EPÍLOGO
Apenas logro avanzar con el trabajo durante el resto del día, Mi cabeza esta sobrecargada de información; la revelación en sueños de mi primer beso con Mew, el hecho de que Tharn siempre supo lo que había entre nosotros, ¡incluso antes que nosotros! Mi cabeza da vueltas, y me es imposible concentrarme en los documentos en mi escritorio.
Mi charla con mi padrastro, y la muestra de su incondicional apoyo y afecto me ha despertado un reconfortante calor en mi pecho, peor al mismo tiempo estoy inquieto. No dejo de preguntarme si estoy tomando la decisión correcta, mudándome al campus. Cerca de la hora de salida, mis nervios se acrecientan. Recuerdo nuestros días en Roma, paseando entre suntuosas estructuras y bellísima sobras de arte, con el sol italiano acariciando nuestros rostros sonrientes, brillando sobre el cabello dorado de Mew. También recuerdo las noches, buscando el placer en nuestras pieles, entregándonos a la locura sin preocupaciones. Y sus palabras...esas palabras....
Una chispa se enciende en mi pecho; Mew me dijo que me quería. Me lo dijo mientras estaba dentro de mí, palpitando con placer. Me lo dijo mientras me sonreía y me sostenía entre sus brazos. Y yo le respondí sin siquiera pensarlo. Le respondí porque era verdad, tal vez siempre ha sido verdad y siempre he tenido miedo de enfrentarla.
Peor ahora que Tharn me ha confesado que no tiene problemas con lo nuestro ¿Qué razones tengo para huir de Mew? Tal vez siempre he usado a mi padrastro como excusa para no enfrentarme a aquello que tanto temo.
Mientras más intentes huir de tus miedos, más te dominan
¿Tanto temo que alguien me ame? ¿Por qué?
Miro el reloj, ya es hora de regresar a casa. Debería ponerme la chaqueta, subirme al auto y conducir de regreso al piso. Mew seguro tomará un taxi detrás de mí. Pero esa chispa que se ha encendido en mi pecho crece y crece y crece. Recuerdo por última vez como brillaron los ojos de Mew al decirme te quiero... de la misma manera que brillaron aquel día en la playa, cuando su arrogancia despareció y dejó expuesto a un joven inexperto y vulnerable. Solo yo he visto esa cara de Mew, y eso me hace sentir afortunado. Casi no hay nadie en el estudio a esta hora, y yo atravieso los pasillos con un nudo en el estómago. Junto coraje y arremeto dentro de su oficia. Lo encuentro encorvado en su escritorio, vestido de negro y con grandes ojeras alrededor de sus ojos celestes.
-¿Qué haces? -pregunta con un gesto molesto.
-Son casi las once. Es hora de ir a casa.
-Tomare un taxi -responde tratando de ignorarme. Pero no le voy a permitir hacer eso.
-No seas idiota. Te gastaras una fortuna en taxis. Vamos -Lo tomo de la muñeca con firmeza y él se pone de pie.
- ¡¿Estás loco?! -protesta mientras prácticamente lo arrastro hasta el estacionamiento. Sube al auto sin chistar, pero con el mismo mohín de un niño caprichoso en sus labios, tan tentadores.
Me siento en el lugar del conductor y ajusto mi cinturón de seguridad. Estar en un espacio tan reducido junto a Mew me despierta un estremecimiento. El aroma a su loción despierta todo tipo de recuerdos, de caricias, de besos, de peleas, de pasión y miradas cómplices. Es embriagadora y despierta mi euforia. Me doy cuenta que no puedo renunciar a ese aroma....tan cítrico y masculino, tan primal y adictivo. Me doy cuenta que no podré sobrevivir cuatro años en el campus sin saborear ese aroma, mezclado con el olor de su piel. Simplemente, no puedo vivir sin él.
- ¿Bueno? ¿Vas aponerte en marcha o no? -me reclama Mew, al ver que estoy petrificado con las manos en el volante. Ni siquiera hemos salido el estacionamiento vacío.
-Tú me besaste -murmuro. Las palabras simplemente brotan de mi -Esa tarde en la playa, cuando me enseñaste a nadar. Me besaste.
Mew gira su cuello y sus ojos se encuentran con los míos por primera vez en mucho tiempo. Jamás he visto esa expresión en su mirad. Parece que está aterrorizado. Su labio inferior tiembla de una manera adorable y siento el impulso de morderlo. Pero en su lugar, sigo hablando.
-Yo te gustaba. Y me besaste. Creíste que lo había olvidado, pero lo recuerdo.
