
02.02
📌
Jennie
El olor a huevos con tocino y café recién hecho llenó nuestro condominio. Tarareando suavemente, batí los huevos en un estado de ensueño.
La vida era buena.
No.
La vida era genial.
Era un poco desalentador pensar que las cosas nunca serían tan maravillosas como en este momento. Yo era la chica que nunca tuvo mucho en cuanto al amor. Tenía a Yeonjun y a mi abuela, pero cuando ella murió y la vida se hundió en las profundidades de la desesperación, sabía con certeza que nunca tendría un respiro.
Pero lo tuve.
Resurgí con una nueva resolución, un nuevo significado y propósito, y lo hice con el amor de mi lado. Gracias a Lisa, la vida era un dulce alivio. Nunca podría poner en palabras la diferencia que hizo en mi vida. Y también en la vida de Yeonjun. Nunca podría agradecerle apropiadamente, pero planeaba pasar el resto de mi vida intentándolo.
El tocino chisporroteó en la sartén, un poco de aceite saltó y quemó mi palma. Raramente tenía que prepararle el desayuno a Lisa, pero después de lo de anoche, sentí que era completamente merecido. Las cosas que me hacía, las formas en que dobló mi cuerpo e hizo arder mis músculos, cómo entró en mi mente y me hizo explotar desde dentro... era magia.
Ella tenía resistencia y determinación, solo encontraba su liberación una vez que me hacía venir tantas veces hasta estar agotada y cubierta de sudor. Tras la noche que pasamos juntas, me desperté con la sensación del sol como si hubiera pasado la velada montando un caballo Clydesdale mientras remaba en un bote.
Me dolían músculos que no sabía que existían, sentía espasmos con cada movimiento que hacía, pero valían la pena las frecuentes punzadas de dolor.
Todavía tenía dificultades para creer que mi vida era real. Mi hermano menor, Yeonjun, se hallaba ocupado asistiendo a una prestigiosa escuela de arte, gracias a Lisa. Mi mejor amiga, Nayeon, finalmente salía con una tipa decente llamada Mina, y yo era más feliz de lo que alguna vez lo fui en mi vida. Y para colmo, me iba a casar con la mujer de mis sueños. Tendría todo lo que siempre soñé.
Apagué la estufa de gas y coloqué la sartén a un lado. Me detuve un momento para admirar el brillo de mi anillo de diamantes bajo el sol de la mañana. Mi corazón revoloteó simplemente al pensar en lo satisfactorio que fue el último par de años con Lisa. Me hacía tan feliz. Tanto que nunca se me ocurrió presionar por nada más de lo que ella se hallaba dispuesta a darme.
La amaba y sabía que me amaba, lo que me facilitó darle el tiempo que necesitaba para llevar las cosas al siguiente nivel. El recuerdo de la semana anterior y lo tierna y hermosa que se veía arrodillada me hizo sonreír. Fue el momento perfecto, uno que esperaba nunca olvidar.
Nayeon solía llamarme mentirosa cuando le contaba todas las cosas románticas que Lisa haría por mí. No podía culparla. No mucha gente conocía a la verdadera Lisa, no mucha gente conocía a Lili. Nadie creería que tenía una veta romántica de un kilómetro de ancho, pero nuestro matrimonio probaría que muchas personas estaban equivocadas.
Un fuerte golpe en la puerta me sorprendió, y fruncí el ceño, limpiándome las manos con una toalla antes de dirigirme hacia ella.
Sabía que el club ya se preparaba en la planta baja, pero era raro que alguien viniera aquí tan temprano.
Mirando a través de la mirilla, sonreí y abrí la puerta.
—Buenos días, Kook —saludé alegremente, apoyándome en el marco.
—Señorita Kim —respondió.
Él actuaba profesionalmente, especialmente cuando Lisa se encontraba cerca, pero mientras escaneaba el condominio en busca de su jefa, pude ver el movimiento de una sonrisa tirando de sus labios. Se encontraba fallando por completo en su intento de un saludo formal.
Me reí de su lucha por mantener una expresión seria.
—¿Cuántas veces tengo que decirte que me llames Jennie, Jungkook? Toda tu mierda de señorita Kim se hace vieja. —Fruncí el ceño juguetonamente—. Hablamos de tener una contraseña para cuando vinieras.
—No, tú hablaste, y claramente rechacé la idea tan pronto se te ocurrió.
Me reí de nuevo.
Jungkook era un tipo divertido, especialmente, cuando trataba de no serlo. Me volví y caminé hacia la cocina, dejándolo parado en la entrada.
—¿Tienes hambre? Hice el desayuno.
Me agradaba Jungkook.
Mucho.
