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— ¡Doctor Tyun! ¡Doctor Tyun!

TaeHyun se volteó en dirección a las voces infantiles que gritaban a sus espaldas. En cuestión de segundos, estaba rodeado de tres niños y dos niñas, para nada desconocidos para él.

"¿Cómo es que crecieron tanto?" Era plenamente consciente de su rápido proceso de desarrollo, pero no podía evitar sentirse perplejo por unos momentos. Casi todos traspasaban su pecho, cuando antes, apenas y alcanzaban su cintura.

— Es bueno verlos tan energéticos, pero... ¿por dónde han entrado? — indagó TaeHyun, observando las expresiones en las caritas de los traviesos niños.

Ellos se vieron entre sí al escucharlo, como si el Omega mayor, delante suyo, hubiera olvidado en qué país había nacido. El menor de ellos, sin dejar de mordisquear su pequeño pulgar, señaló el vasto jardín que no tenía nada para separar la propiedad.

Debió suponerlo.

— ¡Le traemos un regalo, doctor Tyun! — exclamó encantada y animada una de las niñas, alzándose de puntas para demostrar su emoción.

TaeHyun se sorprendió ante el chillido alegre de los demás, ninguno dejó de saltar a su alrededor. Curvó una ceja, inclinándose posó sus manos sobre las rodillas, corrigiéndolos antes de revelar su asombro —: Aún no soy ningún doctor, pero... — paró unos segundos para añadir misterio y les susurró —: ¿Qué me trajeron?

— ¡Naranjas! — corearon —. ¡Muchas naranjas para nuestro doctor favorito! ¡Naranjas plantadas por nosotros! — le dijeron y mostraron con orgullo sus pequeñas manos delante de él. Se apresuraron a sacar la aclamada cosecha de la bolsa de tela improvisada, que hicieron con la solapa final de sus playeras —. Un día, por favor, vuelva a contarnos uno de sus bonitos cuentos — pidió uno de los niños al final.

TaeHyun agarró como pudo las cinco naranjas, mirando con cariño a los cachorros, les agradeció. Se posicionó en cuclillas -las frutas en su regazo-, e ignorando las quejas de unos de ellos, besó sus mejillas y los abrazó grupalmente. Con pucheros adornando sus rostros, le hicieron saber cuánto lo habían extrañado, y por el meñique, prometió reunirse con ellos otro día.

Estaba muy contento.

— ¿En qué piensas? — BeomGyu preguntó mientras tiraba de la cáscara del cítrico.

El pelinegro revolvió su cabeza antes de decir —: No es nada importante — Sin embargo, ceñudo y desafiante, fulminaba a la redonda fruta entre sus dedos.

— Tu aroma ha cambiado — BeomGyu tarareó al mencionarlo, sonando especulativo al tratar de adivinar —; quizás... ¿no te gustan las naranjas?

En los labios de TaeHyun, una mueca triste apareció.

— Haz vuelto a darle al blanco — trató de bromear, pero sus párpados cayeron apenados —. No me gustan, de hecho, nunca las consumo, pero... — su voz decayó al final —, me las regalaron unos niños con mucho cariño. Me duele un poco no disfrutar de su presente — Suspiró rendido, acariciando con los dedos la fruta.

Al Alfa le causó ternura el amargo gruñido, con matices desolados, que soltó TaeHyun. BeomGyu logró conocer un aspecto interesante del Omega, y es que era un chico bastante empático y sensible, que podría pasarse mucho tiempo pensando en el impacto de sus acciones. Si estaba bien o si estaba mal, era demasiado cuidadoso. Aunque existen ocasiones, en las que su impulsividad le alegraba.

BeomGyu no quería que el Omega retorciera su corazón en preocupación por aquello.

— ¿De qué color es esta fruta? — cuestionó, mientras se introducía unos pedazos para comer.

TaeHyun parpadeó y levantó el regalo que le dieron hasta la altura de sus ojos, examinándola mientras soltaba un murmuro calculador.

— Uh, es anaranjado — le reveló, volteando a los lados la fruta, se colocó un dedo alrededor del mentón.

La terraza del hospital era suficientemente amplia y; estaba prohibido el ingreso al personal no autorizado, con el fin de obtener tranquilidad. El aire corría ciertamente más fuerte desde esa altura. Es utilizado como secadero natural, donde varias filas de blancas sábanas se encontraban tendidas en filas, tambaleándose y sacudiéndose contra el viento.

Otro agradable clima.

— El anaranjado es como las naranjas que te gusta comer; profundo y vivaz. Al igual... que el atardecer, que se tiñe en el cielo, antes de dar paso a la noche — habla teniendo la vista en el horizonte, pero su atención vuelve cuando la naranja casi se le resbala de la mano, por suerte la atrapó a tiempo, aunque se le arrugó la nariz desafiante —. El color puede ser agradable, mas las naranjas no lo son. ¿A quién puede gustarle estas cosas agrias y con muchas pepas en cada mordisco? Dios, no.

No sabía qué tipo de naranjas había consumido TaeHyun antes, pues, puede decir con seguridad, que la descripción dada por el Omega, no se comparaba con el sabor de la fruta.

