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•{ Capítulo IV }•

ϯ SΩΔPΣCHΩSΩ TΩRD ϯ

Esa misma mañana fuimos a una emocionante aventura pesquera. Bueno, si por emocionante me refiero a para nada emocionante, entonces sí. Los cuatro no dábamos canto al diente. Matt logró sacar una bota rota y Edd otra basura del lago. Yo solo pescaba peces, pero solo sus espinas.

—¿Y si mejor nos vamos a otro lago? —pregunté, agotada.

Justo en ese mismo instante, Tom sacó su máquina lanza arpones.

—¿Qué rayos, Tom? —reí— Eres más estúpido de lo que pensaba —vacilé.

Me ignoró y disparó una flecha al agua. No esperaba ningún resultado, hasta que el bote empezó a flotar, o eso creía. Todos miramos hacia el agua y se pudo ver una gran ballena con una gran sonrisa. Resoplé, pero más tarde reí.

Ya en el coche, nos las vimos y deseamos para llevarnos la ballena que tanto el bajista insistía. Matt observaba los dos únicos pececitos que logramos pescar y empezó una conversación.

—¡No! El pequeño pececito ha explotado... —tomó una pausa— ¿Podemos ir a pescar?

—¡Venimos de pescar! —exclamó Edd.

Me llevé una mano al rostro, impresionada por la falta de memoria de Matt. Algo indignada ante el malgasto de dinero que hizo Tom, pregunté:

—¿En serio la has comprado? ¿De verdad? —le miré alzando una ceja.

—¡Eh! La máquina lanza arpones es un miembro importante para esta familia —se defendió, volteándose para verme.

—¡Vendiste el sofá para comprarlo! —exclamó Edd, con coraje.

—¡Pues arponaré -compraré- uno nuevo! —hizo un juego de palabras en inglés.

Ah, por eso no habían sofás para sentarse, pensé al recordar lo sucedido aquella mañana.

En ese mismo momento, unos piratas conducían un sofá por el asfalto. Todos excepto Tom murmuramos un "Ehm...", pero yo los saludé y ellos me devolvieron el gesto.

Llegamos a casa y me fui con el pelirrojo a la cocina para comer unas deliciosas galletas con canela. Tom fue a guardar sus queridísimos arpones, cuando de repente se escuchó un grito ahogado por su parte, luego de Edd y nosotros dos solo seguimos comiendo.

—Hola, viejo amigo —escuché una voz que no reconocí.

Con curiosidad, todos nos reunimos en el salón y pude apreciar al nuevo individuo. Llevaba la misma sudadera de color rojo y dos extraños mechones sobresalían. Edd lo abrazó con fuerza.

—¡Tord! ¡Qué alegría volver a verte!

Por otra parte, Tom se encontraba de brazos cruzados y con rostro de desaprobación.

—¿Quién eres tú? —preguntó Matt y todos menos yo se sorprendieron.

—¡Soy yo! ¿Tord? —se abrió de brazos para que le pudiera ver mejor.

—Eh...

—¿Solía vivir aquí?... —afirmó con tono de pregunta.

—Eh...

—¡Sí, solía! —bufó Tom.

—¿Realmente no me recuerdas? —se sorprendió.

Parece que Matt tuvo un flashback o algo, ya que se quedó en silencio. El estúpido de pelo puntiagudo rechistó.

—¿Qué haces aquí?

—¡Os lo dije aquella mañana mientras desayunábamos! —respondió Edd, indignado.

Entonces fue cuando entendí lo que quiso decir aquel día. Tord desvió su mirada hacia mí.

—¿Eres nueva? —asentí y me mostró su mano— Bienvenida, soy Tord Larsson —estrechamos las manos.

—Mi nombre es Catherine Melany, pero me suelen llamar Catt o Catty —sonreí, parecía agradable.

Estuvimos un breve rato hablando y aprendí lo básico sobre él: edad, nacionalidad... Me gustaba su acento noruego, era gracioso. Nos adentramos un poco más a la sala y se percató de un pequeño gran detalle.

—¿Dónde están los sofás? —preguntó señalando las marcas de donde solían estar.

—Tom los vendió a unos piratas —se cruzó de brazos Edd.

Justo volvieron a pasar los piratas y los volví a saludar con una sonrisa.

