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The Broken King

Nota de la autora: Para un mejor deleite, se recomienda leer este OS mientras se reproduce en loop la canción "The King - Lullaby version" del artista Rosendale, pues de esta manera fue escrito el texto y le aporta una vibra especial. Gracias, continúa con tu camino y sé muy feliz siempre.


¿De qué color se tiñe el alma para cuando la primavera llega?

Muchos dicen que el tono verde se respira hasta en la brisa, trayendo consigo alegría y la esperanza de un inicio más precioso que el de años anteriores; otros, fijan sus expectativas en el rosado de los árboles de cerezo, que pintan el pueblo a la lejanía, llenando de romance y ternura a sus corazones congelados, a causa del reciente y cruel invierno.

No obstante, en ese momento, Jeon Jungkook no puede ver nada más que un marrón deprimente, que se entierra, con precisión, en cada una de las cuerdas del violín que no ha tocado más y que, si lo hiciera, su melodía no tendría ni la más mínima pizca de maravilla o encanto.

Porque, aunque la nieve tiene un par de semanas que se ha esfumado por completo, aún enfría su cuerpo con extremismo e, incluso, más a cada segundo.

Kim Taehyung se culpa, sin embargo. Él fue quien le quitó la venda de los ojos, quien lo sometió a la cruel realidad y quien delimitó su destino con una sola frase: "Si no quiere ser parte del cambio, le ruego que se aparte del camino".

Por eso, lo observa con detenimiento desde la distancia, sin saber cómo acercarse o si puede siquiera hacerlo, al príncipe castaño y bondadoso que ha guiado, de regreso, a sus aposentos.

—Alteza —se decide por balbucear, pero éste no reacciona.

Lleva más de un cuarto de hora sentado al borde de su balcón, observando, con detenimiento, la puesta de Sol en silencio.

Pero, a pesar de la calidez del entorno, una tormenta tortuosa se desenvuelve en su interior y le inunda el pecho con ansiedad, haciéndolo angustiarse más de la cuenta y querer sollozar a la par; no obstante, se mantiene sereno, actuando como el educado y fuerte heredero al trono del reino que debe ser.

Es por esa razón que el rubio se permite avanzar, observando el movimiento oscilante del precioso cabello castaño del siguiente soberano, que baila gracias a la brisa, acompañando al suyo. Se sienta a su lado y sus piernas cuelgan al vacío también; le asusta la altura de la gran torre, sin embargo, se prohíbe pensar en ello y solo se centra en lo importante, el joven de la realeza que aún sigue impactado.

—Jungkook —se atreve a llamarlo y, de inmediato, recibe los ojos marrones sobre los verdes suyos, un poco sorprendidos por la manera en que, por fin, su sirviente adorado, ha decidido nombrarlo. Le rogó tanto por ello que lamenta, con rigurosidad, no poder disfrutar de lo precioso que al fin fue: justo como lo imaginó—, lo siento.

—No es su culpa —y su mano izquierda va en búsqueda de la derecha ajena, obteniendo un recibimiento por parte de las dos del de piel trigueña, que se atreven a acariciarla—. Tarde o temprano iba a saberlo.

¿Cuánto puede llegar a doler el entender que se ha crecido en una mentira?

Al menos, Jungkook se siente orgulloso de haber tenido una madre tan responsable, que supo educarlo acorde a sus convicciones y le mostró el camino adecuado, antes de ser asesinada, ahora sabía, por su horrible padre: el rey Jeon Honam.

—Sabe que puede hablarme de lo que sea, escucharé cualquier cosa. Yo... solo... no quiero abandonarlo así.

—Estaré bien.

—Lo sé, usted es muy fuerte y excepcional; pero en casa me enseñaron que, hasta la persona más valiente y capaz, a veces, necesita un hombro para llorar —Jungkook sonríe levemente, volviendo hacia el horizonte entre las montañas lejanas y los muros que separan su palacio del reino que algún día recibirá; ese ha sido el comentario más sabio escuchado jamás.

—Estoy asustado —termina admitiendo y sus ojos se cierran ante el horrible recuerdo.

Los olores nauseabundos que encontró al visitar el pueblo, quedaron tan impresos en sus fosas nasales, que no puede sacarlos de ahí, a pesar del tiempo que ha transcurrido de su arribo al palacio.

En su mente, una y otra vez se reproduce la imagen de los cientos de cadáveres padeciendo al costado de las calles empedradas: nadie los levantaba, nadie decía nada, aunque la multitud avanzaba de un lado para otro. Todos esos desdichados, la mayoría con rostros demacrados, macilentos, son los mismos que se obligan a sobrevivir entre la suciedad y la pobreza.

Hambre. Su pueblo tiene hambre.

Por tanto, su pecho oprimido quiere dejar de palpitar al rememorar la manera en que los niños pequeños que conoció, buscaban, con desespero, comida reutilizable entre los montones de basura que también adornaban las esquinas.

Y cuanto más analiza, más perverso se vuelve, pues el dolor logró convertirse en rabia cuando observó una basta cantidad de guardias reales, riendo plácidamente, entretanto se encargaban de vender a las personas que se postulaban como esclavos en el pequeño mercado central.

La vida es cruel, injusta, inhumana, egoísta, irónica y codiciosa... La vida no es más que una desventura: un instante de burla que obliga, al que la posee, a vivirla.

