CAPÍTULO 26
Ordeno un almuerzo completo, que al final apenas toco. Tengo un nudo en el estómago. Parker, por el contrario, devora su comida. El tonto quería ordenar una ensalada, hasta que yo insistí con invitarle algo mejor. Después de todo somos amigos, y el apenas es un estudiante universitario, mientras que yo cobro un generoso salario en la discográfica de mi padre.
–No entiendo....simplemente no lo entiendo – sacude su cabeza Parker.
–No hay nada que entender. Simplemente las cosas se han enfriado –me encojo de hombros.
–Lo tuyo con Mew era más que eso. – Suspira Parker, y sus profundos ojos marrones buscan los míos –me parece muy poco creíble que tan solo se haya enfriado así como así.
–Tal vez nunca debió comenzar. –pienso en voz alta.
—No digas eso ¿Por qué son hermanastros? Están ambos cerca de los treinta, y es el siglo veintiuno, no creo que a nadie le importe eso.
–A Tharn Suppasit le importaría. –las palabras brotan de mi sin pensarlas.
—¿Y? ¡Ya no eres un niño! ¡Puedes follarte a quien desees! Ya te digo, ni siquiera son hermanos de verdad.
Los últimos días en Roma han sido horribles. Apenas nos hablamos –suspiro mientras recuerdo aquellos fríos y largos silencios entre nosotros.
– ¿Y piensas seguir compartiendo el piso con él? –pregunta mi amigo con expresión preocupada.
No había contemplado aquello hasta ahora.
–Bueno, el piso de Mew queda a solo veinte minutos del estudio. Pero supongo que tienes razón, deberé empezar a buscar un piso para mí solo...o regresar a la casa de Tharn. –suspiro otra vez y le doy un sorbo a mi zumo de naranja.
–Tal vez este sea un momento en tu vida para comenzar de nuevo –reflexiona Parker, y cruza sus brazos frente a la mesa. En sus labios generosos hay una media sonrisita misteriosa. – ¿A qué te refieres?
–Bueno, ya has aprobado el curso corto de Marketing Digital, tal vez este año podrías empezar la carrera de grado. Inteligencia y habilidad te sobran.
–Tendría que mudarme al campus para eso...
–No necesariamente...puedes cruzar a distancia y sabes que yo te ayudaría en lo que necesites. –Parker se muerde el labio y sus ojos café brillan –Aunque también me encantaría tenerte de compañero de dormitorio.
Dejo escapar una risita. Pero segundos después, contemplo su propuesta con toda seriedad. Obtener un título de grado es algo que he postergado pro años, tal vez Parker tenga razón y este sea el momento de seguir adelante. Pensar en mí como prioridad.
Y de paso, alejarme de Mew.
–Tal vez tengas razón –murmuro, todavía pensativo.
– ¡Por supuesto! Siempre la tengo –declara mi joven amigo en tono triunfal.
Me tomo unos minutos para contemplar el nuevo plan; seguir mis estudios, mudarme al campus, olvidarme de Mew por unos largos meses.
No, me sería imposible olvidarlo, con suerte tan solo me alejaré de esa horrible sensación en el pecho que siento al verlo. Ojos que no ven, corazón que no siente. Así dicen ¿no es cierto?
Parker estira su mano por encima de la mesa y entrelaza mis dedos con los suyos. Un escalofrío se despierta en mi espina vertebral. Miro su mano, sorprendido, y luego busco sus ojos.
–Y también....tal vez sea el momento para que tú sigas delante de otra manera.
–Parker –suspiro. No he olvidado que antes de que Mew y yo decidiéramos ser exclusivos, Parker me ha invitado a salir. Incluso nos hemos besado, y si bien no ha sido para nada desagradable, en aquel momento no me había provocado la locura que Mew lograba con tan solo una caricia ¿Será diferente ahora, que lo mío con mi jefe se ha terminado?
–Sabes que me gustas –insiste el chico, audaz. –Y ahora que buscas olvidarte de Mew, yo estoy dispuesto ayudarte. Si eso quieres, por supuesto.
Trago saliva y observo sus ojos tentadores, sus labios rosados por la presión de sus propios dientes, su cabello rojo como la sangre y su expresión picaresca.
Es difícil decir que no a algo así. Pero aun así aparto mi mano de la suya.
–Perdóname, Parker...–sonrío y trato de pensar una explicación coherente.
Un leve temblor sacude mi estómago –Simplemente es demasiado pronto.
–No es necesario que te disculpes –mi amigo sacude la cabeza y dibuja una sonrisa en su rostro –Pero si cambias de opinión...ya sabes.
