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ix. feliz cumpleaños, hope

▬▬ capítulo #9 ▬▬
❛❛Feliz cumpleaños, Hope.❜❜

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Los pasos apresurados rompían las hojas caídas de los árboles, la respiración agitada de una voz aguda se mezclaba con sollozos incansables, teñidos por la desesperación de huir tan rápido como sus piernas flageladas se lo permitían.

No sabía cuánto más aguantaría con ese pesado collarín, y el sonido de las cadenas que arrastraba tampoco le permitían mantenerse oculta, pero algo era seguro, no podía permitirse parar.

Los gritos de aquellas personas siguiendo su rastro eran cada vez más fuertes, había perdido la ventaja luego de atorar repetidamente las cadenas los tallos y troncos de árboles caídos.

—¡LA VEO!

Un dolor indescriptible recorrió su espalda hasta apoderarse de su cuerpo entero, la flecha impregnada por el veneno terminó de atravesar su estómago. El sentimiento de ahogarse terminó nublando su vista, haciendo que el peso de todos los metales que la sometían la derribaran, ya ni siquiera podía arrastrarse, solamente le quedaba lamentarse por el resto de sus días.

“Basta… papá… ¡papá!”

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El sonido de un grito ahogado escapó abruptamente de su boca, haciendo que de un brinco para sentarse, podía sentir la rigidez en sus músculos al igual que el sudor frío en la nuca, sus ojos verdes fueron perdiendo dilatación a medida que su respiración se regulaba, y los latidos de su corazón no tardaron en volver a la normalidad.

Su habitación era la misma, tal como la había dejado la noche anterior, ya casi no quedaban rastros de las heridas por la pelea contra Geto. Mina estaba relativamente en un buen estado, pero aquél sueño se había sentido como una experiencia en carne propia.

De todas formas, no quiso pensarlo demasiado, ese dolor muscular ya era suficiente motivo para levantarse de malas. Mientras estiraba su cuerpo, el sonido de un par de platos chocando le hizo voltear a la puerta, ni siquiera había notado que su esposo no estaba junto a ella, definitivamente, no era una buena forma de cumplir los 27 años.

28 de diciembre, una fecha bastante conflictiva para ella, no porque odiara cumplir años, sino porque había una línea muy delgada entre pasarla bien o increíblemente mal, aún así, siempre se esforzó para dar una buena cara, pues habían personas que realmente celebraban tenerla con vida otro año. Desde que tenía memoria, la primera persona en darle los buenos días con esa canción que todos conocemos y un acento sumamente británico era su padre, sin embargo, aquella mañana no había recibido señales de Thomas, ni siquiera un mensaje.

Mina no quiso asumir lo peor, era pleno mediodía en Londres, quizás solamente había quedado dormido por el turno nocturno, de todas formas, la mujer sintió incomodidad, era la primera vez en toda su vida que eso ocurría. Se limitó a darse una ducha rápida pues todavía sentía una pesadez física por su pesadilla, salió de su habitación con un cambio de ropa común ya que después iría a la escuela para ver a sus alumnos.

Al llegar a la cocina, se encontró con Kento, concentrado en la rutina mañanera de siempre, listo para empezar su día. Inevitablemente sonrió, tomando asiento en el comedor de forma silenciosa, no dijo nada hasta que notó el jarrón de flores posado sobre la mesa. Tenía mala memoria con cosas pequeñas como el nombre de las flores, pero jamás olvidaría las que estaban frente a ella.

“¿Alforfón? ¿Qué significa?”.

“Cariño”.

El alforfón suele pasar desapercibido la mayor parte del tiempo, también se les llama Soba no Hana o Buckwheat en inglés, y aunque es cultivado por sus granos para hacer soba, sus flores también tienen un valor simbólico.

En Japón, las flores de alforfón son apreciadas por su modestia y resistencia. Florecen en condiciones difíciles, lo que las convierte en un símbolo de perseverancia y fortaleza. Sin embargo, en la cultura popular han sido asociadas con la palabra “cariño”, al menos eso era lo que la señora que se las vendió en 2008 le dijo a Kento.

Y así no fuera del todo real, para su matrimonio significaba eso.

La mujer salió de sus pensamientos cuándo vio a su esposo dejar la bandeja sobre la mesa, con un desayuno bien servido al estilo que Minari tanto disfrutaba. Café negro humeante acompañado de los Taiyakis que su esposa adoraba, esos pasteles con forma de pez hicieron que un jadeo de asombro saliera de su boca, exagerado como siempre.

