Compañerismo Innato
Unos tres kilómetros más, y habían (casi) llegado a las enormes y amuralladas puertas de la ciudad comercial de Kroyle. Era nuevamente de madrugada, y ya la carreta de Klyde había entrado en la gran ciudad. Klaus trataba de hallar una abertura para entrar, pero las grandes puertas de acero se mantenían bajo extrema vigilancia todo el día.
Se sentó bajo un roble a pensar.
—¿En serio? ¿Una ciudad humana? Te obsesionan esos bichos con tendencia a crear trampas mortales para los pobres animalillos del bosque...
Klaus volteó la mirada, y visualizó la silueta y los ojos blancos y brillantes del ladrón de carne que había estado persiguiéndolo toda la noche anterior. Su hambre parecía ser un cuento pasajero ahora.
—¿Me estás siguiendo acaso? —preguntó el albino, con una mala cara que denotaba su descontento con la compañía.
—Ya te dije, me perdí de mi manada... así que me puse a perseguirte a ver a dónde ibas.
—Lo siento, pero no quiero que me sigas más.
—Nadie te preguntó tu opinión, solo lo seguiré haciendo de todos modos. —La criatura sonrió, o eso pareció. La oscuridad era tanta que a duras penas podía ver el blanco del hueso de su cara.
—Deberías buscar a tu manada y volver con ella.
—Es divertido seguirte. Además, puedo cuidarme solo.
—No me digas. —dijo Klaus con sarcasmo.
—Claro que sí puedo. Soy un grande y temerario gliffin después de todo. —Infló el pecho con orgullo, y sonrió de nuevo con altanería. Klaus soltó una risita— ¿Qué es tan gracioso?
—¿Grande? ¿Temerario? ¿Te has visto en un espejo?
—¿Qué quieres decir? ¡Claro que doy miedo! Soy un gliffin, los gliffin damos miedo con solo nuestra presencia.
—No tengo idea de qué cosa es un gliffin, pero tú no das ningún miedo. Eres solo un cachorrito indefenso y ladrón de carne. —se mofó con una sonrisa el de mayor tamaño.
—¿No sabes lo que es un gliffin? ¿Has vivido debajo de una piedra durante milenios o qué? —Hizo una mueca.
«Bueno... prácticamente podría decirse que sí»
—Algo así.
—Dios... por una vez que sigo a alguien sin matarlo y resulta ser un chiflado ignorante y amante de los humanos. —Se quejó el de ojos blanquecinos.
—Oye, ¿cómo que chiflado ignorante? —contestó Klaus, enojado— Soy muy inteligente, y no soy amante de los humanos, soy uno de ellos.
—Oh vaya... aparte de ignorante, totalmente loco. ¿No has visto tu reflejo en ningún lado? ¡Eres un ghoul! Cualquiera con ojos puede ver a simple vista que de humano no tienes ni los ojos.
—Tampoco sé que son los ghouls. Y claro que he visto mi reflejo, pero yo antes era un humano, y un día de repente desperté con este cuerpo. Estoy investigando a ver por qué pasó eso. Es algo muy...
—¿Bizarro?
—Ajá. Imagina que tú un día despiertas y eres un ser humano...
—¡Qué horror! Esas cosas debiluchas que se mueren por mucho frío... Me darás pesadillas ahora.
—El punto es... —Klaus apretó los dientes— que soy humano, aunque sea por dentro. Ni siquiera sé qué cosa es un ghoul, pero los humanos les temen por alguna razón.
—¡¿Ni siquiera sabes qué es un ghoul?! Dios santo... ¿en dónde vivías este último eón?
—No lo sé, desperté en una extraña cueva con este cuerpo y empecé a vagar por ahí, y ya que estamos, ¿me quieres explicar qué es un ghoul y un gliffin exactamente?
—Los ghouls son grandes... tú podrías ser uno... pero muy pequeño. Pueden tomar una forma humana, pero se les quedan las orejas y la cola de los animales. Son muy curiosos.
—Oh... ¿qué tan grandes son?
—En su forma de animal son simplemente enormes. Como tres metros en animales como los perros... y pueden ser mucho más altos y pesados dependiendo del animal.
—¿Son violentos?
—Muchísimo. Pero igual no son rivales para los grandes y poderosos gliffin.
—¿Por qué te vanaglorias tanto? —Klaus dudó— ¿Los gliffin llegan a ser gigantes o qué?
—No gigantes, pero sí poderosísimos...
—Claro...
—No me creas si no quieres, lo entenderás cuando veas a mi manada.
