•{ Capítulo III }•
ϯ LΔ UΠI∇ΣRSIDΔD Ψ MÁS PRΩβLΣMΔS ϯ
Al recibir los primeros rayos de luz matutina, la cabeza me empezó a doler de una manera insufrible. La agarré con ambas manos e hice presión, como si eso fuera a ayudar. Tras dar muchas vueltas por toda la cama, me levanté a pedir una aspirina.
Como pude, logré llegar a la cocina y solo estaba Edd desayunando.
—U-una aspirina, por favor —dije, cerrando los ojos con fuerza.
Él se levantó rápidamente, me hizo sentarme en una silla y se fue a buscar una. En ese momento llegó Tom tranquilamente.
—Te ves muy mal —rió y me señaló.
Lo miré con una de mis peores miradas, pero volví a cerrar los ojos. Entrecerré uno para seguir mirándole.
—Imbécil, cállate —suspiré— ¿No te duele la cabeza?
Cogió la caja de cereales y la leche y se puso un poco en un bol.
—No —rió—. Soporto muy bien la resaca.
Negué con la cabeza, ese era mi momento.
—No me refería a la resaca, me refería a tu estupidez —volví a repetir la pregunta de diferente forma— ¿No te duele la cabeza de ser tan estúpido?
Al principio pensé que había logrando molestarle, ya que en el fondo esa era mi intención, pero me sorprendí al ver su sonrisa.
—Dímelo cuando te hayas recuperado.
Lo asesiné con la mirada. Edd llegó, calmando un poco el ambiente. Puso el vaso de agua en frente de mí y echó la medicina.
—Muchas gracias, realmente me duele la cabeza.
—No te dolería si me hubieras escuchado —me dijo de forma cortante.
Agaché la cabeza avergonzada, ya que por una parte le tenía respeto y por otra Tom se estaba riendo interiormente, yo lo sabía.
—Al menos ya se de quien no fiarme —dirigí mi mirada al alcohólico.
—¡Eh, yo no te obligué a ir! —levantó las manos a modo de defensa.
Edd ordenó que nos calláramos, y así lo hicimos. No hablamos en todo el desayuno. Estaba pensando en algún tema para romper el hielo.
—¿Dónde está Matt? —pregunté.
—Creo que sigue durmiendo.
—¿Aún? —miré mi reloj y la verdad es que era temprano— Yo... voy a seguir estudiando.
Tom también se levantó con energía.
—¡Yo voy a comprar una máquina lanza arpones! —sonrió orgulloso.
—¿Arpones? ¿En serio? —reímos Edd y yo al unísono.
—Sí, seguro que nos va a ser útil.
—Sí, doy fe —dije sarcásticamente dirigiéndome hacia mi habitación.
Ese día no hice otra cosa que estudiar otras materias. De vez en cuando iba echando el ojo a otras páginas y estaban llenas de flúor. Todo es importante, mejor ni me molesto a subrayar, pensé.
De vez en cuando los chicos pasaban por mi cuarto para saber si estaba bien -menos Tom-, si necesitaba algo o si quería comer, pero negué las tres preocupaciones. Aún así, el dolor de cabeza y de estómago disminuían lentamente, impidiéndome concentrarme.
Era y soy atea, pero a falta de Dios a cualquier santo le reza, supongo. No sabía ni siquiera si iba a lograr entrar en la escuela, ya que, por si fuera poco, todo estaba en inglés y allí tenían otra forma de corregir. Cantaba de vez en cuando para relajarme, pero aún así los nervios volvían.
~A la mañana siguiente...~
Me levanté lo más pronto posible para vestir bien el nuevo uniforme. Era, sinceramente, muy formal. Extrañamente no llevaba falda y todo el traje era negro con una corbata roja o azul -yo decidí azul-. Desayuné cualquier cosa ligera y Edd amablemente me llevó hacia la universidad Los Peninos. Para quien no lo sepa, son unos montes de Inglaterra. Obviamente no iba a ir allí, pero como se situaba cerca, pues supongo que le pusieron ese nombre.