Fue así desde el momento en que Lisa lo contrató. Era todo intimidante con este tamaño gigante y miradas oscuras y desalentadoras, pero en el último año, llegué a conocer su lado más suave. Disfrutaba el bromear con él, y cuando nadie miraba, sobre todo Lisa, bromeaba de vuelta, haciéndome sentir como si tuviera un hermano mayor por primera vez.
Pero dejando de lado las bromas, se tomaba su trabajo de cuidar a Lisa muy en serio. Su relación era lo opuesto a la nuestra.
Lisa era diferente después de que todo lo que sucedió con Eunha, y se veía en la forma en que mantenía a Jungkook a un brazo de distancia.
—No, estoy bien. —Entró, llenando el amplio espacio con sus anchos hombros y altura—. ¿Está arriba?
Hubo un cambio extraño en su tono cuando preguntó por Lisa, y me giré para enfrentarlo.
—No, todavía duerme. ¿Por qué? ¿Sucedió algo?
Frunció el ceño como si lo hubieran atrapado con el tarro de las galletas, y rápidamente lo cubrió despejando su expresión, convirtiéndose en el empleado impasible que Lisa quería.
—¿Qué? No, no. —Sacudió la cabeza en tanto tartamudeaba.
No me convenció.
Algo le pasaba. Pude verlo en su expresión y en la forma tensa en que sostenía su cuerpo.
—Cuando se levante, ¿podrías decirle que vine a buscarla?
—Por supuesto.
—Gracias. —Sonrió y se dio la vuelta, dejando el condominio y cerrando la puerta suavemente detrás de él.
Me costó mucho alegrarme con una de las sonrisas raras que Jungkook me dio cuando intenté ignorar la incómoda sensación que dejó.
Puse la mesa, sirviéndole un plato a Lisa, y luego le serví café en su taza favorita. Me hallaba completamente perdida en mis pensamientos cuando sentí sus delgados brazos envolviéndome.
—Buenos días, señora Manobal. —Su profunda voz era sexy y llena de sueño.
Me di la vuelta en sus brazos, observando su cuerpo cubierto por un top deportivo y unos shorts junto a su perfecta sonrisa soñolienta antes de ponerme en puntillas y encontrar sus suaves labios con los míos. Nuestro beso fue diferente, más profundo y lleno de anticipación. Disfruté su sabor, la sensación de ella, y cuando estuve a segundos de derretirme una vez más, me alejé.
—Todavía no es oficial, Lili. —Palmeé su mejilla.
—Podría serlo. Podría hacerte la señora Manobal al final del día.
Me levantó sobre la esquina de la mesa, retrocediendo lo suficiente así ella podría bajar la mirada. Su dedo se sentía caliente contra mi piel mientras lo arrastraba por mi pecho hasta que alcanzó la abertura de la camisa que llevaba puesta.
Era suya.
Me encantaba vestir su ropa, especialmente después de que la usó.
Podía oler su colonia en el cuello cada vez que inhalaba.
—Estoy escuchando. —Levanté mi mentón, dándole acceso a todos mis lugares sensibles.
—Conozco a muchos jueces que estarían más que dispuestos a casarnos.
Fruncí el ceño, sintiendo que mi corazón se hundía un poco. — ¿Quieres casarte en un juzgado?
Se encogió de hombros y extendió la mano detrás de mí para meter un trozo de tocino crujiente en su boca. —Es una idea. ¿Qué piensas?
Interiormente, gritaba por su idea. La idea de casarme con ella en un juzgado no era ideal, pero sabía que a Lisa no le iban las bodas llamativas y ceremonias largas. Realmente nunca lo consideré, dando por hecho que jamás sería la chica del vestido blanco, pero ahora que el momento era una posibilidad, quería que fuera perfecto.
Pero más que nada, no quería someter a Lisa a algo que no quería. No quería que esté con nuestra boda o conmigo por querer algo más. Al crecer, la palabra más nunca estuvo en mi vocabulario. Podría prescindir de más siempre que lo tuviera a ella.
—Supongo que estaría bien, pero realmente me gustaría que Yeonjun y Nayeon estén allí, si estás de acuerdo con eso.
Me dolían las mejillas por la sonrisa forzada que puse en mi rostro para su beneficio. No quería levantar la mirada y que viera la devastación total que sentía. Pero me sorprendió una vez más cuando comenzó a reírse a carcajadas.
Levanté la cabeza y fruncí mis labios.
—¿Qué es tan gracioso?
Me sentía perdida y sorprendida por su reacción.
Sus cálidas palmas me hicieron cosquillas en las mejillas cuando me agarró la cara y me besó salvajemente. Sus ojos brillaban de risa cuando se apartó y me miró.
