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CAPÍTULO 27

Estoy en mi cama, luego de otro día en el cual apenas he tenido algún intercambio con Mew. Hablamos solo lo necesario en el estudio y nada en el camino a casa. Pronto me mudaré al campus y estas situaciones dolorosas serán parte del pasado.

De pronto me encuentro en la playa. Mi mente me advierte que en realidad estoy en mi cama, cobijado por mis sabanas y gruesas mantas, y que lo que se despliega frente a mis ojos no es más que un sueño. Pero me dejo ir en la belleza del paisaje frente a mis ojos; el suave oleaje rugiendo y las gaviotas sobrevolando mi cabello. Puedo oler la sal y sentir la arena bajo mis pies desnudos y juveniles. Por un breve momento, soy feliz. Cierro mis ojos y trato de retener ese gozo, esa alegría por vivir que parece haberse desvanecido en mi vida adulta.

Cuando abro los ojos, Mew está frente a mí. Es el Mew de dieciséis años, con su cuerpo delgado pero que de alguna manera, me provoca escalofríos. Tiene el cabello empapado, y pequeñas gotitas saladas resbalan juguetonamente por su pecho desnudo. Me sonríe y yo me desarmo.

—¡Gulf, que aburrido eres! ¿Quién lleva un libro a la playa? –se mofa de mí, y su voz es cristalina.

—Pues porque tú no tienes la inteligencia para procesar un libro –respondo. Ya antes de los veinte yo poseía esa altanería, que ahora me doy cuenta es un mecanismo de defensa. Pero a Mew le gusta, y me devuelve otra sonrisa que me despierta un escalofrío.

–Y tú porque no sabes nadar... ¿no te da vergüenza, a tu edad? Tus aires de superioridad intelectual son para cubrir el hecho que le tienes miedo al agua.

—¡No tengo miedo! –chillo como un niño y Mew ríe ¡Que fácil que siempre ha sido para él manipularme!

—Entonces ven conmigo. Te enseñaré a nadar –me dice con una sonrisa extraña, demasiado seductora para su edad. Trago saliva y simplemente me quedo mirando sus ojos celestes. Mi labio tiembla un poco. Mew me quita el libro de la mano y la sujeta entre la suya –Ven.

Lo sigo, de la mano por la playa. Nos internamos en el mar, en un parte poco profunda. Mew me explica con paciencia y sin un ápice de arrogancia, como debo colocar mis brazos y mis piernas, como respirar y como flotar. Escucho sus palabras con atención, esperando algún sarcasmo cruel entre ellas, pero Mew sinceramente quiere ensenarme a nadar. Para el atardecer, ya he pillado la técnica ¡Y es muy divertido! Chapoteo con mi medio hermano entre las olas caprichosas, entre risas y juegos estúpidos. Creo que es la primera vez que podemos compartir algo sin matarnos.

—¿Lo has visto? No era difícil –me die mientras soma su cuerpo mojado del mar. El agua le llega a las rodillas y por primera vez noto sus muslos desnudos, empapados. También noto como su bañador se aprieta a su piel y un extraño escozor se apodera de mí. Cuando alzo la vista, Mew está mirándome.

Me quedo mudo, preso de unas extrañas cosquillas. Jamás me he sentido así en toda mi vida Mew da un paso al frente, y su labio inferior también está temblando. Es la primera vez que lo veo así, vulnerable y asustadizo. Se acerca todavía más y solo puedo mirar ese labio. Tan carnoso, tan suave a la vista, tan húmedo. Soy yo quien da un paso al frente esta vez, y siento su mano acaricia mi mejilla. Esta helada, pero todo mi cuerpo es invadido por un ardor placentero. Mis rodillas están temblando y él presiona sus labios contra los míos. Mi cabeza da vueltas. No sé qué hacer.

Es la primera vez que alguien me besa ¡Y es Mew! No me importa que sea mi hermanastro...siento que mis labios encajan a la perfección con los suyos. Y mi mente juvenil y afiebrada se pregunta si nuestros cuerpos también encajaran con la misma armonía. Le respondo el beso con torpeza, mientras le calor me embriaga.

Pero súbitamente, Mew separa su boca de la mía. Sus ojos están llenos de miedo y despide un suspiro extraño, lastimoso. Quiero decirle algo, pero no sé qué. Solo sé que quiero besarlo de nuevo. Separo mis labios para pronunciar su nombre, pero él me interrumpe.

—Perdóname, he ido demasiado lejos –murmura, y se aleja de mí. Lo veo correr al hotel a toda velocidad y yo quedo solo con mis pies remojados en el mar y un nudo en mi garganta.

Despierto, agitado y cubierto de sudor en mi dormitorio. Me siento en mi cama y enciendo la luz de la mesa de noche. Las imágenes de mi sueño todavía dan vueltas frente a mis ojos y mi corazón golpea con fuerza en mi pecho.

Con un nudo en la garganta me doy cuenta que mi sueño es en realidad un recuerdo; un recuerdo que de laguna manera he reprimido durante casi diez años ¡Mew realmente me besó cuando éramos adolescentes! ¡Mi primer beso ha sido con él!

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