No way…—soltó ella mirándolo con una sonrisa.

—Son de la pastelería que te conté—soltó el hombre con la rigidez de siempre.

—No me digas, con tu amiga la panadera—se burló la azabache en un tono bromista—. Un día de estos iré a visitarla.

—Mina—regañó, poniéndose de pie para caminar hacia el otro lado de la sala, mientras ella soltaba una risa pícara.

Mientras Mina revisaba su teléfono una vez más, recargando las notificaciones esperando alguna señal de Thomas, su esposo se aproximó por detrás, pasando una hilera de perlas por el cuello de la mujer, ella tocó aquellas esferas con la yema de sus dedos, mientras Kento deslizaba sus manos por los hombros de Minari, para luego dejar un corto beso en su mejilla.

—Feliz cumpleaños, Hope.

Casi de forma involuntaria, ella soltó un suspiro entrecortado, mientras una sonrisa se dibujaba en sus labios carmesí. Mina apretó la mano que descansaba sobre su hombro, atrayéndola hasta poder depositar un suave beso.

—No debiste, cada vez son más pesados—bromeó ella con referencia al collar—. Pero recordaste las perlas del aparador...

—En Shibuya—completó el rubio—. Apenas pudimos celebrar nuestro aniversario, quise darte algo mejor para esta fecha.

—Uy que exigente—respondió ella con una risa—. Gracias, no sabes cuánto lo amo.

—Busca algo lindo para la noche, iremos a cenar—dijo Nanami, separándose para tomar el saco sobre la silla, mientras su esposa volteaba a verlo con una sonrisa de par en par.

—Alguien se está luciendo—Minari se acercó hasta él para acomodar su corbata de la forma que siempre lo hacía—. Pero, si insistes…

—No está en discusión—plantó Kento con firmeza, haciéndola reír una vez más—. Te veré luego.

—Yes sir—antes de que su esposo cruzara la puerta del apartamento, la azabache sujetó la corbata amarilla para atraerlo una vez más—. ¡Espera!

Antes de que pudiera hacer algo al respecto, la mujer lo tomó por rostro, plantando un beso en sus labios, que claramente dejó la marca carmesí sobre los mismos.

—Listo, puedes retirarte.

—¿Dejaste alguna marca?

—Nop.

—Bien—el hombre terminó de cerrar la puerta, mientras Mina se cubría la boca para evitar que la risa saliera hasta que estuviera lejos.

Conocía a Kento lo suficiente como para saber que no se daría cuenta por lo menos hasta llegar a su reunión con Ijichi. Sin más, suspiró para sí misma, mirando a su alrededor el apartamento vacío, normalmente disfrutaría ese pequeño momento en silencio, pero habían pasado meses desde que Minari renunció a su soledad.

Era extraña, en todo el sentido de la palabra, podía sentirla, pero nadie más parecía percatarse de su presencia, como si quiera mantenerse oculta, sin embargo, Mina no podía simplemente ignorar algo que parecía sujetar sus hombros.

Hasta el momento, no había intentado nada contra ella, pero justamente ese día podía sentirla más que nunca, comenzando por esos recuerdos ajenos y esa sensación de que respiraba en su nuca, aquella bruja encarnada en su ser no mostraba señales de querer tomarla, pero su quietud no era excusa para bajar la guardia.

Luego de recoger lo restante del desayuno, preparó su bolso para salir hacia la escuela. Una vez en el auto, prendió la radio para poder vincular la de su teléfono, casi de forma inmediata comenzó a sonar Roxanne de The Police, con una sonrisa de satisfacción acomodó el retrovisor lista para conducir, pero al momento de mover el pequeño espejo, sus ojos chocaron con el reflejo, haciendo que de un brinco del susto, la marca de los Shinohara apareció en el verde extraño en su mirada, con un reluciente blanco que denotaba la forma de la luna. Mina cerró los ojos, frotó sus párpados olvidando que llevaba una capa de maquillaje encima, y al abrirlos nuevamente, la marca no estaba.

Esa aparición hizo que el temblor se apoderara de su cuerpo, un miedo indescriptible. La azabache reguló su respiración hasta que los latidos de su corazón se estabilizaron, apretó el manubrio una vez más, reconsiderando si realmente debía conducir en ese estado.

Luego de calmarse lo suficiente y asegurarse de estar en condiciones de manejar, dejó su hogar ahuyentando esos pensamientos. Durante el recorrido, trató de pensar en la música o las personas pasando por la acera, la temporada de nieve estaba por llegar, de hecho, ya estaba retrasada, pero el frío comenzaba a sentirse, por lo que Tokio no tardaría en pintarse de blanco.