Lo peor es que no lo sabía.

Dieciocho años siendo un ciego, dieciocho años obedeciendo al viejo que apoda como su padre: ese hombre maldito que lleva décadas sometiendo a su pueblo con tal de habitar, cómodamente y sin preocupaciones, las paredes hermosamente tapizadas del castillo pulido en mármol.

De no haber sido por ese precioso sirviente de ojos color verde esmeralda, jamás se hubiera atrevido a conocer la verdad y a faltar a la primera regla impuesta por su majestad: no saltar los muros de su hogar.

Ahora, no puede creer que dudó tanto de la veracidad de las historias del pequeño joven a su lado, aquellas que hablaban de la horrible vida que todos llevan afuera, desde donde sus gritos y ruegos de ayuda no se alcanzan a escuchar.

Hoy, este día lleno de calamidades, le trajo un fuerte golpe de realidad: una donde supo que su padre es un ser lleno de avaricia y ambición, que somete a su pueblo día tras día, que asesinó a su madre porque se enteró que ella lo educaba correctamente y que está destinado a morir por su mano o por la de alguien menos cobarde que él.

Lo más grave, es que ahora no sabe a qué le teme más: a la oscuridad que lo rodea, o a lo que encontrará bajo ella cuando encienda la luz.

Arrancar la corona de la cabeza de su padre, es algo que nunca imaginó que tendría que hacer. Se siente presionado, pero sabe muy bien que pronto debe dar su respuesta a la asociación secreta y clandestina que, por causa de Taehyung, esa tarde conoció. Está seguro de que no lo esperarán por mucho: las tropas conformadas por las personas de su reino ya están listas para atacar... y lo harán, aún si él se posiciona o no, como líder de todas ellas.

—Tiene derecho a estarlo —contesta el sirviente, unos segundos después, apretando la mano de Jeon entre las suyas, tratando de hacer que su simple toque cálido, cierre un poco las heridas frescas en el pecho del ajeno—... Si está asustado, significa que está a punto de hacer algo muy osado.

—Espero que el acto no sea el lanzarme desde aquí —suelta al bromear con una pequeña risita, que no causa nada en el serio rostro del ajeno.

—Jamás lo permitiría.

—Y yo, si lo hiciera, jamás dejaría que usted lo presencie —explica y el rubio no sabe si sonreír o hacer un puchero, así que se decide por rodar los ojos y mirar acusatoriamente a su amo, quien, rápidamente, corre a acariciar una de sus mejillas con su mano libre, provocando un ligero sonrojo en su acanelada piel—. Me hace bien su presencia, Taehyung. No dejo de pensar en que usted es la única persona a la que le confiaría mi vida... porque nadie es tan leal, comprometido, amable y de corazón dulce, como el precioso niño de los ojos verdes que me observa en este momento.

No obstante, en cuanto aquellas últimas palabras son pronunciadas, Taehyung desvía la mirada, cambiando su expresión llena de ilusión a una desesperanzada, que le hela los sentidos a ambos.

—Su Alteza, yo... no he sido del todo sincero con usted —introduce, con pena y dolor, notando como el rostro blanquecino y atractivo del otro, se sorprende un poco ante su declaración—. Hay algo que no le he dicho, algo que me apena mucho que sepa, pero que es importante porque... porque —no dice más, no puede continuar cuando en su corazón se clava una daga al comprender lo mucho que decepcionará al joven que posee los ojos marrones y brillantes que tanto adora admirar.

—¿Por qué, Taehyung?, ¿qué ocurre? —la mano que había estado entre las suyas, prontamente se aproxima a su mejilla vacía, ayudando a la otra a acunar su fino y bonito rostro, para hacer que lo vea directamente. Y se preocupa más, debido a que se le otorga la desdicha de ver el momento preciso en que el precioso y verdoso paraíso ajeno, se llena de lágrimas—. Dulzura...

—He intimado con su padre —suelta y empieza a sollozar, sobre todo cuando Jungkook dibuja una mueca confundida que luego se convierte en una estupefacta.

—¿Qué ha dicho? —balbucea y sus manos caen de los mofletes que, segundos antes, pensó en mimar por varios minutos más.

—No es como cree, permítame explicarle...

—¿Usted se metió con mi padre?

—¡Viceversa, Alteza! —aclara, pero el rostro del castaño no sede, se mantiene horrorizado, incrédulo y absorto.

—Taehyung...

—... Él... Él es un pervertido... Es un morboso de lo peor —empieza diciendo, hipando cada vez que pierde el aliento—... Es cierto que yo llegué aquí como un infiltrado, usted se enteró esta tarde... pero, mi único trabajo era conseguir información al servir a la Corona... no que su padre me viera en los pasillos y decidiera que me necesitaba en sus sábanas, como muchos de los amantes que ha tenido a lo largo de la historia —un llanto incontrolable se desvanece desde sus ojos y las palabras se le enredan constantemente, más, aun así, hace el inmenso esfuerzo de darse a entender, porque, simplemente, necesita ser entendido—. Es horroroso, es repugnante, es asqueroso y, desgraciadamente, obligatorio... porque, a partir de ese entonces, en la asociación me pidieron que continuara... lo vieron como la estrategia perfecta para recabar datos de primera mano —sin embargo, a pesar de que las palabras no dejan de salir, la expresión decepcionada de Jungkook, le parte lentamente el corazón. Por ello comienza a exaltarse y sus sollozos aumentan más de lo posible, tiñendo roja su nariz de botón y sus pómulos que antes eran brillantes—. Pero le juro que no ha sido mi intención, odio totalmente cuando me manda a llamar y me repudio todos los días al notar que mi piel está tan podrida como mi propio interior. Me duele: lo hace cada vez más. Incluso, tuve que participar en una orgía con otros hombres nobles. Odio a todos y me odio a mí por no huir desde el inicio.

