La guardiana de la primavera
Disclaimer: Enredados, El Origen de los Guardianes, Cómo Entrenar a tu dragón y Valiente no me pertenecen. Son de Pixar, Disney y DreamWorks.
N/A: Rapunzel se encuentra en la torre, después de que Gothel canta "Sabia es mamá", justo antes de que Flynn Rider llegue.
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— ¿Ninguno tuvo un sueño alguna vez? — Rapunzel, Enredados.
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La esfera había traído a Jack y sus acompañantes hasta un bello paraje pero al parecer desierto paraje. Un pequeño riachuelo corría, hojas cubrían una especie de entrada y colinas rodeaban una torre, el principal objeto que destacaba por su extraña ubicación.
Jack miró con detenimiento la construcción. No parecía haber una puerta, por lo que la única entrada sin duda era la ventana que se encontraba hasta arriba.
—La última chica debe de estar ahí —habló el albino con seguridad mientras flotaba cerca la construcción.
Angus se acercó a beber de aquel riachuelo, Merida siguió a u caballo y le acarició. Mientras tanto Hipo comprobaba que la nueva cola de Chimuelo estuviese bien puesta.
—Iré a echar un vistazo allá arriba, no se muevan —habló el chico de ojos azules volando hacia la que parecía ser la única ventana en la torre.
—Como si pudiéramos —susurró la pelirroja con cierta ironía mientras se cruzaba de brazos con una expresión de aburrimiento.
Entre los dos restantes se formó un silencio, hasta que Hipo decidió iniciar una conversación.
—Lindo paisaje, ¿verdad? —habló el castaño con una sonrisa tratando de romper el hielo con la hermosa joven. Temía fracasar como habitualmente sucedía.
La princesa de DunBroch lo miró fijamente sin expresión.
—Supongo que sí —respondió Merida encogiéndose de hombros. Ciertamente tenía razón, pero tenía otras cosas en su mente—. ¿Sabes algo más de lo que yo sé?
—Realmente no. Hasta ahora tenemos la misma información —respondió el joven vikingo con sinceridad.
Merida posó su vista en Chimuelo, quien se había acostado en el césped jugueteando despreocupadamente.
— ¿Có-cómo lo hiciste? —preguntó la chica finalmente con sus ojos azules brillantes aún sobre el dragón.
— ¿Ah? —el castaño le miró confundido sin saber a qué se refería exactamente.
— ¿Cómo lo domaste? —Merida se acercó lentamente hacia el joven—. Digo, son peligrosos, ¿no?
—Yo no diría domar exactamente —contestó el chico de ojos verdes con orgullo—. Ambos establecimos una especie de amistad.
La pelirroja sonrió ante la explicación. Pensar en esa explicación resultaba incluso aún más interesante, no pudo evitar mirar al joven con admiración.
— ¿Podría acariciarlo? —preguntó Merida bastante animada—. Nunca creí que los dragones pudieran existir. Sólo en cuentos y leyendas...
Hipo la guió hacia el Furia Nocturna, que en un principio se mostró ligeramente molesto al ver a la joven pero se tranquilizó al ver desarmada a Merida.
—Tranquilo amigo. No te lo tomes personal, así es al principio con cualquiera —susurró el vikingo mientras tomaba la mano de la pelirroja, acercándola lentamente al dragón.
Merida contuvo la respiración pero no se detuvo y poco a poco sus finos y delicados dedos pudieron sentir la piel del Furia Nocturna.
Por un minuto recordó cada historia que su padre le contaba acerca de aquellos seres míticos que volaban y lanzaban fuego. Nada se comparaba a ese momento. Seguro su padre estaría orgulloso de verla acercarse a un dragón sin pizca de temor.
Chimuelo observó a la joven. Comprendió que ella no lo podría herir, sólo se defendía ante lo nuevo. Así que se mostró dócil a su caricia y con la mirada pareció darle autorización.
Hipo y Merida se sonrieron. Finalmente la pelirroja bajó la mano.
—Es increíble —dijo la princesa con honestidad—. Gracias.
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Resultaba raro, aquella torre parecía vacía. Jack estaba seguro de que era ahí, la esfera jamás se habría equivocado.
¿Acaso Pitch se había llevado a la futura guardiana? Si eso era cierto habría más problemas de los que pensaba. ¿Cómo le explicaría a Norte que había fallado casi al final?
Pronto sintió un fuerte golpe en su cabeza, sintiendo como todas sus ideas se había revuelto en su interior. Cayó de rodillas al suelo, quejándose del insoportable dolor.
