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CAPÍTULO 01

𝐓𝐇𝐄 𝐁𝐎𝐒𝐒'𝐒 𝐋𝐎𝐕𝐄𝐑

Hace casi dieciocho años que los Suppasit me han acogido en su hogar. En aquel entonces yo ya había pasado los diez años, y ningún matrimonio quería adoptar a un niño tan grande. Me estaba resignando una vez pasar a alternar entre hogares temporales cuando el viejo Tharn me acogió en su familia. Su esposa había fallecido hacia un par de años, y solo habían tenido un hijo tres años más joven que yo. La primera vez que puse un pie en su residencia, creí que estaba en una mansión. Nunca había imaginado una casa con tantas habitaciones, con un dormitorio y un baño para mí solo.

Unos años más tarde, comprendí que Tharn Suppasit Su era un productor musical bastante acaudalado y que nuestra postura económica era un privilegio que pocos poseían. Bajo su ala, nunca me ha faltado ni comida, ni ropa. Acudí a las mejores escuelas privadas y los regalos sobraban a su lado; desde ropa hasta juguetes, videojuegos y libros. Esa fue la primera vez que experimenté el sentimiento de culpa. Sentí que era mi obligación regresarle al Sr. Suppasit (jamás lo he llamado padre, ni él tampoco me lo ha exigido) algo de lo que él me había brindado. Mientras su otro hijo, Mew, no hacía más que jugar videojuegos, reprobar exámenes y meterse en problemas, yo decidí con la ingenuidad de mi mente infantil que me convertiría en la cabeza de la industria familiar.

Creo que yo realmente nunca he sido un niño; ya en la escuela elemental era increíblemente maduro, sistemático y racional. Virtudes que cultive pensando que me harían falta para liderar la empresa del Sr. Tharn. Hasta que, durante mi adolescencia, descubrí con pesar que el verdadero heredero del impero musical Suppasit sería su hijo legitimo Mew. Esa fue la primera vez que experimenté celos del jovencito de alborotados cabellos castaños, y los ojos tan negros y profundos como los de su padre ¿Por qué, alguien tan irresponsable era más apto que yo para liderar el negocio familiar?

La repuesta era tan simple como dolorosa; él era el hijo verdadero de Suppasit, no yo. No importaba lo impulsivo o alocado que era...siempre sería mejor que yo. Y para ser sinceros, ya en la adolescencia el chico comenzó a demostrar un talento magnifico para el canto y la guitarra eléctrica, las cuales coleccionaba como yo colecciono libros. Escucharlo cantar me ponía la carne de gallina, y acrecentaba la envidia por un talento artístico que yo jamás tuve ni tendré.

Para la época que terminamos la escuela, Mew decidió estudiar Artes Musicales, y yo me convertí en el mayordomo de la casa. Decisión a la cual Tharn Suppasit se oponía, pero yo simplemente creía que era lo correcto. Nuestro mayordomo de toda la vida había fallecido meses atrás y gracias a mi naturaleza ordenada y pulcra, el rol se me dio de forma natural. Y era la mejor manera que yo conocía que agradecerle a la familia por su amor y cuidados. Pero por supuesto había un motivo ulterior para mi deseo de servir al Sr. Tharn.

Otro de mis descubrimientos durante la adolescencia fue que estaba enamorado de aquel hombre.

Al principio no podía tolerar la vergüenza; no solo me atraían los hombres, sino que ¡me había enamorado del hombre que me adoptó! ¡Treinta años mayor que yo! Mi mente me repetía que estaba enfermo, que iría al infierno...una y otra vez, todas las noches hasta que me quedaba dormido entre lágrimas. Hasta que un día decidí que ese sentimiento jamás desparecía; ese amor que explotaba en mi pecho cada vez que veía los ojos de acero del hombre, olía su loción a cedro o escuchaba su voz amable y cavernosa. Nunca dejaría de amarlo. Nunca amaría a otro hombre, por más que me atrajeran muchos de ellos. Y al mismo tiempo, nunca seria correspondido. Por eso era vital que nadie nunca supiera de mis sentimientos.