Jungkook, por su parte, no sabe qué hacer. Su padre es un monstruo, lo tiene claro, pero el crimen del que ahora se le acusa es tan descomunal, que no puede terminar de creerlo. No obstante, Taehyung se ve destrozado, llora como un pequeño niño y ahora se ha tapado el rostro para no quedar expuesto ante la mueca que él no procede a eliminar.

No puede estar mintiendo, no puede. La manera en que contó los hechos lo ha reducido a trizas. Pero ese es el verdadero problema, Taehyung resultó ser un buen actor en su interpretación de un simple sirviente del palacio, ¿cómo creer del todo en sus palabras sin tener ápice de duda?

Se siente confundido y, más que eso, herido. El rubio en la cama de su majestad... es impensable. Sin embargo, eso explica el por qué, en el pasado, el soberano se paseaba por los pasillos rodeado de hombres extraños, mientras su madre fungía como el cero a la izquierda.

Pobre Taehyung. Ese lindo muñeco no merecía la peor de las suertes, aún a pesar de sus propios pecados; es decir, hizo todo por perseguir sus ideales y ayudar al pueblo, ¿no?

—Tae —murmura y su mano corre para intentar consolarlo, pero el pequeño se aleja y se levanta, rápidamente, de su lugar.

—Estoy sucio —argumenta y cierra los ojos, expulsando una cascada de tristeza salada a la par—... Lo lamento... no quería decepcionarlo. Usted me importa más de lo que cree y sé que mis acciones no tienen verdadera justificación: yo permití aquel mal tacto... No obstante, me disculpo por no considerar lo que usted sentiría al descubrir esto y por no alejarme a tiempo. Fui egoísta: su dulzura y su preocupación hacia mí, me impidieron irme. Ojalá, algún día, pueda perdonarme por esta deshonra... pero, si no lo hace, no lo culparé —y, al dar una leve reverencia, se gira sobre sus talones y deja el balcón casi corriendo, con la intención de abandonar la habitación del príncipe y desaparecer entre los pasillos que no desea volver a pisar.

Pero sus pasos son cancelados en el tiempo en el que una mano cálida apresa su muñeca en medio de la gran alcoba.

—Tae... Taehyung —dice el heredero al trono y sus pasos son lentos para cuando encuentra los ojos aguados del niño hundido en su miseria.

Sus miradas se cruzan y el dolor del ajeno es tan notorio para él, que le sacude por completo. Si había sido un día complicado, este instante del mismo, lo convierte en el peor.

El sufrimiento del otro penetra tanto en su alma que lo contagia completamente, llenándolo de una cólera que jamás imaginó que sería capaz de sentir. No comprende la razón, sin embargo, sabe que las palabras no serán suficientes para calmar el pecho del contrario y es por lo mismo que decide abrazarlo, acunándolo entre sus brazos y tratando de brindarle un calor que ni él mismo tiene en su cuerpo.

—Lo siento —suelta en un murmuro y sus labios dan correctamente con la frente, cubierta de mechones rubios, del sirviente que cierra los ojos y no deja de sollozar—... Lo lamento mucho —prosigue y dos besos suaves son abandonados en sus parpados húmedos, tratando de decirle que deje de llorar, que sus lágrimas lo llenan de pena y que le provoca querer quemar el mundo si eso le brinda calma.

—No me compadezca, estoy roto por mi causa. Es más fácil si comienza a odiarme —el ajeno logra decir, cuando su pecho tiembla ante las sensaciones tranquilizantes y cariñosas que le regalan los pequeños ósculos en su piel.

Porque, con el fin de apaciguar su nostálgico y perdido llanto, Jungkook continúa besando sus cienes, sus pómulos, sus mejillas, la punta de su naricita... y, al final, sus labios en forma de corazón.

Es en ese momento que ambos se alejan sorprendidos, con el pecho latiendo frenéticamente y cientos de sensaciones electrizantes recorriéndoles la piel. Taehyung piensa que le va a explotar el alma por lo tierno y suave que ha sido el tacto y, Jungkook, por fin, entiende que el interés que tiene por el ajeno no es otro que el origen del sentimiento más puro y sincero del mundo entero.

—Pienso que... lo que menos podría sentir hacia usted, es odio... Aquí... aquí en mi pecho hay muchas emociones que remolinean, esperando pacientemente por un precioso joven de cabellos dorados y ojos tan lindos como las joyas —confiesa, poniendo todo de sí mismo entre sus manos y ofreciéndose por completo al muchacho que ha olvidado, incluso, que se encontraba llorando como si no hubiera un mañana.

—Alteza... yo...

—Si usted experimenta lo mismo hacia mi persona, puedo intentar sanarlo... puedo intentar borrar sus recuerdos amargos y forjar unos nuevos y mejores, puedo —intenta decir, temiendo de sí mismo por arruinar su más preciada relación, con la única persona que le ha dado sentido a su vida y le ha demostrado que estará incondicionalmente a su lado—... puedo aliviar su cuerpo y corazón...