—¿En serio crees que están buscándote?
—Claramente. Es un gran día para ser yo. Toda mi familia y amigos han de estarme buscando como locos porque se perdió el hijo del gran alfa. Soy muy importante.
—Confías mucho en que alguien va a venir a rescatarte y llevarte de vuelta a casa... —dijo Klaus, mirando de reojo los ojos luminosos de su misterioso acompañante.
—¿Insinúas que no vendrán por mí?
—Deberías plantearte otras opciones. Ser independiente por ejemplo, al menos hasta que regresen por ti.
—Lo estoy siendo ahora, ¿sabes?
El albino alzó las orejas y miró al lobo negro con una ceja alzada. El gliffin no hizo más que devolverle la mirada con duda.
—¿Cómo eres independiente?
—Puedo cuidarme solo durante todo el día y soy muy sigiloso.
—Ya veo... lo del día no puedo confirmarlo, pero al menos sí eres sigiloso... algo bueno tienes.
—¿Ves? Los gliffin somos maestros de la noche... y no somos unos brutos como los ghouls, con su tendencia a matarlo todo.
—¿Los ghouls son competencia de los gliffin o algo así?
—No exactamente competencia... pero sí que son unos fastidios. Siempre alterando a los humanos, y haciéndolos poner trampas y duplicar su seguridad en todos lados... Ellos nos tienen más miedo a nosotros, pero jugamos con su cordura hasta menguarla lo suficiente, y luego... ¡zas! —chilló y Klaus dio un saltito de la impresión— Son comida fácil.
—Ya veo... suenan inteligentes. ¿Estás seguro de que tú eres uno de ellos? —Se burló Klaus.
—Muy chistoso. —Se quejó el de menor tamaño— Pero son muy importante para las cacerías de mi manada, ¿sabes?
—¿Qué se supone que haces?
—Soy la trampa en la que caen las presas. Verás... todos al verme dicen "¡es tan tierno que no dañaría ni a una mosca!", pero la verdad es que–
—No eres tierno, eres un niño mimado con aires de grandeza.
—La verdad es que... —gruñó— que los llevo hasta donde los demás esperan. ¡Hasta los ghouls más rudos han caído en esa trampa tan obvia! Pero luego, cuando están a punto de atraparme, ¡salta mi papá, o mi hermano, o mi hermana! ¡Y les atraviesa la yugular de una gran mordida! —Sus ojitos blancos brillaron con orgullo— Es hermoso.
—Ya... tienes unos gustos horribles.
—Todos hemos matado alguna vez. Hasta los más santos han pisado una hormiga alguna vez. Tú sí has matado antes, tienes sangre en la cara y en las manos.
Klaus apretó levemente los puños y se trató de quitar los rastros del líquido rojo del rostro. Seguía sintiéndose culpable.
El pequeño ser color azabache siguió hiriéndolo con palabras filosas.
—Apuesto a que lo disfrutaste al menos una vez. Dices ser humano, pero nunca lo serás de nuevo, si es que en verdad lo fuiste alguna vez, los humanos son todos asesinos, así que de todos modos, eres malvado en alguna parte de ti. Je, je... gané la batalla de argumen–
—¡Silencio! —gritó Klaus, agarrando al gliffin por el cabello espeso de su pecho y cuello. El cachorro podía ver sus ojos rojos y sus dientes manchados brillando con gran rabia. Había tocado una vena sensible— ¡Yo NO soy un asesino! ¿¡Entiendes!?
El gliffin no tenía ni pizca de miedo, y sus ojos lo demostraban. Estaba muy calmado como para preocuparse.
—Eres uno, lobo blanco. Todos lo somos.
—Yo no, ¡y deja de perseguirme! —Lo soltó apretando los dientes. El gliffin siguió jugando con él.
—¿O qué? ¿Vas a matarme si no dejo de perseguirte?
Klaus alzó los omóplatos, molesto, pero no dijo nada y se acercó a las murallas. Las analizó con la vista, viendo si había algún lugar donde la vigilancia no fuera tan estricta. Había una zona oscura, pero ni con su vista privilegiada pudo ver si había una especie de agujero por donde su metro cincuenta pudiera caber.
El gliffin, que no se había alejado mucho de él, comentó:
—¿Y cómo harás para entrar en esas murallas? ¿Romperla con los puños?
—Recuerdo haberte dicho que dejaras de seguirme. Fue hace dos malditos segundos.
—Yo en ningún momento dije que dejaría de hacerlo. —Hubo un silencio— ¿Cómo entrarás?
