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CAPÍTULO 28

Salir de la oficina es todo un alivio; cada día se me hace más difícil trabajar.

No puedo concentrarme sabiendo que en cualquier vuelta del pasillo puedo cruzarme a Mew. Si bien, en las últimas semanas él realmente se ha esforzado en no toparse conmigo. Apenas sale de su despacho, y cuando necesita que yo le lleve algún documento o contrato el contacto es exclusivamente vía mensaje de texto. Y en los breves segundos que entro en su despacho ni siquiera hace contacto visual conmigo. De la misma manera, tampoco cruzamos palabra en casa. Cenamos cada uno en su cuarto y hasta viajamos en autos separados de ida y vuelta al estudio.

No sé cuánto tiempo más podré aguantar esto. Tampoco puedo descansar correctamente; mis sueños me torturan con los recuerdos de Roma, y del recuerdo del primer beso reprimido.

¿Cómo es posible que haya olvidado algo así?

¿Acaso Mew también lo ha olvidado? Porque jamás lo ha mencionado....

De todas maneras, este mediodía he quedado para almorzar con Tharn Suppasit. Sé que él me hará sentir mejor, siempre lo ha hecho. Es lo más cercano a un padre que he tenido. Subo a su automóvil y él conduce hasta un costoso restaurante cerca de la playa.

– ¿No sería mejor ir a un lugar más cerca del estudio? –pregunto.

– ¿Quién nos dirá algo si regresamos tarde? ¡Soy el presidente! –ríe el viejo, y unas pequeñas arrugas se forman en sus parpados. –Vamos....quiero malcriar un poco a mi Gulf.

Dejo escapar una risita culpable y bajo del auto. Cuando el aroma a sal de la playa cercana golpea mi nariz, inmediatamente recuerdo mi primer beso con Mew. Respiro hondo e intento borrar esa escena de mi mente. Mi padrastro elije una mesa afuera, con una preciosa vista al mar. Más allá de los recuerdos que eso desata en mí, debo admitir que es algo hermoso. El camarero toma nuestra orden y se hace un extraño silencio. Tengo tantas cosas para decirle, pero no sé cómo...

– ¿Te sientes bien, Gulf? –me pregunta el hombre, arqueando una de su pobladas cejas grises.

—¿Por qué lo preguntas? – esquivo la pregunta y tomo un trago de agua.

–Pues para ser sincero, no te veo bien. Estoy preocupado por ti –El hombre entrelaza sus dedos y apoya ambos codos sobre la mesa. No puedo escapar de esa mirada de hielo, esa mirada que desde niño siempre supo todo lo que se cruzaba por mi mente. Por suerte, el camarero llega con nuestra orden y nos interrumpe. Dispone los platos llenos de comida y las bebidas frente a nosotros y le doy las gracias. Espero que esta interrupción ayude a cambiar el tema, pero cuando estamos solos una vez más, Tharn insiste.

–Desde que regresaste de Roma estás actuando raro...

—Solo estoy estresado, eso es todo – evito su mirada y le pongo sal a mi comida.

–Es gracioso que creas que puedes ocultarme algo –suspira Tharn antes de darle un mordisco a su sándwich gourmet.

Tomo un respiro hondo e intento llenarme de valor.

—Está bien. Hay algo que debo decirte –murmuro.

Tharn Suppasit me dedica toda su atención; sus ojos esperan mi respuesta con la misma paciencia y cariño que me ha brindado toda su vida.

—Bueno...he decidido que voy a completar la carrera de grado en Marketing Digital. El curso del año pasado ha sido muy bueno, pero ahora quiero ir por todo. Obtener el título. Creo que será positivo para la discográfica....

—¡No tienes que convencerme, Gulf! –Festeja Tharn, y arroja su servilleta contra la mesa en forma triunfal –Siempre he querido que persigas una carrera... si Mew, con lo loco e irresponsable que es, ha conseguido un título, nunca entendí porque tu ni siquiera lo intentaste ¡Enhorabuena!

—Si...el asunto es que...bueno, si bien podría cursar a distancia, creo que lo más conveniente sería mudarme al campus y estudiar en forma presencial. Necesitaría tomarme una licencia del trabajo. –mi voz tiembla.

La expresión de Tharn se torna seria y mis inseguridades crecen.

—¿Estás seguro de eso? –Me dice –Quiero decir ¡por supuesto! Buscaremos un par de asistentes y cuando te gradúes habrá un lugar para ti esperándote. Siempre lo habrá. Pero ¿estás seguro que quieres mudarte al campus? ¿Por casi cuatro años?

—Si...si –balbuceo.

–No suenas muy convencido –insiste el viejo. Se inclina un poco más sobre la mesa y esta vez no puedo escapar de su mirada de hielo —¿Acaso Mew tiene algo que ver con esto?