Pero, prontamente, la habitación se queda en silencio porque las palabras del castaño son calladas ante una boca que se adhiere a la suya, sofocando ambas respiraciones y dando a entender que acepta los sentimientos ajenos, aún si sus vidas peligran por ello.

—Sáneme, por favor.

Una petición fortuita y dos miradas cómplices son las que provocan el siguiente movimiento: el choque de dos cuerpos llenos de heridas, que pretenden convertir en cicatrices sin valor.

Taehyung se cuelga del cuello de Jungkook, sus manos frías apresan la nuca del ajeno y la acarician con intensidad, mientras sus labios se tocan una y otra vez, en besos cortos y tactos suaves que no dejan de encontrarse. Porque es imposible que la pérdida, a estas alturas, ocurra y porque el castaño toma su cintura y acaricia su espalda con unas ganas inhumanas, unas que lo llevan a doblegarse ante él y su honorable personalidad.

El príncipe intenta mantener la calma, pero el aroma que siempre le ha gustado, rellena inmediatamente sus fosas nasales y tal cosa lo obliga a recostar a Taehyung en la gran cama, donde deja que sus besos sean más prolongados que los anteriores, dando paso a ligeros deslices entre los mismos y dos bocas abriéndose por el hambre que se despierta en sus interiores.

Entonces, arriban los toques desesperados ante las necesidades anteriormente escondidas.

Con honestidad, ninguno de los dos imaginó que tocarse de esa manera, acariciar sus cuerpos sobre sus ropas y dejarse besos por la superficie de sus rostros, sería la situación a la que estaban destinados; más, Taehyung, ahora que experimenta en grandes cantidades la ternura con la que Jungkook lo conquistó, piensa que jamás en su vida va a poder repetir tal acto si no es con ese perfecto príncipe que tiene encima.

De repente, comienzan a comerse mutuamente, totalmente ansiosos por sentir más de sus caricias, haciendo al rubio divagar acerca del momento en que sus bocas se han abierto con gran intensidad, al punto de recibir, incluso, el miembro bucal ajeno en su pequeña cavidad.

Jadea: le agrada en demasía aquella sensación húmeda y caliente.

La verdad es que jamás había besado a nadie, al menos no bajo su propio consentimiento: los recuerdos del rey tomando su mentón con fuerza, son muy dolorosos, por ello corresponde con ímpetu a los labios de Jungkook, porque él es la única persona que parece valorarlo y porque sus besos, a pesar de ser necesitados, no dejan la suavidad ni la dulzura que caracteriza al próximo soberano.

Es especial. Cada movimiento es especial y consensuado, hasta el desfaje de su camisa blanca, esa que el castaño comienza a desabotonar con avidez, como si todas las noches lo realizara. Pero, diferente a lo que cualquiera creería, estos son los primeros besos del joven, al igual que su primer encuentro carnal.

Tiembla, no obstante, trata de ocultarlo bajo su actitud recta, mientras siente como Taehyung se estremece cuando sus caricias van a su piel canela que antes estuvo cubierta.

La recorre con suavidad, usando sus dos manos para acariciar el pecho que sabe que, de ahora en adelante, adorará tocar, mientras mantiene sus labios unidos al niño que no suelta su nuca por nada del mundo.

Solo quiere hacerlo sentir bien. Solo quiere aliviarlo.

—Alteza —el sirviente balbucea cuando Jungkook logra dejar su boca y sus besos descienden por la piel de su cuello, por sus clavículas, por su tórax y su abdomen, dejando ligeros besitos húmedos mientras los otros ojos se mantienen cerrados y concentrados en una sola cosa: el descanso que le brinda tal sentir.

—Taehyung —el príncipe le nombra, solo para complementar, entretanto recurre a atender los dos botones rosados que parecen estar llenos de necesidad por endurecerse.

El mencionado arquea la espalda y deja salir un chillido, experimentando succiones cuidadosas y pellizcos traviesos en sus pequeñas protuberancias íntimas. La sensación caliente avanza y lo hace desear estar desnudo pronto para el otro, demostrándole cuan agradecido está de tenerlo como el ángel de su vida.

Por eso se atreve a llamar los labios de Jungkook, jalándolo y uniéndolos con los suyos, aprovechando la altura de sus manos para desabotonar el pantalón marrón y de mala calidad que le sugirió vestir esa tarde, con la intención de pasar desapercibido entre los pobladores de su reino.

—Le... necesito —murmura entre besos codiciosos, dejando en evidencia la realidad que ha dictado y que, también, le apena.

Jungkook lo entiende y se detiene para analizar la situación: un pequeño niño rubio y muy bonito lo observa desde la cama, con los orbes verdes bien abiertos y llenos de brillo, con el pecho suave descubierto y las mejillas arreboladas y con los labios hinchados a más no poder, el cabello desordenado y una pequeña capa de sudor sobre su nariz de botón. Luce precioso, como un lindo muñeco de piel brillante que lo espera con ansias.

