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CAPÍTULO 23

Iba a morir. ¿Así es cómo todo terminaría? ¿Siendo asesinada por enemigos a los cuáles nunca les había hecho algo? ¿Tanto mal les hacía? Era impensable, todo a mi alrededor se reducía a nada. Ni O'Donell, ni Kike estaban a mi lado para salvarme. ¿Siempre debía ser la damisela en peligro? Lo único que podía observar era un brillo de satisfacción en la persona que tenía al frente. Un alivio no concluido se posaba en él. El arma relucía, parecía recién pulida. Degollada, era en lo único que podía pensar en lo que se reduciría una muerte prematura.

Todo sucedió en cámara lenta. El tiempo se detuvo.

Cuándo mis ojos estaban cerrados, por loco que pareciese, podía ver una especie de viento parecido a humo atravesarse en mi visión. Aunque todo estaba completamente oscuro era lo único que distinguía entre tanta bruma. Las cenizas caían del cielo como si estuviese cayendo nieve, la oscuridad invadía el lugar en tinieblas y un fénix voló en mi dirección, por alguna extraña razón no temí, podía ver en sus ojos rojos un sinfín de sensaciones, se detuvo unos breves momentos delante de mí, cuando lo quise tocar alzó al vuelo y entró en mí cuerpo. Al momento de abrir mis ojos, estaban mis puños desprendiendo llamaradas de fuego oscuro con violencia. En mi muñeca derecha la marca de un fénix brillaba con intensidad.

Atácalos.

Esa voz volvía aparecer en mi cabeza después de un largo tiempo de silencio.

El hombre estaba a nada de cortar mi garganta con su espada, sin embargo, algo dentro de mí vibró, exigiendo que fuera liberado y en una especie de fuerza invisible lo hizo alejarse abruptamente de mí, cayendo al suelo unos metros adelante. Alcé mi brazo en dónde la marca estaba brillando, no sé qué fue exactamente lo que hice, porque sentía que algo me poseía, pero miles de sombras salieron del suelo y comenzaron a atacar al hombre sin pudor. Las sombras chillaban, eran sonidos metálicos y los gritos agónicos del cazador se iban extinguiendo conforme era consumido por la ira de aquellas sombras. Antes de qué todo eso pasara, es cómo si un grito desesperado hubiese sido escuchado. A segundos de ser aniquilada, deseé en lo más profundo de mi mente y mi corazón que el hombre cayera muerto, deseé que la oscuridad lo destruyera a mis pies. Y eso pasó.

Nadie iba a socorrerlo, ni sus compañeros, ni los simples mortales. Me di la vuelta algo aterrorizada por la escena, pero mi supervivencia era vital, no entendía con exactitud qué pasaba, tan solo estaba buscando alguna explicación lógica a lo que estaba pasando. Las cazadoras se alejaron abruptamente de mí dando unos saltos hacía los edificios y echándome una última mirada desaparecieron, al igual que los contrincantes de O'Donell y Kike. Las sombras que habían atacado al cazador desaparecieron en el suelo, no sin antes pegar unos tremendos bramidos dejando muerto al cazador. Mis llamas se apagaron, y yo sentía que todo esto pasaba demasiado rápido. Toqué mi cabeza, diciéndome a mí misma que esto en definitiva no era un sueño, esto no era a causa de mis borracheras, todo esto era más real que yo misma. Después de haber asimilado todo esto, me disponía a ir al lado de los chicos, ellos quisieron acercarse a mí, pero les fue imposible. Algo extraño estaba pasando, escuchaba demasiado aire, busqué con mi mirada el origen de ello.

Cuando quise correr al lado de O'Donell unas manos tomaron mis brazos por detrás y me jalaron en contra de mí voluntad. Me asusté y fue cuándo mí corazón casi se me salía del pecho, y de pronto me vi en otra dimensión. Me alejaba súbitamente de los chicos. Habían utilizado un portal para transportarme a otro lugar, porque lo último que vi fueron los rostros consternados de O'Donell y Kike detrás de una especie de puerta con llamas que iba cerrándose rápidamente. Y se esfumaron de mi campo de visión. Dejándome con los oídos aturdidos con mi nombre en sus labios.