—Clásico del estúpido Tom —dijo tocándole una mejilla para molestarlo —No os preocupéis —dijo lanzando un pequeño cubo y de la nada se hizo un gran sofá.

—¡Yay, sofá! —nos alegramos Edd, Matt y yo.

—¿Qué es esto? —preguntó Tom, me acerqué para observar el cubo que sostenía mi amigo.

—Oh, solo es una pequeña cosa que he inventado —dijo pulsando un pequeño botón rojo.

Se empezó a agrandar y se transformó en un sillón, aplastándonos por completo. Hice un pequeño grito y Tord me ayudó a salir, disculpándose.

—¿Y cuándo te vas a volver a ir? —Tom preguntó, intentando salir de la prisión arrastrándose.

—¿Irme? ¡Me vuelvo a mudar! —exclamó con alegría.

Pude ver como se colocó ambas manos en el rostro, impresionado.

—¡Qué bien! —exclamó Matt — Todd se va a volver a mudar.

—Tord —corrigió.

—Eres mucho mejor que el amargado de Tim —lo señaló con desinterés.

—Tom —rectificó el de pelo puntiagudo.

—¡Y además Cart es muy agradable! ¡Seguro que os lleváis genial! —cabeza de toro me miró y rió.

—Catt —resoplé, al igual que los doble T.

—No te preocupes, Matt.

—¡Matt! —dijo su nombre y me volví a llevar la mano a la cara.

¿De verdad él es más mayor que yo? Me preguntaba con seriedad, cada día me sorprendía más. Tord desvió los ojos y estiró su espalda como si fuera a dar un abrazo.

—¡Vuelvo para no irme! —rió, pero se volvió a poner algo serio— No... os importaría que tomara mi vieja habitación de vuelta, ¿verdad?

Tom frunció el ceño y empezó a quejarse.

—¡Pero ahora es mi cuarto! ¡No!

Edd se unió a la conversa para calmar las cosas.

— ¡Tom! ¡Stop being so rude! ¿Podrías volver a tu antiguo...?

Tom me miró y suspiró con pesadez, muy resignado y con una mirada de desaprobación.

—Ni de broma voy a compartir habitación con ella.

Tord rió y le lanzó por segunda vez otro cubo.

—Relájate... —empezó a parpadear— ¿Por qué mejor no duermes en un asiento?

Tom reaccionó, cogiéndolo, pero al darse cuenta, con rabia se volvió a quedar debajo del sofá.

—Clásico del estúpido Tom —empezamos a reír.

—Sí, clásico del estúpido Tom —dijimos Edd y yo a la vez con burla.

Esa fue la gota que colmó el vaso de Tom. Con una ira inconmensurable, lanzó con tal fuerza el sofá que rompió la pared.

—¡¿Quieres mi habitación?! ¡Quédatela! —gritó histérico— ¡Cualquier compañía es mejor sin ti! —me miró por última vez como si se refiriera a mí y se marchó de casa.

Nos asomamos por la ventana y lo vimos con preocupación. Tenía las manos en el bolsillo de la sudadera y apretaba la mandíbula con fuerza.

—¡Sofá gratis! —gritó el vecino con felicidad.

—Wow, parece contento —se escuchó a ese tal Eduardo decir, pero su compañero dijo algo y lo amenazó con la muerte.

Estuve pensando en que hacer, ni yo lograba llegar a enfadarlo tanto.

—Creo que debería ir detrás de él... —pensé en voz alta.

Tord me rodeó con su brazo y me atrajo, impidiéndome salir por la puerta.

—¡No! Eres nueva y quiero conocerte —sonrió y me llevó casi a la fuerza a sentarme—. Tenemos que ver la película "El retorno de los piratas zombies del infierno cuatro", seguro que te gusta —masajeó mi hombro.

Asentí algo insegura, pero Edd y Matt se alegraron, ignorando la situación.

—¡Cómo los viejos tiempos!

El de sudadera roja se acercó a las cortinas y empezó a cerrarlas lentamente.

—Sí —se le formó una sonrisa—. Justo como los viejos tiempos... —susurró, provocándome un escalofrío.

Eso... ha sido muy, muy escalofriante, pensé insegura.

