CAPÍTULO 15
Juro que dejé de escuchar a Ana, no podía dejar de pensar que estaba en el mismo lugar que O'Donell y él estuviera con otra chica. Bueno, no es como si estuviese celosa, de hecho, muy su vida que haga lo que se le dé la real gana.
Me reincorporé en mi asiento, y me tragué las ganas de irme del Infernal Cave's. No sabría decir si estaba feliz o no, pero esto me ayudaría a que debía tener cuidado con mis emociones. Me hubiera encantado al menos creer en eso, pero la realidad me azotaba como el viento helado en un bosque, eso no sucedería. Había un tanto de decepción, ni yo misma sabía porque había accedido a venir. Eso sólo afirmaba lo que yo ya sabía de él. No se puede tomar enserio a alguien de su tipo.
—Yvaine, ¿Estás bien? —Sentí la mano de Ana tocarme el hombro.
Asentí sin siquiera mirarla. Caía en cuenta que el verlo con alguien más me había afectado más de lo que yo hubiese pensado. Respiré profundamente, y sonreí como si no estuviera pasando absolutamente nada. Volteé a ver a Ana y tomé uno de los menús que había sobre la mesa.
—No pasa nada, no es como si me importara en realidad. —Traté de que sonara convincente. La verdad es que no me importaba un demonio si Ana me creía o no.
Me disponía a ignorar todo lo relacionado con O'Donell.
Cada vez se me dificultaba más hacerlo, pues la mesa en dónde estaba él era la más bulliciosa. Sorprendentemente lo estaba tomando bien, porque a pesar de lo ruidosos que eran su compañía y él, podía entablar una excelente conversación con ella. Las carcajadas no faltaron entre ella y yo, y el ambiente cada vez era más genial. Cuando más estábamos entrando en conversaciones profundas, un chico llegó y nos dejó dos tragos. Ana y yo nos miramos a ver fijamente para entender la situación. Ya que ni ella y mucho menos yo, habíamos pedido unos tragos.
—Hola chicas, provecho — Ana y yo nos volteamos a ver confundidas.
—Disculpa amigo, creo que te has equivocado de mesa —le grité por encima del ruido.
—No, se los mandan —él dijo.
Ambas fruncimos el ceño y Ana decidió hablar.
—Disculpa, ¿podrías indicarnos quiénes fueron? —la dulce voz de Ana convencería a cualquiera.
Admito que estaba intrigada. Sé exactamente hacia dónde estaba mirando porque de repente nos miró algo más relajado. El muchacho indicó la mesa del rincón y no podía creerlo. ¡Oh! Bueno tal vez sí.
Mis ojos se encontraron con los de O'Donell, el cual deliberadamente brindó a mi salud a la distancia, con una sonrisa sarcástica. Guiñó su ojo en mi dirección, aun con la chica rubia a un lado. Mis ojos se cerraron e hice puños mis manos. Escuchaba a Ana hablarme a mí y al pobre barman. Relajé de nueva cuenta mis manos y me dije a mí misma que esto no debería afectarme. Cuando vuelvo abrir mis ojos, me encuentro con que O'Donell está pegado a los labios de la rubia. Sí tuviera una flecha y un arco, juro por mi vida que ya le hubiera apuntado y disparado a la cabeza. Hice puño una vez más mi mano derecha y traté de respirar lentamente para no presionarme. Sin embargo, fue todo un fracaso. En mi mente, la frase "¿¡Quién carajos se cree que es!?" prevalecía con un fuerte ímpetu. No necesitaba nada de él ahora. Que se vaya con su amiga esa y le invite lo él que guste. ¡Estúpido imbécil! Ojalá que me deje en paz de una buena vez por todas, yo no necesito de un maldito trago y menos que venga de él. ¡Esto era único que me faltaba! Ana, por otro lado, no hacía más que reír con nerviosismo. Y echar miradas fugaces entre los dos.
— Joven —Lo miré como quién no quiere la cosa, ya que increíblemente él no se había ido — Lo lamento, pero devuélvaselo —Empujé los dos tragos hacia él y me miró confundido mientras hacia una mueca.
