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CAPITULO 09

𝐓𝐇𝐄 𝐁𝐎𝐒𝐒'𝐒 𝐋𝐎𝐕𝐄𝐑

Ya es sábado y apenas he pegado un ojo en toda la noche. No dejo de repasar en mi mente lo que ha ocurrido en el baño, todavía puedo sentir el calor de la polla de Mew en mi mano, tan dura y tan suave al mismo tiempo. Y recordar su cuerpo desnudo y mojado estremeciéndose de placer en la bañera me hace estremecer a mí también.

Pero lo que ha ocurrido después es lo que me hace un nudo en el estómago. Finalmente me he rendido...le he confesado mi deseo a Mew Suppasit. Ya le he dicho que quería que me folle, pero aquello fue en medio de la calentura, lo de ayer creo que ha sido diferente ¡Y no entiendo por qué! Pero decir Te deseo me suena mucho más íntimo y valioso que suplicar porque me folle. Y lo más extraño de todo es que haber dicho esas palabras hoy me ha hecho despertar con una inusual sensación de alivio. Tanto tiempo he luchado por ganar la batalla, y descubro que perderla resulta muchísimo más placentero.

Sin embargo, todavía no tengo idea de que planea hacer Mew. Ayer me prometió compensarme durante el fin de semana, y conociéndolo, eso podría significar miles de cosas diferentes. Después de vestirme y mientras hago mi cama, se dibuja una sonrisa en mis labios imaginando todos los escenarios posibles. Mi miembro comienza a cosquillear con anticipación de pensar en todas las cosas que haremos estos dos días libres. Y las pequeñas pulsaciones son doblemente dolorosas pues he cumplido mi promesa de no masturbarme ¿Por qué he obedecido? Hubiera sido mucho más fácil para mi aliviarme en la oscuridad de mi dormitorio mientras mi jefe dormía, pero la verdad es que quiero reservarme para lo que mierda sea que él esté planeando.

Pero Mew no se despierta hasta pasado el mediodía, lo que significa que debo desayunar solo en la cocina. Cada segundo de espera me enloquece todavía más. No debería haber bebido café negro, ahora la ansiedad se siente en mi estómago, en mi pecho y garganta.

─────── 𝐓𝐇𝐄 𝐁𝐎𝐒𝐒'𝐒 𝐋𝐎𝐕𝐄𝐑───────

—Buenos días, Gulf — Mew entra en la cocina con su pecho desnudo y sus pantalones pijama. Alza sus dos brazos para bostezar en forma dramática y mis ojos recorren cada rincón de su torso desnudo en una fracción de segundo. Mierda, que apetecible se ve el desgraciado. —¿Ya está el desayuno?

—Buenos días —respondo en forma seca y evito su mirada. —Y ya es hora de almorzar, más bien.

Me inclino sobre el fregadero para lavar los platos del día anterior, cuando siento a Mew abrazarme por detrás. Sentir el calor de su cuerpo contra mi espalda me hace estremecer. Sus brazos envuelven mi cintura y sus manos ascienden por mi pecho con suaves caricias circulares. Las rodillas me tiemblan pero intento mantenerme estoico. Cosa imposible cuando siento los labios de mi jefe en mi cuello.

—No creas que me he olvidado de mi promesa, pequeño Gulf —su aliento caliente acaricia la piel de mi cuello y me provoca carne de gallina en todo el cuerpo. Deposita un suave beso en él y me abandona nuevamente.

Giro el rostro, jadeante y agitado, y lo veo regresar hacia su dormitorio.

—Pero primero necesito alimento, y vestirme. Vamos a almorzar al centro. Tú conduces.

Minutos después se ha cambiado a un elegante sweater gris que resalta su resplandeciente cabello marrón. La verdad es que su belleza quita el aliento, y me pregunto como nunca lo he notado antes. Mientras conduzco hacia el centro y Mew viaja en el asiento del acompañante, se da cuenta que lo estoy observando por el espejo y deja escapar una risita cómplice.

—¿Qué ocurre, Gulf? Parece que no puedes quitarme los ojos de encima. Ya sé que soy hermoso ¿Acaso recién te das cuenta?

—idiota...—sonrío y sacudo mi cabeza. Brevemente recuerdo la ocasión en la cual me chupó la polla en el asiento de este mismo auto —Solo me estaba preguntando...creí que te gustaban las chicas. Digo, siempre has sido popular entre ellas.

—Y me gustan, pero me gustas más tú —declara Mew con su franqueza habitual, y desliza su mano por mi muslo.

—Cuidado. Vas a hacerme chocar —le digo mientras me sonrojo y aparto su mano.

—Eres tan bonito cuando te pones todo rojo —Mew ríe de nuevo.

—¿A dónde vamos?

