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•{ Capítulo I }•

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Durante toda la estancia en el avión apenas pude concentrarme con mis estudios. La principal razón era a causa de unos inocentes niños llorando y gritando debido a las turbulencias. También habían otras, como por ejemplo: el mareo constante, la fuerte tormenta y, por último y lo más intrigante -personalmente-, mi nueva compañía. Sí, me habían dado una beca y me aconsejaron acomodarme en la residencia, pero rechacé el consejo y decidí escoger un lugar por mi propia cuenta. No era nada personal, simplemente quería más privacidad y a la vez independencia.

Cerré el libro de anatomía al escuchar a la señora sobre la llegada al aeropuerto. Apuré el paso y logré ser de las primeras en salir del estresante avión. Más tarde, tras pasar el control, salí para prender un cigarrillo mientras esperaba a un tal Edd.

Llegaba diez minutos tarde de lo acordado, pero finalmente pude reconocer una silueta verde, sabiendo que era él. Se acercó lo suficiente, se presentó y nos estrechamos las manos.

—Siento llegar tan tarde —se disculpó, tomando una bocanada de aire.

—No te preocupes —una leve sonrisa apareció en mi rostro—. Bien, ¿vamos?

Asintió y nos dirigimos hacia el coche. Olía perfectamente a cuero y estaba sorprendentemente limpio. Acomodé mi maleta y iniciamos el trayecto. Quedaba algo lejos la casa, por lo que, para que no hubiera un silencio incómodo, intenté iniciar una conversa, sin embargo, Edd tuvo la misma idea y se adelantó.

—Ya que a partir de ahora vamos a ser compañeros, me gustaría saber más de ti.

Eso me sorprendió de alguna forma. No me imaginaba que los británicos fueran tan socialmente... curiosos.

—¿Sí? ¿Qué quieres saber? No soy una persona muy interesante... —comenté, observando a través de la ventana el cielo nublado.

—Por simple curiosidad, ¿cómo es que te has mudado con nosotros? —me miró intrigante mediante el espejo.

—Me han dado una beca, simple y llanamente —dije.

Asintió, sin más. Encendió la música y justo empezó a sonar la canción Here de Alessia Cara, una de mis favoritas. Sin darme cuenta, ya estaba cantando y marcando el ritmo con mis palmas.

—Cantas muy bien —me alagó con una pequeña sonrisa.

Paré en seco en cuando me dijo eso. Me ruboricé y desvié la mirada, no me gustaba que me escucharan, pero es que, cuando empiezo, me olvido de todo a mi alrededor.

—No es nada... —murmuré.

Se formaron unos segundos silenciosos, hasta que decidió proseguir.

—¿Sabes? Tengo un amigo llamado Tom que toca el bajo —tomó una pausa—. Seguro que hacéis un buen dueto.

—Sí, estaría bien —contesté, sin prestarle mucha importancia.

Finalmente, llegamos. Edd me ayudó con el equipaje. Observé la casa con detalle. Era grande para lo que estaba acostumbrada, pero saber que ahí íbamos a vivir cuatro personas, supe que el espacio era el correcto. Justo cuando mi nuevo compañero estaba buscando las llaves, el vecino se acercó junto a dos compañeros.
Edd frunció el ceño, mirándolo con amenaza.

—Eduardo...

No entendía que estaba sucediendo, yo solo quería entrar y pegarme una buena ducha...

—¡Jaja! ¿Qué pasa, Edd? ¿Te has echado novia? ¿Tú? —sonrió burlonamente.

En ese momento entendí el porque mi compañero se llevaba mal con él, era irritante su forma de hablar.

—¿Pero de qué vas? —salté en la conversación— ¿Solo por ver a un hombre con una mujer ya son pareja, o qué? —su sonrisa se esfumó.

—Que carácter de perros... —dijo, susurrando y sus amigos lo acompañaron, no sin antes echarnos una última mirada.

No solía contestar de esa manera, pero en ese momento las circunstancias no eran las mejores como para hablar con respeto, más que nada porque las gotas caían con fuerza y era de noche.

—¡Lo has hecho callar de una! —rió muy contento y levantó su palma —Buena esa —chocamos ambas manos.

