El efímero descanso fue insuficiente para ambos ingenieros que por distintos pensamientos no pudieron lograr un reparo correcto, haciendo que el comandante ingiera una bebida a base de componentes energéticos para despertar cada uno de sus sentidos. Bebida que resultó innecesaria cuando una inesperada llamada logró mantenerlo en vilo: la orden de esperar para el desacople hasta nuevo aviso a causa de la falla.

Ante está situación, el comandante llama a su tripulación para reformular toda trayectoria y los tiempos de investigación. Bien sabe que algunos proyectos no pueden aplazarse, pero espera que con los prototipos que se encuentran aquí puedan equilibrar un balance. Por su parte, seguirá analizando la vida útil de los materiales en la base y calculando posibles daños colaterales con la ayuda de su posterior mando en esta misión.

A medida que los minutos se suceden, la tensión se hace palpable para todo aquel que se ubique alrededor del ingeniero químico y su superior. Haciendo que "nuevamente" el doctor consulte por los niveles de estrés y tensión arterial, arrojando datos que dieron por resultado la indicación de urgente gasto energético para disminuir el estrés, controlar la presión arterial y de paso, mantener saludables sus fibras musculares y huesos. Utilizando las cintas de correr que están especialmente equipadas para ello.

En la estación espacial, la gravedad cero provoca aceleradas pérdidas de masa muscular y rápida descalcificación en el sistema óseo. Por eso es sumamente necesario el entrenamiento de los habitantes y visitantes del lugar.

El primero en ingresar a la caminadora es el comandante luego de arroparse acorde a la situación, enchufando los componentes que arrojan los datos biomédicos a la Tierra y eligiendo una playlist de su agrado para poder enfocarse en su entrenamiento. Necesita que su cabeza se concentre en lo estrictamente necesario y no en las maneras de eludir protocolos cuando lo tiene al lado a su subordinado.

Así que decidido a despejar su mente comienza atando su cuerpo a las cuerdas que le permitirán estabilizar su carrera a la plataforma que luego incrementará su velocidad, distrayéndose cuando a los pocos minutos se sitúa en una cinta continua (aunque algo alejada de la suya) el sujeto de su descontento. Con un pequeño pantaloncillo que marca cada uno de sus atributos y dejando al descubierto, un par de fibrosas piernas que flotan agraciadas ante cada movimiento.

Cómo primera medida intenta disimular que no lo observa agarrando -nuevamente- la cuerda, momento que aprovecha para estirar sus brazos y piernas a medida que desespera porque no puede quitar la mirada del cuerpo contrario aunque quisiera. Pareciera que un inexistente imán tirara de ella rogando porque lo descubran y pase vergüenza... Porque lo siguiente que nota, es que sus miradas chocan y la temperatura se eleva.

Y cómo poseído en el momento, el comandante no quita la mirada que quema en la retina contraria. Recordando el anterior acercamiento y sus ganas de gritarle a la cara que todo esto es una farsa porque, aunque el posterior al mando diga con sus boca lo contrario, sus ojos lo delatan.

De este modo, el superior comienza un suave trote con su espalda recta y su mirada elevada. Observando con su visión periférica cómo el contrario comienza suave con su entrenamiento sin quitar la mirada de su cuerpo. Lo siente como sombra al acecho cual predador hará añicos cada rincón de su corazón y se molesta. Demasiado tiene lidiando con sus fallas técnicas como para agregarle el idílico molesto a sus perturbadores pensamientos.

Pero luego de varios minutos en donde lo siente metido bajo la superficie de su dermis, se gira y lo enfrenta diciendo: —¿Le gusta lo que observa?

—Se podría decir que el paso del tiempo lo favoreció en su justa medida comandante, haciéndolo más definido en donde más me gusta.

La respuesta del ingeniero químico deja perplejo al que cuestionó su miramiento. Haciendo que sus piernas fallen ante el siguiente movimiento y provocando la risa del contrario, cuando su cuerpo se da vuelta como si fuera un novato en el espacio.

—Eres tan predecible —le suelta acomodando la pretina de su pantaloncillo que capta la atención inmediata de aquel que recupera la estabilidad necesaria —. ¿Te gusta lo que observas?

Libera ese interrogante con toda la intención de incomodar a su superior, y no solo por la informalidad en las palabras, sino por la bronca que le genera que no acepte que su cuerpo lo calienta.

¿Pagar con la misma moneda? Mejor dar vuelta el caos al contrario cuando observa que enrojece hasta la punta de sus orejas haciendo que su ego se eleve a sobremanera.

—Me gustan las piernas que se entrenan para una carrera. Siempre me ha fascinado ese tipo de contextura, no importa el género que sea, ¿contesto su pregunta?

La evasiva del comandante altera su humor de inmediato, ya que retira su mirada comenzando con un trote demasiado rápido. Carrera que alerta el interlocutor que conecta la base con la Tierra y haciendo que el doctor de la misión, aparezca.

Regulada la atlética marcha, ambos cosmonautas continúan sin dirigirse la mirada. Sudando preguntas que no se formulan en palabras y respuestas -que muchas veces- parecen innecesarias.

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