—No lo sé... esperaré al amanecer... y espero que para ese entonces tú no estés detrás de mí.
—Lo dudo mucho. A menos que mi manada me venga a llevar de vuelta voy a seguir lo que considere interesante.
—Yo no soy interesante, déjame en paz.
—Ajá...
Klaus alzó las orejas y miró hacia un punto en específico. El gliffin en miniatura lo imitó. Se veía un hombre humano, que se colaba por alguna abertura. El lobo albino salió corriendo de inmediato, siguiendo el rastro del hombre, y tratando de no ser detectado por la enorme seguridad de las murallas.
El pequeño lobo negro se vio abandonado de pronto, y empezó a correr, gritando.
—¡Oye! ¡No me dejes solo! ¡Hey!
Klaus apretó el paso, para que, si los vigilantes lograban ver algo, que fuera a su torpe acompañante y no a él. El pequeño gliffin mordió el suelo cuando las voces humanas lo pusieron nervioso, y vio con terror como los vigilantes corrían hacia él, queriendo identificarlo. Klaus había entrado al hueco de la muralla, pero miró hacia donde el cachorro había caído. Tuvo mucha pena por él, y la culpabilidad si lo dejaba morir lo invadía.
«Esto será una estupidez...»
Salió corriendo hacia el pasto y agarró con sus brazos el cuerpo pequeño del lobo con cara de hueso, y gruñó mostrando sus enormes colmillos a un soldado que se había acercado de más. Se levantó, apresurado y nervioso, y salió disparado hacia el agujero del muro. Más de cinco humanos los perseguían gritando:
—¡Un ghoul! ¡Hay un ghoul en la ciudad! ¡Avisad a las demás unidades! ¡Cazadlo a toda costa! ¡Se ha colado en el distrito este!
Klaus, por su lado, solo podía seguir corriendo, metiéndose en recovecos incómodos, hasta que sintió el olor de los humanos muy cerca, pero en frente, y no detrás de él. El pequeño lobo, temblando, salió disparado por el frenazo que dio su "medio de transporte".
Cayó en un charco del agua, y vio de reojo a Klaus, que respiraba agitado.
Parecía un malvado ghoul si lo vieran sin comprender. Sus manos llenas de sangre, y su cara llena de polvo y sangre seca, lo hacían ver como un asesino. Pero era su salvador, su héroe. Los humanos eran su principal miedo, porque sabían que mataban a los cachorros porque no podían exterminar a los adultos.
En el pasado fue testigo de cómo un grupo de cazadores arrancaban la cara de hueso de una pobre madre que protegía a sus niños. Esa pobre madre gliffin que se sacrificó para que huyeran sus cachorros más jóvenes con el resto de la manada, fue su progenitora. Para él, los humanos eran una trampa mortal, por cualquier parte.
Ver a Klaus sacrificándose por él le iluminó los ojos como nunca antes. Se sintió igual que si su padre lo hubiera salvado, o alguno de sus hermanos. Esa misma sensación de seguridad recorrió todas sus venas y arterias en menos de un segundo.
Si hubiera podido llorar, lo habría hecho sin dudarlo, en su lugar miraba fijamente a Klaus, que respiraba agitado, tratando de recuperar el aliento. Oculto y con la sombra sobre su cuerpo, daba miedo, con esos ojos brillantes con su color rojo sangre. Estaba tan feliz que movió la cola inconscientemente. Miró al suelo, como apenado.
—Yo... gracias.
—Dejarte morir ahí... hubiera hecho que me sintiera mal durante años. —dijo Klaus, con una sonrisa algo torpe— Creo que lo mejor para los dos es que sigas vivo.
—Eres un sensible.
—Gracias a ese sensible sigues con vida, malagradecido. —gruñó el lobo albino, mostrando el lateral de sus colmillos.
—No soy malagradecido... solo me burlo.
—Te dejaré morir la próxima vez, no vales la pena.
—¿Habrá próxima vez? ¿Crees que seguiré metiéndome en líos que casi nos matan o qué?
—Supongo que seguirás persiguiéndome a donde quiera que vaya, hasta que tu familia te encuentre. Claramente no vas a dejarme vivir tranquilo. Tendré que salvar tu peludo trasero varias veces.
Para el pequeño cachorro de gliffin fue una indirecta muy buena. "Puedes seguir conmigo", había dicho Klaus. El pequeño sonrió haciendo su cola moverse, y así emprendió su viaje, siguiendo los pasos de su "mamá pata" por la ciudad amurallada de Kroyle.
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