Minari bajó de su auto, acomodando mejor el abrigo blanco y pomposo que tanto amaba, paseó su vista por los alrededores de la escuela -todavía en refacción- mientras calentaba sus manos frotándolas entre sí. La expresión en su rostro cambió al reconocer a una figura en la entrada principal, llevaba una vestimenta casual, ajena a la tradicional japonesa, era la primera vez que vería a su hermana Ume de esa forma, inevitablemente, levantó su mano para saludarla, gesto que fue devuelto por la mayor.

—¿Qué haces aquí?

—Temo que el abuelo me cortó todos los ingresos—bromeó la mayor—. Ahora somos compañeras.

—¿De verdad?—Mina sonrió tímidamente, por más de que Ume haya mostrado ser alguien en quien confiar, todavía no podía abrirse del todo ante ella—. Me alegro por ti.

La Shinohara mayor esbozó una pequeña sonrisa ante el intento de charla por parte de Minari. Habían pasado cerca de dos semanas desde lo escurrido en la mansión, y como siempre, los Shinohara se mantuvieron en completo silencio, aún así no bajarían la guardia, sin embargo, Ume no podía evitar preguntarse cómo su hermana menor podía estar tan tranquila ¿Acaso no recordaba como desfiguró por completo a su prima? ¿No estaba consciente de lo que estaba dentro de ella? A pesar de todas esas incógnitas, Ume prefirió callar, e ignoró aquellos pensamientos una vez que su vista se posó en el collar que su hermana llevaba puesto.

—Es precioso—soltó, ganando una mirada por parte de Mina—. ¿Es un regalo de tu esposo?

—Así es, me lo dio esta mañana—respondió, con un tono más alegre y una sonrisa sincera.

—¿Acaso es una fecha especial?

—Bueno… es mi cumpleaños—una vez más, la menor apagó su voz, como si se tratara de un reflejo.

Ume paró en seco, mirándola con incredulidad, aquellas palabras le cayeron como un balde de agua fría, ni siquiera hubiera imaginado que era el cumpleaños de su hermana menor, tristemente, no era algo excepcional, ya que prácticamente crecieron completamente alejadas la una de la otra. Mina paró casi al mismo tiempo, reconsiderando lo que había dicho. Antes de poder decir algo más al respecto, la azabache menor sintió como las manos de Ume tomaban las suyas, de una forma amistosa, como nunca antes.

—Feliz cumpleaños.

Aquella simple oración hizo que la expresión de preocupación terminara de desaparecer de su rostro, adoptando ese brillo de entusiasmo que tanto la caracterizaba, Mina asintió murmurando un “gracias”. En cuestión de segundos, y con una expresión de incomodidad ante el tacto, Ume se alejó, tratando de mantener una sonrisa amigable.

—Esperaba verte antes de ir a mi primera misión, una maldición de tercera clase está causando estragos en una universidad—explicó Shinohara—. Suena como una buena forma de empezar.

—Pero tú eres de segunda clase.

—Lo sé, espero llegar a primera—finalizó Ume, dirigiéndose al auto que acababa de llegar para trasladarla al punto de su misión.

La hermana menor asintió, con una sonrisa que hinchó sus mejillas, sabía que los intentos por mejorar la relación eran demasiado forzados, pero confiaba en que era cuestión de tiempo, esperaba que pronto Ume realmente se convirtiera en una amiga. Minari se dirigió a las aulas, donde sus cuatro alumnos estarían esperándola, estaba tan sumida en sus pensamientos que apenas notó los murmullos cuando cruzó la puerta del salón.

El sonido de un “cañón” de confeti hizo que cerrara los ojos y retrocediera un paso, mientras Satoru soplaba con fuerza el matasuegras justo en el rostro de Minari. Al mismo tiempo, Panda celebró la llegada de su instructora con un fuerte grito de “Surprise!” que debía ser acompañado por sus compañeros, pero Yuta se limitó a murmurarlo, y Toge solamente pudo decir “Salmón”, mientras que Maki solo miraba de brazos cruzados, ya tenía suficiente con ser obligada a llevar ese estúpido gorro.

Cuando los ojos de Mina volvieron a abrirse, una risa escapó de sus labios, alejando a Gojo, quien se esmeraba en soplar ese molesto tubo enroscado en su cara. El salón tenía un par de globos con helio y guirnaldas, inmediatamente, un recuerdo invadió su mente, era muy parecido a la vez que fue recibida por sus compañeros mayores cuando entró a la escuela.

