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La guardiana del verano

Disclaimer: Valiente, Cómo Entrenar a tu dragón, El Origen de los Guardianes y Enredados no me pertenecen. Son de Pixar, Disney y Dreamworks.
N/A: Han pasado tres meses desde que Elinor fue convertida en oso y derrotó a Mor'dú.
Toda la película de Valiente sucedió a excepción de un detalle, ya verán después...

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Algunos dicen que nuestro destino está conectado a la tierra, que es parte de nosotros como nosotros de ella. Otros dicen que el destino está entretejido como una tela, entrelazando el destino de uno con el de muchos otros. Es aquello que más buscamos o luchamos por cambiar. Algunos nunca lo encuentran, pero hay otros que son guiados a el...— Merida, Valiente.

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El sol comenzaba a colarse por la ventana. Merida sonrió abriendo lentamente sus ojos, el día estaba perfecto para una rutina de entrenamiento.

Se levantó de golpe y corrió a arreglarse lo más rápido que pudo. Quería aprovechar al máximo el día.

Un día más, un día más que podría gozar de esa amada libertad. No había discusiones, ni malos entendidos. Todo estaba claro.

Al estar lista salió de su habitación no sin antes tomar su arco y flechas. Se topó con su madre quien simplemente negó con la cabeza mientras sonreía.

—No llegues tarde —dijo Elinor con cariño y besó la frente de su hija. La pelirroja tomó las manos de su madre y correspondió el gesto. Asintió y salió corriendo hasta la puerta antes de girarse para despedirse con la mano.

—No tardaré, mamá —gritó Merida caminando en dirección al pequeño establo antes de alejarse de la mirada de su madre.

Montó a su fiel caballo Angus y salió a todo galope en dirección al bosque. Miró orgullosa aquellos blancos que ella misma había cambiado de sitio para mejorar su puntería.

Preparó una flecha. Justo en el blanco. Lo mismo con la segunda y la tercera. Definitivamente había mejorado mucho desde la ultima vez. Se sintió satisfecha e incluso pensó en proponer una sesión para enseñarle a sus hermanos.

Justo después de lanzar la cuarta, algo extraño sucedió. Angus se detuvo de repente, ocasionando que por poco su dueña cayera.

— ¡¿Qué sucede Angus?! —preguntó alterada la hermosa pelirroja acariciando con suavidad el rostro de su caballo. Guió su vista hacia donde la mirada del animal estaba dirigida.

Frente a ambos se encontraba una luz mágica, de aquellas que había tenido la oportunidad de ver tiempo atrás, y las que le habían mostrado el camino a la que sería una de las lecciones de vida más importantes para ella.

La pequeña luz se desvaneció y a continuación un camino de ellas apareció. La joven princesa ordenó a su caballo que avanzara lentamente siguiendo el sendero que poco a poco se comenzaba a formar. El caballo parecía dudar.

—Tranquilo Angus... Vamos —la joven respiró hondo y animó al caballo a avanzar.

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— ¿Estás seguro de que es aquí? —preguntó Hipo mirando como Chimuelo se revolcaba en el césped completamente relajado, como si atravesar portales fuese lo más cotidiano para él.

—Aquí nos trajo la esfera, supongo que sí —respondió Jack simplemente mientras su vista trataba de analizar cualquier anormalidad a su alrededor—. Veré si veo algo desde arriba.

—Oye, ¿qué se supone que... —el joven vikingo no pudo concluir la pregunta hacia el albino. Él se había ido—. Sí, claro. Déjame sólo aquí. No importa.

Hipo comenzó a caminar suspirando. En parte se había acostumbrado a situaciones de ese estilo, donde las personas lo dejaban hablando sólo.

—No tengo idea de porque acepté esto —dijo el castaño mientras el Furia Nocturna caminaba a su lado, dispuesto a seguirlo. El vikingo contempló a su amigo dragón, y le dedicó una sonrisa de agradecimiento. Sin embargo, no pudo contenerse más. Necesitaba hablar con alguien.

—Ese tal Jack dijo que necesitaba mi ayuda y después se va sin importarle mi estado... —refunfuñó Hipo—. Por cierto, ¿has notado sus ropas? Son algo raras... —seguía hablando cuando de repente chocó con una enorme piedra. Sobó su rostro con delicadeza pero observó aquel obstáculo con fascinación.

— ¿Qué rayos es este lugar? —dijo el castaño para sí mismo mientras examinaba la piedra. Alrededor de él había más como esa—. ¿Podría ser este alguno de esos lugares enemigos de los que papá tanto habla?