No dice nada, solo sonríe levemente y se irgue sobre sus rodillas, comenzando a desabotonar la camisa que usa también, con una sensualidad tan perfecta, que Taehyung siente su cuerpo arder y, por tal razón, procede a tapar su rostro para intentar ocultar su gran sonrojo. Un torso trabajado al color de la leche es lo que alcanza a mirar y agradece infinitamente que el crepúsculo antes del anochecer sea lo que resplandezca, latente, desde el balcón; de otra manera, hubiera sido imposible disfrutar plenamente de tal obra creada amablemente por el universo: el hombre de sus sueños.

El castaño sabe que el rubio lo mira con atención entre los huecos de sus dedos y eso lo motiva a retirar su pantalón, sus zapatos viejos y la ropa interior que le ha estorbado desde hace unos minutos. Su parte íntima salta de repente y el sirviente se retuerce en la cama al entender lo que pasará cuando juntos alcancen la cúspide de lo irreal.

Se estremece, pero se derrite completamente en el momento en que Jungkook le extiende sus brazos, como un pequeño niño tierno que no tiene intenciones maliciosas, pidiéndole que los tome y se hinque sobre la cama, imitándole.

Taehyung, al obedecer, vuelve a cubrirse el rostro entretanto el príncipe se encarga de desnudarlo, retirando su camisa blanca y desabotonando su pantalón hasta sacarlo de sus piernas largas y hermosas. El cuerpo ajeno le agrada mucho a la vista, es tan precioso y delicado como las facciones del hermoso y fino rostro, repleto de belleza y digno de un museo en su nombre.

Por ende, en un movimiento rápido, lo pega a su pecho y el rubio se abraza a su cuello por la falta de equilibrio que experimenta al tener como única base la cama bastante acolchonada.

Sus ojos se encuentran otra vez y los sentimientos que desprenden son caóticos para ambos. Jungkook: con esa pasión acumulada por la necesidad que tiene de expresar todo lo que siente hacia Taehyung y, este último: por la severidad en los latidos que desprende su pecho al comprender cuánto ha llegado a apreciar al príncipe durante los últimos meses.

—¿De verdad quiere esto? —le pregunta, porque, a pesar de tener un mar alocado en su interior, no es capaz de hacer algo que el ajeno no esté dispuesto a experimentar. Solo quiere su seguridad, su estabilidad y su salud, sobre todas las cosas.

Pequeños segundos transcurren para cuando Taehyung se atreve a contestar, en plenitud de sus deseos más pasionales—. Sí, alteza.

Por ende, y con decisión, el castaño le besa los labios en deslices cálidos y sorpresivos, que lo dejan sin habla rápidamente, mientras siente como el ajeno provoca fricción entre sus miembros ya erectos. Quiere desmayarse, pero, verdaderamente, siente que su cuerpo se desvanece en el instante en que los besos son detenidos y Jungkook sustituye su cálida lengua por dos dedos que ingresan cautelosos en su cavidad bucal.

Taehyung no dice nada, pero su cara entera se pone más que roja cuando comienza a chupar los dedos del heredero al trono, con un afán que no sabe de dónde ha sacado. Es excitante y placentero, principalmente porque Jungkook no le quita la mirada de encima y su expresión seria se torna, de repente, en una muy satisfecha, por sus succiones rítmicas y mojadas.

Los ojos verdes se cierran, entregándose con el alma a ese acto que bien podría ser fugaz, sin aún ser consciente de que se trata de amor verdadero: ese que jamás ha sentido por nadie, ni por nada. Simplemente, continúa con ganas, hasta que el otro los retira al percatarse de que ya están del todo suaves y húmedos.

Jadea levemente, pues Jungkook, con agilidad, los ha desplazado hasta invadir la línea media de su parte inferior, donde encuentra y palpa su entrada con seguridad. Arquea su espalda otra vez, al sentir esos toques frescos en su punto más íntimo, pero Jungkook lo acerca aún más, dejando bien firme su brazo libre contra su espalda media, sosteniéndolo, siendo su base y su más agraciado cimiento.

Un suspiro vivo se esfuma y un dedo muy hábil se pone a bailar dentro de la cueva cálida y, en demasía, apretada. El sirviente se deshace por las sensaciones, tiembla contra el cuerpo de Jungkook y, de repente, esconde su rostro en la curva de su cuello, donde se pone a gemir bajito, cada vez que el dedo ingresa hasta el fondo, a veces, invitando a su amigo que antes también fue chupado.

—Por favor~ —logra murmurar, cuando sabe que no ha tenido suficiente de esos dedos benditos que le han curado con su simple tacto—... Más~... más~

Su voz suena aguda y cansada, ansiosa por lo siguiente que desea sentir y Jungkook lo sabe, así que no pierde ningún segundo y le entrega un beso tierno en los labios, mientras lo deja vacío y se sienta frente a él, cruzando sus piernas e indicándole que tome lugar entre y sobre ellas.

Taehyung se tensa por los nervios, pero de inmediato acata, poniéndose a horcajadas contra el otro cuerpo y pensando en hundirse en el hueco brindado. No obstante, las manos de Jungkook corren y toman su cintura, deteniéndolo y llamando su atención al instante.

—Usted me tiene a sus pies —le confiesa y el rubio lo observa directo a los orbes, sintiendo la ilusión crecer en su alma—, así que, utilíceme para su bienestar —dicho eso, lo guía directamente a su entrepierna, dejando su aparato reproductor a su disposición—... Satisfágase.