Miró hacia atrás con un poco de nerviosismo y luego me miró a mí con su cara apenada. Su playera negra le hacía resaltar sus brazos, su cabello castaño le tapaba las cejas y su blanca piel hacían creer que era un chico friki. Aunque era guapo. No pude evitar observar el porqué, el muchacho se resistía a llevarse los tragos. Intuyo que es por la fama que le precede a O'Donell.
—Mira chica, lo lamento yo, pero, no puedo dejar que hagas eso, créeme que te digo esto porque el muchacho fue muy claro— Empujó los tragos hacia nosotras.
Fruncí mi ceño. ¡Esto era el colmo! Mira que amenazar a un pobre muchacho para complacer sus deseos. ¡Estaba enfermo! Negué con la cabeza, resistiéndome fervientemente a la idea de que cedería. Ana podía percibir mi notable molestia, incluso hasta el pobre mesero. Mi amiga me tomó de los hombros y forzó una sonrisa.
—Yvaine, creo que estás exagerando las cosas. Aceptemos los tragos y nos vamos a casa. ¿No suena mal cierto?
Ana los iba a tomar rendida, pero le pegué la mano y ella la retiró mientras se quejaba. Volví a poner mi atención en el joven. De ésta no se libra ni él, ni el estúpido de O'Donell. Carraspeé, intentando que mi voz sonará lo menos brusca posible.
— No son los tragos, Ana. Es cuestión de orgullo —Le apunté al muchacho con el dedo índice — Y tú, te pondré las cosas de ésta manera amigo, no quiero nada que venga de aquel sujeto así que, cuando digo que no quiero los tragos, es enserio, no los quiero— comenté lo más apacible, y arrastre de nueva cuenta los tragos hacia él.
Me di cuenta cómo resopló y torció sus ojos. Al parecer terminaba con su preciada paciencia. Porque pareció molestarse. No podía culparlo, me estaba comportando como esos clientes de mal gusto que se quejan de todo. No era así, pero O'Donell me hacía salirme de mis casillas. Y aparte, aceptarle el trago sería aceptar que todo lo que él haga está bien, ¿no puede pensar en mí? ¿aunque sea un poco?
Exasperado el mesero se llevó la bandeja y lo sostuvo en su antebrazo.
— Mira chica, tengo otros clientes que atender, no te conozco, pero yo si conozco al otro sujeto, y me interesa más mi estabilidad física, que su relación complicada de tóxicos — abrí mis ojos asombrada por lo que acababa de decir —así que simplemente acepta los tragos y ya. No me compliques más las cosas — Los arrastró con pesadez hacia nosotras.
Ana se quedó sin habla al ver nuestro pequeño desacuerdo. Se tapó el rostro con sus manos, mientras sus codos estaban puestos sobre la mesa de la barray negaba con su cabeza. Sí, me estaba comportando tan inmaduramente que, en otro caso, me hubiera reprendido a mí misma. Lo admitía, de verdad lo hacía. Pero esto era algo personal. Tomé los tragos y comencé a arrastrarlos, y él los devolvía y así sucesivamente por unos segundos eternos. Parecíamos niños pequeños peleando. Mientras más lo arrastrábamos el líquido comenzaba a desbordarse y caer por la barra de madera.
Ana se puso de pie y caminó hacia la mesa de O'Donell ¿Qué irá hacer? No le presté atención. Ahora mi atención estaba puesta en el mesero y yo, no quiero nada que ver con O'Donell.
— ¡Joder! ¡Haz lo que te digo! —Decía mientras nos acercábamos como si no hubiera nadie que viera nuestra absurda pelea.
— ¡No seas terca!
Me subí a la barra y tomé los dos pequeños recipientes y los estrellé contra una pared. El joven se agachó con unos reflejos impresionantes.
— ¡Que no los quiero! ¡Puta madre!
