VI. La alianza rota.
Aquí os dejo el capítulo de esta semana. Espero que les guste. Ya me contarán :) Estoy a full corrigiendo la historia de Bajo el mismo Cielo, por eso estoy tan desaparecida. Si quieren saber más... ya les subí trailer, por si quieren ir a echarle un ojo. Gracias.
Cerca de la provincia de Byron, en los lindes del territorio de Leobrock, una tienda de campaña soportaba la fría lluvia, que indicaba que la estación estaba cambiando, pronto llegaría el invierno.
En el interior una joven muchacha descansaba, con dos pieles sobre ella, plácidamente, mientras un muchacho de su misma edad la observaba. Ella era incluso más bella cuando dormía, era una lástima que fuesen enemigos, en otras circunstancias se habría aferrado a ella, y no la hubiese soltado jamás. Pero ellos eran enemigos, no podían estar juntos.
Alargó la mano, más que dispuesto a acariciar su rostro, y lo hizo, durante unos segundos, antes de que ella abriese los ojos, y le agarrase la mano, con fuerza, asustada. Él la observó, sólo eso, al igual que ella.
- No deberías estar aún aquí – se quejó ella, pero él ni siquiera podía escucharla, no cuando la tenía tan cerca. La besó, sin tan siquiera darle tregua.
Se introdujo entre las pieles, posicionándose sobre ella, y comenzó a tomarla, como el día anterior, sin querer despertar de aquella ilusión.
- Después de esto me iré – prometió, entre gemidos – seremos enemigos y aceptaremos nuestro destino.
***
En los lindes de la comarca de Huinst, sobre la montaña, un hombre se encontraba, sintiendo el frío viento del invierno en su rostro, con su barba, que le llegaba por el pecho, mirando hacia el bosque, justo el lugar por el que ella acababa de desaparecer, en su caballo.
No volvería a verla, quizás en la batalla, quizás en el bando enemigo, blandiendo su espada contra ella. Ni siquiera esa memorable despedida servía para calmar su corazón, no cuando los dioses se empeñaban en hacerlos vivir como enemigos.
Su mente se marchó lejos, al recordar la promesa que le hizo al líder de Birkan, años atrás
Era un día de caza, como cualquier otro, pero ni siquiera podía concentrarse en ella, no cuando ella estaba cerca...
- Hakon – llamó su atención su futuro suegro, sonrió, mirando hacia él, dejando de prestar atención hacia aquella mujer – prométeme una cosa – asintió – prométeme que al final, cuidarás de ella.
- Siempre – aseguró.
- Me preocupa – dijo, mirando hacia su hija – es demasiado obstinada, como su madre, si no se aferra a ti... el fuego de su interior terminará consumiéndola – ambos miraban hacia la joven, que sacaba sus flechas de los conejos que había cazado – ten paciencia con ella.
"Cuidaré de ella" – dijo en voz alta, para luego subir a su caballo, y emprender el camino de vuelta hacia su hogar. Aquella vez tomarían caminos separados, pero algún día, volverían a encontrarse.
Descansaba sobre lo alto de un árbol, en una de las ramas, mirando por encima de ellos, sabiendo bien que cuando encontrase a sus hermanos, estaría en peligro. Quizás, sin que su madre pudiese impedirlo, él la desterraría, como tantas veces intentó en el pasado.
Bajó con rapidez, dio varias volteretas por el suelo, agarró su arco y comenzó a disparar flechas, aquí y allá, más que preparada para la batalla.
Un total de 4 días y 5 noches es lo que estuvo sola, pensando en el pasado, en su padre, en ese legado que se vio truncado, en su tosca relación con sus hermanos. Hasta llegar al poblado militar de Huinst, donde la mayoría del ejército del rey Erik descansaba. No había ni una sola mujer entre sus líneas, así que se sorprendieron altamente cuando la vieron, caminando hacia ellos, junto a su caballo, llena de pieles, y cubriendo su cabeza, para resguardarla del frío.
A medida que se acercaba los hombres se iban impacientando más, armados hasta las cejas, más que dispuestos a atacarla. Echó su capucha hacia atrás, mostrando a los presentes que sólo se trataba de una mujer.
- Calmaos – comenzó Orik, acercándose a las filas de soldados, corriendo hacia ella, hasta haberla abrazado – es mi hermana – Einarr dejó de hablar sobre batallitas, tan pronto como escuchó aquello, se puso en pie, observando como llegaba hasta ellos. Caminó hacia ella, apartando a su hermano de su camino, abalanzándose sobre su propia hermana, golpeándola en todo el rostro, rompiéndole el labio, conllevando a que esta escupiese sangre al suelo, sorprendida, porque jamás esperó algo igual.
- Debiste haber muerto – espetó, a grito vivo, mientras Orik intentaba detenerle, pero este sacó su espada, haciendo que todos los demás le observasen, con ojos como platos – antes morir que traicionar a tu propio pueblo.
- No pude hacer nada – se quejó, sacando su espada, preparándose para el inminente ataque – Vestein ya había matado a nuestra madre, e incendiado Birkan ... - el duelo comenzó, y Jora tan sólo se empeñó en mantenerse con vida, sin querer hacer daño a su hermano.
- ¿Acaso no eres la hija del fuego? – se burló, volviendo a atacarla, hiriendo su brazo, que comenzó a llenarse de sangre, pero ella ni siquiera se detuvo, siguió defendiéndose, incapaz de rendirse - ¿no estabas destinada a ser la líder de Birkan? – insistió - ¿Cómo es que no pudiste defender nuestro hogar? – Einarr levantó la espada, más que dispuesto a arremeter contra ella, de nuevo.
