Prólogo
La canción representativa de esta novela es Inorino Uta for piano de Joe Hisaishi, no he encontrado la canción en YouTube. También es la canción del juego Homesick que es muy especial para mi y del que he cogido la estética futurista de algunos capítulos
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Las manos se movían sigilosamente sobre las teclas de aquel piano que hacía tanto tiempo que estaba mudo. La niña no se atrevía a romper ese silencio, después de tantos años.
Separó las manos y observó el color rosa de la madera, casi imperceptible por el tiempo. En el atril, una sola hoja escrita a mano, se mantenía derecha a pesar de que ya nadie la tocaba.
La niña miró aquellas notas, levemente iluminadas por un rayo de sol que se colaba por la ventana. Una pequeña melodía encabezada por un título que se le hacía muy familiar, se podía ver en aquel papel amarillento.
El lamento del piano rosa.
Volvió a colocar las manos sobre el piano y tocó la primera tecla. Se estremeció ante el sonido tan extraño que salía. No recordaba que le sonara así a su madre, cuando ella le enseñaba la canción.
Sin embargo, continuó tocando la siguiente nota. Nota tras nota, fue componiendo aquella pequeña canción que a lo largo de los años, había sido interpretada en ese piano.
Pero ya no sonaba dulce, ahora era realmente un lamento. El piano cantaba por última vez antes de ser olvidado.
La niña paró de tocar al oír que la llamaban. Se levantó de la silla, y observó aquel piano de un rosa desvaído.
La voz repitió su nombre. Acarició por última vez las teclas, antes de cerrar la tapa y darle la espalda.
Pero no pudo evitar girarse finalmente en la puerta. El piano parecía dormir ante los suaves rayos que lo rozaban, como si intentaran arrollarlo en su triste final.
Justo en el momento en el que cerraba la puerta, le pareció ver como su madre ocupaba su lugar.
Pero no solo era su madre, el piano estaba rodeado de todas las personas que a lo largo de su existencia, habían colocado las manos sobre él.
La niña sonrió y desapareció por el pasillo en busca de la voz que la llamaba.
Nadie volvió a tocar ese piano. Sin embargo, aún se pueden oír las fantasmagóricas notas de aquella triste melodía
Porque la música no entiende de ataduras
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