Todo el lugar se quedó callado y me observaban con los ojos bien abiertos. ¡Oh mierda! Qué vergüenza la mía. Mis mejillas se sonrojaron y bajé de la barra lo más rápido que pude. ¿Qué acababa de hacer? No sé en qué momento pasó. Se irguió y me miró como si viese a una loca. Y de hecho lo estaba, no sé qué rayos me había pasado. Bueno, en realidad si sabía del por qué, pero no lo iba a reconocer. Todas las caras del lugar me veían expectantes, no era común que no una chica se encabritara y lanzara tequileros a las paredes. ¿Oh sí?
— Pero... ¿¡qué te pasa!? — Su cara se tornó de un color rojizo, la cólera le brotaba en todo su rostro —¡Ahora vas a tener que pagar esto! —Oh no, lo que me faltaba.
Vergüenza era lo único que sentía en estos momentos. Toda mi cabeza se llenó de esa palabra. Ana se acercó a mi lado y le rogó al joven que disculpara mi atrevimiento e insolencia sin embargo yo me encontraba sin decir palabra. Me quede ahí helada. ¿Por qué demonios hice eso? Solo eran unos tragos. Soy una exagerada, orgullosa y grosera. Trágame tierra.
Una colonia fuerte y penetrante hizo presencia. Alguien se había colocado a un lado de mí. Esto no podía estarme pasando. Puse mis manos en mis ojos y juro que quería morirme en ese preciso instante. Logré escuchar cuchicheos y a uno que otro llamarme loca histérica.
—Ponlos a mi cuenta, Ralph— Su voz ronca denotaba diversión.
Por lo que no me atreví a dirigirle la mirada, mucho menos la palabra. Había olvidado que O'Donell estaba aquí, debo de parecer una cría de quince años. Escuché el suave suspiro de todas las chicas del bar y el quejido o gruñido de algunos chicos. Me removí incomoda en mi lugar no sabiendo muy bien que hacer o decir.
—Duncan, no te preocupes por eso, me apena mucho lo que hizo Yvaine, pero no es para tanto — Comentó Ana con la voz totalmente maravillada. Maldita traidora. Ahora solo quería irme de aquí con Ana.
— No es ninguna molestia, guapa. Lo que sea por ustedes dos— Su voz era tan sexy pero odiosa a su vez.
Maldije por lo bajo, olvidaba que era un maldito mujeriego. No me sorprende que les diga eso a todas las chicas con las que se topa. Vi el brazo de O'Donell estirarse a un lado mío, mientras el Joven recibía el dinero. No sé cuánta fue la cantidad, pero al menos vi tres grandes.
— ¿Cómo se dice Madlow? —O'Donell estaba inclinado en mí oreja.
Canalla, lo hacía apropósito.
—Gracias — murmuré en lo bajo. Miré al joven que me miraba de una manera extraña, molesto quizás — Lo siento, no volverá a pasar.
Éste rio sarcásticamente.
— Claro que no volverá a pasar — Comentó el chico molesto mientras que colocaba sobre su hombro, un rectángulo de tela.
Se alejó de con nosotras y se puso a atender a los demás clientes. La música y las demás personas volvieron a lo suyo. Juro que no pisaré el Infernal Cave's de nuevo. Acaricié mi sien.
— Bueno ya es algo tarde. Me voy a casa Yv, — Dijo Ana con un toque de malicia. No irá a dejarme aquí ¿Oh sí? — Nos vemos mañana, tomaré un taxi así que no es necesario que me acompañes. Te dejo en buenas manos— Me dio un besito en la mejilla — Adiós y muchas gracias por todo— Le dijo Ana a O'Donell.
Los observé y le tomó la mano y se la besó. Rodeé mis ojos.
Ahora que lo pienso, ¿Cómo es que O'Donell tuvo tanta popularidad entre las chicas de mí escuela? Nunca lo vi en anuarios de años anteriores. De hecho... Jamás lo había visto en los años superiores. Creo que después averiguaré aquello. Ciertamente, O'Donell no se veía muy viejo. Algunos veintitrés, veinticinco años, era también obvio que no estudiaba en la universidad. Pero olvidé un detalle, era un demonio. Casi me golpeó el rostro, por un minuto lo olvidé. Soy una idiota, no cabe duda.