Algo lo tomó de la muñeca y lo arrastró, soltando el cayado en el proceso. Se maldijo entre dientes, ahora sí estaría en desventaja, y la poca luz no ayudaba en nada. Otro golpe lo hizo quedar inconsciente por unos minutos.
Con ágiles movimientos de aquella cuerda que sujetaba su muñeca, el peliblanco terminó en el interior de lo que él deducía, era un armario.
Mientras comenzaba a reaccionar pudo escuchar una voz femenina, mostraba mucho entusiasmo. Algo dentro de su mente le decía que saliera, aunque sin su cayado se encontrara en desventaja.
Esperó pacientemente hasta notar como una de las puertas del armario se abrió, dio un paso hacia afuera sobándose las sienes, y fue recibido por un nuevo golpe.
Definitivamente su paciencia y tolerancia se estaba esfumando, ya había soportado mucho.
— ¡¿Se puede saber por qué... —aquella pregunta no terminó de formularse, puesto que el joven guardián había quedado sin habla ante lo tenía frente a él.
— ¿Quién eres? ¿Quién te ayudó a encontrarme? —preguntó una hermosa chica de cabellos dorados, grandes ojos verdes y delicada figura. Sostenía de forma amenazante una sartén y en su hombro un camaleón le miraba con desconfianza.
— Whoa... —fue lo único que salió de la boca de Jack. Estaba seguro que en todo lo que llevaba existiendo no había visto a una chica tan preciosa como la que se encontraba amenazándolo ferozmente.
—Dije ¿quién eres y quién te ayudó a encontrarme? —preguntó de nuevo la rubia apretando con más fuerza el mango del utensilio de cocina.
—Aguarda, puedo explicártelo —se apresuró a responder Jack recuperándose de la primera impresión, seguramente debía haber parecido un idiota al quedarse sin habla unos segundos antes.
—Oh, claro que puedes. Mejor dicho, debes explicarme quién eres, qué quieres y quién más viene contigo —dijo la joven amenazándole con la sartén.
El peliblanco rio ante la idea de que ella sentía que podría intimidarlo con eso, se veía tan tierna. Recordó entonces su cayado, es por eso que el marcador estaba a favor de ella.
—Un momento, ¿dónde está mí...
— ¿Te refieres a esta cosa, eh? —La chica le mostró con orgullo el cayado en sus manos, como si fuera un trofeo de guerra—. Te lo daré cuando obtenga las respuestas que quiero.
Con un hábil movimiento por parte de ella, el guardián del invierno terminó nuevamente en el suelo. Fue entonces cuando él se percató de algo sorprendente.
— ¿Todo esto es tu cabello? —preguntó el albino con enorme asombro—. Definitivamente nunca había visto algo así.
—Así es, aunque ya deberías saberlo, ¿no? ¿Cómo te llamas? —habló la rubia mirándole fijamente.
—Soy Jack Frost —se presentó el guardián con una sonrisa amigable—. Y en serio te agradec...
La joven bajó el sartén un poco, completamente atónita por la confesión del joven.
—Eso es imposible... Mi madre dijo... —Rapunzel comenzó a hablar pero fue interrumpida por el chico, quien ya sabía de antemano el discurso.
— ¿Qué no era real? Sí, suele pasar. —Jack tendió una mano hacia ella—. Puedo mostrártelo si quieres.
— ¿Pero qué haces aquí? Creí que sólo eras un cuento —confesó la rubia un poco avergonzada.
—Eso es mejor que "sólo una expresión". Soy un guardián, por si no lo sabes —explicó el joven con calma. Respiró hondo, no sabría cómo sería la reacción de ella—. Estoy buscando al resto de los guardianes de las estaciones. Y creo que tú eres una de ellos.
— ¿Por qué? —preguntó ella confundida y un poco ansiosa ante semejante declaración—. ¿En serio esto es real?
—Lo es. Hay algo especial que tenemos como personas, algo que nos hace ser nosotros mismos. Eso es lo que hace que te escojan como guardián —Jack explicó nuevamente y suspiró. Observó con súplica a la joven—. Necesito que vengas conmigo.
—Pero... ¿y mi madre? ¿Y las... —Rapunzel estaba muy consternada. No podía imaginarse como guardiana, mucho menos que el mismísimo Jack Frost, de los cuentos había leído, le dijera eso. También en que tuviera que abandonar su torre. Su madre estaría aterrada.
—Es necesario. Hay algo malo que acecha a muchos niños, y no sólo a ellos... —dijo Jack con un poco de preocupación—. Y sin tu ayuda será más difícil pararlo.
La rubia contempló algunas pinturas que había en las paredes y en los muebles de la torre. Miró a aquella pintura que había hecho en la mañana. Giró su vista hacia el camaleón, como si pidiese su opinión.
