O8━━kneel before your queen, Harry
SIN IMPORTAR QUE TAN APARTADOS
ESTEN NUESTROS CORAZONES,
SE QUE VENDRAS A MI RESCATE.
El agua le hacía provocar nauseas. No tenía buenos recuerdos en relación a esta, aún podía recordar el como esta se infiltraba en sus pulmones para quitarle la propia vida. ¿Que había generado tal trauma? Aun cuando habían transcurrido más de seis años, podía sentir la brisa invernal golpear su rostro provocandole leves escalofrios, al mismo tiempo que el aroma peculiar de una flora que solo renacia entre la temporada más calida —por así decirlo— en aquel reino que el mismo Sol se negaba a calentar. ¿Como era posible que en pleno verano, el tiempo en aquel congelado reino pareciera ser más frío de lo normal?
Había llegado junto a su padre, quien portaba la corona en esos momentos de Auradon, si bien no le causaba mucha gracia ser parte de esto, era Adam quien insistia en que debía relacionarse más con el futuro puesto que pronto recibiría. Él sabía muy bien que pronto sería nombrado el nuevo rey, título que realmente sentía no merecer, pero al menos, le daba la vanal excusa de vangabundear por los alrededores en un intento de encontrarse con su friolenta pero dulce amiga de infancia.
Desde pequeño, seguía sorprendiendose ante la frialdad tanto en el ambiente como en los propios habitantes. Parecía que reconocían a aquellos calidos intrusos, y le daban la espalda, solamente se comunicaban entre ellos, sin necesidad de ver si sus inquilinos eran bien recibidos o no. Por más tonto que suene, al joven Benjamín le gustaba ese lado del pueblo, un lado que no necesitaba fingir sonrisas de bienvenida ni falsos halagos, eran sinceros: no soportaban a las visitas de reinos calidos y no se preocupaban en esconder aquella molestia. Él reconocía que estaba acostumbrado al trato tan amable de Auradon, y la razón de que estos lo hubiesen cansado tanto, le dio motivo de querer ser parte de la vida diaria del reino de nieve, junto con las intenciones de pasar más tiempo con su amiga.
Dio unos leves saltos para llegar hasta su lugar preferido en todo ese mundo tan perturbante, parecían querer ser olvidados del resto de la población humana, y vivir perdidos en las montañas nevadas. Ben creía que no existía posibilidad alguna de encontrar algo en ese paraíso blanco que no este cubierto de nieve o hielo, hasta que una mañana al perderse de sus obligaciones, se encontró con un universo tan cautivador que no contrastaba con todo el reino en sí; era verde y vivaz, casi como una luz que resplandecía en la oscuridad, había vida animal —que no se trataba de seres invernales como lobos, osos, e incluso aves—, era casi como si alguien hubiese hechizado ese sitio para convertirlo en un rincón donde el sol si iluminaba, y donde todo parecia tener vida.
Se acercó con cuidado hasta el pequeño lago, que no parecía tener intenciones de congelarse como los demás que existian en el reino. Observó su reflejo en él, sus facciones infantiles estaban quedando atrás pero para ser un niño de doce años seguía teniendo ese aspecto principesco que siempre lo caracterizo. Con la esperanza de no ser visto, se acomodo su flequillo algo coqueto, haciendo leves gestos con su boca en una falsa actuación de estar siendo fotografiado por el espejo liquido frente a él, estaba tan perdido en su infantil mente que ni siquiera notó la presencia adulta detrás suyo.
La silueta lo observaba fastidiada, no soportaba que un niño de doce años tuviera tal belleza masculina, con una apariencia del perfecto principe y futuro monarca que se volvería. Estaba acostumbrada a deshacerse de todo aquel ser que perturbara su estatus de belleza única, pero ahora estaba ante un adversario que no podía simplemente eliminar, al menos, no mientras utilice aquella corona que la profesaba como la reina.
Pero nada le impedia cometer un inofensivo accidente que acabara con la vida del heredero de Auradon.
Ben pudo sentirlo. Lo había leído en incontables libros, el beso de la muerte era el discreto mensaje que esta te enviaba como un último adios a ese mundo. Y antes de que una palabra o acción detengan todo lo que podría haberse evitado, solamente pudo ahogar un grito al ser arrojado ferozmente al precioso lago.