— No fue nada, siempre es un placer ayudar a las damiselas en peligro. Y por tu amiga no te preocupes, como dijiste, se queda en buenas manos. —Dijo O'Donell.
Ana suspiró y creí por un momento, que se iba a caer. Asintió con su cabeza y salió a perderse por la puerta. Estaba aún sentada en ese pequeño banquillo de madera y sentí a O'Donell colocarse atrás de mí. Acercó su rostro a mi oreja y me habló muy pegada a ella. Corrientes eléctricas me recorrieron todo el cuerpo en ese momento. No podía moverme, volvía a estar a su merced de una manera inconsciente.
— ¿Podemos salir un momento afuera, dulzura? — Olviden lo que dije hace unos momentos, eran cómo un millón de ráfagas eléctricas que me recorrieron por completo, pero con una fuerza mayor.
No podía formular palabra. No tenía idea de que era lo que me pasaba siempre que lo tenía cercas. Era una especie de imán, es cierto que lo quiero fuera de mi vida, pero también me contradigo cuándo siento que quiero saber más, quiero más de él. No podía evitar que me afectara tanto, aunque yo lo quisiera de esa manera.
— ¿Y se puede saber para qué? — Pregunté mientras me daba la vuelta.
Quedé a unos cuantos centímetros de distancia entre los labios de O'Donell y los míos. Casi podría arrebatarme un suspiro, pero lo reprimí. Un brillo en sus ojos volvió a aparecer, fueron unos breves segundos, pero desaparecieron en cuanto pestañó. Aunque breves a mí me parecieron eternos. O'Donell rio, sin dejar de sonreír.
— Eso es lo que me gusta de ti, Madlow. Te interpones a cualquier petición u orden, eres rebelde y no dócil. Por eso me encantas tanto — Sentí eso como ¿Un halago? —Pero como dije... Necesitamos hablar, nena.
¿Sería correcto hablar con él? Bueno, tampoco es como si él me fuese a dañar. Sí me hubiese querido dañar ya lo hubiese hecho desde hace bastante tiempo ¿no? No puedo pensar con claridad con él tan cerca de mí. Después de todo, ya era hora de que me fuera del Infernal Cave's. Aun sentía la pena y no me sentía con demasiada libertad. Aunque, en estos casos, pudiera aprovechar mi pequeña huida del bar.
—No me quites mucho el tiempo, O'Donell — Me levanté de un salto y caminé hacia la entrada.
Necesitaba salir de ahí, ya era bastante vergonzoso seguir aquí. Las manos de O'Donell viajaron a mi cintura aprisionándome por completo, me atrajeron hacía él e intenté poner un poco de resistencia, pero al último lo dejé por la paz. Era imposible. O'Donell no me soltaría por nada del mundo y eso era un hecho más que claro. A unos cuantos metros, escuché los silbidos y las cosas obscenas que gritaban por parte de las amistades de O'Donell. ¿Creían acaso que yo era una especie de trofeo? Rodeé los ojos, como lo he dicho todos los hombres son iguales. Había mucha gente, por lo que era difícil pasar por todas ellas. Las luces de repente se apagaron. Los quejidos de los clientes no tardaron en aparecer. ¿Un apagón? Posiblemente. Y sentí como O'Donell me jalaba hacía él aún más, podía sentir su firme pecho en mi espalda.
— O'Donell... —Le reclamé en un susurro.
Sentí su pecho vibrar.
— A las mujeres les asusta la oscuridad — Dijo divertido. —Necesito protegerte de los monstruos que habitan en ella.
— ¿Cómo tú por ejemplo? —la carcajada de O'Donell me hizo querer también reír, pero me reprimí las ganas —A las demás les podrá asustar, pero a mí no. A lo único a lo que le temo es a tus intenciones. Así que, puedes soltarme O'Donell.