- ¿Y eso que importa ahora? ¡Pasó hace mil años! ¿Vas a arrancar el auto o no? -me espeta Mew.
-Importa. -murmuro. Mi corazón se siente a punto de explotar y apenas tengo fuerzas para seguir hablando, pero un increíble impulso me empuja a continuar. Me quito el cinturón de seguridad y me acerco un poco más a Mew. - Tú también me gustas.
-Parece que sientes muchos deseos de hablar -Mew trie en forma amarga - Sin embargo, los últimos días en Roma estabas mudo como un ratón ¡Ni siquiera me dejabas tocarte!
-Lo sé. Me dijiste que me querías. Y yo te respondí -trago saliva, nervioso. Mew deja escapar una exhalación dolorosa.
-Voy a tomar un taxi -suspira.
- ¡No! -grito, y sujeto su muñeca con una fuerza que jamás creí poseer. - ¡Mierda, Mew! ¡Solo dime la verdad! ¿Lo has dicho en serio o era uno de tus juegos?
- ¡¿A ti que te parece?! -me responde con los dientes apretados y los ojos encendidos. Acerca su cara a la mía, hasta que solo hay unos milímetros entre nosotros, me estremezco al sentir su calor, su piel, su perfume. Incluso su rabia es seductora.
-Yo...también te quiero -suspiro en tono casi inaudible. Pero él me oye, me oye y su cara se tiñe de tristeza.
- ¿Qué importa ahora? Vas a irte por cuatro años -responde.
-Podría quedarme...-murmuro, las cosquillas en mi pecho y garganta me vuelven loco de miedo -Podría estudiar a distancia, como el año pasado...si tan solo...
- ¿Si tan solo qué? -los ojos de Mew buscan los míos. Su furia se ha apagado, pero sus ojos permanecen encendidos. Busca mi mirada y sus labios están separados, expectantes.
Respiro hondo y tomo valor.
-Supongo que, si mi jefe me necesitara, debería quedarme a su lado y servirlo.
Debo admitir que soy un cobarde, y esa es la única manera en que puedo revelarle mi sentimientos a Mew; codificados. Pero cuando veo sus ojos una vez más, sé que me ha comprendido a la perfección. Sonríe, como lo hacía antes, y todo mi cuerpo es invadido por el calor y el alivio.
-Tu jefe siempre te necesitará a su lado, Gulf ¿Aun no lo sabes? -me responde con una sonrisa pícara y amplia. Quiero responderle pero sus labios chocan contra los míos, hambrientos. Lo recibo con el mismo hambre, y sentir su sabor en mi lengua después de tanto tiempo me despierta una repentina descarga eléctrica.
-Tu jefe no puede vivir sin ti, Gulf -susurra Mew contra mis labios, mientras acaricia mi mejilla y recupera el aliento.
Ahora soy yo quien arremeto contra su boca; lo penetro con mi lengua y lo saboreo. Nuestras lenguas danzan, frenéticas mientras ambos sostenemos nuestros rostros con ambas manos. Acaricio su mejilla, su cuelo, enredo mis dedos en su cabello dorado mientras nuestros labios no dejan de encontrarse. Siento que mi corazón va explotar dentro de mi pecho, y me aferro a Mew con más fuerza que antes Siento el arma de su loción rodearme y su calor embriagarme. Besa mi cuello y lo muerde, y yo creo que voy a morir de felicidad.
-Gulf...mejor pon en auto en marcha -suspira Mew mientras yo muerdo la suave carne de su cuello -Quiero llegar a casa y follarte bien duro.
Sus palabras, entregadas con esa voz ronca y afiebrada, despiertan una feroz erección entre mis piernas. Las olas de calor suben desde entre mis mulos hacia todo mi cuerpo, hasta el punto de asfixiarme. Mordisqueo su cuello y desciendo mi manos hacia su entrepierna. No es ninguna sorpresa encontrarlo duro, y una sonrisa se dibuja en mis labios.