Chimuelo comenzó a gruñir. Hipo giró su vista encontrándose con una luz flotante color azul.

Su mano se acercó lentamente aquella luz con curiosidad y asombro, pero la retiró en cuanto escuchó los cascos de un caballo cerca del lugar.

— ¡Escóndete! —ordenó al dragón siguiéndole a toda prisa. No podía darse el lujo de ser atrapado o que intentaran lastimar a Chimuelo, tendía a dar una primera mala impresión.

Chimuelo se situó detrás de unos arbustos, mientras que Hipo permaneció detrás de un montículo de tierra. El vikingo sacó un pequeño cuchillo y se preparó en caso de que fuese necesario.

Merida bajó del caballo siguiendo el camino que las luces mágicas le mostraban. Una de ellas permaneció arriba del montículo. La pelirroja respiró hondo y se acercó más con determinación.

Era ahora o nunca. Hipo salió de su escondite con el cuchillo en modo de defensa. Sin embargo, al ver a la hermosa pelirroja bajó el arma lentamente.

Merida por su parte dio un brinco hacia atrás y miró fijamente al castaño. Sus ropas le resultaban un poco conocidas.

—Lo-lo siento, mi intención no era asustarte —comenzó a hablar Hipo tratando de mirarla fijamente a los ojos, pero por alguna razón se sentía demasiado cohibido y avergonzado—. De verdad, y-yo creí que era un c-cazador...

— ¿Quién eres tú? —preguntó Merida con cierto recelo comenzando a dirigir su mano lentamente a su carcaj.

—S-soy Hipo, vengo de un clan vikingo situado en Berk... —se presentó el castaño.

La princesa quiso reír al escuchar su nombre, pero dio un paso atrás al escuchar el resto de la oración.

—No puedes estar aquí, ¿acaso no sabes? —habló la pelirroja con seriedad temiendo que en realidad se tratase de una trampa contra ella—. Estás en el reino de DunBroch, mi reino.

A Merida le costaba creer que aquel chico de delgada figura era un vikingo. Su padre describía de otra forma aquellos clanes que ese joven reprobaba todas las expectativas.

—Eso quiere decir que... —comenzó a hablar Hipo con sorpresa, pero fue interrumpido.

—No encontré nada —Jack regresó volando sobresaltando así a la joven de ojos azules quien cayó al suelo del susto mientras lo señalaba completamente pálida. En su vida había visto a un ser tan extraño, y ya había presenciado cosas extrañas.

— ¿E-e-eso es un fantasma? —preguntó Merida mirándolo fijamente tratando de recomponerse antes de que se aprovecharan su momento de torpeza.

— ¿Puedes verme? —preguntó el albino sin poder creerlo, sonriendo enormemente. Con un poco de suerte su encargo terminaría rápido y llevaría a todos los nuevos reclutas en un abrir y cerrar de ojos. Seguro que se ganaría las felicitaciones de todos.

— ¡Claro que puedo hacerlo! ¿Quiénes son ustedes y que quieren de mi? —dijo la pelirroja un tanto alterada mientras tomaba su arco y los apuntaba con firmeza. No dejaría que pudieran dar el primer movimiento.

Al notar su acción, Chimuelo salió de su escondite rugiendo, colocándose justo en medio de Merida e Hipo, nuevamente protegiendo al vikingo sin dudarlo.

La joven lanzó un grito y preparó una flecha aún más decidida.

— ¡Tranquilo amigo! Ella no nos hará daño —habló el castaño tranquilizando al dragón mirándole fijamente y luego observando a la princesa—. ¿Verdad?

La princesa respiraba agitadamente pero al verse en clara desventaja bajó el arco y asintió a regañadientes.

— ¿Estás bien? —Jack extendió una mano hacia la pelirroja para ayudarla a incorporarse, definitivamente esa presentación había resultado peor que la anterior.

— ¡No! —Merida negó con la cabeza mientras se levantaba sola sin aceptar la ayuda del guardián—. ¿Qué rayos hacen aquí? ¿Esa bruja los mandó? ¡Se supone que ya estamos a mano!

— ¿Qué bruja? —preguntó Hipo completamente confundido observando a la joven pelirroja.

—En realidad, hemos venido por otra razón —dijo el albino tratando de buscar las palabras adecuadas para no asustarla aún más de lo que ya se encontraba—. Has sido elegida como próxima guardiana.

Merida miró a ambos chicos sin expresión y comenzó a reír, un tanto sarcástica.

