CAPÍTULO 26
Creo que en estos momentos no sabía qué hacer, por un lado, estaba el hecho de que recordar que ni Rick ni Arnold eran familia mía. Una parte de mí callaba a esa vocecita en mí cabeza, diciendo que era una estupidez. Con ellos me críe y es todo lo que debía conocer. A pesar de que mi realidad era otra, aun así, ellos estaban al pendiente de mí en todo momento. Y no olvidemos el mejor de todos los detalles, estaba el hecho de que mi madre lo sabía. Internamente me debatía en cómo decirle que lo sabía. Confrontarle directamente u alguna otra cosa era un tanto peligroso. Mi cabeza era un caos. No suelo hablar mucho acerca de mí madre. Por lo general, su trabajo siempre estaba lejos de casa. Ya siendo maestra en deportes en alguna preparatoria, entrenando algún equipo deportivo en algunas de las universidades o porqué era de esas madres que hacían campañas de salud física y deporte. No me considero que sea muy unida a ella por esas cuestiones, pero es que ya me he acostumbrado a este estilo de vida. Papá por otro lado, es un policía. Pronto van ascenderlo a Capitán de la estación de policía de Long Beach. En los últimos meses, me atrevo a decir, que desde que empezó todo este desastre en mí vida, fue cuándo menos lo he visto. Sin embargo, siempre ha estado para Arnold y para mí.
"O'Donell, ¿estás ocupado?"
Le mandé un mensaje de texto. Mordí una de mis uñas, observando la pantalla de mi móvil. A lo qué rápidamente me contestó y no pude evitar sonreír como idiota.
"Para ti nunca, preciosa ¿qué ocurre?"
"Mamá llega hoy, ¿debería estar preocupada por algo? Porque estoy muy nerviosa L.
"¿Nerviosa, nena? Pfff, no hay más temor que ver un demonio. Y ¿adivina qué? Ya estuviste rodeada e involucrada en una cruzada entre dos bandos, o sea jajaja por favor, no te preocupes nena :P"
"¿Sabes? Creo que tienes razón gracias, O'Donell. Por todo, me alegra tenerte en mi vida J "
¿Es enserio? Fui capaz de ponerle eso tan cursi. Golpeé mi rostro con una mano, pero O'Donell ya no contestó. Maldita sea.
Cuando terminé de comer los panqueques y textear con O'Donell, le sugerí a Arnold ir a encontrarnos con papá y mamá en el aeropuerto. La desesperación surcaba a grandes olas dentro de mí. No podía esperar en casa a que llegaran, tenía que ver con mis propios ojos la cruda realidad. Él pareció pensárselo un momento y aceptó solo que se negaba a usar su auto. Acepté de mala manera ya que no tenía ganas de manejar, tomé las llaves mi auto junto con Arnold.
Durante el camino hubo pláticas triviales entre él y yo, nada fuera del otro mundo. Había olvidado lo divertido que era estar con Arnold cuándo no se comportaba como un grandísimo imbécil. Pero noté que mientras más avanzábamos al aeropuerto un auto de color negro nos venía siguiendo. No dejaba de mirar por el retrovisor, claro, sin levantar alguna sospecha por parte de mi hermano. Mi instinto paranoico estaba alerta, no podía olvidar aquel accidente que sufrimos Ana y yo, por lo que ahora cada que salía de casa debía cuidar mis espaldas de cierta manera. Sorprendentemente, Ana estaba bien. Era como si no hubiese pasado absolutamente nada, y según lo que ella había mencionado, ella recordaba haberse quedado dormida en todo el trayecto hasta que llegó a casa. Aquí era dónde definitivamente me alegraba que los demonios jugaran con nuestra mente.
Arnold había llamado a papá, seguía esperando y yo me encontraba algo impaciente. De repente, por breves segundos, sentí a mí lado que alguien se encontraba corriendo, pero cuándo eché el vistazo no había nadie. Fue el momento dónde comencé a sudar en frío. Podía sentir una corriente caliente correr por mi espalda.