—A comer. Y luego nos vamos de compras. —responde en forma misteriosa. Se coloca sus gafas de sol y mira por la ventanilla sin agregar otra palabra.

Llegamos a un pequeño restaurante y elegimos una mesa en la acera. A pesar del clima frio, el sol está precioso para estar afuera. Mew devora su almuerzo en forma voraz mientras la anticipación crece en la base de mi estómago ¿Es este otro de sus juegos? ¿Extender la espera hasta enloquecerme?

Pedimos la cuenta y pagamos. Mew insiste en invitarme pero yo pago mi parte de todas formas.

—Nos vamos de compras. Esta vez conduzco yo —exclama mientras abandonamos nuestra mesa. No me queda más remedio que sentarme en el asiento de acompañante de mi propio auto y dejar que Mew me lleve a donde se le plazca. Una extraña metáfora de cómo va nuestra relación hasta ahora.

Llegamos a un centro comercial y aparcamos en la cochera privada del subsuelo. Mew compra un refresco para ambos con demasiada crema y azúcar y me toma de la mano para pasear entre las costosas vidrieras.

—¿Estás loco? —suelto su mano mientras el ardor de la vergüenza sube por mis mejillas.

—¡Que malhumorado eres, Gulf! En el siglo veintiuno los hombres van tomados de la mano en público ¿sabes?

—No tenemos quince años ni soy tu novio

—Es cierto. Soy tu jefe y prefieres mantener una relación basada en la obediencia y disciplina. Respeto eso —Mew me guiña el ojo y se lleva el popote de su bebida a los labios en forma obscena —Y cómo has sido tan obediente esta última semana, yo voy a recompensarte con un regalo. Vamos.

Entramos en un negocio de ropa masculina donde cada prenda vale más que la beca universitaria de Mew. Pero eso no parece importarle a mi joven jefe; revuelve entre las perchas con entusiasmo casi juvenil, eligiendo costosos sweaters y camisas de todas las tonalidades posibles.

—Creo que este estaría bien para ti. Resalta tus ojos café —me dice mientras me entrega una camisa de la más fina seda y de un tono gris plata.

—Es bonita —respondo. Mis ojos van instintivamente a la etiqueta del precio.

—¡El precio no es asunto tuyo! Pruébatela. Y esta también, y esta, y esta — dice mientras pone en mis manos una pila de camisa, sacos y sweaters. Luego se acerca a mi oído y me susurra —Quiero que modeles para mí.

Besa mi lóbulo y yo siento un relámpago recorrer toda mi espina dorsal. Voy al vestidor y me pruebo una por una las prendas. Mew espera en la sala de la tienda y me devora con los ojos cada vez que aparezco con un conjunto nuevo.

—Debo confesar que tienes buen gusto —suspiro mientras veo mi reflejo en uno de los espejos de la tienda. El sweater de lana vino tinto que ha elegido no solo me sienta a la perfección, sino que resalta mi cabello oscuro de una manera impecable.

—Por supuesto que lo tengo —dice mientras se acerca y me abraza por detrás. Me estremezco y doy un rápido vistazo alrededor; a nadie parece importarle que dos hombres se abracen en público. Pero mi corazón se acelera sobremanera. — Antes dijiste que no eras popular con las chicas, y eso es una mentira ¿sabes? Las chicas te miraban todo el tiempo, eras tú quien las ignoraba.

—Mejor para ti; más chicas caían a tus brazos —refunfuño.

—¿Estás celoso, mi querido Gulf? —canturrea Mew, y su aliento caliente cosquillea mi oído —No puedo culparte. Yo estoy muy celoso de que ames a mi padre.

La mención de Tharn es como un balde de agua helada. Observo nuestra imagen en el espejo, con el rostro de Mew descansando en la curva entre mi cuello y hombro, y sus luminosos ojos negros mirando el reflejo. Me desprendo de su abrazo y acomodo el cuello de mi sweater en forma casual.

—Gracias por la ropa —murmuro.

Mew me sorprende con otra carcajada.

—¡Pues este no es tu regalo! Vamos, tenemos otra escala que hacer.

Me arrastra fuera de la tienda y yo lo sigo con mis manos cargadas de bolsas y paquetes. Me cuesta abrirme paso entre los tumultuosos pasillos cargando todo, y cuando me doy cuenta, Mew me ha metido en otro tipo de tienda. Una cuyas paredes están pintadas de un vibrante color rojo y los maniquíes lucen lencería de vinilo y cuero negro, junto con vendas en los ojos y látigos en sus manos.

—¡¿Qué es esto?!—chillo sin dejar caer las bolsas.

—Pues un sex shop, mi querido Gulf ¿Nunca has estado en uno? —pregunta Mew en modo inocente mientras revisa las estanterías con dildos de todos los tamaños y colores.