-No puedo esperar a llegar a casa, jefe. -respondo, segundos antes de inclinarme sobre su regazo. Es un poco incómodo en el reducido espacio del auto, pero logro abrirle el cierre con dedos nerviosos y liberar su erección gruesa y enrojecida. La sujeto por la base y me asombro una vez más por su dureza y tamaño. Beso su glande y escucho a Mew gemir de placer. Quisiera tomare mi tiempo para deleitarme en esa polla enorme y palpitante, para besarla, lamerla y jugar con mi lengua en la punta húmeda, pero estoy demasiado hambriento. Así que escupo sobre ella y la envuelvo con mis labios húmedos. Siento algunas gotas de pre semen sobre mi lengua, y Mew se retuerce de gozo cuando enreda sus dedos en mi cabello. Lo tomo en mi boca y comienzo a subir y bajar rápido, saboreándolo. Acelero mi ritmo, justo como a él le gusta, e intento tomarlo lo más profundo que puedo, mi saliva chorrea por las comisuras de mi boca, dejando su polla brillante y empapada. Mientras insisto en tomarla hasta mi garganta, siento las manos de Mew deslizarse por debajo de mi pantalón. Juegan entre mis nalgas y uno de sus dedos húmedos penetra mi culo. Hago una pausa para gemir, y vuelvo a metérmelo en la boca. Subo y bajo mi cabeza a un ritmo cada vez más frenético, mientras Mew me folla el culo con su dedo índice. Pronto es el índice y el medio, ejerciendo una presión exquisita en mi culo. Tan exquisita que creo que voy a correrme.
Utilizo toda mi fuerza de voluntad para alejarme. Observo su polla, completamente mojada y resbalosa por mi saliva, y no pudo esperar ni un segundo más. A pesar de lo incómodo el lugar, logro quitarme los pantalones y la ropa interior con ayuda de las manos frenéticas de Mew. Me subo a horcajadas de él en el asiento del acompañante. Aún tenemos las camisas y las corbatas puestas, no hay tiempo de desvestirse, solo quiero que me folle. Me sujeto de su hombro con una mano y con la otra guio su erección durísima hacia mi culo.
Desciendo sobre su polla con un movimiento rápido, desesperado, y esta tan mojado que se desliza con facilidad hasta el punto más recóndito de mi cuerpo. Lanzo un chillido al sentir como me apuñalan. Comienzo a moverme, rápido, desbocado, Mew me sujeta de la cintura y acompaña los movimientos de mi cuerpo. Beso su cuello, sus labios, lo oigo gemir mi nombre y yo gimo el suyo. Lo cabalgo con furia, enterrándome cada vez más duro en su erección, hasta que creo que voy a enloquecer.
Siento como palpita dentro de mí, y mis paredes internas lo aprietan con rabia, como si no quisieran dejarlo ir. El placer me desborda, especialmente cuando él envuelve mi erección en su mano y me masturba mientras yo lo monto.
-Te amo, Gulf. Te amo - gruñe con el rostro enrojecido y las pupilas dilatadas. En respuesta, mi clímax se desata. Mi semen brota fuera de control, haciendo un desastre en su ropa y en la mía. Todo mi cuerpo palpita de placer mientras subo y bajo como un loco.
-Yo también te amo, Mew -suspiro contra sus labios. Y cuando lo beso, él se corre dentro de mi culo. Muerdo sus labios mientras su semen hirviente me desborda.
Permanezco sentado sobre él, con su polla palpitando con lentitud en mi interior. Abrazo sus hombros con mis brazos y el sujeta mi cintura con fuera contra su cuerpo. Descanso mi rostro en la curva entre su hombro y cuello, recuperando mi aliento hasta que nuestras respiraciones se sincronizan. Siento su corazón latir con fuerza dentro de su pecho, y ajusto nuestro abrazo. Estoy pegajoso, pero no quiero separarme de Mew. Besa con suavidad mi cuello y yo aparto mi rostro. Lo miro, con las mejillas sonrojadas y los labios inflamados por mis besos. Su expresión post orgasmo s lo más bello que he visto comparable con los ángeles de la Capilla Sixtina. A pesar de lo agitado que estoy, un escozor despierta en mi interior. Le sonrío, y él me sonríe. Nos besamos una vez más, sin palabras, solo reconociéndonos el uno al otro.
- ¿Lo has dicho en serio? -me pregunta Mew unos instantes después, mientras permanecemos en la misma postura. Es una locura, cualquiera podría descubrirnos, pero no me importa. Lo único que importa en todo el universo ahora, es Mew.
Encuentro algo de miedo en su mirada, un dejo de vulnerabilidad que me recuerda una verdad que he aprendido a su lado; el sumiso es quien lleva el control. Y me gusta.
-Si -respondo -Lo he dicho en serio. Te amo.
Ahora que he cobrado el coraje para decirlo, quiero repetirlo mil veces. Y creo que nunca he estado tan vulnerable en toda mi vida. Pero no siento miedo.
- ¿Y tú? -le pregunto.
-Siempre lo he dicho en serio -me responde antes de besarme una vez más.
-Ahora mejor regresemos a casa, todavía tengo pendiente castigarte por haber sido un muchachito tan desobediente.
Me muerdo el labio, antes de morder el suyo.
-Sí, jefe.
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