—¡Feliz cumpleaños Minnie! ¡Los treinta están soplando tu nuca!—exclamó el albino, pasando su largo brazo por los hombros de su amiga—. ¿Te gusta tu fiesta? Fue una idea mía.

—¡Él no puso un solo centavo!—añadió Z’enin, recordando que ese pastel costó cerca de 30 dólares.

—¡Felices 27 instructora! No parece de su edad—exclamó el Jugai con intenciones de sonar amable, cosa que Minari apreció.

—Es algo pequeño, pero apenas nos enteramos ayer—murmuró Okkotsu, con su característica timidez—, De todas formas, esperamos que lo disfrute, Mina.

Las palabras de Yuta fueron completadas por un suave “Algas” de Inumaki. La mujer no hubiera esperado un gesto así por parte de sus alumnos, principalmente porque no recordaba haberles mencionado la fecha, supuso que Satoru estaba detrás de eso, pero no quiso cuestionarlo, se limitó a apretujar entre sus brazos a sus tres estudiantes, mientras terminaba de rodearlos.

—¡Es precioso, no saben cuanto lo aprecio!—dijo la instructora con un notable entusiasmo en sus palabras—. Se los agradezco tanto, tesoritos.

—No nos llames así—espetó Maki, sintiendo que se ahogaría si Minari continuaba abrazándola con tanta fuerza.

—Entonces serán polluelos—bromeó la mayor, sabiendo que eso solamente enojaría más a su alumna.

—¡Ni siquiera lo pienses!

Los cinco presentes pasaron las siguientes dos horas de clase perdidos en esa pequeña celebración, Mina y Satoru contaron un pedazo de su adolescencia, el albino se esforzaba por sacar a la luz anécdotas vergonzosas de su amiga, pero ella siempre encontraba la forma de encontrar muchas más acerca de Gojo. El ambiente no tardó en llamar la atención del Director Yaga, quien decidió quedarse luego de que su ex alumna de ojos esmeralda le rogara que se quedara para el pastel, y luego de un mensaje de texto por parte de Mina, Shoko se hizo presente, al menos por un corto tiempo, el suficiente para tener esa charla mensual con su amiga.

Al cabo de las dos horas y media, Minari sopló el par de velas que hacían el número 27, con una sonrisa de par en par al sentir como la doctora de la escuela empujó suavemente su cabeza contra el pastel, manchando levemente el rostro de la azabache. Satoru se aseguró de tomar las fotografías suficientes, tal como se lo había pedido Nanami un día antes cuando Gojo le escribió para preguntar cuándo era el cumpleaños de Mina.

En el otro extremo de la ciudad, Kento sonrió a la pantalla de su teléfono tras recibir la fotografía de su esposa soplando las velas y limpiando los rastros de crema en su cara, se veía alegre, llena de vida, con ese brillo que enamoraba a cualquiera que la tuviera en frente.

Para su sorpresa, la jornada pasó de forma fugaz, luego de la sorpresa por parte de sus estudiantes, salió en una misión corta con Ino Takuma, el joven aprendiz de su esposo. Ino era un muchacho que apenas cumplía los 20 años, avispado y bromista, el chico admiraba profundamente a Kento, y no tardó en replicar ese sentimiento con Minari, a quien se refería como Miss Nanami, en cuestión de un par de encuentros se entendieron de maravilla, por lo que recibir como obsequio un ramo de Camelias de su parte no fue inesperado, claro, todo por consejo del propio Kento.

Ijichi, quien no solamente era asistente de los hechiceros, sino un amigo cercano del matrimonio, no fue la excepción en expresar su más sincero cariño ante Mina, invitándole un almuerzo luego de ver a Kento por la mañana, con rastros de labial en la cara. Para cuando su esposo pasó a recogerla para ir a cenar juntos, el reloj ya marcaba las siete, y antes de poder continuar la velada, el día estaba por terminar.

Minari caminaba de regreso a su apartamento, enredando su brazo con el de su esposo mientras con la otra mano sujetaba sus propios tacones, no había forma de expresar lo agradecida que estaba de tener a tantas personas que la amaran, las palabras que alguna vez le dijeron en su juventud parecían ser ciertas: siempre podrás formar una nueva familia que te demuestre amor.

A pesar de todos los obsequios, todas las felicitaciones y muestras de afecto, había algo en su conciencia que la tenía preocupada, incluso ansiosa, y es que no había tenido señal alguna de su familia, ni siquiera de su padre, eso era lo que más dolía.