Y convertirme en el asistente personal de Tharn Suppasit, servir su café por las mañanas, elegir su vestuario para las reuniones corporativas, prepararle la cena y organizar su correo era mi consuelo. La única manera que tenía para estar cerca de él todos los días, para amarlo sin que el jamás lo supiera. El dolor nunca cesaría en mi pecho, pero por lo menos podía estar cerca de él.

—Gulf ¡no tienes que hacer todo esto por mí! —exclama mientras interrumpo su lectura nocturna para llevarle una copa de coñac.

—Ya sé que no tengo. Pero quiero —insisto con mi voz monótona y fría. Le entrego la gorda copa de cristal y cuando nuestros dedos se rozan siento una descarga eléctrica en mi espina dorsal. De pronto, ese pesar al que creía haberme acostumbrado, el pesar de que nunca podre amarlo como a mí me gustaría, se torna insoportable. Todos estos años creí que podía controlarlo, pero no puedo. La culpa llega a sus labios y yo siento deseos de huir de su habitación.

—Gulf, Gulf...—Tharn sacude su cabeza luego de darle un sorbo a su bebida. Está usando un sweater vino tinto que resalta sus ojos negros y profundos, y hace que su cabello azabache se vean irresistibles. El aroma de su loción, tan amaderada y masculina, me envuelve —Eres joven, tienes veintiocho años...¿No te gustaría abandonar esta casa y hacer tu propia vida?

—Mi vida está aquí, con mi familia —suspiro, y trato de esbozar una sonrisa.

—Sí, pero ¿no hay alguna chica que te guste?

Bajo la vista y sacudo la cabeza tímidamente. Por un lado me alegra que Tharn nunca haya sospechado mi homosexualidad, peor al mismo tiempo, ese comentario me hace sentir que ni siquiera me conoce. Siento una punzada ardiente en mi pecho, un deseo insoportable de gritarle lo mucho que lo amo. Pero me quedo en silencio, mordiéndome la lengua.

—Pues claro ¿Dónde vas a conocer chicas si vives aquí encerrado? — Tharn sacude su cabeza y le da otro sorbo a su copa de coñac.

—Bueno, creo que Mew ya tiene chicas por los dos....—murmuro en forma de chiste. Tharn responde con una risotada algo amarga.

—Estoy preocupado por él. —Luego alza sus ojos de hielo seco hacia mí y yo creo que me derrito —Estoy preocupado por ti, Gulf ¡Quiero que vivas la vida!

—Estoy bien. No hay nada de qué preocuparse —reafirmo, aunque por dentro estoy temblando. Con calma, camino hacia la puerta. Creo que no podré tolerar la mirada o la amabilidad de Tharn ni un segundo más.

—Ah, hablando de Mew....—dice Tharn al pasar —Me ha enviado un texto, nos visitará uno de estos días.

—Prepararé su cuarto en la mañana —respondo justo antes de abandonar el dormitorio. Intento no dar un portazo.

Desde que Tharn se ha ido a la Universidad, esta casa no ha visto más que la paz absoluta. Sin disturbios, sin problemas, sin borracheras o mujeres extrañas despareciendo a hurtadillas en a mitrad de la noche. El regreso del hijo legítimo de Tharn solo anuncia problemas ¡Si tan solo pudiéramos vivir los dos solos!

Me encierro en mi dormitorio. De espaldas a la puerta, me cubro la boca con mi propia mano para no emitir ningún sonido, pero las lágrimas corren por mis mejillas. Pero solo puedo culparme a mí mismo....yo he elegido convivir con el hombre que amo sin jamás poder confesarle mis sentimientos. Y aun así, es lo único que deseo. No quiero abandonar esta casa...no quiero renunciar a Tharn.

Me doy una ducha rápida en mi baño personal; el agua caliente y el vapor se sienten deliciosos sobre mi piel desnuda. Pero también, despiertan una sensación irrevocablemente molesta. Deslizo mis manos por mi pecho enjabonado, e magino que son las manos de Tharn las que me acarician. Para cuando llegan a mis muslos, mi miembro está duro entre mis piernas. Suspiro y decido ignorarlo.