Sabía su posición debido a su respiración, movimientos y aroma; unos contados centímetros alejados de su anatomía. Una distancia prudente, que solo le hacía practicar el alcance de sus sentidos, él realmente quería ser capaz de proyectarlo —. ¿Tanto te disgustan? — dijo en su lugar, manteniéndose en el tema pese que sus pensamientos iban en direcciones muy distintas.

— Sí — gruñó, porque debía ser claro, pero el Alfa le seguía pellizcando la herida —. ¿Qué le diré a los niños cuando los vuelva a ver? — lloró en lamento.

— ¿Qué le dirás? Uhm… — Curioso despega la segunda piel del cítrico, dedicado se aseguró que la pulpa sea mantenida dentro —. TaeHyunnie, este no es ácido y tampoco contiene pepas. ¿No quieres darle otra oportunidad?

Por una extraña razón, cada característica o peculiaridad del Alfa, lograba mantenerlo suspirando. Tan solo tres semanas eran capaces de tenerlo recordando y sonriendo en todo momento.

Ayudaba a un hospital, lugar en el que exactamente, no van de visita las personas con estiradas sonrisas pegadas a la cara. Si bien disfruta de atender o socorrer en lo posible a los demás, era difícil mantenerse como señor risitas.

Habían... situaciones que realmente ocasionaron que su ánimo decayera; sin embargo, intentaba sobreponerse y aprender a controlar ese lado tan sensible que tenía desarrollado.

Por supuesto, rebobinar unas jóvenes escenas con un Alfa en particular -lo cual últimamente es constante-, no lo ayudaba en absoluto. Lo transportaba a... nubes de colores, redondos planetas y corazones por doquier. Y lo mencionado, era imposible de manejar. Simplemente, de un momento a otro, ya se encontraba viajando entre fantasiosas aventuras, un escalofriante gesto feliz y, fuera de su concentración en el trabajo.

Las veces dentro de esa última semana, donde permanecía totalmente consciente, como se podrá imaginar, era al obtener a ese chico de cabellera bicolor delante suyo. Lo consumía totalmente y, su lobo se refregaba como un pequeño cachorrito, buscando ser el centro de interés de aquel Alfa.

Se avergonzaba. Constantemente paraba avergonzado porque el contrario se reía y, con su coquetería, se burlaba de él. Removía su interior.

No tenía sus ojos abiertos para ser observado; en lo contrario, cada vez que el silencio reinaba entre ellos, le es inevitable el no sentirse desnudo e íntimo.

No lo veía, pero en cada respirar lo aspiraba, como si fuese una nueva clase de oxígeno; hablaba abiertamente con él, sensaciones involucradas y su toque, el impacto de cómoda calidez se apoderaba de sus latidos.

Al final, quedaba complacidamente avergonzado.

No obstante, la acción de contacto lo ponía nervioso, deseoso y querido. Extraña combinación, de la cual, ya empezaba a adaptarse.

Bien, eso no es totalmente cierto. No lograba acostumbrarse a los estremecimientos y los calambres. Podría decirse que, ya sabía lo que vendría con su presencia. Pero eso, no ausentaba el coloreado inminente en sus mejillas.

Lamió sus propios labios resecos, cuando aquellos largos dedos masculinos atrajeron al gajo a los carnosos belfos ajenos, besándolo. La temperatura aumentó al tener una mano abierta, deslizada a lo largo de su mandíbula.

— Huh... — se quejó casi sin emitir sonido, pues le había presionado demás la mejilla. Atento como solía ser el Alfa, corrigió ese torpe toque y lo intercambio por uno más suave sin apenarse.

Tanteó con el pulgar la comisura delgada y suave, siendo esta su guía para encaminar el trozo de la naranja a ellas. Despacio e instintivo, aceptó la ayuda de la mano del Omega. Finalmente, en medio de un suspiro, TaeHyun abrió su boca, dejando ingreso libre a la fruta.

BeomGyu sintió su masticar gracias a la mano pesada que tenía pegada a la mejilla contraria. No solo eso, podía admitir escuchar la explosión del líquido contra los dientes del pelinegro.

Entre tantas palabras, "especial" se queda corto a la hora de definir las veces en que él, con su sola presencia, lograba construir nuevos recuerdos en su memoria. Solo necesitaba tenerlo hablando a su costado. Hundirse en sus pensamientos y soñar, que TaeHyun, también sienta la conexión entre ellos. Un manto envolvente, en el que se abrazaban solo los dos, sus manos entrelazadas con felices promesas.

— Es dulce... ¿no?

Su corazón latía desembocado, retumbaba fuertemente y audible, eufórico. Le gusta lo caliente que se siente la carne acunada de su rostro; acopló la suya encantado, causando presión contra su palma. Con el espacio reducido, respiraban el aire exhalado por el otro, casi ronroneó al unir las frentes.

— Muy dulce — afirmó. Cuando la sonrisa se deslizó entre sus labios, confirmó que su piel, al terminar sus vacaciones, iba a estar más que adolorida de tanto enseñar los dientes.

Tan solo esperaba lograr concentrarse más; no en ellos abrazados entre estrellas, susurros e ilusiones. 

Buenas tardes. ¿Les puedo hacer una pregunta?

Ihh. Si estuviesen en el lugar de Gyu, ¿se harían la operación? Si pueden -y quieren-, justifiquen la respuesta.

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