Estaba asustada ¡Nunca debí de haberme separado de ellos! Soy una tonta, la más grande de todas las tontas. Hacía un minuto que los había dejado de escuchar; Cuando me di cuenta que había caído al suelo, me tomó un par de segundos aferrarme a la idea de que estaba lejos de casa. Me pongo en pie, temblando como un cervatillo. Di una mirada rápida, pero nadie estaba conmigo. Comencé a correr por todo el extraño lugar lúgubre. El cielo era rojizo, había cientos de pilares en ruinas, el ambiente era denso y asfixiante, vagué por unos breves minutos algo confundida, buscando una salida, pero era inútil. Mis pies descalzos comenzaron andar, había arena fría cubriendo toda la superficie. Me abracé a mí misma, y cerré mis ojos intentando volver milagrosamente a Long Beach.

A mí alrededor, el sonido de aquellas sombras, comenzaron a resonar fuertemente. No sabía de qué lugar provenían y me hallé de pronto a la defensiva. Noté que desde que había llegado nadie se encontraba a mí lado. ¿Quién me transportó?

— ¡Chicos! ¿Me escuchan? — Les gritaba — ¿Kike? ¿O'Donell? No me dejen...

Era en vano, mi voz sonaba débil, y aun así, había eco.

La noche pareció ponerse de acuerdo con mi pánico porqué murciélagos volar y atravesar el cielo que antes era rojizo, ahora oscuro. No escuchaba a O'Donell o Kike, y no los veía. Probablemente no me siguieron después de todo. Llegó a mí un aroma peculiar, madera quemada. Levanté la vista. De pronto, un tornado negro apareció a pocos metros de distancia.

Me quedé perpleja.

—Yvaine Alexia Mugunta Madlow —escuché una voz áspera, gruesa y profunda dentro de aquel tornado.

¿Qué acaba de decir? Paseé mi vista por todo el lugar, pero seguía sin ver nada. Mis sentidos estaban a flor de piel, retrocedí unos pasos. Algo dentro de mí hizo click, porqué de nuevo, el fuego negro apareció en mis manos. Esa voz.

— ¿Quién eres? — Mi cuerpo comenzó a llenarse de un enojo innecesario.

Hice puños con mis manos y los alcé por encima de mí. Podía aceptar que yo era sobrenatural y sabía artes marciales, tendría chance de defenderme. Daba vueltas en mi lugar esperando ver algo dentro de aquel tornado y así fue. Un agujero oscuro dejo escapar un humo lleno de pestilencia. Tapé mis ojos con ambos brazos, los comencé abrir poco a poco y enfrente de mí apareció un hombre bien vestido. Parecía que tenía algunos cincuenta años humanos; No creo que esa cosa sea humana. Una alerta llenó mi cabeza, esa aura era la más poderosa y maligna que había sentido. Era un poder demoniaco que me hizo enchinar la piel y sentir un miedo profundo. Sí nunca hubiera sabido de la existencia de los demonios encarnados probablemente me hubiera cagado de miedo.

—Vaya manera de recibirme, Alexia — Su gran puro lo arrojó al suelo y caminó hacia mí.

Su cabello negro opaco destacaba entre su piel blanquecina, y ojos rojos como la sangre. Alguna que otra arruga en sus ojos. Asomó una sonrisa colmilluda y fue como ver a una serpiente sonreírme. La enorme cornamenta color azabache era lo que más me provocaba pánico. Era extrañamente familiar. Ya lo había visto antes...

— ¿Cómo me conoce? ¿Usted fue el que me trajo aquí? —dije a la defensiva.

—Te pareces a tu madre en el carácter. —dijo muy calmado, con voz rasposa que anunciaba problemas — Por supuesto que fui yo, hay cosas que he querido hablar contigo desde hace muchos años, querida —Caminó alrededor de mí.

Estudiándome, no me podía mover del impacto que su presencia representaba para mí. Sin embargo, eso hacía que estuviera más alerta qué antes. El miedo era un paralizador terrible. ¿Cómo conocía a mí madre?