Están muy cercas.
La voz había vuelto. Y eso no era bueno, en base a mi experiencia. Mi hermano había subido la música de la estación de radio. Estaba tan ensimismada con lo que estaba pasando, que me crucé el semáforo en rojo y por poco me chocan. Debía de asegurarme de que era alguno de los chicos. Pero descarté la idea rápidamente. No eran ni Symak ni Prax, ellos usan un Lincoln, no una especie de SEDAN negro. Ellos no harían algo por estilo, es más, aprendí a observar y a sentir cuándo ellos estaban cercas. Y debo de recalcar que no estaban por ningún sitio. Cuando bajamos, Arnold renegaba de que manejaba como loca, pero solo era para probar sí mis sospechas eran acertadas, y sí que lo fueron. Me bajé del auto un poco a la defensiva, y no paraba de ver hacía atrás y sentir que algo iba mal.
— Yvaine, maldita sea. ¿Cómo demonios te dejan conducir libremente por la vía pública? ¿Me quieres matar acaso? Olvídalo, manejaré yo de regreso... —Decía Arnold mientras entrabamos dentro del aeropuerto. Yo tan solo tenía la vista fija en el carro negro y parecieron notar que los observaba porque arrancaron segundos después. —Pudieron haberte infraccionado por pasarte esos semáforos en rojo.
Arnold estaba cómo loco regañándome, tanto así que me daba pena toda la gente que nos empezaba a observar.
—Arnold, cállate no pasó nada ¿ok? Y sí, tú manejas nena. —Dije mientras le sacaba la lengua y él rodaba los ojos.
—Qué infantil. No pasó nada porque yo estaba contigo.
¡Uy sí!
Al ir caminando por aquel lugar vi a tanta gente pasaba con maletas en sus manos, algunas se veían cansadas, otras alegres encontrándose con sus familiares y amigos, otros simplemente yéndose a tomar un taxi para largarse lo más rápido de aquí. No tardamos mucho en encontrar a Papá parado con su habitual ropa de policía aun puesta. ¿Acaso no tenía otra ropa que usar?
Papá y Arnold estaban tan emocionados de ver a mamá que mantenían una plática animada entre ellos, no es que yo no participara en ellas si no que hablaban de futbol, estadísticas y todo eso. Mi humor en estos momentos no era como yo lo tenía planeado, es decir, siempre estoy feliz porque veré a mamá al igual que Papá y Arnold. Yo también lo estaría, si no supiera que alguien nos estuvo persiguiendo durante todo el camino, si no supiera ahora todo lo que sé, incluyendo que ella no es en su totalidad una humana. Cada que podía, renegaba por cualquier cosa y mi Padre, porque él lo es, me abrazaba y me tranquilizaba. Lo único que quería con todas mis fuerzas era sentarme y estar con mi madre cara a cara, haciendo preguntas y que ella me las contestara sin más.
Impaciente, caminaba de un lado al otro. Mordiendo mis uñas.
—Tranquila ¿Estás nerviosa de ver a mamá, enana? — De solo pensar que Arnold no es mi hermano de sangre me provoca un nudo en la garganta.
Pero ahora que lo veo, no tenemos nada físico en común. Siempre dije que éramos distintos, no solo físicamente si no, en nuestras maneras de ser. Él es tan... ¿Él? O sea, él es gruñón a su manera, pero yo siempre he sido dinamita. Arnold siempre ha sido un chico sarcástico y divertido hasta cierto punto y yo chica explosiva. Sentí la mano de mi padre en mi hombro.
¡Oh mi Padre! Él siempre ha sido mi Padre, pase lo que pase, desde que tengo memoria siempre ha estado conmigo. Era un pensamiento que no dejaba de repetir constantemente. Como si me quisiera convencer de ello.
—No lo estoy idiota, solo es que tengo ganas de verla— Respondí soltando un suspiro.
—No esperaras mucho, cielo. Allá está — Dijo mi Papá con alegría.
Se alejó de nosotros para correr hacía mi madre.
