The girl who wants a pink piano
Canción en el multimedia: Summer de Joe Hisaishi. Encuentro que es de estas canciones que te ponen de buen humor en cuanto las oyes. Tal vez no les parezca muy acorde con la historia, pero es la que quiero poner para el primer capítulo.
Nombre del capítulo en español: La niña que quería un piano rosa
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Nadie supo porque Rosie quiso un piano. Una mañana despertó y se lo pidió a su padre. Y no quería un piano cualquiera, lo quería rosa como todas las cosas que ella tenía. Su padre, que quería contentar a su hija, mandó llamar a los mejores lutieres y les encargó que hicieran el mejor instrumento jamás construido.
Sin embargo, se olvidó especificar el color y cuando trajeron el piano, era de un precioso tono marrón. Pero claro, a Rosie no le gustó.
Y fue tal el disgusto, que la niña apareció muerta la mañana siguiente, mirando el piano con ojos vidriosos. Los sirvientes solían decir que murió ahogada en sus caprichos.
El padre, roto por el dolor, quiso destruir aquel piano que tanta desgracia había traído, pero algo se lo impidió.
Porque su mujer lo encontró muerto, mirando el piano como su hija.
Al contrario de su marido, la madre decidió que no solo debía conservar el piano, si no que había que pintarlo de color rosa, como había pedido su hija. Su deseo no tardó mucho en cumplirse, el brillante nuevo tono del piano estuvo listo en unos pocos días.
Después, la mujer se encerró durante una semana en aquella habitación. Nadie supo cómo pudo sobrevivir sin comer ni beber, pero cumplido aquel tiempo, salió y cerró la puerta con llave. Prohibió que nadie entrara y desapareció para siempre de aquella casa. Jamás se la volvió a ver dentro de esos muros.
Mientras tanto, los sirvientes siguieron con sus quehaceres, esperando a que la señora volviera. Aunque todos sabían que nunca lo haría. No osaban acercarse a aquel piano, ni siquiera pasaban por delante del cuarto de la niña. No porque les estuviera prohibido, si no porque tenían miedo.
El poderoso temor de que la muerte reinaba en aquel lugar
Poco a poco, las rosas que decoraban cada esquina de aquel infantil lugar fueron marchitándose y sus pétalos cayeron como lágrimas rosadas. El polvo y las telarañas se adueñaron también de aquella habitación, tapando todo el color y volviéndolo gris.
Pero la tristeza y el abandono no solo afectaron al cuarto de la niña, sino también al resto de la casa. Al ir pasando los años y al no volver la dama, muchos de los sirvientes empezaron a marcharse de la casa. Accidentes, enfermedades y alguna que otra muerte, habían acechado a los habitantes que trabajaban entre aquellas paredes.
Llegó un momento, que solo el mayordomo y el ama de llaves, se quedaron. Pero no tardaron en marcharse, cuando la anciana mujer empezó a oír una canción que le helaba los huesos.
A nadie le importó que la casa quedara vacía y sin vigilancia, por aquel entonces, la leyenda se había extendido por todo el pueblo. Ninguna persona en su sano juicio entraría en aquel lugar, ni siquiera los ladrones se atrevieron a averiguar cuan cierta era aquella historia.
Y sin embargo, los habitantes de aquel pueblo, solían decir que la casa no estaba realmente vacía. Por las noches, se oía una triste melodía. Esa misma que había oído por primera vez el ama de llaves y que según el mito, era el llanto de la niña que por algún siniestro motivo, murió a tan tierna edad.
Así, la casa permaneció cerrada treinta años, el polvo y la maleza eran las dueñas ahora de aquel lugar. A pesar de todo, muchos que observaban la casa a lo lejos, comentaban que parecía que el tiempo no pasaba entre esos muros.
Tal vez, fue esa la razón por la que el hijo de la señora, fruto de su nuevo matrimonio, decidió abrir de nuevo sus puertas. Joven y recién casado, deseaba un lugar tranquilo para que naciera su hijo.
Fueron muchos los que lo avisaron del peligro que corría habitando aquel viejo caserón, pero por supuesto, el no creyó aquella leyenda que clasificó como "cuentos de viejas".
Debería haber dejado en paz a los muertos.
Los vecinos más cercanos, estuvieron de acuerdo en que el castigo que recibió, le estuvo bien empleado. Aunque a la vez, se lamentaban por tantas tragedias que presenció aquel lugar.
Sobre todo, por la bella mujer que el lamento de la niña, terminó por enloquecer.
Todo comenzó, con la curiosidad de la nueva señora de la casa. Quería encontrar la habitación perfecta para que creciera su hijo. Y decidió recorrer el caserón en su busca.
Sus pasos la llevaron al cuarto de la niña, como si de un imán se tratara. Más aún, cuando descubrió que estaba cerrada y que nadie quería ayudarla a abrirla. Fue ella misma, que buscando entre miles de objetos perdidos en aquel lugar, la que encontró aquella llave. No era muy diferente a cualquier otra, ni grande ni pequeña, era simple. Una llave que podría abrir cualquier cosa, no el cuarto de una pequeña princesa.
Algo pasó cuando la mujer abrió esa puerta y entró en la habitación. Los escasos sirvientes que se habían atrevido a volver a la casa dijeron sentir como si se hubiera dejado salir al mismísimo demonio. Ninguno tuve el valor suficiente para investigar si la señora estaba bien.
Afortunadamente, la locura no fue algo instantáneo. De hecho, nadie se imaginó que lo peor estaba a punto de llegar. Creían realmente que todo mal se había esfumado y la alegría que desprendía la que pronto sería madre, no hacía más que confirmarles sus razonamientos.
Hasta aquel piano que llevaba tanto tiempo mudo, le fue devuelto la voz. Miles de hermosas melodías salían de él. Llenando de la alegría todos los rincones de la casa, de donde la tragedia la había arrancado años atrás. Las manos de aquella mujer parecían estar hechas para tocar ese piano, para quitar el polvo y la tristeza con una sola nota.
La vida no había sido tan hermosa en aquel lugar, todo vibraba con una fuerza que la leyenda rápidamente fue olvidada.
Hasta que un día, la joven encontró una hoja escondida en el interior del piano.
Sus canciones ya no fueron alegres, solo se oía ese lamento.
El lamento del piano rosa.
La mujer ya no salía de esa habitación, tocando esa melodía como un alma en pena. Aunque los sirvientes más antiguos, afirmaron que la muerte ya la había alcanzado el día que había abierto esa puerta y había tocado la primera nota.
Murió de parto, y aquella canción la acompañó hasta su muerte
Y a aquel hombre infeliz, que se quedó solo con un recién nacido, la mala suerte no le abandonó. Jamás. Perdió todo lo que tenía y la casa fue destruida.
No obstante, aquel piano de tan extraño color, no terminó su viaje entre aquellas paredes.
Porque la música no entiende de ataduras.
Y el capricho no conseguirá retenerla.
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