Tragué en seco y sentía que el sudor bajaba por mi espalda y mi frente. De nueva cuenta, esos sonidos metálicos aparecieron. Y fue cuándo me di cuenta que una horda de sombras venía en nuestra dirección, quería gritar, pero me era imposible. El miedo consumía cada parte de mi cuerpo. Aquel hombre se dio cuenta de a dónde viajaba mi mirada y le prestó atención a lo que yo veía. Entonces rio sin gracia y las sombras se introdujeron en él.

— ¿Quién demonios es usted? ¿Y cómo carajos conoce a mi madre? — Fruncí mi ceño.

Esto ya no me estaba agradando para nada. Tomó una de mis manos que ardían en fuego oscuro. Viéndolas con demasiada atención, casi hipnotizado por ellas. No me gustaba su cercanía, me aterraba demasiado.

— Excepcional. Realmente es una belleza —No dejaba de admirar el fuego. —¿Tu madre? La conozco bastante bien.

Fruncí mi ceño y retiré cuidadosamente mi mano. Lo que menos quería, era hacer enojar al desconocido.

— Explíquese.

Carcajeó de manera diabólica. Mi piel se erizó. Pero aun así sabía que no me haría daño, sí él quisiera hacerlo ya lo habría hecho sin tantos rodeos. Se alejó un poco de mí sin quitarme la mirada de encima. Sus ojos color carmesí se intensificaron y su piel se volvió rojiza. Sus cejas pobladas se intensificaron, y detrás de él un gran trono de piedra se alzó. Tomó asiento y se quedó observándome demasiado.

Dos seres con aspecto de sombras tomaron mis brazos y grité como loca. Pero eran de una fuerza tan bruta que no permitían moverme. Comencé a llorar del terror que estaba sintiendo, comenzaron a caer pétalos de rosas en llamas y los espíritus nocturnos rondaban por donde quiera que pudieses verlos. El hombre llevaba una capa color carmín y un báculo con una cabeza de chiva. Me removí con violencia en mi lugar mientras lloraba desesperadamente. Necesitaba que alguien me sacara de aquí. Me estaba temiendo lo peor.

—En el pasado me llamaron Luzbel —mi corazón latió desbocado, el temblor era inminente —Luego, Lucifer renació, Tymaurel fue el nombre que adopté, pero lo más importante y como debes llamarme es padre... —Soltó como si nada mientras volvía carcajear de manera dramática.

Una opresión se estableció en mi pecho y las sombras me tomaron del cabello para que mirara a éste desgraciado. Me negaba completamente al creer que él podría ser mi padre. Desde luego contaba con la información que O'Donell me había brindado. Él dijo que yo era un demonio, pero jamás me interesé por averiguar realmente mis orígenes.

— No, no puede ser usted mi padre... —me rehusaba a creerlo —Usted no puede serlo. Me está mintiendo.

Soltó una risa maquiavélica y cerré mis ojos para no verlo. De nuevo su piel se convirtió grisácea con toques de tornasol, era como un reptil. Rogaba a las fuerzas divina que alguien me sacara de aquí.

O'Donell sácame de aquí por favor... Era lo único que pensaba. Todo comenzó a darme vueltas.

— Claro que lo soy — Hizo una seña con sus manos, y de pronto las sombras comenzaron a levantar y llevarme delante de él.

Se inclinó hacia el frente de mí con una sonrisa perversa. Pero le mantuve la cara en alto, ya lloré lo suficiente, pero no quitaba el hecho de que estuviera cagada del miedo.

— No, mi padre es Rick.

Rodó sus ojos e hizo un ademan con su mano izquierda.

— Su nombre no es Rick Madlow, es Rick Bell. ¿Acaso no lo entiendes? —negaba con mi cabeza, no dando crédito a lo que escuchaba —Los Leadarks te han preparado para este momento. Todo es un juego, Alexia. El ajedrez ya está empezado y tú en este caso, no eres un peón al que pueda arriesgar. He movido el juego como a mí me diera la gana, ¿Arriesgarme a que Rick Bell supiera tus orígenes? De ninguna manera. Miranda por otro lado, supo moverse muy bien con los humanos.

