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•{ Capítulo VII }•

ϯ ΣXPΣRIMΣΠTΩ ϯ

Ese verano fue el mejor de mis 21 años que tenía, pero desgraciadamente tenía que volver a la universidad. No entendía por qué ellos no iban, ya que teníamos casi la misma edad, pero nunca fui capaz de preguntarles.

Cierta tarde, llegué a casa sin inspiración. Pensativa, dejé los libros en mi escritorio y decidí salir a correr un poco para ver si se me ocurría alguna idea. Me despedí de Matt y Edd, sorprendidos ante mi actitud.

Durante ese tiempo, me encontré con Tom borracho y también con Tord, peleándose -para variar-. Me acerqué y me tomé un selfie con una sonrisa traviesa.

–¡Selfie extremo! –grité sacando la lengua.

Logré atraer su atención y me dijeron que lo borrara, cosa que negué.

–Será mejor que me vaya, caminando –susurré.

Me volteé y ambos chicos se acercaban a mí con no mucha alegría que se diga.

–¡Qué corra! ¡Mejor que corra! –empecé a acelerar la velocidad, con algo de temor.

–¡Catt, ven aquí! –exclamaron a la vez sin parar de pelearse y llevarse de hostias.

–¡Qué vuele! ¡Mejor que vuele! –agité mis brazos y sudé frío del temor.

Por suerte, logré escaparme a tiempo, ya que ambos se tropezaron y siguieron peleándose como inmaduros. Suspiré aliviada y me senté en un banco de un parque infantil. Bebí agua, hacía tiempo que no me perseguían de esa forma, y la verdad es que no es una sensación muy agradable.

Mientras miraba unas hormigas, la inspiración vino a mí. Ya sabía que hacer para el trabajo de ciencias. Tenía dos días para entregarlo, así que debía apresurarme.

–Los polos opuestos se atraen, ¿verdad? –me reí perversamente– Se van a enterar... A ver si recapacitan así.

Intenté llegar al hogar lo antes posible para preparar mi deber científico. Me duché, desprendiéndome del sudor. Luego, llamé al abuelo de un viejo amigo -que no era Tord-, ya que él era científico y sabía muchas cosas.

–¿De verdad se puede? –le pregunté, caminando por toda mi habitación– Sí, sí... ajá... –apunté un la libreta los cálculos exactos.

–Ten cuidado, Catty, no es fácil y es peligroso... –me advirtió el doctor Richard, quien vivía cerca– ¿Para qué lo necesitas?

–Para un trabajo de química ¡Gracias! –me despedí rápidamente al escuchar abrirse la puerta.

Era el estúpido de Tom. Estaba lleno de moretones y heridas por todo el cuerpo. Llevaba en su mano derecha una caja de primeros auxilios. Cerré la libreta con fuerza y suspiré.

–Oh, eres tú –reí con nerviosismo– ¿Qué quieres?

Puso una mueca de sospecha, pero contestó mi pregunta.

–¿Te importaría curarme las heridas?

–Ya eres un hombre, grande y fuerte –volví a reír, pero me crucé de brazos–. Yo, por otra parte, soy una niña tonta e inútil –sonreí con burla– ¿Por qué no le pides a Edd o a Matt?

–No quiero que sepan que nos volvimos a pelear –desvió la mirada con resignación.

–¿Las palabras mágicas...?

Me echó un mal de ojo al decir eso, pero sabía que debía decirlo o sino, no le iba a curar.

–Por... –suspiró– Por favor.

Sonreí e hice que se sentara en el borde de mi cama. Me senté detrás de él. Sin esperar nada, se sacó la camiseta. Me sonrojé, pero pude ver que los morados eran peores de lo que me imaginaba.

–Esto puede escocer... –dije echándole un spray antiinflamatorio.

–Soy un chico grande y fuerte –repitió las palabras con vacilación.

Toqué la peor herida con fuerza y se estremeció de dolor.

–Sí, lo que tú digas –dije al ver su reacción–. No deberías llevaros tan mal, vivís en la misma casa, después de todo –él se limitó a asentir– ¿Por qué os peleasteis?

Parece que recordó algo, pude notarlo ya que tensó todo su cuerpo. Agitó la cabeza.

–No deberías saberlo –se encogió de hombros.

Aquella respuesta me sorprendió. Decidí no preguntar más sobre ese tema. Estuvimos un rato en silencio, hasta que recordé lo que sucedió en la calle.

–¿No te molesta que os haya tomado una foto?

Bebió un trago de su petaca y volteó su rostro para verme con sus cuencas.

–No –respondió–. Solo me enfadé porque estaba borracho, ya sabes –asentí.