—Adiós Edd —saludé con la mano tímidamente desde la entrada.
—Demuéstrales de que bebida estas hecha —guiñó un ojo y alzó el pulgar con su puño cerrado.
Lo vi alejarse cada vez más. Suspiré. Tenía miedo pero tenía que ser valiente. Con paso ligeramente firme, me adentré en aquel imponente edificio.
[Narrador omnisciente]
Edd llegó a casa algo intranquilo. Tomó uno de los cientos de refrescos que aguardaban en la nevera y se sentó en el sofá junto a los otros dos chicos.
—¿Creéis que le irá bien? —preguntó preocupado.
—No —respondió Tom con frialdad.
—¡Claro que si, Edd! —por otra parte, Matt mostraba su optimismo— No hay nada que se le resista.
Tom casi escupe las palomitas, ya que veía una película.
—El alcohol —rodó los ojos—. Iba loca perdida.
Enseguida Edd volvió a regañarlo.
—¡Ella es nueva! Ni siquiera es de este país, deberías ayudarla en vez de ignorarla.
El de la sudadera azul resopló con pesadez.
—Que fastidio. ¡Ella ya es mayor! ¡Déjala que haga lo que quiera! —irritado, se levantó— Y no necesito ser la niñera de nadie.
—Tom, ya hemos hablado sobre eso —suspiró Matt— ¿No puedes ni hacer un pequeño intento? ¿Ni uno pequeñísimo?
El chico rudo estuvo reflexionando unos segundos, hasta que se dignó a hablar.
—Lo intentaré, pero no prometo nada.
—Gracias, Tom —sonrió Edd.
[Narra Catt]
Cuando Edd llegó a recogerme, lo primero que le dije fue que me preocupé por nada. Me asignaron a la segunda clase, hice amigos y en general todo bastante bien.
—¡Me alegro tanto! —asentí con energía, estaba de buen humor— Y no fui a la primera por historia...
Llegamos a casa y merendé una gran tostada con tomate y aceite. Cuando me la acabé, repetí otra. Seguía comiendo, pero no me di cuenta de un pequeño detalle.
—No sabía que podías llegar a comer tanto y no aumentar de peso.
Me voltee y vi a Tom apoyado en el borde de la puerta, de brazos cruzados. Me puse un poco colorada. Es poco femenino, pero cuando hay hambre, la hay y punto.
—Secretos de chicas —guiñé un ojo y saqué la lengua—. Ni tú que pudieras beber tanto sin luego tener resaca —devolví la jugada.
—Touché —arrastró una silla y se sentó delante.
Me sorprendió un poco. ¿A caso estaba tratando de tener una conversación conmigo?
—¿Estás bien? ¿No tienes fiebre?
Sonrió un poco más y apoyó su cabeza en la mano.
—¿Es qué ya no puedo hablar contigo? —preguntó haciéndose el ofendido.
Me miraba de una manera extraña, demasiado extraña. No estaba acostumbrada a esta clase de relación. Me mantenía en silencio, tan solo se escuchaban los bocados.
—¿No me vas a contar nada? ¿Qué tal te fue? —preguntó.
Creo que él se estaba empezando a aburrirse. Sospeché un poco sobre su actitud.
—Bien... —tomé una pausa y suspiré— ¿Te han obligado a hablarme?
Desvió la mirada en otra dirección, aumentando mis sospechas.
—No...
Otro silencio se hizo presente, así que insistí.
—Tom... —lo observé.
—¡No se puede tener una conversación normal contigo! —gritó, saliendo de la cocina.
¿Hice algo mal? Me preguntaba, algo asustada ante tal repentina acción. No sabía si ir detrás de él o acabar mi deliciosa merienda, pero sabiendo como me trataba, me decanté por la segunda opción.
Edd llegó a los pocos segundos acompañado de Matt. Ambos se sentaron.
—Ya es la tercera discusión en lo que llevamos de semana... —mencionó el pelirrojo.
Asentí.
—Lo siento, no sé que hago mal para llevarnos así.