Y como si hubiese sido lo contrario, intentó pegarme más a él como si fuera una estampilla. Él se rio levemente y me separó un poco de él para cambiar de lugar. Él se encontraba enfrente de mí y llevó mis manos a su cadera. Mi corazón latió con fuerza. ¿Y ahora qué era lo que pretendía hacer?
— No te separes de mí, Madlow.
Cómo si tan solo tuviera la opción, idiota.
Caminó y divisamos la puerta, salimos de inmediato y por fin recibí una brisa fresca de afuera. Había luna nueva y un par de nubecillas adornando el cielo. A unos pocos metros de distancia se encontraban Symak y Prax fumando cercas de las motocicletas. Separé mis manos de las caderas de O'Donell, pero inesperadamente las manos de O'Donell rápidamente hicieron lo contrario. Giró su rostro y aunque fruncía su ceño, una sonrisa burlona estaba presente.
— ¿Qué fue lo que te dije? —Me reprendió.
— Que no me separara de ti, adentro. —Contesté con inocencia.
— No, yo te dije "no te separes de mí" y no precisamente hablaba de ahí adentro —Lo dijo como si fuera obvio.
Su piel blanca era casi perfecta, el cabello negro lo hacía parecer un chico misterioso, un verdadero chico malo. Esa nariz era exactamente las que a mí me gustan. No olvidemos su altura, me lleva por dos cabezas y media. Había que admitirlo, era un chico guapo. De aquellos que te podían hacer perder la cabeza y por los que te quemarías sin oponer resistencia. Sonreí a mis adentros, ¿cuándo fue que comencé a tenerlo en esa categoría?
Nos acercamos a su motocicleta y fue cuando me separé definitivamente de él. De solo recordar que esa cosa era un perro infernal, no me daban ganas de acercarme más a él. O'Donell me miró confundido y miró a su motocicleta del infierno. Soltó una sonora carcajada y lo único que hice fue mirarlo mal. No era divertido del cómo se burlaba de mí.
— Tranquila nena, no te hará nada que no quiera yo que haga.
Eso me hizo sentir un poco más tranquila. Me abracé de mí misma y lo miré con detenimiento. ¿En realidad puedo confiar en él? Supongo que sí.
— Vamos, sube, quiero llevarte a un lugar —Me tendió la mano. Juro que en mi mente pasó la escena cuándo Aladdín le estira la mano a Jazmín en su balcón y le dice "¿Confías en mí?". Reí. —¿De qué te ríes?
—No, no —terminé de reír —de nada.
No sé qué rayos me pasa, pero siento algo extraño, algo que no he sentido nunca. Éste era uno de aquellos momentos en los que no sabes qué decisión tomar. Por un lado, está el hecho de que sigo cabreada con él y el otro es que tengo demasiada curiosidad por saber a dónde quiere llevarme. O'Donell jamás me había invitado a un lugar así, al menos no por su iniciativa. Tan solo con una mirada suya me hacía doblegarme, me estaba convenciendo sin tan siquiera decir una palabra más. Rodeé los ojos y de mis vaqueros saqué mi llavero; Una sonrisa de satisfacción se dibujaron en los labios de O'Donell. El maldito sabía que estaba accediendo. Le dejé las llaves a Symak y a Prax para que llevaran mi auto a casa, confiaba en que no harían nada estúpido. El cielo ahora era nublado, me daba la terrible sensación de que el invierno ya estaba próximo. Noviembre se acercaba con rapidez y aun con todo esto, parecía que el tiempo había pasado más rápido de lo esperado.
Tomé la mano de O'Donell y él me jalo haciéndome montar en Zeus. Ésta cosa me aterraba, de tan solo pensar que la motocicleta era una mascota demonio me hacía erizar los vellos. Podía sentir la adrenalina correr con tan solo estar sentada en esta motocicleta. Era tan extraño, pero de alguna manera de sentía bien, era como si fuese parte de mí. Había una extraña conexión.