— Claro, ¿que clase de sueño es este? —dijo la chica de cabello alborotado pensando que aquel momento era una pesadilla. No había otra respuesta.

—No creo que sea un sueño... Yo tampoco lo creía al principio —respondió el joven vikingo con sinceridad—. Pero esto es muy complejo, demasiado para ser un sueño simplemente.

— ¿Esperan que yo les crea? —dijo Merida indignada cruzándose de brazos—. No nací ayer, no bromeen de esa forma.

— ¿Crees que es una broma? Este asunto es serio, hay niños en peligro —dijo Jack con seriedad, perdiendo un poco la calma mientras Hipo giraba su vista hacia él.

— ¿Es en serio? —el joven de ojos verdes no pudo ocultar su preocupación al ver asentir al albino.

—Pero yo no pedí esto —respingó la princesa un poco más preocupada y ansiosa. No estaba lista para una responsabilidad de esa altura.

—Ni él, ni yo —dijo Jack tratando de mostrarse un poco más comprensivo—. Nuestras acciones, nuestra forma de pensar o el destino son cosas que hacen que nos elijan.

Merida no pudo evitar pensar en las luces mágicas. "Hay  quienes dicen que esas luces te guían hacia tu destino." las palabras de su madre resonaban en la mente de la pelirroja.

La chica suspiró y miró al dragón que estuvo a punto de atacarla. Con esa tranquilidad parecía una criatura tierna.

— ¿Y si no soy la que buscan? —dijo Merida finalmente después de pensarlo detenidamente.

—Creo que sólo hay una forma de saber, ¿no? —dijo Hipo con una sonrisa tratando de animarla. La pelirroja curvó un poco sus labios.

— ¿Vendrás con nosotros? —preguntó Jack esperanzado.

La pelirroja se acercó a Angus acariciando su cabeza dulcemente y se acercó a Jack.

— ¿Po-podría venir conmigo? —preguntó Merida con una mirada suplicante, tomando las riendas de su caballo.

Jack respiró hondo y apretó el puente de su nariz.

— ¿Acaso no tienen amigos más grandes? —dijo el albino con cierto sarcasmo haciendo que el vikingo rodara los ojos. Suspiró derrotado—. Bien, puedes traerlo.

— ¿Hace falta alguien más? —preguntó el castaño montando a Chimuelo. Merida hizo lo mismo con Angus.

— Sólo una... —el albino tomó una esfera y la agitó. Una más y su tarea estaría completada.

—En cuanto se abra el portal deberás avanzar —dijo Jack observando a la pelirroja.

— ¿Portal? —la joven de ojos azules lucía sorprendida pero no hubo tiempo para respuestas ni más preguntas.

— ¡Primavera! —exclamó Jack lanzando la esfera. Entró seguido de Hipo y Merida, y detrás de ellos las nubes negras comenzaban a surgir en lo alto del cielo.

Los tres jóvenes desaparecieron.

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Lo que antes sucedía en Berk pasaba ahora en DunBroch.  Las pesadillas comenzaban a llegar, galopaban en los alrededores en busca de corazones llenos de miedo. Pero sobre todo, seguían a su dueño.

— ¿La fuerza de diez hombres? Eso es nada —la voz de Pitch se escuchó a modo de eco en aquellas ruinas—. Podrías obtener muchas cosas más, incluso venganza sobre todos, apoderarte del reino....

Se escuchó el gruñido de un oso desde las sombras. Pitch sabía muy bien que no había rastro de humanidad en ese ser. Sólo un espíritu maligno que no había encontrado la paz, consumido por la ambición y el poder.

—Únete a mi, y podrás deshacerte de cada uno de ellos —continuó hablando Black—. Sé que entiendes perfectamente a lo que me refiero.

Luego en sus labios se formó una sonrisa, una sonrisa de triunfo. El oso lejos de atacarlo se acercó lentamente y se detuvo delante de él. La arena negra lo rodeó al gran oso demonio, Mor'dú.

—Justo como lo pensé.

Las cosas se ponían parejas entre el bien y el mal, o tal vez sólo había una pequeña diferencia que inclinaría la balanza.

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Observó cómo las nubes negras adquirían más fuerza, pero sólo se limitó a observar. Sabía que no debía intervenir, en cuestiones de mundos y universos las posibilidades eran infinitas, pero todo tenía una razón.

—Que la suerte esté de su lado en esta aventura, princesa —susurró la bruja sin quitar la mirada del cielo—. Para usted y sus compañeros...

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