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Feeling myself

Canción en el multimedia: Experience de Ludovico Einaudi e interpretado por Angèle Dubeau & La Pietà. Me he decidido por esta canción porque fue la que escuché mientras escribía este relato. Pero sobretodo, porque me recordaba al mar, a su fiereza y su cantar. Espero que les parezca adecuado. 

Nombre del capítulo en español: Sintiéndome yo misma

Recuerden que pueden proponer canciones, la única regla es que tengan el piano como instrumento principal, pero pueden tener voz mientras el piano se note :)

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Hay muchos tipos de cárceles. Reales e imaginarias. Cuando Elizabeth llegó a aquella isla, huyendo de la guerra, no se sintió en paz. Seguía estando encerrada.

O tal vez, fuera aquella silla de ruedas.

Su tía Scarlet, hacía todo lo posible para animarla, pero ¿cómo puedes devolverle la sonrisa a una niña que ha perdido todo lo que ama?

La tristeza y el silencio reinaban en aquel lugar. Tan muerta se veía la casa, con sus postigos de madera eternamente cerrados, con sus fantasmas que esperaban algo...

O a alguien.

Elizabeth, solía pasarse mucho tiempo observando el mar, en el porche de detrás de la casa. Siempre le había gustado mirarlo, sentir las gotas en la cara y oír su suave rumor.

Y sin embargo, ahora lo único que podía sentir es celos. Porque él era libre, y ella se pasaría el resto de su vida sentada, viendo como se burlaba con su cantar

¿Qué importaba que estuviera a salvo? Ya no podía hacer todo lo que le gustaba. Ya no podía correr y que el viento moviera sus cabellos, ya no podía nadar y sentir el agua deslizándose por su cuerpo, ya no podía escuchar la voz de sus padres...

Se lo habían quitado todo, la habían dejado rota y parecía que no se podía arreglar.

Igual que su casa, arrasada hasta los cimientos.

Solo le quedaban los recuerdos, las tardes donde solía tocar el piano con su padre. La lejanía de la música en su cabeza, tapada por el silencio de su interior, de la casa y de la mirada de su tía.

Silencio, rota, lágrimas secas en sus mejillas, piernas que ya no sirven, soledad y un mar que batía sobre el acantilado como si la retara a caer en sus brazos.

"Ven, salta, vuelve conmigo una última vez"

Pero no podía, aún no. Sentía como si le quedara una cuenta pendiente con el mundo. No sabía que era, pero solo podía esperar. Seguir observando el horizonte, intentando descubrir aquello que le faltaba, que no la dejaba continuar.

Su tía también era un fantasma de lo que había sido, con el pelo suelto y la mirada perdida en unos negros pensamientos. Deambulaba por los pasillos de la casa, buscando, sin saber qué. Abría puertas, habitaciones llenas de polvo y soledad, llenas de escasos recuerdos de niñez.

Ecos de risa, aquí y allá, fantasmas de niños que no podían llenar jamás aquella casa. La casa del acantilado, la casa de la tristeza, la casa de su padre. Scarlet, recordaba poco de él: El eco de sus notas, la solitaria melodía que siempre tocaba y que siguió tocando hasta que un día, la carga de su interior terminó por llevárselo de este mundo.

Su madre, viuda y con dos hijos, se fue de aquella casa. Y nunca más volvió.

La casa vacía y triste de su mente, sin embargo, la siguió persiguiendo hasta el final de sus días.

A Scarlet también, aunque de forma diferente. No fue aquella casa, ni la melodía que parecía colarse por todos los rincones, fue el fantasma de su padre. Su mirada perdida y su alma rota. Tenía miedo de que le ocurriera lo mismo.

Todos en aquella familia habían buscado una forma de escape. Su madre, el olvido; ella, el trabajo; y su hermano, la música.

Y a pesar de todo su esfuerzo, el pasado había vuelto de nuevo. Ya no sabía qué hacer, ya no podía escapar de él. Solo esperaba, igual que su sobrina.

Esperaba a que la música de aquel piano volviera, y sabía que no sería ella la que lo tocara.

Deslizó la cortina y observó a su sobrina con la mirada perdida en el mar, una mirada rota, conocida. No pudo evitar recordar, suspirar y alejarse, una vez más, por los pasillos.

Esperando lo irremediable, en aquella isla solitaria, donde parecía que los rugidos de la guerra eran tan distantes. A pesar de que si te esforzabas, podías ver una fina marca de tierra en la lejanía.

Un buen día, se despertó, y oyó el silbido del viento que se colaba por las grietas de la casa. Pero no era eso lo que la había sacado del sueño intranquilo, no, era una melodía.

La melodía que una vez más, era tocada. Esta vez, por unas pequeñas manos, casi infantiles, que se movían seguras encima de las teclas.

Scarlet cerró los ojos con fuerza, ya nada podía hacer para parar el tiempo, los granos de arena se irían poco a poco deslizando hacia el pozo del olvido.

Y la arrastrarían con ella.

Tal vez, era ese su destino. Esa familia había estado maldita desde el principio de los tiempos, pero también ya era hora de que terminara para siempre.

Volvió a abrir los ojos, cerró los oídos, se levantó como sonámbula y se deslizo una vez más por los pasillos. Miró a través de la puerta entornada y se alejó, solo había una forma de terminar con esto.

Descolgó el teléfono y suspiró aliviada, cuando la línea se escuchó al otro lado.

"Venir aquí ha sido mala idea" pensó mientras tecleaba.

Pero ya era demasiado tarde.

Las manos de Elizabeth, ya se movían solo para aquella melodía, había encontrado aquello que le faltaba.

Ya estaba preparada para continuar su camino.

Ya se había ido con el mar, cuando la puerta se volvió a abrir.

Aquella misma tarde, en un pequeño barco, Scarlet observó a aquella casa por última vez.

No se molestó en dirigirle la mirada al piano rosa, que navegaba entre los restos de otros finales tristes.

Pero la música no entiende de ataduras

Y el mar no puede hundirla en el olvido.


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