¿Mamá? ¿De qué habla?

— No me joda, ¡Todo esto es una mentira! No tiene el derecho de hacerme dudar — chasque la lengua. — ¿Y Él que tiene participación aquí? Solo es un policía.

—No todo es tan común como tú piensas... te contaré un poco ya que tengo algo de tiempo. Hay mortales e inmortales que buscan tu cabeza, eres una amenaza para ellos, hay algunos que saben que estás en Long Beach, algunos de pequeños fueron reclutados para destruirte exclusivamente. En un futuro no muy lejano, serás la líder que tome un papel importante en una guerra que se aproxima. Tú eres mi hija, bastarda, pero al fin y al cabos, hija mía. La mejor de todas, por encima de todos, la única que heredará mi trono. Miranda Madlow es tu madre. Hija de un humano y una diablesa. Pero, aun así, fue muy humana en su momento. Todo esto fue planeado, vas a dirigir a nuestro pueblo a una batalla que...

Me desconecté de todo. Y aunque no quisiera aceptarlo, todo comenzaba a tener sentido. Los sueños, la llegada de estos seres a mi vida. Todo lo que O'Donell y los chicos me decían era verdad. Mi respiración se entre cortaba, ya no seguí escuchándolo esto era demasiado para mí. Pero no podía olvidarme de estos sentimientos, Papá y Arnold estuvieron siempre conmigo, ellos eran mi familia... y ahora me estaban queriendo arrebatar esos sentimientos.

— No, Rick es mi padre y Arnold es mi hermano siempre ha sido así. Siempre han estado conmigo desde que tengo memoria —Y Volvía a lloriquear como una nena.

Ésta era demasiada información para mí. Sabía que yo no era humana, me costó entenderlo. Pero, ¿qué él fuera mi padre biológico? No podía procesarlo.

— Rick y Arnold son familia aparte, al menos el más joven es ajeno a todo esto.

—Yo, no lo entiendo... ¿Por qué me dice todo esto ahora? ¿Por qué me buscas ahora?

Las sombras aflojaron su agarre cuando vieron que ya no hacía nada por liberarme de ellas. La criatura que estaba enfrente de mí se arrodilló y levantó mi mentón para que lo observara. No había amor, paz ni tranquilidad en sus ojos. Él era caos, era la maldad encarnada, un ser despreciable sin compasión, que vive del poder y la destrucción.

—Porqué ya es hora que conozcas tus raíces. Dentro de poco tiempo tendrás la edad para que salgan a flote todos tus poderes que fueron sellados. No podíamos arriesgarnos a que los ángeles te encontrarán. Dejarás de ser un demonio enjaulado en un cuerpo humano para obtener tu verdadera naturaleza. —Esto es una pesadilla —Y es necesario que conozcas muchas cosas — Dijo mientras observaba su alrededor con el mínimo interés.

Ya no tenía futuro. Ya no hay futuro para mí.

— No me interesa en lo más mínimo tu mundo... — Contesté —No me interesa ser parte de una revolución de demonios, yo quiero seguir con mi vida tal como la conozco ¿Cómo podría yo querer ser un demonio?

Él carcajeo con todas sus fuerzas mientras me miraba fijamente y su rostro se deformaba cosa que me asustó. Las uñas le crecieron y adquirieron el brillo de un afilado cuchillo. Las sombras chillaron y desaparecieron, se alejó volviéndose un tornado y los seres que me retenían comenzaban a entrar en él y podía jurar que cada vez se hacía más grande. Seguí aun así sin despegar mi mirada de aquel monstruo.

—Yo no soy un demonio común y corriente, niña ¿acaso no escuchaste lo que dije? — Sus grandes colmillos se veían filosos. Su color era de un calor rojo escarlata. Cabello largo en una coleta y sus ojos amarillos como el azufre —Yo soy el rey demonio, Tymaurel, gobernante de Demonét, conocido vulgarmente como el infierno.

—No, yo no puedo ser... —Deje las palabras al aire.

No podía con todo esto. ¿Qué va a ser de mí ahora? ¿¡Qué es lo que voy hacer!?

