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Antes de empezar quiero disculparme por tardar tanto en publicar, la inspiración para esta historia se fue de paseo al inframundo y acaba de regresar, segundo, la universidad y el ultimo mes del semestre siempre es el más difícil, espero me perdonen por la tardanza.
sin más preámbulo, comencemos...
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Pero en esta vida, nada es como lo esperamos, ni el amor, ni el destino, ni nada que podamos decir que conocemos, porque en realidad, no conocemos nada o mejor dicho, no conocemos nada en su totalidad y quizá este dilema acosa a Shaka y a veces se pregunta si acaso todo lo que le pasa es su culpa, aunque eso en un momento le aflige, un par de manos morenas le dicen con caricias que todo va a estar bien y quizá, solo quizá, tenga razón.
Ese día en especial, había algo en su mirada color de cielo que decía a los cuatro vientos que por fin había encontrado la felicidad que anhelaba y que creyó encontrar en aquella jaula de castidad que alguna vez se impuso así mismo, aunque nunca lo diría, sus padres no lo sabían y no planeaba decirles, porque iba a irse, lejos, fuera de la vista de aquel castaño, fuera de su país, fuera, quizá, de todo aquello que solo había provocado la infelicidad de sus días, de sus noches y de su vida.
Entraba con una sonrisa al templo, estaba radiante, como nunca antes en su vida, como si aquellos rayos del sol que se colaban por las ventanas solo resaltaran el dorado de sus cabellos y el blanco de su piel y de aquella sonrisa que se puso en sus labios y que no desaparecería en un buen tiempo, unos minutos despues vio entrar a Milo, como siempre, con ese cabello que parecía un nido de pájaros pero que era suave al tacto, ese par de ojos le veían con todo el amor del mundo.
No lo habían dicho, tres meses el secreto había permanecido guardado y quizá, eso era, porque de antemano lo sabían y una confesión estaba de más, aunque por un instante, Milo lo hacía por respetar aquel voto de castidad y en un punto, Shaka también lo hacía por eso, aunque sus deseos no eran los mismos, aunque los dioses eran conscientes de su pecado pero al parecer, consentían su travesura y eso... eso le daba esperanza, una que, como dicen por ahí, "es lo último que muere", siente como su mejilla es acariciada con delicadeza.
— ¿En qué piensas? — la voz de acento griego le saca de sus pensamientos.
—En el mañana — le sonrió de manera tenue — tengo un miedo inmenso porque no sé qué haría si te vas; me has ayudado a entender muchas cosas, me levantaste cuando caí por la muerte de mi maestro y hasta el día de hoy... — alzó la mirada, como si quisiera que los dioses le dijesen algo — creo que fuiste, eres y serás el único que me ha visto como lo que soy, un ser humano que comete errores, que duda, que se entristece... — le volvió a mirar con los ojos cristalizados — que llora y todo lo demás, y no como lo que debería ser, uno más en este templo con voto de castidad y por eso, en verdad creo que me enamoré de ti.
—No eres el único que se siente así— Milo tenía un tenue sonrojo — siempre quise visitar tu país, pensaba que me daría claridad y paz y mira — ahora le tomaba las mejillas, como si quisiera besarlo — encontré mucho más que eso, encontré lo que nunca imagine hallar — ahora si se le cercó, lento, como si le estuviese pidiendo permiso para lo que seguía, como si temiera que alguien los viese, como si estuviese esperando una señal.
En ese momento, el tiempo se detuvo, o al menos así parecía, sus respiraciones se mezclaron y el rojo en sus mejillas no tenía precio, ni precio ni comparación, eran dos almas a punto de demostrar lo que sentían y lo que nunca se habían dicho pero que nunca fue necesario, Milo se acercaba lento, lenta y cautelosamente, como si tuviese miedo... miedo de perderlo por aquello, miedo de que el templo se derrumbase sobre ellos porque estaban violando la paz de aquel recinto, miedo de que todo se terminara pero bajo toda expectativa, fue Shaka quien terminó por juntar sus labios, en un beso, en apenas un roce, un toque suave, sublime, inefable, glorioso, pero... también tenía miedo, miedo de despertar mañana y darse cuenta que nada fue real, de abrir los ojos y encontrarse con la terrible realidad de una vida no deseada, sin embargo era real y nos consta.
Al separarse se miraron y rieron, rieron porque acababan de hacer una travesura, pero aquello parecía no ofender a aquel ser divino que yace en aquel altar de piedra detrás de Shaka, porque tal pareciese que ese era el destino que le correspondía a esa bella flor de loto que ahora está más reluciente que nunca, quizá ese era el motivo por el que los pies de aquel muchacho color de cielo volvieron a estar descalzos, desnudos, sintiendo la arena caliente cada vez que caminaba, sintiendo la corriente del viento y el caminar del rio, recibiendo gustoso el titilar de las gotas de lluvia y el frio de la noche, quizá, ahí no había nada de malo.
Lo que pasó despues, es irrelevante, porque estuvieron ahí, charlando, como siempre, como todos los días desde que se conocieron, pero la verdad, era que algo había cambiado, aquella conversación tenía un destino, quizá, Grecia, quizá Suiza, quizá cualquier otra parte del mundo donde un par de ojos verdes, que ahora arden de furia al ver que su peor pesadilla se ha cumplido, no puedan encontrarlos, es quizá el día siguiente cuando todo cambiará y solo los dioses saben que pasara, porque el destino es un misterio, quizá, poco a poco el color de la noche vista la vida y una vez más, el sueño se escape de sus manos...
🦂🌸
De nuevo me disculpo.
Nos acercamos al final de esta historia.
Dan R
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