Y ahí estaba ella.
Llevaba una maleta arrastrando con su mano izquierda. Su sonrisa siempre ha sido la más hermosa para mí. Tanta calidez como fortaleza era algo que la sobresaltaba de los demás. Soy igual a ella, de largos cabellos castaños, de ojos grises, piel blanca, de estatura mediana, y con ese carácter que tanto nos identifican. Mi madre es una mujer hermosa, de increíble figura atlética y habla con mucha firmeza. Abrazó a mi padre y se dieron besos apasionados. Arnold y yo solo hicimos un gesto de repulsión, sí, como niños pequeños. Papá y Mamá eran como dos adolescentes enamorados o bien, eso parecía. Ahora que sé lo que, en realidad pasa, no sabría decir si mamá miente demasiado bien o de verdad siente cosas por mí padre. Cuándo terminaron de besarse intercambiaron algunas palabras entre ellos y se acercaron a nosotros mientras caminaban abrazados y mi padre con la maleta en su mano.
—Chicos, no tienen idea de lo que les eche de menos — nos dijo con su suave voz angelical.
La abrazamos, Arnold de un lado y yo de otro.
— Mamá, qué bueno que llegaste porque te tengo quejas de ésta hija del diablo —Dijo Arnold.
Nos tensamos ambas. Sentí que palidecí y se me fue el aliento por unos segundos.
— ¿¡Qué!? — Dijimos al unísono mi madre y yo.
La miré de reojo y mi madre no parecía que estuviera para bromas. Su semblante se volvió serio y frío. Tan así que estaba extrañada de su reacción.
— ¡Es un demonio! Lastimó todo mi cuerpo la noche pasada y ni para que te cuento lo de hace unos instantes. ¡Maneja como loca! —Le enseñó unos moretones del día de ayer y solo reprimí una carcajada.
Ah, ¿con qué era eso de lo que hablaba?
—No empiecen como siempre —Dijo Papá viéndonos de mala manera —Después hablaremos de esos moretones, jovencita. —Me encogí de hombros con una sonrisa tímida.
Mamá me miró de mala forma y su mirada lo decía todo "Hablaremos de esto más tarde". Y eso es exactamente lo que estaba esperando.
●▬▬▬▬▬▬୧♛୨▬▬▬▬▬▬●
Cuando llegamos a casa papá por fortuna, fortuna para mí claro, fue a trabajar enseguida, lo llamaron por un caso de asesinato y debía estar presente. Bien, se arruinó la cena. Arnold salió con sus amigos y yo me quede en casa con mi madre. Ésta, probablemente sea mi única oportunidad de hablar con ella de todo lo que está sucediendo. Desde que entendí que soy un demonio, el asunto con los Leadarks y Goldless, hasta que ella probablemente sea igual de vieja que los libros de historia.
Se encontraba en la cocina buscando una sartén para cocinar algo. Yo estaba parada, recargada en el marco de la puerta observándola con detenimiento. La luz del sol entraba por la pequeña ventana que daba al patio trasero, con cortinas blancas y pequeñas. Cada mueble de esta cocina es blanco. Mi madre, parecía tan normal. ¿Cómo es posible que ella no sea humana? Bien creo que es ahora o nunca.
— ¿Qué ocurre Yvaine? ¿Te incomoda algo? — Dijo mi Madre mientras sacaba unas cosas del refrigerador.
Dejé de recargarme en el marco para poder caminar unos pasos hacia el frente, con mis brazos cruzados sin despegar mi vista de ella. Necesitaba explicaciones concretas.
—Sí, Ma. Sí ocurre algo — Le dije con la voz firme, cosa que nunca había pasado con ella, por lo cual me dio de toda su atención.
— Ok, dime qué te pasa —Dejó las cosas que llevaba en la Isla de la cocina y se sentó en un banquito.
— Yvaine Alexia Mugunta Madlow ¿A qué te suena eso? — Fruncí mi ceño y recargué mis manos en la isla que estaba en medio de la cocina.