Al cabo de un rato, logré vendarle todas sus hemorragias. Se tocó la muñeca algo nervioso y me agradeció, con una cara muy agotada.

Empezamos a cantar alguna que otra canción. Por sorpresa, una cuerda de su bajo se rompió, escuchándose provenir de ella un leve chasquido. Tom se alteró.

–¡No, Susan! –lo abrazó con fuerza como si un oso de peluche se tratara -entiendan esa referencia-.

–Pfff –reí– ¿Susan? Creo que debería reservarte hora para el psicólogo –me burlé.

–Mañana iré a comprar una...

–¡Te acompaño! –enseguida me acoplé a su plan– Quiero aprender a tocar el violín.

–Esta bien –se encogió de hombros–. Pero sabes que no sabes ni lavar los platos, ¿verdad?

–¡Oye! –le di un pequeño golpe, y provocó otro quejido– Vaya, lo siento, me había olvidado...

Miré el reloj y ya era hora de irme. Me levanté, cogí mis cosas y estaba dispuesta a salir de la habitación, cuando Tom me agarró del antebrazo.

–¿A dónde vas?

–¿Desde cuando te importa? –pregunté más que por contestar, por sorpresa.

–Ya es tarde, no deberías salir a estas horas.

–Ehm... ¿Tom?

–¿Sí? –cuestionó.

–He quedado con alguien... importante.

–¿Cómo? –soltó el agarre, impresionado– ¿Has conseguido novio?

Me quedé perpleja al escuchar aquella estúpida pregunta.

–¿Qué? –reí y negué– No, no seas tonto –desvié la mirada–. No estoy interesada en eso.

Soltó un suspiro de lo que parecía alivio. Un poco confusa, salí de casa antes de que fuera demasiado tarde. Tras cruzar unas cuantas manzanas, me encontré en el restaurante que habíamos quedado con el científico.

–¡Rick! –me acerqué con euforia– ¡Cuánto tiempo! ¿Qué haces por aquí?

El de pelo celeste se abrió de brazos y salté para abrazarlo como si fuera su nieta.

–¡Catty! Pasaba a entregar la máquina de portales encomendada a un amigo –nos sentamos en una de las mesas que reservó y pedimos unos tacos–. ¿Y tú? ¡Qué sorpresa!

Me rasqué la nuca con un leve sonrojo, pero en el fondo una pequeña risita se me escapó.

–¡Me han dado una beca!

La conversación se alargó y alargó. Fuimos a tomar una cerveza por ahí para seguir hablando.

–¿Sa-Sabes qué? –soltó un pequeño eructo– Mi nieto se preocupa mucho por ti, ¿cuando volverás?

–¿Morty? –negó y trazó un círculo con su dedo índice– Ah, Alex... –dije desinteresada– No lo sé, ya no tengo nada que hacer en España –me encogí de hombros.

–Pero una pequeña visita no estaría mal... –insistió– Además, mañana viene a visitarme.

–Bueno, mientras me pagues tú el vuelo –bromeé, ignorando lo segundo.

Nos fuimos riendo y, antes de despedirnos, me entregó lo que le pedí.

–Ten cuidado y cuídate –nos abrazamos por última vez.

Me dejó delante de la puerta de casa, lo cual me hizo un favor. Antes de entrar, miré la hora y ya era muy tarde, por lo que no debía hacer mucho ruido.

Entré y, silenciosamente, dejé el abrigo en la percha de la entrada. Escuché que la televisión estaba encendida, supuse que se habían quedado dormidos, pero me sorprendió el hecho de que Tord no lo estaba.

–¿Dónde has estado? –preguntó con los brazos cruzados.

–¿Debería decírtelo?

No me gustaba el hecho de que fueran sobre protectores, y realmente Tom y Tord lo estaban siendo más de lo normal desde la discusión de esa misma tarde.

–Me preocupo por ti, ¿o es qué ya no puedo? –se acercó bastante.

–E-Eh, claro, pero... –iba retrocediendo unos pasos hasta que choqué con la pared.

Juntó su frente con la mía y profundizó la mirada. Me había puesto colorada de un momento a otro. De pronto, me encerró en sus brazos y apretó con fuerza.

–¿Tord? –pregunté sin saber bien que decir.

–Lo siento, estaba muy preocupado –se separó y me llevó a la habitación–. Ahora a dormir –cerró la puerta.

¿Pero qué mosca le ha picado? Me preguntaba, dándole vueltas al asunto. Me puse el pijama y esperé a que Tord se fuera a dormir, ya que necesitaba hacer mi experimento por la noche...