Al mismo tiempo, que el espejo de agua se cristalizaba para dejarlo atrapado en manos de la muerte.
—¡Ben! ¡Por todos los cielos, no puedes simplemente quedarte callado!— abrió sus ojos al momento de encontrarse con la mirada preocupada de Mal, al igual que los rostros conmocionados de los demás hijos de villanos. Miró a su alrededor, se encontraba en la limusina, más especificamente, en el aparente eterno puente dorado que los llevaría directo a la Isla. ¿Como es que había revivido aquella pesadilla tan real?. Se frotó el puente de su nariz en un intento de controlar el panico que lo envolvía.
—¿Estas bien, hermano?— Carlos pudo ver ese desconcierto en los ojos del hijo de la Bestia, despues de todo, fue él quien le informo a Mal del aparente estado perdido del rubio.
—Estoy bien, no se preocupen, chicos, creo que un tanto nervioso por fin poder llevar a cabo este proyecto— no estaba mintiendo, si estaba emocionado por lo que estaba viviendo, pero si le estaba ocultando a su prometida y sus amigos el trauma tan perturbante que seguía carcomiendo su mente. No estaba preparado para confesarle a alguien, solo sus padres tenían un leve conocimiento de lo sucedido, más bien, una equivocada creencia ya que él mismo se atrevió a mentirles con la excusa de que resbaló al agua. Al final, ¿Como puedes decirle a alguien una experiencia tan traumatica?
Simplemente no podía.
—¿Seguro que estas bien?
No se atrevía a confesarle a Mal...
—Me siento perfecto.
...que Ravenna intento asesinarlo.
Sintió que sus preocupaciones se eliminaron al momento de abrir la barrera magica, por un instante se dio el placer de quitar de su mente aquel espantoso recuerdo. Era el rey de Auradon, debía actuar como tal y dejar atrás sus pesares infantiles, aún si se trataba del trauma más escalofriante de su vida. Su mirada delineo cada sector visible de la entrada de la Isla, aún sin haber bajado de la limusina, podía sentir el ambiente pesado que parecía componer ese sitio. Bendito sea el día en que se dio el placer de darle nuevas oportunidades a esas personas, nadie merecía vivir de tal manera, ni el peor de los villanos.
Mal notó la culpa en los ojos de su novio, sabía que aunque no había sido decisión de él, no existía día en que Ben no se sintiera culpable de la forma de vida de los isleños, y buscaba la manera de solucionar la medida drastica que tomaron sus antecesores. La pelimorada sabía que él no tenía motivos para realizar toda esa travesía, ni siquiera un familiar directo, pero su corazón era tan noble que le causaba pesar ver a los más crueles villanos vivir de esa forma.
—Mi señor, hemos llegado— el conductor le dio el permiso a los menores de que podían descender de la limusina, ya que esta se encontraba aparcada justo en la entrada de la Isla.
—Bien. Llego la hora— Jay era el más animado, dio un leve golpe en el hombro a su amigo de cabellera blanquecina antes de intentar abrir la puerta del automovíl, pero varios golpes exteriores le hicieron detenerse en seco —¿Ahora que esta pasando?—
Parecía que alguien se había parado justo en la cubierta de la limusina, y caminaba danzante sobre ella, más que miedo, eso generaba como una especie de burla. Carlos y Jay se miraron con un gesto de entender que sucedía y quien era la mente maestra de todo. Señalandole a las chicas y a Ben que se quedaran en el automovíl, salieron completamente furiosos para encontrarse con nada más ni nada menos que aquel pirata de mente desquiciada y traviesa, que sonreía cual persona que logra lo que se propone, señalandolos con su filoso garfio.