Terminamos de almorzar y regreso al estudio con un nudo todavía más ajustado en la garganta, pero también con una sensación de euforia liberadora y casi adictiva, ¡Voy a estudiar una carrera Universitaria!
La jornada laboral llega a si fin sin que yo me vuelva a cruzar con Mew. Pero cuando llega la hora de volver a casa, me siento casi obligado a buscarlo a su despacho.
–Oye, es horade irnos –le digo mientras le muestro las llaves del auto.
–Tomaré un taxi, gracias –dice mientras ordena su escritorio, sin siquiera dirigirme la palabra.
– ¡No seas estúpido, Mew! Vamos, te llevo –insisto.
Sus ojos van directo a mi cara, y se sienten como dos puñales. Una simple mirada cristalina me derrite, y tengo que luchar para no demostrar ninguna reacción emocional. Aun con cara de cansado conserva el mismo porte angelical y seductor que los frescos de la Capilla Sixtina. Dios, con tan solo recordar las cosas que hemos hecho en Roma...y sus últimas palabras.
–Está bien –asiente, con una actitud sumisa nada propia de mi jefe. Me gusta, de todas maneras, y hasta me animo a colocar mi mano en su hombro mientras salimos de su oficina.
Subimos a mi auto, yo conduzco y Mew se sienta en el asiento del copiloto.
No estuvimos tan cerca el uno del otro desde que volvimos de nuestras vacaciones. Puedo o sentir el aroma cítrico y amaderado de su perfume, mezclado con algo de su sudor, y un cosquilleo me embarga.
No, debo controlarme.
Conduzco camino a casa y ninguno de los dos dice una palabra. Las mariposas en mi estómago se tornan insoportables ¿Por qué me someto a este castigo? Admito que soy bastante masoquista en la cama; adoro que Mew me folle duro, me ate y me castigue. Pero esto ya ha ido demasiado lejos; si hace un par de horas he decidido alejarme de él... ¿Por qué ahora lo meto en mi auto? Debo estar loco.
– ¿Bueno? ¿Hasta cuándo vamos a estar así? –suspira Mew luego de casi diez minutos de silencio.
–No sé a qué te refieres –respondo, preso del miedo.
–Deberías. Tú fuiste el que me dejó de hablar en Roma – protesta Mew. Sus ojos me buscan, y cuando el semáforo se torna rojo yo le devuelvo la mirada. Es justamente por esa mirada que no le hablado más. Y esas palabras que se nos han escapado en un momento de locura y pasión. Esas palabras que todavía me aterran.
—¿Por qué dijiste...lo que dijiste? –balbuceo en un tono de voz casi inaudible.
– ¿Fue la pasión del momento, o fue verdad?
Se hace una pausa que se siente como una eternidad.
—Las dos cosas –declara Mew con una expresión inusualmente seria. Sacude sus gruesas pestañas y sus rasgos masculinos adquieren una tonalidad verde gracias a la luz del semáforo que ha cambiado.
Arranco el auto y sigo conduciendo, sin decir una palabra. Por primera vez en toda mi vida no tengo un plan, no tengo idea de cómo continuar. Mi garganta se seca y las manos me tiemblan sobre el volante.
–Gulf...–murmura Mew, peor yo lo interrumpo.
–Voy a regresar a la Universidad. –respondo en tono frio y monótono. Parece que, más que informarle, estoy tratando de convencerme a mí mismo.
–Eso es...muy bueno. Muy bueno –Mew parece algo desorientado.
Llegamos a casa y aparco en el garaje paralelo a nuestro piso. Pero ambos permanecemos sentados en el auto sin decir una palabra.
–Por eso...voy a mudarme al campus el año que viene.
Suelto esas palabras con un temblor en la garganta; espero la explosión de Mew con un nudo en el estómago. Pero en su lugar, me encuentro con un calmo y frio.
–Perfecto. Te felicito.
Y sin decir más, se baja del auto y se mete en la casa. Yo permanezco en el asiento del conductor, con mis manos aferradas al volante y mi labio inferior temblando.
Debería estar satisfecho; no hubo drama por parte de Mew, y pronto me alejaré de él por un tiempo largo. Es lo que yo quiero ¿verdad? ¿Terminar esta relación pues estaba yendo demasiado lejos? ¿Porque era incorrecto follarme al hijo de mi padrastro? ¿Por qué Tharn podría enterarse y jamás podría lidiar con su decepción? Pues lo he logrado de un solo disparo. Soy libre. Sin embargo, permanezco largos minutos encerrado en mi auto, llorando como un niño idiota.
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