La respiración se queda atrapada en los pulmones del sirviente cuando, al observar la expresión seria y expectante del ajeno, se decide y toma con cautela el miembro viril, apuntándolo directo a su entrada recién preparada. Una punta siente ingresar y cierra los ojos, sucumbiendo ante sus necesidades y presionando su cuerpo contra aquella parte que no le pertenece, hasta clavarse en ella por completo, en total lentitud.

Sus manos se aferran a los hombros ajenos, son grandes y musculosos, tanto, que por interesarse en ellos regresa de la laguna en la que se hundió en el momento en que sintió las palpitaciones en su interior, ese que se aprieta, una y otra vez, alrededor del intruso al que se quiere adaptar.

Suspira y sus ojos corren a apreciar al hombre que tiene de frente y le está abrazando por la cintura. Es hermoso, es celestial. Su piel blanca combina perfectamente con su cabello castaño y sus ojos marrones y grandes solo pintan con divinidad su amable aura. Ni hablar de la delineada nariz que los acompaña, es tan distinta y bonita, que hace relucir aún más los dientes de conejo que se asoman entre sus labios delgados.

Le gusta mucho, le agrada a la vista y lo desea increíblemente porque su cuerpo trabajado contrasta en excelencia con su rostro de niño pequeño. Eso es lo que admira de él, que, a pesar del adulto en el que se ha convertido y de tener tantas responsabilidades futuras encima, es inocente, dulce y firme a la par.

Jungkook será un gran rey, no tiene duda de ello. Las cosas cambiarán bajo su mando, el mundo se convertirá en un lugar mejor y todos podrán ir en busca de su felicidad. Apuesta su vida entera en tal hecho.

—Alteza, yo le admiro inmensamente —confiesa y el príncipe abre los ojos un poco más, despertando de sus ensoñaciones, esas que el sirviente protagonizaba, porque estaba perdido en lo mismo que el contrario, su indescriptible belleza y preciosidad—. Estoy agradecido. Me siento completamente honrado al compartir este momento con usted y, con honestidad, también experimento una placentera protección entre sus brazos —admite y sonríe levemente, avergonzado. Jamás había confesado algo como eso—... Voy a moverme.

Y confirmando, su cadera se levanta un poco, volviendo a hundirse en un movimiento circular que también deleita al otro. Es lento, pero preciso y muy sensual.

A medida que el tiempo pasa, lo hace más rápido, compartiendo sonidos suaves con el hombre que participa mínimamente, teniendo suficiente con ver a Taehyung disfrutar: porque le importa, porque no quiere lastimarlo y porque desea, con todo su corazón, poder sanar al del contrario.

Sin embargo, pronto llega la adrenalina y enciende las pieles de ambos, quemándolos, a pesar de no arder, literalmente, en llamas. El rubio comienza a saltar y Jungkook se levanta un poco para embestir con más fuerza en el interior que le ha regalado el tocar el cielo.

Se besan, de repente, al recordar que poseen la gracia de hacerlo y se permiten jadear entre ósculos necesitados. No obstante, en cierto momento, se quedan sin aire y es cuando se separan levemente, conectando sus miradas en un sentimiento profundo, ese que hace al sirviente rasguñar la espalda ajena y al príncipe clavar sus dedos en la cintura pequeña y perfecta que no ha dejado de sostener.

—Jungkook~ —Taehyung se atreve a jadear y el mencionado siente su corazón detenerse al escuchar ese hermoso gemido que lleva impregnado su nombre—... Jungkookie~ —se sorprende y se motiva a ser más asertivo, dando en el punto dulce que al ajeno hace chillar—... ¡Jungkookie~!... ¡Ahí, justo ahí~!

Jeon Jungkook sonríe, deleitándose con Kim Taehyung y su preciosa gracia de existir. Jamás pensó que unos gemidos le iban a parecer tan angelicales, como esos dulces y sinceros que sigue escuchando. Le hace querer entregarle el mundo, le hace querer siempre tenerlo en sus brazos.

—Lo amo —confiesa y es cuando todo toma una pausa, incluso su respiración. Los ojos del sirviente se centran en los suyos, sin importar que su líquido preseminal ya mancha, sin escusas, el abdomen marcado del otro—... Lo amo —repite, al notar la incredulidad en el rostro del que trata de pensar si ha escuchado bien, porque todo dentro de sí le advierte que la respuesta es positiva, pero sabe que el golpe será doloroso—... Lo amo y quiero que... que sea mío para siempre.

—Jungkook...

—Lo quiero conmigo, Taehyung —le aclara y el mencionado se estremece.

—¿Se da cuenta de lo que dice?... usted no es una persona cualquiera, por lo tanto, usted no puede amar a cualquiera. Usted tiene responsabilidades, asumirá el trono algún día y...

—Y usted será mi rey.

—Jungkook —nombra el rubio, conmovido por lo que ha escuchado y muy dolido a la par—... yo no puedo ser tal cosa.

—¿Por qué no?

—Porque soy un simple sirviente y porque... no soy mujer. Después de todo, necesitará un heredero al final de sus días, ¿qué hará entonces?

—No es importante, encontraremos la forma... juntos... Solo, quédese a mi lado, por favor... le prometo que daré todo por los dos, le prometo que lo voy a cuidar y a mimar por siempre, cada uno de nuestros días... Le juro que estaré ahí, que nunca le faltará nada y que lo haré muy feliz hasta la eternidad... ¿Acaso no desea lo mismo?, ¿acaso no siente nada por mí?