—Pensarías que, por la expresión de tu rostro, te pedí que planificaras un funeral y no nuestra boda.
—No entiendo, Lili... —Esperé a que se explicara.
—Solo bromeaba, Jennie... jamás soñaría con privar a mi bella próxima esposa de la boda de sus sueños.
Sentí que el nudo en mi pecho se aflojaba. —¿Quieres decir que estás de acuerdo con tener una boda real?
—Por supuesto. Soy feliz cuando eres feliz. —Depositó un suave beso en mi frente—. Además, tengo mucho que compensar cuando se trata de tu felicidad.
No era así, pero sin importar cuántas veces se lo dijera, se encontraba obligada y decidida a compensar la pérdida de mis padres.
No quería decirle que nada que pudiera hacer alguna vez compensaría su pérdida. Ya odiaba que se culpara a sí misma por su asesinato.
Claro, estuvo allí, pero no apretó el gatillo. Y después de vivir con Lisa, sabía mejor que nadie que se torturó lo suficiente en los años posteriores a la muerte de mis padres. Era hora de que ambas avanzáramos y construyéramos una vida juntas, una sin la oscuridad del pasado.
—No podría ser más feliz de lo que soy ahora.
Su sonrisa era casi diabólica cuando sus dedos desabrocharon los botones de su camisa, que yo llevaba puesta, para exponer mi piel desnuda. Sus ojos se movieron sobre mi cuerpo como si fuera un regalo sin envolver. Me encantaba la forma en que me miraba, la forma en que adoraba mi cuerpo y mi mente.
—No estaría muy segura de eso, señora Manobal.
—Oh, ¿en serio?
—Sí. —Su cálida lengua marcó mi hombro antes de que se moviera hacia un lado de mi cuello—. Apuesto a que podría hacerte gritar de felicidad.
Mis dedos encontraron la cintura elástica de sus shorts de pijama y los bajé. Mis fríos dedos tomaron su carne caliente, y exhaló de placer.
—Me gustaría verte intentarlo. —Sonreí.
—Desafío aceptado.
Lisa era una mujer de palabra, haciéndome gritar de placer en la mesa de la cocina. El sol iluminó mis mejillas y los sonidos de la ciudad se escuchaban justo afuera de la ventana. Mis dedos se aferraron a su cabello y sus labios yacían contra mi oreja a medida que susurraba todas las diferentes maneras en que planeaba complacerme por el resto de nuestras vidas.
Y después, con huevos fríos y tocino, decidimos que seis meses era la cantidad perfecta de tiempo para planear una boda. Esto requirió mucha persuasión de mi parte. Lisa pensó que planear una boda no tomaría más de un mes.
De ninguna manera.
Ni siquiera con todo el dinero que poseía.
—Seis meses serán —dijo con las manos levantadas en derrota—. Oh, antes de que me olvide ¿quién vino antes?
Después de todo, casi olvidé la misteriosa visita anticipada de Jungkook.
—Era Jungkook —dije con un bocado de huevos fríos—. Quería ver si estabas despierta y ya bajabas al club. Parecía... agitado.
—¿Agitado? —Sus ojos se ampliaron—. Eso es imposible.
Me reí.
—Detente. Jungkook es como... —Pensé en ello por un segundo, apuñalé el aire con mi tenedor—. Un gran conejito de peluche.
Lisa se rio, casi arrojando zumo de naranja sobre la mesa. — ¿Jungkook? ¿Un conejito de peluche? Estás bromeando, ¿no?
—Nop. Es un conejito de peluche. Uno grande y esponjocito. Simplemente no lo conoces como yo.
Me miró, arqueando las cejas en broma. —Como tú lo conoces, ¿eh? ¿Debería estar celosa, señora Manobal?
Inclinándome, entrelacé mis dedos con los suyos.
—Nunca, Lili —prometí—. Eres la única para mí, y en seis meses, serás mía para siempre.
—Y tú serás mía —dijo, apretando mi mano con fuerza.
Asentí con una sonrisa. —Sí.
—Maldita sea —dijo, sacudiendo la cabeza con asombro—. No puedo esperar.
Los próximos seis meses de mi vida consistirían en cosas para la boda.
Flores.
Lugares.
Invitaciones
Vestidos.
Los diseños.
Era emocionante, y la idea de convertirme en la señora de Lalisa Manobal me entusiasmaba. Sin embargo, algo siniestro tiró de mi centro. No importaba qué tan feliz me sentía, una sensación de temor aún persistía en el fondo de mi mente. Todavía había ese pequeño algo que me decía que para siempre no existía realmente. Al menos, no para mí de todos modos.
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