía las expulsó y fue su momento de estrellarse contra las paredes. Me levanté y había fuego oscuro en mis manos. Quiero llamarlo cómo un instinto de supervivencia, pues en lo único que podía pensar era en eliminar al enemigo. Llamaradas oscuras salían de mi cuerpo. Tomé la espada que había caído de mi mano y con un impulso increíble, fui contra la encapuchada. Antes de que pudiera dañarla, esta puso la espada enfrente y nuestras espadas chocaron. La mujer de ojos oscuros me veía sin expresión alguna. Insistí en ejercer presión y ésta se introdujo más en la pared. Mi madre se abalanzó contra mí y fue mi momento de separarme. Intercambiamos un par de golpes hasta que la tomé del cuello y la elevé en los aires. Ella pronunció unas extrañas palabras y por encima de mí, una especie de círculos y simbología de color carmín comenzaron a estrellarse contra mí, una especie de ataque místico. Me lastimaron, no voy a negar. Pero no soltaba a mamá. Seguían ejerciendo presión en mi espalda y costados, eran como muros de concretos, pero no soltaba a mi madre. Con mi brazo libre expulsé una llamarada de fuego oscuro hacía los conjuros de mi mamá y estos desaparecieron. La asesora de Tymaurel golpeo mi rostro y fue cuándo mamá pudo respirar.

El rey demonio no paraba de aplaudir y decir ovaciones hacía mí. Humo negro salió de mis pies y se extendieron por el suelo formando sombras. Sombras que comenzaron atacar a las dos mujeres. Pero había algo importante que no podíamos olvidar. Cuando llegué al castillo, mencioné que había criaturas en las paredes y escondidas. La encapuchada gritó algo que no pude entender y se fueron hacía mí. Eran criaturas oscuras, de ojos rojos y alargados, de algunos dos metros de alto, y con grandes colmillos y garras. Con la espada y sin piedad comencé a descuartizarlos, a pesar de su enorme tamaño. No sé de dónde provenía ahora tanta fuerza, pero era como si supiera que hacer con todas estas habilidades. Era como si una fuerza me movía y sabía dónde debía cortar exactamente. Deslicé mi cuerpo entero en el suelo, cortando los pies de las criaturas. Había mucha sangre debajo de mí. Vi que se redujo el número de las criaturas considerablemente. Los pocos que quedaban comenzaron a rodearme.

Yo soy el Fuego Oscuro. Soy el poder ancestral, soy la voluntad y tu fuerza, Princesa de las Tinieblas.

La voz apareció y de pronto, todo cesó.

Tymaurel había golpeado con su báculo el suelo, las criaturas rápidamente se alejaron de mí y se escondieron en los rincones oscuros. El rey demonio se me acercó.

—Eres un diamante en bruto. ¿Cuánto tiempo tienes entrenando con los Leadarks?

El fuego oscuro desapareció. Y lo miré fijamente. ¿Había sido una prueba? Era evidente. Las ganas de cortarle la cabeza aparecieron, pero sería muy estúpido de mí parte hacer una locura cómo esa.

—Tres semanas.

—Le diste, a dos de las mejores en combate, algunos dolores de cabeza para llevar tres semanas de entrenamiento.

Dirigí mi mirada hacía mamá y la encapuchada. Se encontraban un poco decaídas. Pero vi cómo mi madre me veía con orgullo, una sonrisa se formó en su rostro, jamás me había dedicado una de esas sonrisas antes. Volvió a la normalidad y se nos acercó.

La encapuchada guardó su espada y se quitó la capucha. Siguió a mí madre y los tres me veían fijamente. Sentía que volvía a ser una pequeña chiquilla que mientras otros jugaban en el patio de juegos, a mí me daban reconocimientos y medallas por ser un alumno destacado. Era similar la sensación.

—Tres semanas y puede hacer esto. Sí sigue entrenando existe una gran posibilidad de que tengamos la victoria —Mi madre veía a Tymaurel y éste carcajeaba.

Acarició su barbilla y asintió.

—En efecto, Yilda.

Volvimos a casa después de unas horas.

Mamá no dejaba de hablar de todo el ejército que tenían años formando. Entendía que era importante para ellos, pero no podía compartir su sentir. No soy un humano, pero me siento como uno de ellos. Mi madre había puesto encantamientos en mí para retener mi verdadera forma. En unos días, saldría del cascaron.


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Faltaban algunos días para mi cumpleaños, han pasado cinco días desde que Tymaurel me hizo luchar contra mi madre y su asistente.

El domingo que mi madre llegó, O'Donell vino por mí en la noche y me invitó a salir. Creí que sería raro tenerlo cerca por todo lo que había sucedido en la madrugada. Pero no fue así, de hecho, O'Donell se empezó a compartir un tanto diferente, más amable. Decir que estaba emocionada era quedarme corta, salir por la ventana de mi habitación a hurtadillas comenzaba a gustarme. Nunca había hecho éste tipo de cosas, tan solo eran fantasías que leía en mis libros, pero vivirlo era excitante. Esa noche salimos a comer hamburguesas. Y no podía evitar fantasear con la idea de que O'Donell gustase de mí. Y debía decirlo, no tocamos temas de demonios, ni mi madre, lo cual agradecí infinitamente. Éramos como dos chicos normales en una cita. Ver reír a O'Donell era hipnotizante, y debo decir que mi humor estaba hasta el cielo.

Lunes por la noche sucedió lo mismo, tenía mucha tarea que hacer, pero la dejé de lado cuando O'Donell me dijo que fuéramos a su lugar especial. O'Donell últimamente me frecuentaba demasiado, y no es como si yo opusiese demasiada resistencia a salir con él, no cuando ya había admitido que me gustaba. Caminamos por los montes, hablando un sinfín de cosas, y lo mejor es que O'Donell no se había despegado de mí ni un solo momento. Su brazo estaba sobre mis hombros, y el cosquilleo en mi vientre solo me hacía sentir nerviosa y feliz. Esa noche antes de volver a casa, O'Donell me robó un beso en los labios y me sentó en la barandilla de madera que daba vista hacia a la ciudad, en el mirador. Fue lo más romántico que él había hecho.

Martes después de clases, O'Donell fue por mí a la escuela. Ana brincaba emocionada por la idea de que O'Donell se estuviese fijando en mí. Me monté en su motocicleta y él me invitó a comer, luego de eso fuimos al cine. Mentiría si dijera que vimos la película, porque no nos despegamos el uno del otro, en la parte más alejada de la sala. Agradecía que éramos los únicos en la sala.

Miércoles por la tarde subió a mi habitación con pizza y otras chucherías, vimos una película en mi habitación, luego de eso nos quedamos dormidos en mi cama. Le había sentido abrazarme y apegarme más a él.

Jueves en la noche me invitó a jugar billar en el Infernal Cave's. En más de una ocasión lo vi verme, escondía una sonrisa tras su mano. Fingí no verlo más, pero su mirada estaba puesta en mi nuca. Lo sentía acercarse demasiado a mí y hablarme detrás de la oreja. Esa noche, también me besó y yo comenzaba a necesitarlo cada vez más. Cuando volvimos a casa, subimos por la ventana de mi habitación y se despidió con un beso tan profundo que me rompió el aliento. Pararme de puntillas y abrazarle con mis brazos rodeándole el cuello se había vuelto costumbre. Y luego se marchó en Zeus. Lo vi perderse por las calles de mi vecindario y me tiré en mi cama completamente emocionada.

Y el viernes, él ya no llamó. Suponía que podría estar ocupado.


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Mamá no deja de presionarme, me lleva a distintos campos de entrenamiento. He aprendido cosas impresionantes. Como Historia de los demonios, encantamiento, fuerzas de campo, entre otras cosas. O'Donell me había dicho en días pasados que sólo se mata a un ser inmortal con un arma u objeto bendecido. Pero, entre demonios pueden matarse. Comen su llama interna, sin embargo, estos al no ser asesinados por un arma bendecida, pueden llegar a renacer. Se podría decir que mi relación con mi madre ahora es más fuerte. Ella me contó la historia desde su punto de vista, dijo que quiso ser un demonio para pasar la vida al lado de Tymaurel. Se enamoró de un rey demonio, ella era una humana enamorada de la idea que ella podría hacer que un demonio la amara. Ella provenía de una raza o cruza especial, y por eso gracias a todos sus conocimientos y su inteligencia creó que el Fuego Oscuro, algo que estaba prohibido. Pues era demasiado el poder de devastación y destrucción que producía, que la persona que estuviera encarnada con tal poder, podría ser una amenaza global. Así que Tymaurel le puso atención a ella, le hizo creer que estaba muerto de amor por ella, y mi madre al querer pasar sus días a su lado hizo un pacto con él. Él la haría un demonio y ella le daría un hijo, que pudiera asegurar su boleto de vuelta al cielo. Pero por supuesto, mi madre luego se dio cuenta que nunca hubo amor de por medio, solo interés. Perdió muchos hijos, al menos seis. Era peligroso traer a un Fuego Oscuro. Decían que la persona que pudiera controlarlo, podría dominar ángeles, demonios y humanos por igual. Sería un adversario difícil de derrotar, pues es un fuego corrompido, prohibido y letal. Que puede apoderarse de la mente del portador.

Para ser sincera, no he sentido nada por el estilo. Me contó cosas impresionantes sobre la magia oscura, me enseñó a controlar a otros seres, abrir portales, cosas que antes no les prestaba atención. Ella sabía mucho, y yo sentía que era una esponja que absorbía toda la información. Por unos momentos, me olvidaba sobre el matrimonio con O'Donell o Kike.

O'Donell y yo nos comunicamos por mensajes de texto en estos días que no nos habíamos visto, y no podía evitar sentirme como colegiala enamorada.


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Domingo 15 de noviembre, 2015

Estoy paseando por el malecón sintiendo la brisa marina golpear mi rostro. Había querido salir un rato a caminar ya que no soportaba mucho tiempo estar en la misma casa que mamá, puesto que las presiones habían incrementado lo que menos quería era sermones sobre "¿Ya entrenaste?". Arnold y Papá viajaron a Texas por unos asuntos de unas Universidades. Arnold quería cambiarse de carrera, y ahora había metido en una bronca a mis padres. Yo por mientras, podría olvidarme de mis sueños, ya que no podía aspirar a mucho, al menos hasta que se termine la dichosa profecía.

—Señorita, ya es un poco tarde ¿podemos regresar? — Preguntó Symak con una hamburguesa en su boca.

Todavía estaba impresionada sobre estos demonios. No son para nada de lo que he escuchado. Eran tan...mansos. No había otra forma para describirlos.

No he sabido mucho de O'Donell y mucho menos de Kike. Andan fuera del radar, sabía que O'Donell estaba ocupado, pero me sentía inquieta porque no me venía a ver. A pesar de pasar toda la semana juntos, algo seguía provocándome incertidumbre.

—Sí, no creo que a nuestro amo le agrade esto — Prax dijo mientras intentaba arrebatarle la hamburguesa.

Al mencionar su amo, lo único que podía pensar era en O'Donell. Casi olvidaba por completo aquella situación en mi habitación. Todavía podía sentir los besos de él en mi piel y un cosquilleo emergía de mí. No entiendo cómo es que él me podía gustar, es todo lo que no me gusta de un chico. Lo odiaba, lo detestaba, y ahora cuándo lo veo mi corazón salta de felicidad, cuando no está le extraño. Pero no soy idiota, y como si esto no bastara, no puedo olvidar a la pelirroja con la que suele encontrarse. En el fondo de mi corazón, esperaba que no estuviera con ella.

Los chicos no se han comunicado conmigo, Carl e Isla salen demasiado y me siento reemplazada. Pero no puedo culparlos, tengo mucho sin verlos a pesar de asistir a clases, siento que estoy con mis asuntos en la cabeza, cuidando constantemente mi espalda por si algún cazador llega. Se supone que soy su mejor amiga y ya no habla conmigo. Sarah y Ana parecen hablar más entre ellas, Ana lo comprendía, yo estaba en un asunto más íntimo de mi vida. Si me hubiesen dicho un año antes que esto iba a pasar no lo hubiera creído para nada.

— Chicos, enserio, agradezco todo esto. Es sólo que quiero estar sola, si quieren irse háganlo están en todo su derecho de hacerlo. —Cuando los miraba, veía en ellos otra clase de amistad era como una hermandad, algo que no puedo explicar con palabras.

Los conozco poco tiempo, pero en ese tiempo les cogí cariño y de verdad que algunas veces ellos me han hecho reír, curiosamente siendo demonios, ellos deberían estarme marcando los errores que cometo y torturarme por hacerlo.

—Mon Chéri, pero yo nunca podría dejarte aquí sola. Por cierto, ¿Cómo vas con tu madre enseñándote? — Vizo se arrodilló enfrente de mí con lagrimitas saliendo de su rostro.

Debo decir que estoy acostumbrada, increíble, me acostumbre a él. Sonreí con diversión mientras le daba una palmadita en el hombro.

—No hagas eso, levántate — Lo tomé de la mano y lo miré fijamente. Llevaba sus gafas de sol por encima de su cabello y vestía el día de hoy de color vino y negro— En realidad es fantástico. Ella es increíble y ya la perdoné por haberme mentido todo este tiempo.

Vizo se llevó a la boca un cigarrillo, inhaló y luego soltó el humo. Me miró y levantó una ceja de forma divertida. Mientras que yo me abrazaba a mí misma por el viento que sopló.

—Sabes, ella es importante. Sí bien, no es una reina, pero muchos la consideramos cómo una. Eres la primera niña que ella tiene, los demás habían sido varones. Recuerdo el nacimiento de dos, fue terrible...

Luego de eso, nos quedamos en silencio. No podía entender cómo mi mamá insistió en traer al mundo a un Fuego Oscuro, ¿tanto era su desesperación por complacer a Tymaurel, que se arriesgó demasiadas ocasiones? Las cosas que uno hace por amor, creo yo.

—Vizo, ¿Puedo preguntarte algo?

El moreno me observó unos minutos mientras me regalaba una pequeña sonrisa. Su dentadura blanca era perfecta. Sí no supiera que él es un demonio y no me gustara tanto O'Donell, saldría con él.

— Mon Chéri, por ser tú, pregúntame hasta lo que sueño —Su voz soñadora me hizo sonrojar.

Symak y Prax seguían peleando por la hamburguesa por lo que no nos prestaban mucha atención.

—Disculpa si te ofende un poco la pregunta o te incomoda ¿Cómo es posible que siendo un demonio seas así de tierno y romántico? — Un brillo apareció en sus ojos.

Me tomó de la mano y dimos unas cuántas vueltas, fingiendo bailar. Me elevó un poco y luego me bajó mientras reíamos.

— No todos los demonios somos malvados —Extendió su brazo a manera de lo que acompañase a caminar junto a él. Lo tomé del brazo y caminamos alejándonos de Symak y Prax — Mira Yvaine, debido a la convivencia que algunos hemos tenido con los mortales, podemos adherir a nuestras almas oscuras un poco de sentimientos. Esto se vuelve algo sumamente fácil de adquirir, por eso a los demonios más malvados o muy fuerte, no les gustan tener misiones en la tierra. Temen a tener sentimientos y bajar de jerarquías. Claro, hay quienes no pueden bajar de categorías como Duncan. Aquí entre nos, él es el que más tiempo ha pasado en la tierra.

Me sorprendí.

Es decir, O'Donell me había contado anteriormente que le agradaba estar aquí. Pero no creí que fuera a estos niveles.

— Quieres decir que, ¿debido a su estancia en la tierra su maldad puede disminuir y las cosas que aquí viven pueden hacerlos cambiar?

—Exactamente — Besó mi cabeza y sentí mi rostro caliente.

Los dos caímos debido al choque de dos cuerpos.

—¡Imbéciles! — Les grité a los hijos de perra que nos aventaron.

Cuándo observé quiénes eran los que nos habían tirado, me di cuenta que era parte de mi guardia real.

— Lo lamentamos, mi Señora — Dijeron al unísono Symak y Prax.

—¡Arruinaron el momento! — Vizo se levantó enojado.


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Mi móvil estaba en la sección de contactos, y presioné el número de O'Donell. Me mordí el labio, quería llamarlo, pero ¿Cuál sería la excusa que pondría? Mi almohada hacia el suelo. Tiré a un lado el móvil rindiéndome por completo y me vi en el espejo. Observé mis manos ponerse de un color estilo azufre. Ardía como fuego. Recordé que mi madre había mencionado que tendría cambios físicos, pero no creí que de esta forma. Me retiré de mi espejo y me eché en la cama haciendo que mis peluches cayeran a los costados.

Pensé en O'Donell, recordé sus manos recorrerme el cuerpo y sentí que un suave calor volvía a mí.

—O'Donell ¿Qué me estás haciendo? — Recargué mi cabeza en el respaldo de la cama.

Y por unos breves segundos cerré mis ojos, repitiendo la escena de la otra noche consecutivamente.

— ¿Hacer que, nena? — Una voz me hizo sobresaltar.

La madre que lo parió. Abrí los ojos de golpe y rápidamente lo vi de pie junto a mí ventana. Lo observé de arriba abajo, igual que él a mí. Mi corazón se alborotó y reprimí una sonrisa que se quería formar en mis labios. Me observaba, pero ya no decía nada. Estaba de brazos cruzados, desvío unos instantes la mirada y se dispuso a observar por la ventana. Llevaba su chaqueta de piel encima, su cabello estaba un poco desalineado y cómo siempre, vestía completamente de negro. Las palabras de Tymaurel llegaron de pronto a mí. Supongo que él estaba enterado del asunto del matrimonio. Era más que obvio. ¿Por qué no me había dicho nada? ¿Estaba protegiéndome de un colapso nervioso? Pero debía saber algo, antes de hablar con él sobre ese tema.

—Es un milagro verte, desaparecido —me mostré un poco animosa.

—supongo —dijo al seco.

Me extrañó demasiado que ahora él se comportara así. Y luego, temí lo peor. No era tonta, sabía que algo estaba pasando.

—O'Donell, quiero preguntarte algo — Mi voz era firme.

¿Cómo decírselo? No quería verme cómo una idiota.

— Adelante — Él se estaba comportando de una manera extraña.

Días sin saber de él. Aparece de la nada, y no veo ese brillo habitual en él. Para ser sincera, parecía que llevaba noches sin pegar el ojo.

— ¿Qué soy para ti? —Ese nudo en la garganta se formó de pronto.

—¿La verdad? — Su tono burlón me hizo sentir un mal presentimiento.

Me puse de pie y me acerqué a él. Hizo contacto visual conmigo y sentí que un viento helado me recorrió la espinal dorsarl.

—La verdad.

—Tú para mí eres... —Y de pronto todo pasó en cámara lenta. Porqué una sonrisa sarcástica y venenosa apareció — Nada. Tan sólo el paquete que debo cuidar.


© J. ZARAGOZA

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