—Bienvenidos, compañeros~ es un completo honor tenerlos nuevamente aquí— Harry dio una leve vuelta sobre si mismo, parecía danzar de una manera exagerada que solo irritaba a los otros dos masculinos —Estabamos ansiosos por verlos, así...— de repente, la limusina se vio rodeada de piratas que pertenecían a la tripulación de la hija de Úrsula —...les preparamos una cariñosa fiesta de bienvenida—
Carlos realizó una señal a los tres que se habían quedado, para que salieran a confrontar el problema. Estaban seguro que los piratas buscaban robarles el artefacto que les permitiría abrir la entrada de la barrera para así poder escapar. Tenían muchas desventajas, una de ellas era que eran cinco personas —sin contar al chofer— a diferencia de los villanos que eran más, al igual que el hecho de que no tenían armas ni poderes por estar dentro de los dominios de la barrera. Mal lo sabía, un pequeño paso en falso y esos bacalaos se saldrían con su proposito.
Los hijos de villanos miraban atentamente el panorama, buscando opciones que los ayuden a vencer o, al menos, lograr huir sin problema alguna, no estaban preparados para enfrentar a toda la tripulación, pero si debían hacerlo lo harían.
Por otro lado, Ben tuvo una visión casi fugaz que solo lo insentivo a ser el último en salir de la limusina para poder dirigirse al chofer, sin que los demás lo sepan. Tenía un leve presentimiento de como salir de esa situación, y sabía que a Mal no le agradaría en lo más minimo, pero en estos momentos, era esa suposición o arriesgarse a perder el control sobre los piratas, y como el monarca de Auradon, no podía cometer un error que pondrí en peligro el equilibrio de bienestar de su pueblo. Disculpandose mentalmente con su novia, se acercó hasta el chofer para pronunciarle un leve mensaje que debía enviar cuanto antes.
Y si su corazón no le fallaba, sabía que la ayuda no dudaría en ir a su rescate.
Despues de todo, fue esa misma ayuda quien lo salvó de aquel perturbante trauma años anteriores.
—Inmediatamente, comunicate con la reina Irina.
—Te dije que sería interesante.
Ambos hibridos se encontraban observando la escena frente a ellos. Félix estaba totalmente fascinado, deseando ver como se desenvolvía el rumbo de la situación, si bien no apostaba por completo que los piratas lograran su cometido, si tenía la leve esperanza de que eso sucediera, al final, eso significaría que podría salir ganando indirectamente.
Aidan, en realidad, no le prestaba atención al ataque sorpresa de los piratas. Cada uno de sus sentidos estaban puestos en el chofer de la limusina, agradecía interiormente que su oído fuese tan agudo que no perdio oportunidad de escuchar la órden del rey de Auradon. ¿Que pensaba de la situación? Lamentablemente, sabía que Irina respondería, se trataba del propio Benjamín despues de todo, la única persona a la que la reina le profesaba un minimo de cariño. Además, él había sido espectador de los acontecimientos sucedidos en el lago de cristal, como fue la antigua reina quien intentó asesinar al joven principe, al igual que Irina lo salvó al comprobar que su madre ya no se encontraba en el sitio. Fue la primera vez que se sorprendió de la frialdad de Irina al actuar en una situación drastica, en esos tiempos él ya era su fiel acompañante pero apenas tenían once años, y que la princesa, quien en ese momento era conocida por ser dulce y calida, actue de una manera tan calculadora fue sorprendente incluso para él.
Desde ese preciso instante, supó que Irina jamás actuaría por instinto, sino por la fluidez de que lo que ella realizaría tendría un impacto positivo, al igual que asegurado para el triunfo de su proposito.
Y ahora, quería saber como reaccionaría su adorada reina.
—¿Sabes? Me siento fascinado de verte sonreír, siempre y lo digo en serio— Félix confesó mostrando un gesto coqueto a su compañero, pero este cambió rapidamente a uno curioso pero sin borrar su propia sonrisa —Pero...justo ahora, tu sonrisa es demasiado animal—
No se equivocaba. La sonrisa macabra en el rostro de Aidan era la misma de una bestia a punto de ver una masacre sangrienta, que hacía una perfecta combinación con el brillo rojizo que bañaban sus afilados ojos. Sin dudas, cualquiera pensaría que estaba a punto de convertirse en el animal sendiento de sangre que era y atacar a todos en aquel territorio.
Félix estaba por volver a hablar, pero un estruendo lo hizo ahogar sus propias palabras. Y pudo comprobar de inmediato que no fue solo él quien lo sintió, sino los piratas y los recien llegados tambien estaban confundidos de lo que acaba de mover, aparentemente, la tierra. ¿Que estaba sucediendo? ¿Por qué todos reaccionaban confundidos mientras que Aidan parecía sentirse gozoso de la situación?