Y la verdad no, nunca he estado en ninguno. Mew se pasea con total naturalidad entre los juguetes sexuales y artículos de BDSM, yo siento que el calor sube por mis mejillas hasta hacerles arder.

—¡Vamos, vamos! No te hagas el tímido justo ahora —ríe Mew. Toma un flagelo corto con infinitas colas de cuero negro y lo acerca a mi rostro —¿Te gusta esto?

—¡Estás loco! ¡no vas a azotarme! —le digo ruborizado.

—Bien, nada de látigos., tampoco es mi cosa favorita ¿Qué tal atarte? —Toma una soga de brillante color rojo y la acerca mis manos —Tócala, está hecha con hilos de seda, se siente muy suave.

Refunfuño, pero extiendo mis dedos para sentir la textura de la soga. Efectivamente, se siente muy suave bajo las yemas de mis dedos. Tan suave que miles de pensamientos corren por mi cabeza y un cosquilleo despierta entre mis piernas. Alzo la vista hacia Mew y sus ojos negros están resplandeciendo con lujuria.

—Tan solo imagínate, Gulf. Atado con esta soga, indefenso en mi cama, a merced de tu jefe...—susurra Mew, y yo me estremezco. Solo respondo con una mirada.

—Esa mirada lo dice todo. Llevamos la soga ¿Que más, que más? — Mew continúa revisando las estanterías de juguetes sexuales.

—Uhmm...¿desde cuándo te gusta todo esto? —pregunto con algo de timidez mientras observo los artículos que Mew apila en sus manos.

—¿El sadomaso? No soy experto, solo he hecho un par de cosas — se encoge de hombros Mew —Lo suficiente para saber que quiero repetirlas contigo.

Trago saliva mientras una ola de calor sube desde mi entrepierna hasta mi garganta. Voy a decir algo pero Mew me interrumpe.

—Bien, elije uno. —me dice, mostrándome una amplia selección de dildos de todos los tamaños y grosores.

—N—no sé...—murmuro. Mew se coloca detrás de mí y con una caricia de sus manos me hace soltar las bolsas de ropa al piso. Siento su pecho caliente contra mi espalda y su aliento en la curva de mi cuello. De pronto, la tienda se me hace demasiado pequeña y calurosa. Entre la cercanía de su cuerpo y la vergüenza de estar eligiendo dildos en público, creo que voy a estallar Y al mismo tiempo, mi polla ya se ha puesto durísima.

—Míralos, no tengas vergüenza —Los labios de Mew rozan la piel de mi cuello causándome escalofríos —Imagina cuál de ellos te provocaría más placer. Imagínalos entrando en ti y dilatándote, para que yo te folle después sin piedad.

Lo hago. Cierro mis ojos y dibujo la escena en mi mente. Mew me ata a su cama con la soga que acaba de elegir y me tortura con dildos de todos colores, hasta hacer que me corra entre llantos y gemidos, solo para después follarme bien duro con su polla. Las pulsaciones en mi miembro se tornan enloquecedoras, Abro mis ojos y señalo un gran vibrador púrpura en un paquete de plástico.

—¡Colorido! Me gusta —exclama Mew en mi oído, entusiasmado — Eres un chico osado, pequeño Gulf ¿realmente crees poder con algo tan grande?

—Estoy segurísimo que puedo —declaro con dejo de arrogancia.

—Bueno, por las dudas llevaremos unas cuencas anales también. Solo porque quiero verte usándolas —muerde el lóbulo de mi oreja y se despega de mi espalda. No sentir más su abrazo se siente extraño, vacío. Tomo una vez más las bolsas del piso y lo sigo hasta el mostrador. En el camino Mew también toma una mordaza y una venda para los ojos. Yo no me niego.

—¿Sabes? —le digo un poco temeroso una vez que estamos pagando —Yo nunca he hecho cosas así.

—Oh pero las has imaginado. Estoy seguro —responde Mew mientras guarda su tarjeta de crédito en el bolsillo interno de su chaqueta —Es obvio que te gusta ser dominado, Gulf ¿O acaso nunca has fantaseado con mi padre castigándote?

Me muerdo los labios y bajo la vista. En efecto, lo he imaginado muchas veces, pero sin involucrar látigos y cadenas. Solo a Tharn expresando su dominio en mí, sometiéndome con sus manos y su miembro sobre el escritorio de su oficina. Ahora me da vergüenza pensar en ello.

—Nada de qué avergonzarse —suspira Mew mientras abandonamos la tienda cargados de paquetes y bolsas. Se detiene sobre sus pasos y acerca su rostro al mío, hasta que sus labios rozan peligrosamente mi boca y su perfume me embriaga — Pero te advierto, Gulf; haré que olvides a mi padre por completo. Después de este fin de semana, solo podrás pensar en mí.

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