—Estás callada—pronunció el rubio llamando su atención—. No me digas que el vino se te subió.

—Eso quisiera—bromeó dándole una corta sonrisa—. Mi papá... no ha llamado en todo el día, ni siquiera un mensaje.

—¿En serio? Suele ser el primero en llamar.

—Eso lo sé—soltó ella casi de forma inmediata—. ¿Crees que mi madre o alguien de la mansión... habló con él?

—¿A qué te refieres?

—Si llega a enterarse de lo que pasó, va a odiarme, él no merece…

—Oye, tranquila.

Kento paró en seco justo frente al apartamento, sujetando con suavidad el rostro de su esposa, limpió con la yema de sus dedos las pocas lágrimas ansiosas que amenazaban con dañar el maquillaje de su esposa. Mina apartó la vista con algo de vergüenza, por más que tratara de olvidar lo que pasó, nada le devolvería a su prima. Estaba muerta, la había matado.

—Escucha, no hay forma de que ellos hayan contactado a tu padre, es imposible, pero de haberlo hecho... estoy seguro sé que él te daría su apoyo incondicional—murmuró el hombre, deslizando sus manos hasta los hombros de Mina—. Lo sabes.

Minari se mantuvo en silencio por un instante, dejando que aquel horrible pensamiento desaparezca de su mente, la mujer suspiró, aceptando que no importaba cual fuera la razón, debía afrontarla tarde o temprano. Kento deslizó su brazo por los hombros de su esposa mientras abría la puerta de su hogar, la azabache estaba dispuesta a caminar en línea recta hacia su habitación para quitarse tirarse contra la almohada por lo agotada que estaba.

—¿Quieres pastel?

—Ken, no me digas que compraste uno—dijo ella con ternura.

Sin embargo, antes de poder decir algo más, una tercera voz hizo eco desde la cocina a sus espaldas, era masculina y algo delgada, con un acento sumamente marcado, mientras entonaba la canción de feliz cumpleaños en inglés.

Mina volteó inmediatamente, sintiendo como su corazón terminaría explotando por la fuerza con la que latía. Ya no era tan alto como lo recordaba, entre su cabellera azabache podía reconocer las hileras de canas comenzando a asomarse, estaba delgado, y sus ojos negros tenían un par de arrugas alrededor. Sin embargo, la energía de Thomas parecía ser la misma de siempre.

Happy Birthday, Minnie Mae... Happy Birthday, to you...—murmuró el hombre, quedándose a una distancia prudente mientras dejaba el pequeño pastel con la vela prendida sobre la mesa.

Cuándo su padre le dedicó una sonrisa de par en par, Mina sintió como un nudo comenzaba a formarse en su garganta. Dejó caer los tacones que cargaba, y a pasos apresurados, se acercó hasta la figura frente a ella, sin poder creerlo, tomó el rostro de Thomas, acariciando con suavidad la piel de Callen. Inevitablemente, los ojos de su padre se llenaron de lágrimas, mientras soltaba una pequeña risa ante el tacto de su hija, no la había sentido de esa forma en 21 años.

Con un tono de voz quebrado, delgado y susurrante por la incredulidad del momento, Mina habló.

—¿Papá...?

Thomas asintió repetidas veces, pasando una de sus manos por el cabello de su hija, al abrir su boca para hablar, se vio vencido por el llanto, dejando que las lágrimas de felicidad escaparan de sus ojos.

—Estás muy alta.

Minari rió, dejando que la niña que se  obligó a renunciar a su padre cuando solamente tenía 6 años saliera a la luz, sin esperar un segundo más, la azabache abrazó con todas sus fuerzas a Thomas, estrujando la camisa de su padre entre sus puños, mientras lloraba incansablemente. Callen se limitó a reír, mientras las lágrimas por la conmoción salían de sus enormes ojos azabache, el hombre acarició la espalda de su hija, buscando calmarla como lo hacía de niña, pero los sollozos de Minari terminaban contagiándose a su ánimo.

Kento observó la escena, con una pequeña sonrisa dibujada en sus labios, llevaba tantos años conociendo a Minari, pero incluso durmiendo a su lado, jamás la había visto tan vulnerable.

—Ya no llores, Minnie Mae—pidió el padre, conteniendo su propio llanto para poder calmar a su hija—. No vine hasta aquí para que me rompas la camisa.

—Ya no te irás ¿Cierto?