Esperé hasta aproximadamente las cinco. Mientras, cogí ambas pulseras que amablemente me entregó el científico y añadí la sustancia que me dijo. Creo que me pasé un par de gotas, pero no le tomé importancia. Grave error.

Salí de la habitación caminando de cuclillas para no provocar ningún ruido. Primero fui a la habitación de delante. Apagué la luz del pasillo y lentamente abrí al puerta. Estaba dormido.

–Perfecto –susurré con una pequeña sonrisa.

Tord dormía de lado, con un brazo encima de la sábana y el otro debajo de su cabeza. Cogí el primero y lentamente le puse la pulsera con una gema de color rojo. El corazón me latía con fuerza. ¿Y si se despertaba? Pensaba cualquier excusa mientras me alejaba de él. Finalmente logré una parte de la misión, solo faltaba la otra.

Hice lo mismo con Tom, pero sin querer pisé un oso de peluche y tropecé. Me caí, pero enseguida me levanté, con bastante dolor. Sin embargo, ya era demasiado tarde.

–¿Catt? –me volteé y allí estaba, viéndome– ¿Qué haces aquí?

Maldecí a todo lo maldecible. Con una sonrisa nerviosa, inventé cualquier cosa.

–Oh, eh... –desvié la mirada– No podía dormir y pensaba que estabas despierto para cantar un poco, sí... –me rasqué la nuca– Pero acabo de recordar que a Susan le falta una cuerda así que... –reí sin ganas– Ya me iba –señalé la puerta.

–¡Espera! –susurró y me detuve– Si quieres podemos salir.

–¿A beber? –pregunté, no me apetecía mucho en ese momento.

–No, a cantar –respondió cogiendo otro bajo–. Éste es de repuesto.

–¡Sí! –me alegre y acepté su propuesta.

Sonrió y nos subimos en el tejado como si de gatos se tratara. Por primera vez, Tom cantó casi toda la canción de Sky full of stars, mientras que yo cantaba alguna que otra parte y tarareaba, marcando el ritmo con palmadas.

Poco a poco mi energía se iba agotando, llegando al punto donde me quedé dormida sobre su hombro.

[Narra Thomson/Tommie/Testigo de Jenovah/Tom]

Catt se quedó profundamente dormida sobre mi clavícula. No sabía si despertarla o llevarla a su habitación, pero como últimamente me llevaba mejor con ella, decidí no levantarla. Se veía bien, pero no tenía que pensar cosas indebidas.

La cogí como pude y bajé con cuidado de no hacernos daño. Lo logré y al llegar a su habitación, la dejé con delicadeza para no despertarla.

La observé detenidamente, no tenía un mal cuerpo. Malos pensamientos cruzaban por mi mente continuamente, pero yo respetaba a las mujeres y no le iba a hacer nada. No como el imbécil de Tord, pervertido y agresivo...

La miré por última vez antes de irme a dormir. Por alguna extraña razón, me sentí mal al recordar esas palabras "no estoy interesada en eso". No se confundan, no me gustaba Catt, pero aquel reto me trajo muchas dudas...

[Narra Catherine/Catty/Catt]

Unos gritos provenientes de la cocina me hicieron despertarme en menos de un segundo. Confusa, me froté los ojos, bostecé y estiré mis músculos para relajarme. Me dirigí hacia allí y no pude creerlo cuando lo vi.

–¡Ha funcionado! –reí y les señalé.

Se voltearon, furiosos. Tom y Tord estaban en el mismo cuerpo pero con su cabeza. No paraba de reírme, incluso unas lágrimas se escaparon. Me tomé otra auto foto como prueba del experimento.

–¿Qué has hecho ahora, Catt? –preguntó el rostro de Tord, resignado.

–Lo siento, acabáis de ser mis conejillos de indias –me encogí de hombros–. Un trabajo.

–¡¿Y por qué con nosotros?! –exclamó Tom.

–Quería ver si así os llevabais mejor –saqué la lengua y guiñé un ojo.

Ambos negaron, no estaban de acuerdo. Edd y Matt llegaron en ese entonces, sorprendidos.

–¿Pero qué...? –susurraron a la vez, impresionados.

Les expliqué con detalle lo sucedido. Los tres se cruzaron de brazos.

–Bueno, ya puedes deshacer el efecto –propuso Edd.

Oh oh... No había pensado en eso.

–Eh... –reí y empecé a sudar frío.

–¿Catt? Dinos por favor que lo tienes.

–Sí, sí, lo tengo todo bajo control... –dije, cogiendo el teléfono.

Marqué el número de Richard, quien enseguida respondió. Me alejé un poco para que no me escucharan.