—Se lo merecía —dije con una media sonrisa mientras entrábamos a mi nuevo hogar.

Resultó que dos personas más nos estaban escuchando. Un pelirrojo, quién observaba la televisión junto a alguien de pelo curioso, preguntó:

—¿Merecer el qué? —cuando se volteó y me vio, se levantó enérgicamente y agarró mi mano, moviéndola con soltura— ¡Tu debes de ser Catt! Yo soy Matt. Bienvenida, ojalá seamos buenos amigos —me guiñó un ojo.

Balbuceé un "gracias" acompañado de una leve sonrisa, ignorando el guiño. Desvié la mirada hacia la otra persona sentada en el sofá.

—Tom —llamó Edd—. Tom... —insistió, el chico no contestaba— ¡Tom! —gritó, sobresaltándolo.

Tom... El era el bajista del que me había hablado, no parecía muy agradable.

—¿Qué quieres? Estoy justo en la mejor parte... —colocó el brazo detrás del respaldo y se volteó, cruzando nuestras miradas —Ah, tú... —tomó un trago de su petaca— Sí, lo que sea, bienvenida —con desgana, volvió su mirada a la pantalla.

—No tiene ojos... —murmuré incluso algo incómoda.

Solté un largo suspiro debido al cansancio. Solicité mi habitación y me indicó que estaba entre la suya y la de Tom. Una de cal y otra de arena, pensé. Se veía en la puerta "Tom's room" tachado, luego "Guess Room" igual y lo mismo con "pool". ¿De verdad hicieron una piscina? Se me escapó una pequeña risa y entré. No era muy grande, pero en el fondo me pareció acogedora.

Lo primero que hice fue darme una ducha de agua fría, revitalizadora y sana. Canté algunas otras canciones, como Nothin' On You con el feat de Bruno Mars, Please Don't Go de Joel Adams y por último La Da Dee con la voz de Cody Simpson. Eran canciones muy nostálgicas, pero supe que el pasado, pisado queda y el presente todo de frente.

Salí, rodeada de una toalla blanca tanto en mi pelo como en el cuerpo, pero no todo iba a salir tan bien...

—¡¿Qué haces aquí?! —pregunté, sobresaltándome y agarrando con fuerza la toalla, agachándome y lanzándole las zapatillas, ya que era lo único que tenía a mano.

El de jersey azul se sonrojó y, con suerte, logró evitar ambos zapatos. A continuación seguí arrojándole peluches.

—¡L-lo siento! —se cubrió la cabeza.

Noté que se empezó a estresar, pero no por ello paré. Al final, cogió mi perrito Pluto y me lo estrelló en la cara, haciendo que pare. Me sobé el ojo, pero no articulé palabra alguna.

—Te he escuchado cantar, no lo haces mal —dijo, tratando de evitar la situación embarazosa.

Eso no era ninguna excusa para mí, a la puerta se llama, hombre.

—Si, ya ves lo que me importa tu opinión —lo empujé hasta cerca de la puerta.

—¡Pero cantas bien! —insistió.

—Ya ves lo que me sigue importando —y dicho eso, cerré la puerta con fuerza.

Escuché como se fue a regañadientes a su habitación, también escuchando un fuerte ruido por su parte.

Me coloqué el pijama, pensando en la situación que acababa de pasar. Recapacité. Me di cuenta de que tal vez fui demasiado ruda y no quería llevarme mal con mis compañeros desde el primer día. Con ese pensamiento, me fui dispuesta a disculparme.

Salí y me encontré con Matt y Edd, quienes extrañados me preguntaron al unísono:

—¿Ha sucedido algo?

Negué con al cabeza, pero les expliqué brevemente la causa de los ruidos y gritos.

—Sí, mejor ves a disculparte, pero él también debe hacerlo —me dijo Edd, dirigiéndose hacia la cocina, no sin antes colocar su mano sobre mi hombro.

—¿A dónde ibas tú, Matt? —pregunté intrigada.

Rápidamente sacó algo envuelto con papel de regalo. Le miré a los ojos y me señalé. Él afirmó y me lo entregó con una sonrisa.