—A propósito... ¿Me podrías dar mi cayado? —habló Jack interrumpiendo sus pensamientos.
—Toma —la joven le entregó el objeto mirándolo con un poco de miedo y nerviosismo.
—Hey, tranquila. Jamás pensé ni intenté hacerte daño...—el albino posó una mano lentamente en su hombro y le sonrió—. No me has dicho tu nombre.
—Rapunzel —respondió la rubia sonriendo tímidamente y respiró hondo—. ¿Me darías un minuto, por favor?
Jack miró hacia la ventana, el cielo aún estaba despejado.
—De acuerdo.
La chica que respondía al nombre de Rapunzel se alejó un poco y comenzó a hablar con su camaleón.
—Siempre quise salir de mi torre, y ver lo que hay más allá de esto. ¿Pero está bien de esta forma? —la rubia estaba indecisa y atormentada. Su anhelo de salir y el deber como guardiana confabulaban para que tuviera la oportunidad de escapar de la torre, pero su madre jamás lo comprendería.
El camaleón le miró como si la respuesta estuviera en ella. Después de unos minutos Rapunzel suspiró.
—Está bien. Iré contigo.
—Entre más pronto nos vayamos será mejor. Podrás volver —Jack intentó tranquilizarla.
—Adelante entonces.
Jack salió por la ventana volando. La rubia le miró sorprendida mientras se preparaba para bajar. Observó la enorme altura que había entre el césped y ella. Lanzó una última mirada a su hogar y suspiró.
El albino bajó hasta el suelo y posó su vista en la joven. Después de pensarlo, Rapunzel bajó gracias a su cabello y por lo que fueron unos minutos pudo disfrutar de lo que se había perdido durante un largo tiempo. No había marcha atrás.
—Es hora de irnos —Jack habló a Hipo y Merida quienes tomaron a sus respectivos compañeros y se acercaron al guardián.
La rubia se mantuvo detrás del guardián sin soltar su sartén pero saludó tímidamente a los otros dos jóvenes, y ambos correspondieron el gesto. La recién agregada al grupo miró con cierto temor a Chimuelo, cosa que no pasó inadvertida para Hipo.
—Es inofensivo, es un amigo —el castaño dijo con una sonrisa hacia la joven de ojos verdes, para darle confianza.
Ella le sonrió, pero no dejó el sitio detrás de Jack.
—Muy bien. Es hora de regresar con Norte —habló el guardián de la diversión sacando la última esfera y lanzándola hacia el frente.
La princesa y el vikingo cruzaron el portal rápidamente, mientras que Jack guiaba a una nerviosa pero sorprendida Rapunzel hasta desparecer.
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La vio fijamente. ¿Por qué la mentira tendría una forma tan común y mundana? Literalmente.
No era tiempo de pensar en eso realmente, sólo tenía que aliarse con aquella mujer de hermosa figura y podría derrotar a Jack Frost.
Desvaneciéndose entre sombras pudo sentir el miedo de ella. El miedo de ser descubierta.
Se situó atrás de ella. Ese movimiento fue notado por la mujer, quien apretó con fuerza un cuchillo, lista para usarlo.
—No, no, no. No creo que sea conveniente que uses eso —habló Pitch en tono burlón sin trata de ocultarse más de aquella mujer.
— ¿Quién eres y qué quieres? —preguntó Gothel sin ninguna pizca de amabilidad mientras se giraba para ver al dueño de aquella voz.
— ¿Quién soy? Digamos que soy una persona bastante interesante —respondió el Coco con una sonrisa maliciosa—. Aquí lo importante es... ¿Dónde está tu flor, Gothel?
Ella palideció. El miedo pasó por su rostro.
— ¿Cómo sabes de eso? —preguntó la mujer con sorpresa y cierta furia, al sentirse amenazada.
—Tengo más tiempo que tú, es claro que puedo saber bastantes cosas que tú ignoras. Pero ese no es el tema. Vengo por a hacerte una propuesta.
— ¿Qué tipo de propuesta?
Pitch sonrió con maldad. Había adquirido la atención de ella.
—Una que te conviene. Créeme que si te unes a mí ya no necesitarás de flores mágicas para ser joven eternamente y poderosa.
Gothel pareció pensarlo. Y enarcó una ceja, no iba a arriesgarse a perder su fuente de juventud eterna pero estaba dispuesta a conseguir más.
—De acuerdo —después de un rato habló con cierta desconfianza—. ¿Qué tengo que hacer?
—Primero me hablarás un poco de esa florecita que ocultas... Porque puede que a partir de ahora sea un estorbo solamente.
Gothel le miró extrañada pero prosiguió el camino a la torre con Pitch detrás de ella.
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