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●PRÓLOGO●

Nueve cuarenta, nueve cuarenta y cuatro y... nueve cuarenta y cinco.

El tintineo de la puerta de la cafetería se hace presente confirmando el hecho de que ha sido abierta como cada día a la misma hora y a los exactos segundos. No necesito alzar mi cabeza y mirar para saber de quien ha de tratarse. El reloj en mi muñeca sigue avanzando el tiempo, sus diminutas manecillas moviéndoce consecutivamente.

Todo el murmullo antes precente se hace silencioso, mi atención y todos mis sentidos son atrapados por su tan prepotente anatomía, sintiendo todo distante y a la vez cercano. Tal como la primera vez que le vi cruzar esa puerta. Siempre he sido de las personas que es capturada por las cosas peculiares, misteriosas y sobre todo únicas. Y al ver sus cualidades poco comunes no pude resistirme.

Tomo la libreta del menú, alzándola como si fuera a leer e introduzco mi rostro como si lo hiciera, pero al contrario levanto mi mirada y lo veo. Ya había llegado hasta la trabajadora a hacer su pedido. Una sudadera negra y pantalones deportivos es lo que viste, haciendo resaltar sus ojos y su cabello, el cual está peinado hacia atrás y sólo un mechón izquierdo sobresale hasta su frente. La chica le sonríe con amabilidad y procede a preguntarle. No es por ser mal crítica, pero con lo habitual que es él, debería de saberse su pedido de memoria. Incluso podría ganarse un premio por su fidelidad a esta cafetería.

Él introduce sus manos a los bolsillos de su sudadera negra pasando el peso de su cuerpo a su pierna izquierda. Su semblante como siempre permanece serio, sus cejas fruncidas y mirada frívola, pareciera que está enojado, mientras suspira preparándose para pedir lo de siempre.

Americano Llate—susurro al mismo tiempo que él en la lejanía.

He memorizado por completo su rutina diaria, al igual que he aprendido a levantarme temprano con tal de verlo. Yo era de el tipo de persona que siendo medio día aún estaba metida en su cobija, sin ninguna preocupación. He detallado tantas veces su estructura con la mirada, y puedo decir que me la sé de memoria.

Pero aún no se siquiera su nombre.

La chica detrás del mostrador le extiende su pedido y él lo toma sin titubear, procediendo a pagarle. Con sus manos mueve el envase con suavidad, lo destapa y lo luego absorbe el aroma por sus finas fosas nasales, sus ojos se cierran al instante disfrutando, sin embargo su rostro permanece sin señal de una expresión, sólo neutral.

Puedo jurar que el aroma a Café ha de ser exquisito y agradable cuando le da el primer sorbo, pero es como si a pesar de disfrutarlo le costase demostrarlo, o tal vez sólo no quiera hacerlo, es un misterio. Todo en él es un misterio. De manera literal no sé nada sobre él, sólo el hecho de que lo odservo todos los días a escondidas.

Y al igual que todos los días abandona la cafetería sin mirar ningún otro lado que no sea al frente.

Muchas veces la idea de seguirlo y hablarle de manera casual se instala en mi como un impulso, luego y de manera rápida se desvanece, al igual que una ligera flama recién encendida y sin fuerzas para arder por sí sola. Y como todos los días, mi mejor momento es resumido en sólo cinco minutos, cuando él termina de salir por la puerta.

—Y nuevamente se han ido...

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Lo prometido es deuda, y como dije aquí les dejo el prólogo.

Gracias por leer.

×CHOI×

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