—¿Por qué no tratas de iniciar una conversación con él? —reí ante tal consejo.
—Créeme, ya lo he intentado —suspiré con pesadez—. Pero decidme, ¿le habéis dicho que inicie una conversación conmigo?
Ambos se rascaron la nuca debido a los nervios. No hubo respuesta.
—¿Eso es un sí? —insistí, insegura.
—Sí, se podría decir que sí.
—Pero... ¿por qué? —me miraron extrañados— ¿Por qué queréis que nos llevemos bien? Quiero decir, por mi parte no hay ningún problema y lo entiendo, pero si él no quiere, dejadlo...
Recibí sus miradas entristecidas, pero Edd no se rindió.
—¡No, Catt, no digas eso! —se levantó de la silla y apoyó sus manos en la mesa— ¡Tenéis qué llegar a ser amigos! Aunque sea solo un poco —insistió.
Estaba de acuerdo. Sonreí, pero seguía sin saber cómo lo iba a hacer.
—Bien, pero... ¿cómo lo hacemos?
Los tres nos quedamos un rato pensando, hasta que Matt levantó su dedo índice mostrando una idea.
—Solo os juntáis cuando se trata de música, o cuando salisteis anteayer a beber, ¿no? —asentí— Pregúntale si quiere hacer un dueto contigo, o algo...
No me pareció mala idea. De hecho, me pareció muy buena. Un pequeño defecto era que Tom se enorgullecía solo de él mismo, pero intenté lidiar con eso.
—Voy a hablar con él —me levanté de la mesa y puse a lavar los platos—. Gracias chicos —les di un abrazo a cada uno.
Durante el corto trayecto estuve pensando en que debía decirle. ¿Tenía que pedir perdón? Yo no tenía la culpa de que fuera tan sensible como una bomba, la verdad.
En unos pocos segundos llegué delante de su puerta y me la quedé mirando. Toqué un par de veces para saber si estaba ahí.
—Vete, no quiero hablar contigo, Catt.
Me quedé impresionada al escuchar que pudo reconocerme.
—¿Cómo supiste que he sido yo? —anonadada, pregunté.
—Edd toca tres veces y Matt entra sin avisar —en ese entonces lo entendí—. Ahora, vete.
—¡No! No podemos estar así.
Se escuchó una risa desde el otro lado de la pared.
—¿Así? ¿Así, cómo, exactamente? —suspiré ante su respuesta.
No sabía qué responder. Me quedé en silencio, pensando algo coherente.
—Lo sabía, te han mandado ellos a arreglar los problemas, ¿verdad?
Negué aunque no podía verme.
—No, esta vez no. ¿De dónde sacas esa conclusión? Yo también puedo pensar.
—¿De verdad? —pude escuchar su voz acercarse— Entonces, ¿por qué intentas tener una relación conmigo?
—Eres alguien... curioso —intenté buscar otra palabra que no fuera "anormal"—. Bebes y tocas el bajo, tienes temas interesantes para hablar y también eres inteligente y estúpido a la vez —reí con suavidad—. Tal vez un poco orgulloso y serio, pero creo que eso viene de fábrica.
Finalmente la puerta se abrió, mostrando a un Tom con una media sonrisa.
—Podría decir lo mismo de ti —se apartó para darme paso libre.
Sonreí de forma sarcástica y él imitó el mismo gesto. Se sentó en la cama y yo me quedé de pie.
—¿Cantamos? —preguntó, entregándome otro papel.
Acepté encantada aunque un poco confusa. ¿Cantamos? ¿Él también? Empezó tocando unas notas. A medida que avanzaba la canción, Tom pronunciaba alguna que otra palabra para hacer el efecto de "eco" o "coro", como se suele llamar.
—No sabía que también cantabas —dije al acabar.
—Yo tampoco —se encogió de hombros.
Hablamos unos minutos y luego cenamos una pizza. Mañana sería fin de semana, lo que significaba dos días libres. Lo que nadie se esperaba -menos Edd- era la llegada de un viejo amigo.
∞ Continuará... ∞
23/4/18
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