—¡¿Que mierda esta pasando?!— grito el capitan pirata, enfurencido de ver sus planes interrumpidos por aquel sismo. Miró fulminante a los otros hijos de villanos, pero comprobó que ellos tambien estaban perturbados, excepto cierto rey que más bien, se mostraba aliviado —¡Tú! Respondeme. ¿Que puta mierda fue eso?—
Todos los ojos se situaron en Benjamín, que empezó a reir por la situación que se generaba. La barrera del Hada Madrina era muy poderosa, eso no cabía duda alguna, pero la magia que existía en el interior de su amiga, esa perfecta combinación blanca y negra, la convertía en el más fuerte poder entre todos los existentes en ese mundo. Aunque lo lamentará tanto, debía agradecerle a Ravenna que le heredó no solo la belleza a su hija, sino tambien la enorme magia que habitaba en su interior.
De repente, el exterior de la barrera empezó a escarcharse tan rapidamente que apenas pudo ser vislumbrado por los ojos humanos. Todos los habitantes de la Isla, desde distintos sectores, apreciaban el espectaculo, al mismo tiempo que se cubrían al sentir la temperatura tan baja que golpeaba el interior de la barrera. ¿Que estaba pasando? De un momento a otro, como estrellas fugaces que iluminaban el cielo diurno, flechas casi imperceptibles empezaron a interceptar a la Isla, más especificamente a los piratas que rodeaban al propio Ben, estos inmediatamente eran rodeados de bloques afilados de hielo que los atrapaban sin poder si quiera pensar en evadirlos. El espectaculo era tan perturbante como elegante, cada ataque era preciso sin margen de error, casi como si hubiese estado ensayado desde un principio, como el perfecto escenario de una obra teatral que contaba alguna historia congelada donde el final era majestuosamente acompañado de fuegos artificiales.
Félix se mostró anonadado ante la magnitud del extraño suceso, pero comprendió el porque su acompañante estaba tan fascinado, despues de todo, ¿Quien no lo estaría ante algo generado por la delicada mente de su Alteza Real?
—¿Que es esto? ¡¿Que mierda es esto?!— Harry, evadiento torpemente los ataques, logró que su garfio termine rozando la garganta de Ben. Era imposible, no comprendía como era que la magia había traspasado la barrera sin siquiera romperla, ni mucho menos como esos idiotas de Auradon habían estado preparados para su ataque sorpresa. Si Uma hubiese estado presente, nada de esto habría pasado pero es que el hijo de James Hook no tenía idea de que, en realidad, nada habría evitado tal suceso.
—¿Sabes? No tiene sentido amenazar, Harry, tú fuiste quien logró ocasionar esto.
Cada vez era más fuerte el ataque, parecía que la Isla se iba a destrozar por completo, ante el temblor que generaban cada golpe de hielo. Mal le tomó tiempo, pero esa magia que sintió al conocer a aquella rubia es la misma que estaba sintiendo ahora. ¿Cómo es que ella sabía de la situación? Peor aún, ¿Cómo era posible que esa mujer tenga un poder tan inmenso? Cerró sus puños, no podía molestarse, despues de todo, fue la ayuda de esa mujer lo que los estaba salvando de la peligrosa emboscada.
Harry fulminó aún más a Benjamín, no estaba cuerdo para sus palabras tan burlonas. Y se atrevió a preguntar por última vez, ya que en realidad no le estaba fastidiando el sorpresivo ataque, sino el hecho de que esa aura magica se le hacía tan familiar, que casi podía sentir que le pertenecía propiamente.
—Dejame decirte algo.
Por primera vez, Ben se permitió actuar de forma altanera contra el pirata, acercandose hasta su oído y susurrarle las palabras que terminaron por desconcertar a Harry, porque no importaba que tanto le costará entender, esas palabras culminaron con el precioso final de un vivaz resplandor que terminó por apresar al hijo del Capitan Garfio de rodillas al suelo, donde pudo entender a que se refería Benjamín al decir...
—Arrodillate ante tu reina, Harry.
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