PRÓLOGO
PRÓLOGO:
El graznar de un cuervo se escuchaba en aquella tranquila mañana, el ave volaba en círculos, rodeando el afamado pueblo de Birkan, entre las montañas del norte de Normandía, cerca del lago Laekh.
El cielo pronto se llenaba de humo negro, el fuego se expande por allá por donde quiere, Birkan está en llamas, mientras los más jóvenes intentan defender su hogar de los bandidos, con espada en mano, llenando el lugar de gritos de guerra y el tintineante sonido de dos metales que se encuentran, y no precisamente de forma gentil.
Las mujeres y los niños corren despavoridos al bosque, con la intención de resguardarse de la masacre que allí tiene lugar, mientras los bandidos les dan caza, a hachazos, sin que quede vida alguna que salvar.
En la casa Knut, las criadas corren de un lado a otro, despavoridas, dando leves grititos, luchando por su vida, huyendo de aquellos que osan irrumpir en la casa del señor de esas tierras.
"Mi señora, mi señora" – grita la más joven, llegando a la gran sala, buscando a su ama, llevándose las manos a la boca, horrorizada, al encontrarla en circunstancias tan desfavorecedoras.
Liah Knut, la guerrera que antaño batalló en tantas guerras, que ayudó al rey Erik a volver al trono, que atravesó el océano, descubrió tierras remotas, saqueó iglesias y mató a tantos cristianos como pudo, se encuentra allí, colgada de una de las vigas del techo, completamente blanca, con la mirada perdida en algún lugar de aquella estancia. Su cuerpo sin vida se mece aquí y allá.
"Estás aquí" – descubría el hombre que la perseguía, para luego lanzar su hacha, clavándola de lleno en su pecho, haciendo que la mujer caiga al suelo, de rodillas, sintiendo como se desangra poco a poco, hasta caer al suelo inerte, sin vida.
Más criadas corren por sus vidas, por aquellos pasillos, perdiendo estas en cuanto aquellos saqueadores las asesinan, a sangre fría, sin ningún tipo de pudor. Tan sólo hay una mujer, en lo más alto de la casa, luchando fieramente con el líder de aquella banda, esquivando cada uno de sus ataques, haciendo que este empiece a cansarse de todo aquello.
El hombre, de nombre Vestein, con sus ojos tintados como si estuviese derramando lágrimas de sangre negra, barba mal cuidada, y cabello alborotado y pobre en la coronilla, sonríe con cara de loco, más que dispuesto a acabar con la hija del hombre que había causado la muerte de su progenitor.
La mujer de cabellos dorados, ojos grises y labios carmesí se defiende de aquel vástago traidor, sin tregua, más que dispuesta a defender su hogar, tomando el lugar que estaba destinada si su padre no hubiese fallecido.
"Jora" – la llamó aquella rata – hija de Svend, el justo. La favorita – añadió, lanzándole un nuevo ataque, hiriendo su brazo - ¿de qué te ha servido ser la favorita? ¿eh?
"Te mataré" – Aseguró – "pagarás por esto, Vestein"
"¿Y quién va a detenerme?" – porfió él, justo cuando la pared se resquebrajaba por las llamas, y el suelo comenzaba a abrirse, debajo de ellos. Saltaron hacia el otro lado, y siguieron luchando, como si nada.
"Tenemos que irnos" – dijo una voz, detrás de ellos – "la casa está a punto de venirse abajo"
"No te atrevas" – espetó ella, al ver las intenciones de aquel traidor a marcharse – no seas cobarde...
"Volveremos a vernos, Jora Knut" – aseguró, para luego marcharse, mientras ella le seguía, intentando detenerle. Salió al pasillo y corrió hacia él, justo en el momento en el que una viga del techo caía, cortándole el paso hacia la salida. Llevó la mano a su boca, tapándola, el fuego se estaba expandiendo, y era casi imposible respirar. Corrió hacia el otro lado, buscando un lugar por el que salir, hasta que llegó a su habitación, más bien a lo que quedaba de ella, pues las llamas la habían destruido casi por completo, y en aquel momento no había nada, ni paredes si quiera, todo estaba al aire libre.
Miró hacia abajo, con un poco de suerte caería al lago, con un poco de suerte se salvaría, si no... quizás había llegado el momento de morir y marcharse al Valhala, donde sus padres la esperaban.
Se acercó al borde, mientras las llamas, a sus espaldas, seguían devorando todo a su paso, cerró los ojos, y escuchó las risas de sus padres en su mente, justo cuando saltaba al vacío.
Las risas invadían sus oídos, sus propias risas, al ser tirada por los aires por su propio padre, cuando tan sólo tenía cinco años de edad.
Corría por el bosque, junto a su progenitor, con arco y flechas en mano, con diez años, persiguiendo a su presa, más que dispuesta a hacerlo, mientras el hombre le lanzaba una de sus famosas miradas, animándola.
Afilaba la hoja de su cuchillo, en el porche de casa, mientras su padre afilaba las hojas de las puntas de las flechas, lanzando una mirada a su hija de catorce años.
"Pronto cumplirás dieciocho y entonces tendrás tu oportunidad de demostrar que eres digna de tomar mi lugar, cuando yo no esté. Tu madre piensa que no estás preparada, el pueblo entero piensa que no debería poner a una mujer al mando, pero ... ¿sabes qué? Se equivocan, porque tienes aquí – señaló hacia su corazón – el fuego que guiará tu alma hacia la victoria"
Su cuerpo se sumergió en las frías aguas del lago Lahek, mientras cada parte de ella luchaba por sobrevivir, su pecho se hundía y sus pulmones no podían respirar.
Salió a la superficie, tosiendo, sofocada, temblando de frío, nadando con las pocas fuerzas que aún le quedaban, arrastrándose por la orilla, quedando inconsciente después...
CONTINUARÁ...
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