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I. Cediendo


La risa tímida de aquellos dos enamorados se escuchaba por los pasillos de la casa del líder, mientras él agarraba su mano y tiraba de ella, conduciéndola hasta su habitación.

La apretó contra sí, tan pronto como estuvieron en el interior, la besó con desesperación, mientas esta se dejaba llevar. Aquellos besos se fueron convirtiendo en mucho más, y cuando quisieron darse cuenta, él estaba sujetándola de las nalgas, mientras se lo hundía dentro, clavándola a la pared, con los gemidos sobre el otro, sin querer detenerse.

- Hakon, yo ... - apoyó sus dedos en su boca, y tiró del labio inferior hacia abajo. Dando un par de pasos hacia atrás, dejando de hacer lo que hacía.

- No digas nada – pidió, para luego comenzar a desnudarla, ante su atenta mirada. Le quitó el abrigo y el vestido, las enaguas, dejándola a su merced. Jora alargó la mano, abriéndole la camisa, quitándosela después, observando su torso desnudo, lleno de algunas cicatrices, y se detuvo en la parte de abajo, tragando saliva, nerviosa. Se lo quitó él, dejando libre su miembro, para luego agarrar su rostro entre sus manos, besándola apasionadamente, mientras esta se aferraba a su espalda, sin saber bien lo que pasaría después de aquello.

La tiró sobre la cama, despacio, mirándola con deseo, mientras ella apoyaba la planta de los pies sobre la cama. Sonrió, con malicia, apoyando su mano en la rodilla de la joven, comenzando a subir, entre sus muslos, haciéndola estremecer, tan pronto como llegó a lo que había entre sus piernas. Acercó su boca a ese punto, metiendo la cabeza entre sus muslos, haciéndola estremecer. La forma en la que la devoraba hacía que se volviese loca, y pronto comenzó a gemir, logrando que ella se dejase llevar, hasta llegar al más pleno éxtasis.

Subió entonces sobre ella, volviendo a llenarla de él, con sus cuerpos sudados, sin poder dejar de observarse, con cautela, entre besos y gemidos, llegando a la locura, haciendo que fuese incluso mejor que la última vez que había estado juntos, en el bosque, antes de separarse el uno del otro.

- Ahora que la alianza se ha retomado – comenzó, mientras acariciaba el rostro de la mujer que amaba, sin poder dejar de mirarla – podemos retomarlo donde lo dejamos.

- No – contestó ella, haciendo que él la observase, sin comprender – las condiciones de la alianza han cambiado – ella acarició su torso desnudo, levantando entonces la vista para observarle – tu padre quiere asegurarse que no pierdo el interés en los negocios.

- ¿Qué te ha pedido que hagas? – quiso saber, pues sabía lo persuasivo que podía ser su progenitor – Jora...

- Él quiere que me case – sonrió, haciendo que ella negase con la cabeza – con Egil.

- No – se quejó, agarrando su barbilla para observarle – de casarte con alguien te casarás conmigo – insistió – no podré soportar que ese viejo verde posea tu cuerpo, Jora.

- Le dije que no iba a aceptar esa condición – aseguró, él asintió – entonces él me hizo prometer que elegiría a otro, y me alejaría de ti.

- Hablaré con él – la calmó, mientras ella negaba con la cabeza, aterrada. Hakon se puso en pie, agarró sus prendas para colocársela – Jora... - ella agarró su mano entonces, fijándose en ella.

- Eres mi apoyo – aseguró – lo único que me da fuerzas para aceptar este destino es saber que tú estarás ahí, mirándome – él asintió – pero quiero que me prometas, que, aunque me case con otro, seguirás aquí.

- No – se quejó – no voy a permitir que te cases con otro, romperé yo mismo el tratado – insistió – eres mi mujer, siempre lo has sido, Jora. Él sólo está haciendo todo esto porque piensa que soy el único que siente por ti – insistió, sorprendiéndola. Se puso en pie, poniéndose las enaguas, para luego acercarse a él.

- Me casaré contigo – le dijo – y le demostraré al mundo entero que es lo que siento por ti – insistía – porque los sentimientos no te hacen débil, te hacen sentir viva. Lo que siento por ti me hace sentir a salvo, me recuerda mi legado...

- Eso haremos – aceptó, para luego besarla, apasionadamente.

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