Sus ojos expresaron desconcierto. Hizo una mueca y se cruzó de brazos. Por primera vez en muchos años desconocí a mí madre. Tomó una actitud que nunca antes había visto en ella.
— ¿Así que ya lo sabes? —asintió —¿Quién te lo dijo?
Sorprendentemente me controlé un poco.
— Eso es de lo que menos me interesa tratar. Necesito respuestas.
—Estoy esperando... — Me dijo vorazmente. —Debes hablarme con respeto, ¿olvidas que soy tu madre?
Me había dicho que estaba esperando, ¿Esperando qué? ¿Qué carajos pasa aquí?
— ¿Qué estás esperando? Yo soy la que espero. Casi tengo dieciocho años ¿y debo esperar más? No estuviste aquí cuándo te necesité. Me enteré por alguien más de cosas que consideraba un poco descabelladas, y tú simplemente estás cruzada de brazos esperando. Tengo derecho a saber ¡Que rayos pasa aquí!
Mamá parecía estar controlándose bastante bien a todo esto, en realidad pensé que se pondría algo borde respecto a que supiera todo y empezara algo iracunda. Alzó una de sus cejas y se puso firme. Caminó hasta estar cercas de mí.
—Hija ¿Quién te dijo eso? —Reí con ironía mientras mordía mi labio.
Enserio que es ahora que puedo decir que no conozco a mi madre. Después de todo es un demonio, y no puedo confiar al cien con eso. Suena cruel puesto que confío en O'Donell y sus seguidores. Pero eso es punto y aparte. Estaba ofendida por todo lo que estaba pasando.
— El diablo — Respondí con una burla oculta.
Ella pareció fulminarme con la mirada, pero bueno ya no había nada que hacer.
— ¡No me tomes el pelo! — Levantó su voz.
Cosa que nunca antes había sucedido. Erguí mi cuerpo y la miré de forma descarada, a decir verdad, debía respetarla por ser mi madre, pero en estos momentos estaba enfadada. ¿Cómo alguien puede ocultarte información tan vital?
— La cosa esa con la que te acostaste y me concebiste, ¿acaso debo de explicarlo con peras y manzanas?
Sus ojos grises se volvieron rojos y fue el momento en el que yo retrocedí. Sentí que el sudor comenzaba a caer por mí frente. El aura demoníaca que desprendía era aplastante. Por lo visto, los rumores eran ciertos. Ella hizo un pacto con Lucifer y se volvió demonio. Eso era lo que recordaba de la historia que O'Donell me contó.
—Niña insolente, ¿después de todos estos años es así que como me hablas? Deberías ser lo suficientemente lista para no hablar mal de él ni de mí.
— ¿Quién? ¿Mi Padre? — Ella me miró fijamente y sentí un aura incrementarse considerablemente—No puedo creer que me hayas hecho creer toda esta mentira, tú me engañaste.
— Te estaba protegiendo. No era tu tiempo de saber estas cosas, Yvaine. No te andes de terca y muy valiente al enfrentarme a mí y mucho menos a él.
—En resumidas cuentas... —Tomé fuerza de voluntad. Desconocía el poder de mí madre en estos momentos, por lo que debía de andarme con cuidado. Y decidí hablar de lo que realmente sentía — Pues ese bastardo que se hace llamar Tymaurel, me encontró ayer y tuvimos una amena conversación. Ya sabes, súper casual de padre a hija.
Mi madre estuvo a punto de hablar, pero cerró la boca y su aura demoníaca se apagó.
Está aquí.
De pronto, humo negro y rojo comenzó aparecer en el suelo formando un pequeño torbellino. Mi madre me tomó de la muñeca y me jaló hacía un portal. Cuándo lo cruzamos estábamos enfrente de un trono oscuro. Grandes pilares adornaban la sala y estatuas de gárgolas estaban por todas partes. El portal se cerró. Yo me asusté bastante, que hasta sentí que palidecía, pero mi madre no lo hizo, de hecho, parecía bastante normal. Pues criaturas estaban esparcidas por todo el lugar. Me escondí cómo niña pequeña tras mi madre. Mis sentidos estaban tan alertas, el pánico me había tomado prisionera que el fuego oscuro comenzó a brotar de mis manos. Mi madre se giró hacía mí y me vio sorprendida.