—Y por lo tanto tú eres mi hija, heredera de Demonét — Caminó hacia mí y yo me alejé —Próximamente habrá un evento que surgirá en mis dominios... Hay dos bandos en Demonét.

— Los Leadarks y los Goldless... — Respondí con nerviosismo.

Aun sin poder creerlo.

— Ellos son los bandos más poderosos, castas originales de los nuestros. Tendremos que elegir muy bien a los generales de guerra. Esas casas son las indicadas, son los más salvajes e inteligentes... y con la ayuda de mi consejera —Una mujer de apariencia demoníaca y sensual apareció aun lado de él. Ya la había visto antes, en una visión... ella era real. —Podremos recuperar lo que es nuestro.

Me arrodillé. Sin fuerzas y sin valor para enfrentarme a algo que evidentemente más poderoso que yo.

—No me cuidaste de pequeña, ¿Por qué interesarme por unos demonios? — Respondí enojada.

La mujer de rojo me veía sin ningún atisbo de emociones. Fríamente me estudiaba, pero no emitía palabra alguna.

—Por qué en realidad desapareció todo rastro de humanidad desde que saliste de su vientre.

Tocó mi hombro y fue cuándo reaccioné. Yo no me daría por vencida, yo no le debo nada a él. Soy Yvaine Madlow, y soy un Fuego Oscuro, y ni él ni nadie me dominaría, no sin defenderme.

—Yo crecí y me críe como humana. Me niego a ser un demonio — Levanté mi voz y podía sentir como la lumbre creía y crecía en mis manos de manera violenta.

—Tu naturaleza dice lo contrario — Se alejó de mí.

Aun teniendo aquella forma, estaba en el suelo de rodillas y sentí que moriría.

— Vete a joder a alguien más. Yo no quiero nada de esto, no lo estoy pidiendo déjame en paz. Este poder con gusto se lo cedo a uno de tus bastardos...

Él formó una línea con sus labios.

— Veremos cómo te tomas tus poderes en este tiempo — Rió de forma macabra y desapareció envuelto en una llama. —Nos veremos otra vez, hija...

Detrás de mí, viento comenzó a succionarme y poco a poco fui dejando de ver todo lo que me rodeaba.


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Caí en el suelo pocos metros.

— ¡Madlow! — escuchaba la voz de O'Donell.

Me levanté rápidamente, miré a todos lados y pude ver como O'Donell y Kike me buscaban por ahí. Estaba a un poco distanciada de ellos. Las calles, la gente, los coches, todo había vuelto. Miré hacia atrás una vez más para darme cuenta de que no era un sueño, y que no era a causa de mi borrachera lo que había pasado. Estaba en una especie de shock. Ese rey demonio era mi padre. Tenía la garganta seca, y mis pies desnudos aun albergaban la arena de ese extraño lugar. Pero ya estaba en casa.

— ¡O'Donell! — le grité.

Mi voz se había quebrado, las lágrimas cayeron por mis mejillas. Los chicos voltearon a verme y O'Donell fue el primero que corrió hacia mí. Su rostro se veía tenso y muy preocupado. Yo también comencé a acercarme a ellos. Conforme iba avanzando no podía evitar sentir miradas por encima de mí. Me sentía vigilada, y la vida se me había vuelto a fracturar.

Corrí hacía O'Donell y me eché a llorar en sus brazos, mis brazos estaban alrededor del cuello de O'Donell,mi cuerpo se sacudía involuntariamente por el llanto. Él besó mi cabeza con desesperación, sentía que el alma se me iba en aquel abrazo. Quería olvidarme de todo. Sus manos acariciaban mi espalda, dándome calor. Mi cuerpo estaba frío.

—Nena, tranquila. ¿Estás bien, te pasó algo?

Negué con mi cabeza, mientras seguía llorando. Su calor me abrigó.

Escuché el momento en el que Kike apareció. Levanté el rostro y estos dos se veían en silencio, con sus mandíbulas tensas. Parecían saber algo, era una conversación en silencio con intercambio muy personal de miradas. Volví a hundir mi rostro en O'Donell, y este me estrechó más a él.


© J. ZARAGOZA

Capítulo dedicado a: Thea_Ban

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