Thomas apretó los labios nuevamente, recordando su último encuentro, los gritos de su hija pidiéndole irse con él. Aquella horrible separación atormentó a los Callen por décadas, dejándolos con el miedo de volver a verse encarnado en el corazón.

No abrazaba a su hija de 27 años, estaba sujetando el alma de una pequeña Minari, aquella que tuvo que soltar en las puertas de la Mansión Shinohara, pero todo parecía haber terminado, nunca más volverían a separarlos.

—Tendremos mucho tiempo, y solamente me iré cuando lo permitas—soltó el azabache mayor, con la voz partida ante el nudo en su garganta—. Te lo prometo, hija.

Aquellas palabras se sintieron como un cálido abrazo a la niña en su interior, logrando que una sonrisa de tranquilidad apareciera en su mirada. Minari recuperó el aliento poco a poco, su agarre dejó de ser tan brusco, y se separó para poder observar el rostro envejecido de su papá.

—Mira, pareces…

—Esos monos, de ojos saltones—completaron al mismo tiempo, recordando que fue Thomas quién la apodó así.

—De ahí viene la expresión…—murmuró Kento, llamando la atención de los dos Callen.

—Ustedes dos, de seguro hablan a mis espaldas, ¿de qué otra forma llegaste hasta aquí?—protestó la azabache, limpiando el rastro de maquillaje que cayó por su rostro.

—Es la primera vez que nos vemos, pero Kento fue tan amable de dejar tu tarjeta de la cerradura en la recepción—añadió el padre con una sonrisa de par en par.

—¡Creí que la había perdido!—exclamó ella.

—Estaba en el auto, por eso supe que no sospecharías.

Mina ladeó la cabeza con una sonrisa de labios cerrados mientras negaba con la cabeza. Pronto, cayó en cuentas de que efectivamente, era la primera vez que su esposo y su padre estaban en la misma habitación, claro que se conocían por las llamadas, pero jamás pudo tenerlos al mismo tiempo.

—Sé que se conocen por llamada desde que comenzamos a salir, pero creo que esta es la forma apropiada de presentarlos, en realidad, la que siempre quise…—Mina enredó su mano en la palma de Thomas, acercándose hasta Kento, quien era un poco más alto que el hombre inglés—. Ken, él es mi papá.

Nanami sonrió al ver a Minari, abrazando el brazo de Thomas como una niña, con la cabeza apoyada en su hombro, los ojos cristalizados, y una sonrisa emotiva pintada sobre sus labios. El rubio extendió su mano hasta su suegro, para estrecharla.

—Que gusto tenerlo aquí, señor Callen.

Inmediatamente, Thomas estrujó la mano de su yerno, sacudiéndola con gran entusiasmo. Aquella formalidad no duró demasiado, pues Thomas se acercó para abrazarlo mientras palmeaba su espalda, felicitándolo por haber sido un buen esposo con su hija. Kento era un hombre sumamente hermético, solamente recibía muestras de afecto por parte de Minari, pero prefería palmear la espalda de su suegro hasta que él se separe que dejar de escuchar la risa de Mina.

Minari no pudo contener la risa al ver como su padre, el hombre más comunicativo y social en la faz de la tierra, estaba estrujando hasta dejar sin aire a Kento, el hombre que preferiría cortarse un brazo antes que recibir afecto físico de alguien que no sea ella.

En cuestión de minutos, las lágrimas de emoción desaparecieron, hasta que solamente hubo risas y alegría el resto de la noche, la familia se quedó despierta hasta muy tarde, contando varias historias que no podían resumirse en llamadas y planeando los siguientes días para compartirlos.

El corazón de Mina parecía explotar por la alegría de tener a las personas más importantes en su vida, comiendo en una misma mesa, pero lo cierto era, que en lo más profundo de su ser, un alma lloraba de forma inconsolable, completamente sola.

Aquellos ojos esmeralda no se atrevían a asomarse por los de Mina, y solamente escuchaba cuándo quería hacerlo, pero incluso con todo esa negación or tomar el control del cuerpo que poseía, la bruja del bosque no pudo evitar sentir el amor de un padre a través de Mina, haciendo que una vieja herida volviera a abrirse.

Minari temía de la hechicera que residía dentro de su alma, pero ella no parecía hacerle daño, la mayor parte del tiempo estaba quieta, en completo silencio. Todavía no comprendía lo que estaba tramando, pero algo era seguro, muy pronto, la hija exiliada del clan Shinohara tendría otra voz retumbando en su cabeza.

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FIN DEL PRIMER ACTO !
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Little Lies

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