- ¡Basta! – le detuvo Orik, sacando su espada, poniéndose en medio de ambos, como tantas otras veces, de niño – Nuestros padres no hubiesen querido que sus hijos se matasen entre ellos.
Einarr guardó la espada, a regañadientes, para luego fijarse en la insignia del caballo, volviendo a sacarla, sorprendiendo a ambos hermanos.
- ¡Apártate, Orik! – ordenó, mirando desafiante a su hermana – ¡Ella es una espía de nuestros enemigos! – insistía, logrando que su hermano se girase, para observarla, justo en el momento en el que Einarr volvía a la carga, y ella se defendía, fieramente, aún con el brazo ensangrentado – Leobrock – reconoció, haciendo que ella comprendiese a qué venía aquella hostilidad, de nuevo – fuiste a buscar a tu novio y ...
- No seas ridículo – se quejó ella, defendiendo su posición, con éxito – yo jamás traicionaría a mi familia por un hombre.
- ¿Ah no? – añadía - ¿No intentaste hacerlo una vez? – insistía, mientras lograba volver a tocarla, con su espada, cortando su trenza por la mitad, haciendo que su hermana la mirase molesta, sacando el fuego que llevaba dentro, dejando de defenderse, comenzando a atacar - ¿vas a negármelo? Si nuestra madre no te hubiese detenido aquella tarde, te habrías marchado con él.
- Si no me quieres entre tus filas, lucharé por mi cuenta – dijo al fin, subiéndose al caballo, para luego huir de la escena, al darse cuenta de que, si seguían luchando, uno de los dos moriría a manos del otro, y eso no era lo correcto.
- ¿A qué estáis esperando? – preguntó hacia su ejército – id tras ella – pero estos le hicieron caso omiso, volviendo a sus quehaceres, mientras Orik ponía la mano sobre el hombro de su hermano – nos ha traicionado, debemos...
- No estaría aquí si nos hubiese traicionado – se quejó, dándose la vuelta, más que dispuesto a volver junto a los demás.
Jora desinfectó la herida, y la cosió, mientras mordía un palo, y dejaba escapar algunas lágrimas, para luego dejar caer la mano, en cuanto logró su cometido, y miró hacia el río, observando como la corriente de este se llevaba consigo las piedras más pequeñas, y dejaba las gordas en el fondo.
Sus lágrimas comenzaron a salir, al mismo tiempo que lo hacía su propio llanto, gritó de dolor, mientras el viento peinaba su cabello y secaba sus lágrimas, mostrándole que, a pesar del dolor, debía seguir adelante.
"Estaré a tu lado, siempre" – decía la voz adolescente de Hakon, frente a ella, en el bosque, después de haber escapado de casa por una de las peleas con su madre – "Te apoyaré y ... - acarició su rostro, despacio - ... jamás dejaré que te pierdas a ti misma" – limpió sus lágrimas, apoyando su frente sobre la suya, con calma.
- Hija del fuego – dijo una voz a sus espaldas, haciendo que limpiase sus lágrimas, guardando luego la aguja y las vendas en un paño, que luego metería en una de las bolsas de su caballo. Su hermano se detuvo junto a ella, se dejó caer en la misma piedra que ella, y miró hacia el río – Einarr no te dejará unirte a nosotros en la batalla – aseguró. Ella tragó saliva, volviendo a pensar en lo injusta que le parecía aquella vida. – si madre hubiese respetado la última decisión de nuestro padre...
- Madre hizo mal muchas cosas – contestó, subiendo las pieles, abrigándose con ellas.
- ¿Te encontraste con él en Leobrock? – quiso saber, pero ella no contestó, nunca lo hacía – con Hakon.
- No deberías estar aquí – le dijo, sin tan siquiera contestar a su pregunta – si nuestro hermano se entera, sería capaz de acusarte de traición.
- ¿Le dijiste que nuestra madre te retuvo cuando ibas a fugarte con él? – Jora se detuvo, justo cuando iba a volver junto a su caballo – no le dijiste nada, ¿verdad?
- Fue una idiotez pensar en huir en vez de quedarme con mi familia – contestó, llegando al caballo, mientras su hermano la seguía.
- Quizás hubiese sido lo mejor, huir de aquí, dejar de ser tratada como si fueses inferior a Einarr – reconocía, ella no dijo nada, se sentía demasiado débil, quizás fuese por la herida del brazo, o quizás por haberse venido abajo minutos antes – si nuestro padre estuviese aquí, jamás lo habría permitido.
- Pero él no está – recalcó ella, ajustando las correas de las bolsas en su caballo.
- ¿Te arrepientes alguna vez, de haber elegido a tu familia por encima de Hakon? – quiso saber. Ella se detuvo entonces, pensando en la pregunta que él acababa de hacerle. – Después de lo que madre y Einarr te hicieron... no debiste quedarte a nuestro lado.
- Lucharé, aunque sea por mi propia cuenta – aseguró – aunque nuestro hermano no me deje unirme a nuestros guerreros... Vengaré la muerte de nuestro pueblo y ... - se detuvo, incapaz de continuar, sintiendo nauseas por tal frustración. Vomitó, sin poder evitarlo, y luego miró hacia Orik – quizás nuestros padres me esperen en el Valhala.
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