Salgo de la ducha y seco mi cuerpo con una toalla. No me tomo el trabajo de vestirme y me meto desnudo bajo las sabanas y los gruesos cobertores de mi cama. Con la luz encendida observo el techo de mi habitación. Toda la casa está en silencio; ya ha llegado la medianoche y asumo que Tharn se ha ido a dormir. Lo imagino dormido en su propia cama, a escasos metro de mi dormitorio, y los cosquilleos regresan entre mis piernas.

Me es inevitable imaginar que me pongo de pie y me escabullo desnudo en su habitación, que me deslizo bajo sus sábanas y toco su cuerpo con el mío. Imagino su cara de sorpresa al verme. Pero no en rechaza, al contario, me envuelve en sus brazos fuertes y besa mis labios. Me dice que siempre me ha amado. Imagino sentir sus labios bajando por mi cuello haciéndome soltar leves jadeos , e imagino mi erección rozando con la suya.

Sí, he imaginado ese escenario más veces de las que puedo recordar. Tharn Suppasit haciéndome el amor en su enorme y lujoso cama, correspondiendo todos los sentimientos que yo he guardado en mi pecho por más de una década.

Pero también tengo otras fantasías mucho más salvajes. Y son esas las que me apetece repasar esta madrugada, mientras mi polla se pone rígida como una roca bajo mis sabanas. Las hago a un lado y observo mi propio cuerpo delgado y desnudo. Escupo en mi mano y envuelvo mi erección con ella. Cierro los ojos e imagino servir a Tharn Suppasit de una forma completamente diferente. En lugar de la figura paternal amable y compasiva, es un jefe exigente y dominante.

Sus ojos de hielo parecen arder mientras exigen sumisión de mi parte. Tal vez un día yo le llevo su café demasiado frio, o desordeno su correo, o ensucio su mejor traje. Entonces él decide castigarme. Me arranca todas las ropas y me inclina sobre el escritorio de su despacho. Sus manos exploran todo mi cuerpo con hambre voraz mientras yo suplico e imploro.

En la soledad de mi cama, mi mano sube y baja por mi miembro duro. Mi pecho también sube y baja mientras mi respiración se agita y el placer me invade. Un placer superficial y solitario, pero el único que tendré por ahora. Me muerdo el labio inferior y aprieto mis parpados. Me sumerjo por completo en mi fantasía, donde Tharn me está penetrando con fuerza, haciéndome chillar de dolor y placer.

Por supuesto, no soy virgen a mis veintiocho años; he follado con algunos hombres a lo largo de mi vida. Nunca hubo sentimientos de por medio, apenas líos de una noche. Y casualmente, siempre han sido hombres mucho mayores que yo y de actitud dominante.

Sin embargo, ninguna de esas encamadas me ha satisfecho tanto como imaginar a Tharn castigarme con su polla. Dándome bien duro sobre su escritorio, recordándome con su voz grave que chico tan desobediente soy.

Mi mano sube y baja cada vez más rápido, anunciando una eyaculación inminente y explosiva. Dejo escapar un pequeño gemido y acelero, como si quiera arrancarme mi propia polla. Me muerdo el labio una vez más y el ardor sube por mis mejillas. Siento punzadas en mis muslos y pecho, me cuesta respirar. Si, pronto me correré.

—¡T-Tharn...! —un gemido de placer brota de mi garganta mientras me auto complazco. Los latidos aumentan y aumentan en forma casi dolorosa. Siento que mi polla está a punto de estallar, siento que pronto moriré...

Hasta que una risita grave me espanta.

Abro mis ojos asustado y suelto mi miembro con un movimiento violento. Con mi orgasmo completamente arruinado y la frustración palpitando en todo mi cuerpo, me cubro nuevamente con las sábanas.

Mew, el hijo legítimo de Suppasit está frente a mi cama, ofreciéndome una sonrisa cómplice y una mirada resplandeciente de lujuria.

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