O'Donell encendió la motocicleta y arrancó a toda velocidad. Al instante de sentir el impulso, me abracé fuertemente de O'Donell sin despegarme ni un centímetro de él. Porque, literalmente, mi vida dependía de ello. El frío golpeaba nuestros cuerpos y mi cabello perdió la goma de mi cabello haciendo que éste se liberara salvajemente, el aroma a del shampo de fresas llegó a mi nariz. Pero aún más penetrante que aquel aroma, estaba la colonia tan masculina de éste demonio. Pude ver pasar las luces de la ciudad, cómo pasábamos junto al mar. Nunca había sentido tanta libertad, y tanto miedo a su vez. Mi cabeza se recargo en la espalda de O'Donell y no pude evitar sonreír como tonta.
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La carretera estaba sola, o bueno, no tan sola. Estaba el rugir de Zeus, el demonio y yo. Más allá, a lo lejos se veía la ciudad con tantas luces, mi cabeza aún estaba recargada en su espalda, se sentía extrañamente bien estar aquí con él. El paisaje nocturno era asombroso, jamás había estado por aquí. Aun cuando salíamos con Papá y Mamá no les agradaba la idea de salir de noche. A excepción de Arnold que cada fin de semana se pierde como hasta las seis de la mañana. O'Donell había bajado la velocidad de la motocicleta.
— ¿Verdad que es Increíble? — Dijo por encima del ruido —La vida de noche sin duda es la mejor — Aunque el viento fuera muy ruidoso podía escucharlo con exactitud. Claro y firme. Su voz gruesa y varonil era exquisita.
De pronto, él se detuvo.
—Si no quieres que algo más suceda, te recomiendo que me sueltes —dijo divertido O'Donell. Me sonrojé inmediatamente al escuchar sus palabras.
—Lo siento —me bajé de la motocicleta.
O'Donell me extendió la mano, mi corazón palpitó con furia. Me sonrojé como nunca antes y la acepté. Subiendo una pequeña colina, no podía evitar ver nuestras manos unidas. Cuando llegamos a la cima, no pude evitar abrir mis ojos de par en par. El mirador de las montañas dejaba sin aliento a cualquiera que viniera a pararse a ver. El aroma de los pinos y a naturaleza me volvía loca. Me recosté sobre la barandilla de madera observaba toda la ciudad y aun lado la playa. Si tan solo está fuera otra situación, esto sin duda sería de lo más romántico. A decir verdad ¿Por qué O'Donell me traería a un lugar como éste? Es decir, no creo que él sea la clase de chicos que intenten impresionar de ésta manera a las chicas. Y mucho menos, tratar de impresionarme a mí porque desde luego que no. Pero de cierta manera es agradable estar así con O'Donell, quizás... Después de todo, Ana tenga razón. Él no se tomaría la molestia de traer a cualquier chica aquí. Pudo haberme llevado a un hotelucho a intentar follarme, pero no, me trajo a un mirador con una vista hermosa. Y era en estos momentos, en los que no sabía que pensar.
—Lo reconozco, me impresionas. No tenía idea de que eras ésta clase de chicos, O'Donell —Estaba totalmente maravillada. ¿Cómo es que nunca había venido aquí antes? — En mi vida sabría de este sitio.
Rio bajo.
— Hay muchas cosas que no sabes de mí, Madlow.
Sus pisadas se oyeron entre la tierra crujir y sentí su cercanía quemar con el viento danzando. Una oleada de calor volvió a abrigarme, se sentía cálido y relajante. Imitó mi posición y observó el hermoso panorama. Su perfil hacia calentar a cualquier chica, pero, aunque no lo quisiese reconocer también provocaba algo dentro de mí. Si no fuera lo que fuese, él me traería loca. Relamí mis labios y jugué un poco con mis dedos. Algo que para O'Donell pasó totalmente desapercibido.
—Oye —Me atreví a romper un silencio cómodo que se había formado entre nosotros— ¿Por qué decidiste estar en este lugar? — Sonreí y cerré mis ojos. Una pequeña brisa golpeó nuestros rostros.
— ¿Long Beach? — Cruzó sus manos dejándolas en el aire.
— Sí.