—Lo amo —contesta, con un pequeño nudo en su garganta, luego de notar que no tiene más opción que aceptar el motivo por el que su corazón palpita y la única razón por la que sigue vivo—... también lo amo y... quiero ser suyo.

—¿Mío? —cuestiona Jungkook, con el corazón en la mano y consigue una sonrisa bonita por parte de Taehyung, quien asiente muy ilusionado—. Mío, mío, mío... Mío y de nadie más —balbucea y sus labios atrapan con avidez los contrarios, que estaban convertidos en una cajita preciosa.

—Suyo... suyo para siempre.

Se besan placenteramente y, pronto, sus movimientos íntimos reanudan el curso con mucha pasión de por medio, tratando de llegar juntos a su tan ansiada liberación, mientras se acarician, no solo el cuerpo, sino también el alma.

Al final, han decidido confesarse lo que con el tiempo crearon: un amor puro y verdadero, su más grande castigo y libertad, eso que les hace acrecentar la emoción y que les llena de orgullo el pecho... Porque es amor y, así de simple, van a disfrutarlo.

La consumación de los hechos llega a la brevedad y ambos se tiran en la cama: cansados, sudados y manchados de fluidos, pero muy satisfechos. Nada les importa, más que abrazarse con fuerza y seguirse mimando, entretanto se dejan besitos tiernos en el rostro y se acarician la piel con intenciones amorosas de por medio.

Taehyung suspira, sumido en la alegría de, por fin, haber experimentado su propia pasión en complemento con la de una persona tan perfecta y tierna como lo es el príncipe. No hubo forcejeos, no hubo tristeza, solo un acto bello, consensuado y curativo, que le dejó el corazón contento.

Jungkook, por su parte, abraza con fuerza el pedazo de cielo que le ha tocado poseer, mientras la valentía y el coraje le llenan el pecho, pensando que, de su mano, nada será verdaderamente un martirio.

—Voy a unirme a la asociación —de repente dice y Taehyung levanta la mirada, sorprendido de lo que ha escuchado.

—No tiene qué.

—Pero quiero hacerlo... Quiero crear un mundo donde usted merezca vivir —y el rubio, después de todo, sonríe ante lo tierna que ha sido tal confesión.

—Lo hará maravillosamente. Confío en usted.

—Lo amo.

—Lo amo más.

Luego de besarse repetidamente, limpiarse con trapos húmedos y ponerse un par de pijamas del príncipe, éste último acompaña e, incluso, carga al sirviente hasta sus aposentos, asegurándose de arroparlo en su pequeña cama individual, en aquella habitación reducida que se dispone a los trabajadores del reino.

Sonríe y Taehyung le sonríe de vuelta, adormilado, pero aún muy consciente de que el castaño lo mira con mucho amor.

—Es hermoso, ¿lo sabe?

—Déjeme dormir —pide el rubio y una risita divertida sale de los labios que se posan sobre su frente con ternura.

—Lo veré mañana temprano.

—Estaré ahí —y un beso más es compartido, antes de que el heredero al trono se retire.

La soledad de la habitación y el silencio celestial de la misma, llevan al sirviente a caer rendido en un sueño profundo y muy feliz, mientras se acurruca en su colchón y se calienta entre las sábanas que lo cubren.

Pierde la consciencia unos minutos, hasta que su puerta es abierta otra vez y un cuerpo se mete entre sus piernas hábilmente. Sonríe, pensando en que Jungkook ha decidido ir a dormir con él, como le propuso desde un principio, al no poder quedarse en la habitación real.

Está a punto de bromear, sin atreverse a despertar verdaderamente, esperando que la calma los invada juntos; pero las manos del ajeno se meten bajo su camisón y le aprietan la piel de su cintura con fuerza, haciéndolo recaer en que el hombre encima suyo no es, ni de cerca, el príncipe del reino, sino su padre, ese hombre viejo y asqueroso que ha llegado para arruinarle la noche.

—Señor, no —dice, pero no alcanza a continuar cuando la sonrisa soberbia del otro le asusta el alma.

Quiere detenerlo, quiere decirle que se retire porque ya no sucumbirá ante sus órdenes y porque su cuerpo y su corazón ya tienen un dueño y, en definitiva, no es ni nunca será él.

Más unos besos horribles le marcan el cuello y esas manos arrugadas, callosas y frías le recorren la piel con ansias, unas que lo hacen llorar prontamente.

—Por favor... no...

—No hagas que te ruegue, precioso.

—Déjeme en paz, no quiero que siga.

—Vaya —murmura, dejando el cuello ajeno, para buscar los orbes verdes del que solloza ligeramente—... parece que alguien ha olvidado quién manda aquí —admite, aun sonriendo—. Ni hablar, tendré qué recordártelo.

Y una de sus manos apresa los brazos de Taehyung que intentan moverse con dificultad, tratando de que la otra ajena no baje su ropa interior ni acaricie su entrepierna con morbo, jugando con su miembro dormido.

—¡Basta! —ruega, llorando desesperado—... ¡Basta, por favor!, ¡deténgase!

Sin embargo, cuando los toques pervertidos cesan, se ve obligado a soltar un grito agudo, pues la cabeza del rey sale volando y revota contra la pared, cayendo a su costado sobre la almohada; al igual que el cuerpo inerte del viejo, que se desploma sobre el suyo.