Mi corazón se saltea un latido.

—¿Mew? ¿Por qué dices eso? –me apuro a defenderme. Mi pulso se acelera y las rodillas me tiemblan bajo la mesa.

—Solo una corazonada – La mirada de Tharn se aparta de mí y finalmente puedo respirar. Gira su cuello hacia el paisaje marítimo y suspira –Esto es hermoso. Qué bueno que nos hemos alejado de la locura del estudio por unas horas.

Asiento con la cabeza, todavía algo temeroso.

—Hace como diez años, los traje a ti y a Mew aquí, para que pasen un día en la playa. Tal vez ya no lo recuerdes, nos hospedamos en aquel hotel. Tú le tenías miedo al agua e insististe en traerte un libro

Un doloroso nudo se forma en mi garganta ¿Qué debería decir? ¿Qué lo recuerdo? ¿O negarlo?

–Nunca te lo dije, pero me preocupaba que Mew y tu pelearan todo el tiempo. Él nunca superó del todo la muerte de su madre, y es perfectamente entendible. A mí todavía me duele como si hubiera ocurrido ayer. Ojala la hubieras conocido – Tharn me dedica una sonrisa fugaz y continua su relato – Le insistí a Mew que se portara bien contigo ese día. Prácticamente lo obligue a que te ensenara a nadar.

– ¡¿Fuiste tú?!

–Si...–asiente Suppasit –Pero no te confundas, Gulf: Mew nunca hubiera hecho nada si él realmente no lo deseaba. No importa quien trate de obligarlo. Él siempre hizo lo que quiso.

Intento procesar sus palabras, pero mi corazón no deja de golpear mis costillas con furia.

–De todas maneras, ese día me di cuenta lo equivocado que estaba –continúa Tharn. –Verás, temía que mi hijo y tú se odiaran. Esa noche, cuando Mew regresó al hotel empapado y enfurecido, me di cuenta que ustedes se aman.

El nudo en mi garganta se ajusta con dolor.

–Por supuesto que lo amo. Somos hermanos – trato de sonar lo más frio y natural posible.

–No es eso de lo que estoy hablando – declara Tharn, en forma devastadora –Y ustedes no son hermanos. Siempre te he considerado mi hijo, Gulf, y siempre lo serás. Pero Mew y tú nunca han sido hermanos, ni se han comportado como tales.

La cabeza me da vueltas.

– ¿A qué te refieres? –balbuceo.

–Gulf ¿te crees que tu viejo es estúpido? – Tharn arquea una de sus cejas de nuevo y deja escapar una risita – ¿Realmente crees que me tragué aquello de que ustedes comparten piso para ahorrarse tiempo conduciendo al trabajo? ¿Que no he notado cómo se miran? ¿Cómo se encierran en su despacho a veces? ¡Se fueron a Roma juntos! ¡Y esa excusa de que compartían cama para abaratar costos! ¿Crees que soy idiota?

Siento que el ardor en mi estómago va a consumirme entero. Me sudan las palmas y me tiemblan las rodillas bajo la mesa. Me siento acorralado y no sé qué decir, hasta que la risa de Tharn Suppasit me alivia.

–De veras, Gulf. No tienes que ocultarme nada. –ríe mi padrastro, y le da un sorbo a su zumo de naranja.

–Entonces ¿lo sabes? –murmuro como si se tratara de un tema vergonzoso. – ¿No te molesta?

–Ustedes son adultos. Y solo me interesa que sean felices. – Se limpia la boca con una servilleta – Además, no hay ningún lazo de sangre. Debo admitir que me chocó al principio pero ¿Quién soy yo para decirle a nadie co quien follar? Ninguno de ustedes está abusando de nadie.

Todavía no puedo creer que esto esté ocurriendo.

—De todas formas, se ha terminado –respondo.

—¿Y es por eso que quieres mudarte al campus? ¿Para huir de Mew? No creas que no he notado lo huraño que ha estado estas últimas semanas. Ambos.

—No, no es eso...realmente quiero concentrarme en la carrera –respondo en forma automática aunque no estoy convencido de mis propias palabras.

—Si realmente es lo que quieres, sabes que tienes mi apoyo. Siempre lo tendrás –Suppasit termina su comida y enciende un cigarrillo – Pero si estás haciendo esto solo para huir de Mew...déjame darte un consejo, Gulf. Mientras más intentes huir de tus miedos, más te dominarán.

Exhala el humo y yo observo el recorrido que hace en a aire. Termino mi comida en silencio, con un agujero en el estómago. Tharn paga la cuenta, le deja propina al camarero y regresamos al auto sin decir un apalabra. Mientras me pongo el cinturón de seguridad y Tharn enciende el motor, me dice:

–Te quiero, hijo. Siempre lo haré.

No puedo evitar sonreír.

—Yo también te quiero.

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