—Digamos que... Prácticamente me obligaron a venir aquí hace dos años, tenía una misión que cumplir— Sonrío de medio lado como recordando la situación— Pero después de todo me gustó aquí, es agradable—su voz sonaba nostálgica.
Había más en sus palabras que quiero descifrar. Podía pensar en muchas cosas y a la vez en nada.
— Long Beach es bonito, sin embargo, hay mejores lugares — Le di la espalda al panorama y lo observé de reojo a su perfil.
Pareció tensarse un momento, pero recobró su postura. O'Donell no es alguien que expresé sus emociones por medio de sus facciones. Salvo en algunos casos, me he fijado bien en aquello.
— Es cierto, hay mejores lugares. Pero el lugar me enamoró de cierta manera. Porque vaya, los demonios en su gran mayoría no tienen sentimientos por cosas tan banales cómo estas. Hace miles de años, dejamos de hacerlo.
Una interrogante se asentó en mi cabeza. Tenía curiosidad por saber, pero a la vez no quería saberlo. No sabría cómo tomarlo. Me estaba aventurando en terreno desconocido.
—¿Te enamoró el lugar o es que hubo alguien en especial? — O'Donell mantuvo su mirada serena y no contestó.
Mi mirada era insistente, demandaba una respuesta por alguna razón tonta. ¿Y eso a mí que me importaba? No puedo creer que lo haya preguntado. Soy una estúpida. Hubo demasiado silencio, silencio que me incomodó en sobremanera.
—Bien nena... Ya es algo tarde, te llevaré a casa.
Se despegó de la barandilla y caminó hacia la motocicleta, pero se detuvo. Me miró y yo lo miré confundida. Caminé hacia la motocicleta e ignoré su extraña reacción.
—Eres una chica fuerte, Madlow — Mencionó con cierta voz seductora.
— Soy una chica extraña, o como dijiste tú, humana pero no del todo—Montó su motocicleta. —Siempre me dejas confundida. Y todavía no sé porque me trajiste aquí. Pensé querías hablar conmigo de algo y ahora parece que no.
—Era la excusa para estar solos.
—¿Por qué no me sorprende? —le dije mientras alzaba ambas cejas —ya que estamos aquí, deberías contestar a mis preguntas.
— Luego Madlow, lo dejaré para después. Con respecto a lo primero que me dijiste. —Se cruzó de brazos — Lo único de lo que estoy seguro es que eres un demonio, tu sangre está sellada por alguna razón extraña. No eres humana, sin embargo, pareces una. Creí que eras mitad mortal y mitad demonio. Una hibrida, pero estaba equivocado.
Solté una carcajada sin gracia.
— ¿Yo un demonio? No me hagas reír O'Donell —pensé en la idea y era totalmente absurda —¿Qué te hizo descartar la idea de que no era una especie de híbrida? — Me abracé a mí misma.
Su sonrisa burlona apareció de nuevo y una blanca dentadura se estableció en él. Me está tomando el pelo éste cabrón.
— Tú actitud en el bar — El sonrojo llegó rápidamente a mis mejillas.
Mierda, lo que quería era olvidar aquello y éste imbécil tiene que recordármelo a cada momento del día.
— Deja de recordarme eso, me da vergüenza. —Bufé.
En un movimiento muy extraño que maniobró él, acabe aprisionada en su cuerpo, me tenía encima de su regazo. Intenté alejarme, pero me tomó de mi espalda baja y me acercó a la fuerza hacia él. Olvídenlo, éste se quiere pasar de listo conmigo.
—No. Pude ver tu aura, te he visto cabreada, pero, esto fue diferente emanabas un aura demoníaca, la cual aumentó notablemente. Un mortal no puede ver tal cosa, mucho menos sentirla, pero olvidas que soy un demonio, veo cosas sobrenaturales, soy demasiado sensible a cualquier cambio que haya, y más cuándo te afecta a ti.
Me sorprendieron en sobremanera sus palabras.
—O'Donell, estás demente ¿sabes?
—No me importaría estar demente si mi locura fueses tú.
—Cierra la boca, podría creerte —reímos.
© J. ZARAGOZA
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