Se acercó y se sentó a mi lado, tocándome la pierna. Me tensé, pero decidí ignorarlo. Empezamos a hablar y él parecía interesado en lo que decía, cosa que de alguna forma me incomodaba.

—Sí, se nota que eres española por tu acento —tocó mis labios con suavidad.

Mis colores subieron, pero no iba a dejar que un sucio me tocara de esa forma. Le cogí de la muñeca y lo aparté. Alzó una ceja junto a una media sonrisa. Continué con la conversación.

—Y si te has ido a la gran ciudad —afirmé— ¿Por qué has vuelto? O más bien, ¿qué has ido a hacer?

Se esfumó su sonrisa y me miró profundamente. No respondió y empezó a mirar la película. Me sorprendió su reacción. Estaba actuando de una manera extraña.

Sin verlo ni beberlo, Matt soltó un gran "no" por alguna razón, sobresaltándonos a todos.

—¡No! —se llevó sus manos al rostro— Mis palomitas...

Tan solo fue eso... Puse mis manos al corazón y suspiré aliviada.

No me estaba gustando mucho la película, pero la seguí por mero aburrimiento. En una parte, un zombie corta con su gancho a otro zombie.

—Ugh... —sonrió Tord.

—Espero que esté bien —dijo Edd.

—Oh, no te preocupes, Edd... —tomó una pausa y con acento despreocupado, dijo:— Es solo un zombie pirata...

El chico negó. No se refería a eso, pensaba en Tom.

—¿Él? Pfff, estará bien —movió la mano y comió un puñado de palomitas.

—Eso espero —bufó.

Acabó la película y les pregunté si les apetecía una pizza casera, a lo que obviamente respondieron con un claro y simple "sí".

Llegamos al mercado y el dueño de la casa fue tan amable de subir a la señora a la estantería -ya que quería un tarro de pepinos- que se me enterneció el corazón. Comprando la fruta y verdura, Tord usa de excusa la llamada de una banana para atender unos "asuntos importantes".

—¿Todos los noruegos son así? —pregunté, extrañada.

Ambos se encogieron de hombros. A los dos minutos vimos a Tom pasar corriendo con un papel y una cara de enfado.

—Creo que algo no anda bien —dijo Edd preocupado y yo asentí.

—Voy a ver que pasa —hablé, corriendo— ¡Luego te devuelvo el dinero!

Dicho eso, lo seguí. Era más rápido que yo y por lo tanto no lo logré alcanzar pese a haber gritado todo lo que pude. Lo perdí de vista, pero supuse que fue a casa, así que me dirigí hasta allí.

Escuché dos voces provenientes de la habitación de Tom. Me acerqué y me asomé en el marco de la puerta. Vi a Tom con el dedo índice agachado y a Tord con un gorro extraño y una cara súper feliz. Éste me vio y me indicó que fuera con él.

—¡Catt! ¡Pasa, pasa! —con su mano, me incitó a acercarme— ¿Quieres uno de éstos? —preguntó, refiriéndose al casco.

Me lo pensé y no negué. Me acerqué y me volvió a coger de los hombros. Miré alrededor y vi armas y botones por todas partes.

—¿Qué es todo esto?

—Es mi... Eh... ¿Lavadero? He... —dijo con un tono inseguro.

Tom nos miraba expectantes hasta que se dignó a hablar.

—Suéltala —ordenó.

Al cuernudo se le formó una sonrisa y me miró.

—¿Eh? Pero si ella quiere uno... ¿Verdad? —me guiñó un ojo.

—Ehm... -desvié la mirada, no confiaba mucho en él.

Juntó más nuestros cuerpos. Intenté apartarme, pero él no me dejó.

—Solo tienes que pulsar este botón y lo tendrás... ¡Así de fácil! —rió— Y gratis...

—No sé, ¿por qué no lo haces tú?

Cogió mi mano y la puso encima, luego entrelazó sus dedos y los míos, impidiéndome apartarla.

—Es más emocionante que lo hagas tú, ¿no?

No me gustaba su actitud. Desde que lo había conocido, cada vez era menos agradable.

—¡Tord, sé que lo que planeas no es nada bueno! —Tom se acercó unos pasos, pero ya era demasiado tarde.

∞ Continuará... ∞

23/4/18

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