Detrás, Jeon Jungkook respira absorto, sosteniendo una espada reluciente que ahora está manchada de sangre. La deja caer prontamente y recurre a sacar a Taehyung de su perturbador encierro.

—Taehyung —le dice y el mencionado, sin perder el tiempo, se aferra a su cuerpo, asustado y sollozando como un pequeño niño, uno que ya ha visto demasiado mal y que también comparte la sangre de la espada—. Lo siento, dulzura, no debí irme jamás.

—Jungkook —hipa, escondiendo su rostro en el pecho del castaño, donde deja fluir con libertad su miedo y lo horrible que ha sido despertar en manos equivocadas—... Jungkook...

—Todo está bien, amor —le susurra, abrazándolo con mucha fuerza contra sí mismo—. Ahora todo está y estará bien.

──── ∗ ⋅👑⋅ ∗ ────

El rey Taehyung está triste... sigue triste a pesar de los años.

El rey Taehyung llora desconsoladamente en su habitación, tomando la decisión de hacer sus maletas.

El rey Taehyung no quiere seguir siendo más un rey.

El rey Taehyung quiere huir, quiere irse lejos y nunca jamás volver a su palacio, al reino que adoptó como propio, ni a la habitación que comparte con su amado.

Porque su amado ya no es el mismo que conoció al ser unos simples jóvenes enamoradizos y porque el mismo, en este instante, se encuentra intimando en sus aposentos con un grupo de mujeres bellas que no sabe de dónde ha sacado.

El rey Taehyung vive destrozado, pero se hace pedazos cuando camina por el pasillo y alcanza a escuchar las palabras más crueles que jamás pensó que saldrían de los labios que más ha adorado.

—Mi esposo es inservible, así que alguna de ustedes tiene que darme al menos un hijo, ¿de acuerdo?

Y las risas femeninas no se hacen esperar, antes de que centenares de gemidos llenen el piso de la torre, de donde el rubio de ojos tan divinos como las esmeraldas, sale corriendo, con intenciones de desaparecer.

Después de todo, su cuento de hadas comenzó siendo un infortunio y así se mantuvo hasta el final, al igual que el martirio de un pueblo que jamás recibió nada a cambio de su valor.

Todas las promesas que hizo Jeon Jungkook, todos los deseos por hacer las cosas diferente, por marcar un cambio... se rompieron en cuanto la maldita corona adornó su cabeza el día de su boda con Kim Taehyung.

Y éste último, que apostó su vida por un reinado feliz, perdió todo.

¿Dónde quedó la gente?, las leyendas no lo dicen.

Se desvanecieron como un recuerdo, al igual que el amor que Jungkook tuvo por Taehyung.

Al final de cuentas, nada es para siempre y las palabras, fácilmente, se las lleva el viento.

Aquel príncipe precioso se convirtió en el perfecto reflejo de lo que logró destruir y provocó que su hermoso sirviente abandonara sus terrenos y tomara camino rumbo a un futuro menos deplorable, con la esperanza de, algún día, poder ser realmente feliz... o, al menos, tener algo para comer.

Ojalá hubiera podido hacer algo, ojalá hubiera podido detener a su esposo y hacerle ver las cosas, pero no hubo forma. Desgraciadamente, nadie jamás notará que la corona sobre la cabellera castaña está hechizada por una maldición que corrompe el alma de su usuario, al punto de hacerlo olvidar su humanidad, como le ocurrió a su antecesor y a los demás en el linaje de los Jeon que han existido.

Hubo una vez, en la torre más fina de un palacio tallado en mármol, un poderoso y viejo rey que vivió cómodamente, sin ninguna preocupación. Quería el mundo, quería todo: y lo tuvo... incluso a Kim Taehyung.

Ahora, en la misma torre reluciente y acaudalada, hay un poderoso y atractivo rey, que vive cómodamente y sin ninguna preocupación más que la de divertirse al ducharse en miles de diamantes. Quiere el mundo, quiere todo: y lo tiene... excepto a Kim Taehyung.

La diferencia es que uno de los dos pudo observar los ojos color verde esmeralda, hasta el momento de su muerte, mientras que el otro perdió el sentido de su vida al no verlos más y se lanzó por su balcón, completamente roto, cumpliendo lo que le mencionó a su marido una vez: que, al hacerlo, no le iba a permitir estar ahí.


"El hombre que no conoce su historia está condenado a repetirla". —Jorge Agustín Nicolás Ruiz de Santayana.  



Hay muchas cosas que me gustaría decir a partir de la creación de este One Shot, como, por ejemplo, que escribí 5 versiones diferentes debido a que fue un reto difícil, ya que la canción de procedencia cuenta una historia exacta y yo no encontraba la forma de innovar o dar ideas originales, así que me llevé casi un mes para completarlo y la verdad es que no sé si lo logré.

Me esmeré mucho, así que espero que te haya gustado tanto como a mí. Amo los finales felices y me apasionan un montón, pero el mensaje de esta trama, desgraciadamente, no era ese. 

De todos modos, gracias por llorar conmigo y llegar hasta el final. Ha sido un viaje gratificante.

Por favor, no te vuelvas alguien malvado.

Te quiero mucho y te espero en páginas no escritas.

Atte: Nia.

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