Escuché un poderoso estruendo y enfrente de mí, la figura de un hombre apareció.
Sí les soy sincera, esperaba encontrarme un demonio deformado y poderoso; En cambio, otro cuerpo semejante a un hombre apareció al lado de mi madre y era ese hijo de perra. Crují mis dientes y mis puños se formaron y sentí que el miedo que había sentido era abandonado y era bienvenida la cólera que estaba naciendo. Éste nos observó detalladamente.
—Bonita sorpresa, Yilda ¿O prefieres que te diga Miranda? — Comentó Irónico mientras su sonrisa venenosa aparecía en su rostro. Sus cabellos azabaches y ojos azules me helaron por completo. Tenía la expresión de terror más asquerosa que haya podido ver en mi vida — Alexia, querida me alegra volver a verte — Sus ojos se volvieron rojos y me hacían temer, pero no me dejaría doblegar de nada ni de nadie.
Mi madre se arrodilló en cuánto dijo Yilda, llevándome con ella hacer exactamente lo mismo. ¿Ese era el verdadero nombre de mi madre? Haciendo atisbo de valor decidí que era hora de hablar y me erguí.
— No me digas Alexia, odio ese nombre — Le contesté. Los ojos de mi madre me decían que cerrara la boca, pero como no obedeceré órdenes, la pase por alto. —¿Cómo te atreves a traernos a éste repugnante lugar?
Tymaurel carcajeó y mi madre se puso tensa. Mi mirada iba siendo intercalada para ellos. Sabía que estaba siendo demasiado imprudente, pero a veces frenar mi lengua era difícil.
—Me gusta tu rebeldía — Comentó él. —Pero él único que impone y propone soy yo —Esta vez detrás de aquellas palabras, se escucharon como un eco y bien distorsionado.
La voz distorsionada parecía como si de una bestia gigantesca se tratase. Definitivamente no podía contra él, era tonto incluso de pensarlo.
— ¿Qué quieres? ¿A qué nos has traído?
—Yvaine, por favor... —Decía mi madre mientras yo la miraba —Respeta.
El rey demonio caminó hacía nosotras, lentamente mientras llevaba un Puro a su boca. Mamá lo seguía con la mirada inspeccionándolo. No puedo imaginar que es lo que ha de estar pensando en estos momentos, pero igual y no creo que pudiera hacer nada al respecto. Él era una criatura poderosa.
—Aclararte dudas, después de todo eres mi hija y estás en edad para entender muchas cosas. Es lo mínimo que mereces de mí.
—No eres mi padre, no necesito nada que venga de ti — Sentí mis puños arder. —Ya puedes regresarme a mí hogar.
Al terminar de decir aquello, siento la falta de oxígeno, como si me estuvieran tomando del cuello. Una extraña fuerza me elevó en el aire y sentí que iba a morir.
— ¡Cierra la boca estúpida! Muchos han muerto por cosas menores. No soy ningún demonio de los Leadarks o Goldless para que me hables como se te pegue la gana. —Hizo más fuerte su agarre y sentí que perdía visión. De pronto, caí al suelo con violencia mientras intentaba tomar aire lo más que podía. El impacto contra el suelo había dolido y yo tomaba bocanadas de aire, mi fuego oscuro había desaparecido— Créeme que si por mí fuera ya te hubiera mandado degollar por tu irreverencia e insolencia... Si no lo hago es porque tienes algo que me interesa. Claro que quieres conocer las respuestas, porque solo yo lo puedo hacer — Inhaló y Exhaló expulsando el humo, recordaba a alguien así, pero sería algo estúpido. No creo que O'Donell hubiese tomado esa manía de tomar el cigarrillo. Con tanto porte y delicadeza— Tus poderes están floreciendo más rápido de lo que pensábamos. Se está acercando el día, Alexia. Y sería un error gravísimo si alguien te viera transformarte antes de entrenarte cómo se debe.