–¡Necesito tu ayuda! –me preguntó que pasó esa vez– ¿Te acuerdas de las pulseras de ayer? Bien, ¿cómo se deshace el efecto?

Sin embargo, se escuchó otra voz que reconocí al segundo.

–¡Catty, hermosa! –gritó eufórico Alex.

–Oh, hola... –desvié la mirada desinteresada– ¿Podrías pasarme a tu abuelo, por favor? Es urgente.

–Claro, pasaba solo a saludarte.

La voz volvió a cambiar, a una más grave y ronca.

–Lo siento, me robó el móvil –suspiró–. Tengo aquí la solución, pero hoy no puedo entregártela, estoy muy ocupado.

–Por favor, ¡la necesito para hoy! –insistí.

–Si tanto la quieres, puedo pedirle a mi nieto que te la lleve –pregunté de nuevo por Morty, pero volvió a negar.

–Si no hay otro remedio... –bufé.

Finalmente quedamos en el parque después de comer. Alex era muy pesado, más que una vaca en brazos, por lo que no me apetecía quedar con él, pero tenía que hacerlo por el bien de Tom y Tord.

Volví a la cocina y todos me miraron intrigados.

–¿Y bien? –habló Tom.

–Tendréis que esperar hasta la tarde, la noche como mucho.

–¡¿Qué?!

No tuvieron otra opción que aceptar. Al fin y al cabo, sabían que no podían hacer nada.

Ambos chicos se peleaban por comer el mejor trozo de carne. Edd, Matt y yo les obligamos a que se controlaran, eran realmente escandalosos.

Llegó el momento de la quedada. Me puse otra ropa que no fuera mi clásica sudadera blanca, él no acostumbraba a verme llevarla.

Cuando llegué, no lo encontré por ningún lado, hasta que unos brazos me rodearon por la espalda. Pude oler ese aroma que tanto odiaba. Intenté separarme, pero no me dejó. Por suerte, me soltó al rato.

–¡Catty! ¡Te he echado tanto de menos! –volvió a intentar abrazarme, pero lo esquivé.

–Yo no –sonreí sarcásticamente–. ¿Podrías darme esa bolsa, por favor?

–¿Ésta? –la levantó y sonrió.

–¿Cual sino? –pregunté con razonamiento.

–Mmm, no sé –dijo con rostro pensativo– Tienes que darme algo a cambio.

–Tú y tus juegos –desvié la mirada y me crucé de brazos–. Ni siquiera es tuya.

–Ya, pero yo la he traído.

Era imposible discutir con él. Dándome por vencida, pregunté:

–¿Qué quieres?

Se le formó una pícara media sonrisa y acortó la distancia entre nosotros.

–¿Qué tal un beso?

Casi me atraganto cuando escuché esa petición.

–¡No! ¡Claro que no! –retrocedí.

–Entonces no hay bolsa.

Me enfadé. No me la iba a dar a no ser que le diera el maldito beso. En contra de mi voluntad, acepté. Me fui acercando a su mejilla hasta que sin previo aviso se volteó, provocando que ambos labios se unieran. Intenté separarme, pero me volvió a abrazar. Me sentía mal, algo parecido a abusada. Puse mis manos en su pecho e intenté zafarme, sin resultado. Alex era más alto y fuerte, no tenía otra opción. Finalmente al rey le apeteció separarse.

–¡Eso ha sido sensacional! –rió al ver mi rostro.

–¡Imbécil! ¡Te puedo denunciar por eso! –le quité la bolsa de su mano y me alejé.

–Ah... Es perfecta –escuché.

Me puso los nervios a flor de piel cuando dijo eso. Odiaba su personalidad, su forma de hablarme y básicamente todo sobre él; manipulador y abusivo.

Llegué a casa de mal humor. Cerré la puerta con fuerza y me senté en el sofá junto a los demás. Me miraron extrañados. No me importó y saqué de la bolsa dos frascos con un líquido transparente.

–Tomaos esto los dos.

Obedecieron y lo bebieron de un sorbo. Tom, al no ver ninguna anomalía, se levantó e intentó desprenderse del cuerpo. Tord lo miraba indiferente, pensando que era un impaciente. Observábamos como lentamente se iban separando, pero el alcohólico al hacer tanta fuerza se desprendió del otro cuerpo rápidamente, cayendo. Se quejó, pero no pude evitar que una risita saliera.

–¡Clásico del estúpido Tom! –gritamos todos, algunos más risueños que otros.

Me dieron las gracias y volví a mi cueva. Debía describir el trabajo sobre los efectos, el antídoto y más cosas.

Al acabar, agotada me derrumbé sobre mi cama, hundiéndome en un profundo sueño.

∞ Continuará... ∞

23/4/18

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