—No hacia falta tanto detalle... —dije cuando vi un bonito espejo de mano.

Me puse al lado suyo y no miramos en él. Realmente me gustó y claramente no lo iba a rechazar. Le di las gracias.

—Ya miraré algo para ti —comenté.

—No hace falta, ¡éste es mi regalo de bienvenida! —sonrió, mirándose en otro espejo y se encaminó hacia el salón.

Después de arreglarme un poco -con el pijama, pero siempre arreglada-, estaba a punto de llamar a la puerta, cuando escucho sin previo aviso una bonita melodía de un bajo. Reconocí esa melodía, era la de Saturno de Pablo Alborán. ¿Quién lo diría? Empecé a cantar y me apoyé en la puerta. La parte del estribillo la canté con tanta pasión que creo que llegó a escucharme y todo. Todo se detuvo en cuando el pomo de la puerta se movió.
Mi pulso se aceleró y con suerte logré no caerme, pero me hubiese gustado seguir.

—¿Qué haces aquí? —preguntó con cara de pocos amigos.

Desvié la mirada, intentando disimular, pero finalmente le dije la verdad.

—Vengo a pedir disculpas por lo de antes —me rasqué la nuca.

Se quedó en silencio. Tal vez eso no se lo esperaba en el fondo.

—Yo... —me interrumpió.

—Pasa —dijo, invitándome a adentrarme.

Acepté. Analicé con detalle su habitación y también los posters de Asdf movie que resaltaban. Caminando un poco alrededor de ella, vi un bajo encima de su cama, detallado con cuadros blancos y negros.

—Bonita habitación —comenté.

Seguía un poco incómoda desde lo sucedido, así que hablar con él se me hizo complicado.

—Hagamos como si nada hubiese pasado —habló, tomando otro trago.

—Sí, será lo mejor.

Me senté en el suelo, recostándome en el borde de la cama, como si fuera mi propio cuarto. Yo pensaba en mis cosas y Tom en las suyas, hasta que una pregunta me llegó a la mente.

—¿Por qué no tienes... ojos? —señalé sus cuencas.

Omitió mi pregunta. ¿Por qué me pide entrar si luego no hablamos? No logré encontrar respuesta alguna. Estaba dispuesta a levantarme, cuando éste reaccionó.

—Espera, probemos una cosa —dijo, entregándome una partitura junto con la letra.

—¿Te la acabas de inventar?

Asintió y comenzó a tocar el bajo. Empecé a cantar, algo insegura pero improvisando. A media canción, la puerta se abrió, mostrando dos siluetas. Me di cuenta, pero las ignoré, concentrándome aún más sabiendo que teníamos audiencia.

Acabé la canción con un largo y profundo "with you", y seguidamente algunos aplausos empezaron a sonar.

—¡Qué bien lo habéis hecho! —alagó Edd, sonriente.

—Sí, ha valido la pena levantarse a las dos de la madrugada para escucharlo —comentó Matt, resaltando la hora con algo de molestia, pero en el fondo con alegría.

Miré el reloj digital y tenía razón, eran las dos y once. Al sonreír, una bostezo se escapó de mis labios.

—Gracias y lo siento... —me disculpé.

Tom se cruzó de brazos y evitó el contacto visual.

—Bah, nadie os ha obligado a levantaros y la verdad es que hay que mejorar —suspiró—, pero no ha estado nada mal.

—Gracias —subieron un poco mis colores.

—Lo decía sobretodo por mí —habló arrogante, pasando su mano por su cabello.

Le miré mal y él me devolvió la mirada. Edd dijo que nos calmáramos, a lo que le hicimos caso. Otro bostezo se hizo presente, contagiando a los demás.

—Me voy a dormir, estoy muy cansada —dije, saliendo—. Buenas noches.

—Descansa, Catt —se despidieron.

Antes de salir, la voz de Tom me reclamó:

—Catherine —me giré—. Lo siento.

Sonreí, aceptando sus disculpas. En el fondo no era un mal tipo, simplemente demasiado orgulloso.

Cada uno fue a su respectiva habitación para intentar conciliar el sueño.

∞ Continuará... ∞

23/4/18

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