Como pude, me puse en pie mientras acariciaba mi garganta. Mi madre me veía un poco preocupada, pero aun así no se atrevía a reclamarle algo a Tymaurel.
—No quiero esos poderes, quítamelos, haz lo que quieras con ellos, pero no quiero ser parte de tu plan. Tengo una vida normal y no necesito que alguien como tú —Escupí esas palabras —que venga y me busque diecisiete años tarde solo por interés personal.
Sus manos trozaron el puro y se convirtieron en cenizas. Sin embargo, ya se veía apacible. La mujer de rojo apareció a un lado del trono y me veía sin algún rasgo de expresión. Mamá miraba a esa mujer y a Tymaurel de manera alternada. Fruncí el ceño y no comprendía que era lo que estaba pasando.
— ¡Insolente pendeja! No es que los quieras, es que los tienes que desarrollar por obligación y por ley natural. Harás lo que yo te digo porque así tiene que ser. Tú madre — la señaló —Hace algunos siglos, fue destacada por tener la Sangre más fuerte de alguna otra cruza entre humanos y ángeles caídos.
>>Y ¿Por qué no? Llegamos a una alianza entre ella y yo, para ver el linaje demoníaco más poderoso que pudiese existir. Tuvimos la oportunidad de engendrar varios hijos, pero esos ángeles, esos malditos ángeles mataban uno tras otro. Y no sólo quisieron exterminar a mis hijos, la vida de tu madre estuvo en peligro desde entonces.
>>Porqué ella es la única que puede engendrar a un Fuego Oscuro. Pero esa historia ya la sabes ¿cierto? Duncan, mi más poderoso general te ha puesto un poco al tanto.
Mamá al escuchar eso frunció su ceño.
—¿Mandaste a Duncan a la tierra? Los cazadores o los mismos ángeles pueden ya saber que tu general está protegiendo a nuestra hija. Eso la pone en peligro. Pudiste enviar a alguien que no levantara tantas sospechas. Me costó años estar huyendo por todo el mundo y los distintos planos astrales cómo para que se la pongas en bandeja de plata a los ángeles.
Me giré abruptamente a mirarla. ¿Mamá conocía a Duncan? Debía ser eso, ahora tenían sentido todos esos sueños noche tras noche. Mi madre estaba molesta, podía sentirlo.
Tymaurel se encogió de brazos.
—Yilda, creí que estaríamos de acuerdo con eso. Duncan es un guerrero muy eficiente. Se ha encargado incluso de exterminar a los Goldless que se le pusieron en su camino. Nuestra hija está viva, eso es ganancia.
Ellos empezaron a discutir.
Yo estaba anonadada con lo poco que mi madre había dicho. ¿Huyó toda su vida en brazos conmigo? ¿Quién era yo? ¿Un arma para ellos, que pronto será desechable? Sentí que las lágrimas comenzaban a brotar.
— No quiero nada de su heredad. Dásela a alguno de mis hermanos porque es de lo más obvio que he de tener.
Tymaurel y mi madre me voltearon a ver.
—Imposible. Esto ni siquiera viene a entrar en discusión, Alexia. Ellos no tienen el poder que tienes tú, son demonios, poderosos, pero no me sirven para los planes que tenemos. Ellos no pueden ni jamás podrán portar el fuego oscuro. Tienes que hacerlo por obligación real. Una vez que tengas dieciocho años, tus poderes florecerán y todos los sacrificios que se hicieron durante tantos años habrá valido la pena. Serás lo que siempre has sido, la hija del Rey Demonio, la heredera del trono Demonét, la futura reina oscura, que pronto contraerá matrimonio con uno de los líderes de Los Leadarks o Los Goldless...
Esperen, creo que escuché bastante mal.
¿O'Donell o Kike contraerían matrimonio conmigo?
© J. ZARAGOZA
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro