xi. hablando en tus sueños
▬▬ capítulo #11 ▬▬
❛❛Hablando en tus sueños.❜❜
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La cara de Ume mostraba un desagrado que trataba de disimular, pero Mina la había notado desde el momento en que les trajeron la comida ¿Y cómo no? Si desde el momento en el que el plato tocó la mesa Minari estaba devorándola.
No era algo muy propio de ella, por un instante podía jurar que su apetito la hacía temblar, la mujer parecía no haber comido nada en días, tal vez semanas, a pesar de haber cenado la noche anterior, y solamente eran las nueve de la mañana. Tuvieron que pasar algunos momentos antes de qué se diera cuenta de su actitud, con algo de pena, y las mejillas rojas de la vergüenza, Mina levantó la vista hacia su hermana, quien trató de quitar la expresión de rareza apenas chocaron miradas.
—De haber sabido que tenías tanta hambre habríamos salido más temprano.
—Lo lamento—murmuró ella, limpiándose los labios con una servilleta.
—Descuida, es la primera vez que te veo de esta forma.
Al instante, la mirada de Minari se alivió, soltando una pequeña sonrisa, pues no supo que otro gesto hacer. Ume estuvo a punto de cambiar de tema, sin embargo, aquel apetito voraz no era el único aspecto extraño en su hermana, juntando algo de valor, y con preocupación en su tono de voz, la mayor soltó la pregunta detonante:
—¿Te sientes bien?
Mina no supo cómo responder, se limitó a apretar los labios, agachando levemente la mirada, sabía a lo que su hermana deseaba llegar, pero parecía que no era capaz de preguntarle directamente, lo cual era muy raro en ella. Ume lo había notado, desde hace varias semanas atrás podía apreciar a simple vista que estaba diferente, a decir verdad, se veía enferma.
A diferencia de Ume y Hanako, Minari tenía rasgos diferentes, su cabello era más voluminoso, el cuerpo era un claro ejemplo de sus genes extranjeros, además de ese tono rosado en sus mejillas que solía envidiar cuando eran jóvenes.
Pero desde diciembre, todo en ella era distinto, su cabello era más opaco, al igual que el color en su piel, estaba un poco más delgada, podía apreciarse a simple vista en sus brazaletes, incluso en los pliegues de su ropa levemente holgada. En el fondo, deseaba creer que era algo anímico, pues la otra opción era mucho peor.
—Mina—llamó nuevamente—. ¿Pasó algo?
La mencionada levantó su vista, con algo de miedo reflejado en sus ojos, lo sabía, claro que lo sabía. La primera persona en notarlo fue su esposo, quién se aseguró de que todo en ella estuviera bien, le duplicó la comida, evitó que tuviera pequeñas fatigas, pero no importaba cuanto la cuidara, nada parecía mejorar.
El doctor no tenía explicación alguna, lo describía como un efecto del estrés, pues presentaba signos muy parecidos, incluso Megumi, quién evitaba comentar sobre la vida de otros se vio alarmado por ese cambio en su profesora.
Sin embargo, la única persona que podía asegurar lo que le estaba ocurriendo era ella misma. Era claro que las excusas se le habían acabado, pues Ume también sabía que estaba ocurriendo.
—A veces siento que el sol puede dejarme ciega con lo brillante que es, el frío me es insoportable, al igual que el calor en exceso, constantemente siento que ardo en fiebre pero el termómetro no dice nada—comenzó a decir—. El entrenamiento me agota y no he cambiado mi rutina... Incluso, hay veces en las que siento que presionan mi pecho, como si mi corazón se estuviera contrayendo.
Mina chocó su mirada con la de Ume, dispuesta a aceptar la realidad de una vez por todas, como última forma de pedir ayuda.
—Todo cambió, desde el día que salió por primera vez.
Aquellas palabras dejaron a Ume sin duda alguna, pero lo que tanto temía, finalmente se estaba cumpliendo. La mujer tomó un par de segundos de valor, tratando de ser lo más delicada posible con sus palabras.
—¿Ha vuelto a salir?
—A veces siento respirando en mi nuca—murmuró, tras un momento de silencio—. Se asoma a través de mis ojos, incluso de la sombra... no lo hace cuándo Kento está cerca, mucho menos en el exterior, pero de alguna forma, quiere salir… es silenciosa, y aterradora.
—¿Cuándo fue la última vez?
—Anoche.
Aquellas palabras dejaron a Ume callada, dejó que Mina hablara de lo que estaba ocurriendo, pues ya no encontraba forma de darle una solución. Mina creía que era una mala jugada de sus recuerdos, pero soñar continuamente con momentos de su vida que trataba de olvidar debía significar algo, al igual que todos esos flashes sin sentido de voces y rostros que jamás había visto.
—Está hablándome a través de mis sueños, cuando no puedo moverme—admitió, con miedo de ser vista como una lunática—. No es algo verbal, últimamente tengo recuerdos, y la veo, observando de lejos… lo hace de una forma peculiar, como si tratara de asustarme, pero no tiene sentido, Ume.
—¿Por qué lo dices?
—Porque si ella quisiera quedarse con mi cuerpo no estaría haciéndome esto.
Las palabras de su hermana terminaron dejando sin aliento a Ume, pues finalmente había admitido aquello que más temía: la bruja estaba envenenando su cuerpo.
—Tenemos que sacarla.
—Solo saldrá si dejo de servirle.
—Me niego a creerlo—cortó con rabia, llamando la atención de Mina—. No es una maldición.
—Actúa como una.
—¿Y si está maldita?—dedujo la mayor, uniendo los conceptos leídos en los diarios de sus antepasados, cuándo aún vivía en la mansión—. Antes de mutar, fue una persona, es lo que sabemos.
—Y la forma de librarse de ella es...
Mina no pudo completar sus palabras, pues la señal de silencio que su hermana mayor hizo fue advertencia suficiente, le tomó un poco de tiempo comprender que podía estar escuchándolas, pero de ser el caso, ya era muy tarde, estaba segura de que sus pensamientos fueron lo suficientemente ruidosos
Sin embargo, la posibilidad de salvar a Minari ya estaba en los pensamientos de ambas. Ume se reincorporó, desviando el tema para distraer la atención, Mina no tardó en imitarla, dispuesta a continuar la conversación con otro tema.
—Hay algo de lo que debo hablarte, pero primero, debo cerciorar algunos detalles—aclaró la mayor, pasando la yema de su dedo por el borde de la taza—. ¿Cómo está Thomas?
Aquella pregunta tomó a Mina por sorpresa, ya que Ume jamás mencionaba a su padre, y por una simple razón: no eran hijas del mismo hombre. Aún así, una pequeña sonrisa se asomó en el rostro de la mujer, pues hablar de su papá siempre le traía alegría, mucho más en los últimos meses.
—Está bien—soltó con tranquilidad—. Regresó a Londres un par de semanas luego de mi cumpleaños, estuvimos juntos en año nuevo y quiere que vayamos a visitarlo el siguiente, hablé con Kento al respecto, tenemos muchos planes para cerrar el año, y yo siempre quise ir a Londres.
—Entonces, serás tú quien vaya a verlo está vez ¿No volverá a Japón?
—Bueno, debemos planearlo, pero todo indica que…—una sospecha en las palabras de su hermana hizo que cortara sus planes de golpe, chocando con la mirada de Ume—. ¿Qué está ocurriendo?
La mayor de las Shinohara mantuvo una expresión rígida, a pesar de lo que estaba a punto de decir—¿Recuerdas a las hechiceras de Kioto?
Mina asintió, observando cómo la mirada de su hermana parecía tensarse, cómo una mala señal.
—Dejaron el clan, tres de ellas decidieron retirar su apellido Shinohara… y quieren hablar de lo sucedido esa noche.
El silencio posterior fue más que suficiente para entender la gravedad del asunto, ninguna se atrevía a decir algo, la menor de las hermanas podía jurar que su corazón se detuvo, y un escalofrío se deslizó por su espalda. Era evidente que la situación solo comenzaría a empeorar, pues si aquellas mujeres deseaban hablar sobre la noche de la ceremonia, Minari ya podía sentir como ponían la soga alrededor de su cuello.
—Si llega a los Altos Mandos van a matarme.
—Eso no es del todo cierto—cortó la mayor, ganando una mirada de confusión por parte de Mina—. El niño con la Reina de las Maldiciones sigue vivo ¿No es así? Al igual que el recipiente de Sukuna…
—La condena de Yuuji solo fue retrasada gracias a Satoru.
Ume levantó sus ojos verdes hacia Mina, agradecida de que su hermana menor mencionara aquel nombre. Satoru Gojo fue una pieza clave para evitar que el abuelo Shinohara matara a Minari, no podía perderlo de vista, con él cerca, era muy poco probable que los Altos Mandos tomaran una decisión. La mayor juntó sus manos comenzando a pensar en su siguiente movimiento, pero antes de poder siquiera decir algo, el sonido de su teléfono la sacó de sus pensamientos, Ume no pudo evitar rodar los ojos con agotamiento al ver el nombre de Atsuya Kusakabe.
—Mina, debo irme, creí que podría evitar a este sujeto, pero resulta que lo necesito como recomendación para subir de clase—dijo ella, mientras su hermana menor no parecía prestarle mucha atención, con algo de pena, Ume palmeó la mano de Mina, logrando que finalmente la mirara—. Encontraremos la forma, lo prometo.
Inevitablemente, una sonrisa se dibujó en los labios de Minari, pues el tiempo se había encargado de demostrarle que no estaba del todo sola, todavía tenía a su hermana mayor. Ninguna dijo nada más, solamente vio a Ume tomar su bolso mientras salía del restaurante con un rostro de aburrimiento al hablar con el maestro de segundo año por teléfono.
Apenas dejó el local, los pensamientos volvieron a su cabeza, frotó sus ojos con algo de cansancio, agradecida de no haber tenido la suficiente fuerza de maquillarse esa mañana, Mina jugó con la argolla alrededor de su dedo, podía notar que estaba algo suelta por la delgadez de sus dedos, aquello hizo que una idea aterradora se asomara en la tormenta ¿Qué pasaba si moría? ¿Qué tal si lo único que aquella bruja en su interior buscaba era aniquilarla? ¿Qué pasaría con su matrimonio?
El simple hecho de pensar que alguno de los dos podía morir era suficiente para hacer que sus ojos se llenaran de lágrimas. Por más tormentosa que podía llegar a ser su vida, Minari no tenía intenciones de morir, mucho menos en un momento como ese; joven, estable, felizmente casada. Levantó la vista tratando de distraerse, pero el escenario con el que se encontró, solamente la sumergió en otro pensamiento, oculto en lo más profundo de su ser.
Sus ojos esmeralda chocaron con los de un niño en la mesa a un costado suyo, aquella mirada llena de inocencia causó una pequeña arritmia en su corazón, no parecía tener más de dos años, descansaba su cabeza sobre el hombro de su madre, quien lo arrullaba con suma delicadeza y una naturaleza que sorprendía a Minari. La peor parte de sobrepensar era cuando ideas descabelladas terminaban apoderándose de su cabeza, haciendo que imagine cientos de escenarios que posiblemente nunca llegarían a ocurrir.
A veces, solo a veces, esa idea de la maternidad deslumbraba el resto de sus sueños, como un deseo oculto, criar a alguien con quien comparta rasgos y sangre. Kento lo había mencionado alguna vez, pero no insistió al respecto pues estaba consciente de lo que provocaría en su esposa. Aún así, sentía que podía ser una buena madre.
Pasaron algunos segundos antes de que el contacto visual se rompiera, expulsando a Mina a la realidad nuevamente, el simple hecho de que aquel pensamiento haya sido recurrente en los últimos meses era suficiente para que su salud mental también se viera afectada, era como si todo en ella estuviera poniéndose en su contra. Mina soltó un largo suspiro, dándose cuenta de que ese atracón la llenó de golpe, la pesadez le haría arrepentirse después.
Por el momento, solamente podía mirar ese plato a medio comer, esperando que la promesa de Ume se cumpliera.
El sonido de sus tacones hacía eco en la antigua infraestructura, una vieja construcción sin terminar donde se cometieron cientos de crímenes, pero al ser de una zona roja, poco le importaba al resto del mundo, de fondo, la lluvia delgada parecía hacerse más pesada cada vez. La gran actividad de maldiciones finalmente llamó la atención de la Escuela de Hechicería, determinando que era una misión hecha para Minari por el grado de las maldiciones identificadas.
Lo cierto era que las misiones no eran algo pesado para ella, ya que todas estaban ajustadas a su nivel, sin embargo, el peso de su condición parecía entorpecerla más de lo habitual, para evitar levantar más sospechas, tuvo que rechazar el apoyo de Ino para la misión, le hubiera encantado disfrutar de su compañía pero no estaba dispuesta a someterse a otro interrogatorio sobre las ojeras que cargaba. Ijichi estaba ocupado con los estudiantes de primer año, a quienes enviaron a una misión en un reclusorio sin avisarle que Satoru no estaría con ellos, para cuando quiso acompañarlos, la transacción por la misión ya estaba hecha, dejándola con la preocupación en la boca.
Mina trató de concentrarse en el ambiente que la rodeaba, mientras más rápido terminaba la misión, más rápido podría ir con sus estudiantes. La mujer se detuvo en el borde de la construcción, en lo que parecía ser un tragaluz sin terminar, podía notarse la acumulación de agua por la lluvia una tubería mal, una caída desde esa altura sería mortal, por mero instinto, logró salvarse de la misma.
Minari invocó su ritual a través de una katana esmeralda mientras volteaba rápidamente, cortando el brazo alargado de aquella maldición deforme, su extremidad terminó cayendo al suelo mientras soltaba un alarido espeluznante. Se trataba de una maldición alargada, parecida a un insecto mutado, el primer movimiento para defenderse fue desaparecer la katana, cambiandola por una naginata que destellaba un verde llamativo.
Al ser un monstruo largo, el truco estaba en lograr que se pusiera de pie, ya sea para cortarlo en dos o abrirlo, Mina se dispuso a completar su labor, pues bastó con poner un pie dentro para percatarse que no era la única acechando. La mujer utilizó el kunai de cadena enrollado en su cintura para engancharse en la cabeza de la maldición, facilitando la posición.
Tuvo que esquivar varios ataques, otros llegaron a impactar, pero no lograron derribarla. Mina aprovechó la desesperación de la criatura por quitársela de encima para utilizar nuevamente la técnica esmeralda, desenvainando nuevamente la katana que terminaría atravesando a la enorme maldición. Mientras terminaba de caer al suelo, Minari notó su respiración agitada, el sentimiento de haber escalado una montaña sin descanso, el temblor en sus manos no le permitía ocultar su mala condición física.
—Espera, espera—pidió en un débil murmuro—. Sé que estás escuchándome…
Era difícil de explicar, pero por un instante, Mina sintió que el silencio que la rodeaba era extremadamente ruidoso, sabía que la estaba escuchando. Unos segundos de silencio le fueron suficientes para seguir hablando.
—Ahora mismo, solo somos tú y yo, estoy lejos de casa… no puedes dañar a nadie más que a mí—soltó, con miedo en el tono de su voz—. Recuerdo cuando dijiste que no tenía que morir en la mansión ¿A que te referías? ¿Qué es lo que quieres? ¡Estoy dispuesta a escucharte!
Esa última oración hizo eco en los largos pasillos abandonados, pero una vez más, no hubo respuesta. Mina esperó varios minutos, sumida en el silencio y oscuridad del lugar, con frustración, soltó un largo suspiro.
—Por favor, yo no quiero morir…—la voz de Mina se hizo suave, soportando el sollozo ante la decepción—. Sé que podemos llegar a un acuerdo.
La mujer se había resignado a no obtener nada más que silencio, sin embargo, un escalofrío recorrió su espalda al darse cuenta que no estaba sola. Por un instante, parecía haber olvidado que se encontraba en un edificio repleto de maldiciones, Mina pudo reconocer con facilidad la silueta de la maldición emergiendo de las sombras, esta era mucho más robusta, parecía que solamente se arrastraba, la hechicera no tuvo otra opción que no sea tragarse sus penas y continuar con su trabajo. De todas formas, haber bajado la guardia fue un error.
Antes de poder notarlo, aquel adefesio terminó siendo una fachada, demostrando que se trataba de una maldición de primer grado, capaz de dividirse en cientos de partes pequeñas. Las pequeñas maldiciones terminaron escalando el cuerpo de Mina como si se tratara de un montón de ratas, haciendo que ella entre en desesperación, tal fue su afán de librarse que apenas notó cuántos pasos había retrocedido.
Mina invocó una pequeña daga para poder quitarlas de sus extremidades, pero un paso en falso hizo que reaccionara demasiado tarde, ese tropiezo ocasionó que cayera por el borde, directamente hacia el pozo de agua. Inmediatamente las maldiciones salieron disparadas en el aire, las demás no tardaron en lanzarse detrás de ella, el primer instinto de la mujer
fue desenrollar la cadena para poder enganchar el kunai en el pilar más cercano, cada segundo era clave, pues no estaba segura de la profundidad del agua, pero antes de poder hacer algo, la luz esmeralda emanó de su brazo, como una alargada mano.
El jalón hizo que Mina soltara un pequeño grito de dolor, pero había evitado caer al vacío, le tomó un par de segundos darse cuenta que esa acción fue involuntaria, por el simple hecho de que ella no era capaz de hacer tal cosa. De otro tirón, aquella extensión logró regresar a la edificación, haciendo que ruede en el suelo tras el impacto.
Mina se quedó en el suelo, sintiendo que su corazón terminaría estallando por el pánico que le ocasionaba la situación, pero por un instante, podía jurar que todo malestar había desaparecido; aquellas nauseas incontrolables, el sentimiento de pesadez, incluso la palidez en sus manos, todo se había esfumado.
“Levántate, vienen muchas más”
Aquella voz hizo que soltara un grito por la sorpresa, quería creer que no solamente resonaba en su cabeza, que no había perdido la cordura, miró a su alrededor, buscando alguna silueta, pero no había nada más que sombras de las maldiciones aproximándose. La mujer se puso de pie, dispuesta a enfrentarlas a cómo dé lugar.
—¿¡S-sigues aquí!? ¡Hay algo que debo hablar contigo!
—Lo sé, no es momento—la voz femenina y distorsionada volvió a aparecer, al igual que aquella aura esmeralda, extendiéndose por su espalda como otro brazo en dirección a la maldición que iba a atacar por detrás.
A pesar de encontrarse en un edificio completamente infestado por maldiciones de cuarto a primer nivel, ninguna podía acercarse a Minari lo suficiente, pues la bruja decidió salir a protegerla. Cada golpe termina atravesándolas, haciéndolas estallar o desintegrarse como si se tratara de un ácido tóxico, Minari no podía ver su silueta, solamente observaba aquella luz salir de su cuerpo como si fuera otra parte del mismo, estaba atónita, al punto de quedar completamente inmovil, esto hizo que una maldición la alcance, derribándola.
—¿¡Qué haces!? ¡Defiéndete!
Mina reaccionó con aquel llamado, invocando la daga capaz de eliminar a la maldición sobre ella. El sonido blanco se apoderó del lugar por un corto tiempo, cuando recuperó la fuerza para ponerse de pie, dejó caer su mandíbula por la sorpresa a su alrededor. Todas las maldiciones, de diferentes tamaños y grados, completamente aplastadas, partidas, acabadas.
Un suspiro entrecortado escapó de sus labios, era tan temible como se la habían descrito toda su vida, cuando intentó buscar algún rastro de ella había desaparecido por completo, hasta que sintió como los dedos de una mano se posaban en su hombro de forma silenciosa, Mina observó como la bruja Namanari emanaba de su espalda como una extensión más, un parásito. El Ikyrio terminó dejando ver la silueta de la misma mujer de la mansión, con ojos fosforescentes, la piel muerta y los enormes cuernos en su frente.
—Sabía que tarde o temprano me llamarías, Minari, después de todo, ahora estamos encadenadas—soltó con simpleza, con aquella voz tenebrosa que atormentaba sus pesadillas—. Pero dime, ¿realmente estás dispuesta a tener un acuerdo conmigo?
Mina quedó petrificada por el miedo, antes de poder decir algo, sus piernas terminaron fallando, al igual que sus párpados, en realidad, su consciencia en general. El cuerpo de Minari chocó contra el piso, perdiendo el conocimiento completamente.
El sonido de su teléfono hizo que frunciera el ceño con pesadez, no tardó en darse cuenta que se trataba del tono de llamada, inmediatamente abrió los ojos, levantando su cabeza del manubrio del auto con una marca roja del mismo en la frente. Miró a su alrededor sin comprender cómo había llegado hasta ahí, cubrió su boca con miedo al ver el cielo, habían pasado horas desde que entró a ese edificio.
Al ver las notificaciones de su teléfono, sintió que iba a entrar en pánico, varios mensajes y llamadas perdidas de Ume, Ijichi y Kento, la última llamada perdida. Mina dejó caer el teléfono sobre el asiento del copiloto, pasando sus manos por el rostro con desesperación.
—Llevo en este lugar más de cuatro horas…—soltó finalmente, golpeando el manubrio ante el miedo—. ¿¡QUÉ CARAJOS ESTÁ PASÁNDOME!?
—Mina…
La voz de la bruja en su interior hizo que finalmente pegara un grito por el espanto, cerró los ojos con ira y apretó sus puños con fuerza—Te juro que si vuelves a hacer eso me lanzaré del lugar más alto y acabaré con las dos…
—Necesito que te calmes.
—Has estado en completo silencio por medio año, apareciendo en mis sueños, en mi sombra, mi reflejo ¿¡Y ahora arrastras mi cuerpo hasta el auto mientras estoy inconsciente!?—exclamó completamente histérica—. ¡Y ahora que apareces, ya ni siquiera siento el maldito dolor de cabeza! ¿¡Qué estuviste haciendo todo este tiempo!?
—¡MINARI!—la silueta de una mano emanó de su propio hombro, mientras sujetaba el rostro de la mujer para girarlo hacia el retrovisor, Mina no tardó en notar que la marca de los Shinohara volvía a asomarse por sus ojos—. Perdiste la conciencia, tuve que traerte hasta aquí como pude…
Ante lo dicho, Mina no tardó en notar los agujeros en su ropa y los raspones en su piel, al igual que la cantidad de polvo y tierra que tenía.
—¿¡En serio me arrastraste!? ¿¡Cómo un maldito trapo!?
—¿¡De qué otra forma podía sacarte!? ¡No puedo tomar tu cuerpo contigo inconsciente!
—¿¡Puedes tomar mi cuerpo!?
—¡TÚ ERES QUIEN ME PIDIÓ SALIR!
—¡NO PENSÉ QUE FUERAS A HACERLO!—gritó horrorizada, para luego dejarse caer en el espaldar, una vez más, masajeó su rostro buscando calmarse, pero necesitaría mucho más que eso para recuperar la paz—. Y ahora estoy charlando contigo… en mi auto.
—Te saqué de ahí porque no puedo arriesgarme a perder mi recipiente, no después de pedirme un acuerdo—soltó aquella voz, con la misma calma de su primer encuentro—. He intentado llamar tu atención por mucho tiempo, sabía que eventualmente cederías…
—¿Qué es lo que quieres? ¿Qué debo hacer para qué dejes de envenenarme?
—Es más complicado que eso, niña…
Minari estuvo a punto de continuar la discusión, de no ser por el tono de llamada de su teléfono, su expresión cambió abruptamente al ver el nombre de Megumi Fushiguro en la pantalla, había olvidado por completo a sus alumnos, inmediatamente contestó.
—Megumi, lo lamento mucho no tuve…
—Mina…—la voz de Megumi estaba quebrada, podía notar que estaba a nada de partir en llanto, la mujer no tuvo tiempo de preguntar qué había ocurrido, pues el chico se adelantó—. Itadori está muerto.
Las palabras de Fushiguro la dejaron atónita, completamente inmovil por un par de segundos, la mujer respondió con un firme “voy para allá” antes de colgar. Ignoró por completo los llamados de la bruja, incluso el agarre en su hombro para llamar su atención, pasó toda luz roja en su camino, y en cuestión de minutos llegó al reclusorio donde se supone debía encontrar a sus alumnos.
Al bajar del auto, la voz de Namanari desapareció por completo, al igual que su presencia, Mina no tardó en notar cómo los asistentes cubrían el cuerpo del chico. Itadori tenía el pecho abierto, le habían arrancado el corazón de un tirón limpio, al levantar la vista, no encontró rastro de Hatsu o Nobara, solamente vio a Megumi, con la vista baja, parado en la misma posición desde que Yuuji cayó al piso sin vida.
En cuanto Fushiguro levantó la vista, pudo apreciar sus ojos azules, completamente cristalizados, por otro lado, Megumi se sintió completamente vulnerable cuando las lágrimas volvieron a deslizarse por sus mejillas, pues inmediatamente, Minari lo abrazó. El chico no estaba acostumbrado a recibir ese tipo de afecto, pero en cuanto sintió la mano de la mujer acariciar su cabello, tal como lo hacía cuando era niño, simplemente partió en llanto.
—Lo siento… no pude hacer nada—espetó con rabia, ocultando su rostro en el hombro de Mina.
—No fue tu culpa, tesoro—soltó en un murmuro, tratando de calmarlo—. Debí estar aquí…
Mina dejó que Megumi soltara su ira a través del llanto, tendrían tiempo de hablar de lo ocurrido, por el momento, y a pesar del descabellado día que tuvo, lo único que le importaba era hacerle saber que estaba ahí para él.
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EUUU feliz halloween!!
No olviden que tengo un canal de WhatsApp donde estaré hablando de algunas cositas de brujería estos días. ♡
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