7. El incidente en la cafetería.
Capítulo 7: El incidente en la cafetería.
Cuando llegué al instituto, ella estaba allí, junto a sus amigas, lucía despreocupada y feliz, justo como era ella. Y yo no pude quitarle el ojo de encima en todo el día, aunque no se me notó, era un gran maestro del engaño.
A tercera hora llegó su hermanastro, y el profesor le presentó como un alumno nuevo, por el que habían hecho la excepción de meterle a finales del primer trimestre, sin más. Obviamente todo el mundo parecía saber que él era el hijo del nuevo esposo de la señora Gleen.
Ella lució triste después de ese momento, pues él se sentó justo detrás, y empezó a susurrarle cosas, molestándola.
En la cafetería volví a verla, pues estaba sentada justo en la mesa de al lado, hablaba con sus amigas sobre los chicos. Era increíble, aquellas chicas eran mono tema, no había otra cosa de la que hablar en el mundo, estaba claro.
- Gleen – la llamó Fernandez, seguramente estaba allí para molestarla - ¿cómo llevas el examen de matemáticas? – preguntó, mientras ella bajaba la cabeza, molesta por su pregunta.
- Lo lleva bien – respondió Charlotte, por ella – ha conseguido un tutor que la está ayudando con ello – insistió, mientras ella le daba un manotazo en el hombro para que se callase, se suponía que aquello era un secreto entre ella y yo, pero se lo había contado a su mejor amiga.
- ¿Quién será el tutor? – preguntó Peter, haciendo que Jacke se encogiese de hombros – me encantaría haber tenido la posibilidad de ... - dejé de escucharles tan pronto como su hermanastro llegó a su mesa, sentándose junto a ella, haciendo que ella volviese a palidecer.
- ¿Qué haces aquí? – preguntó Charlotte, mirándole con cara de malas pulgas – No perteneces a nuestro grupo, así que ...
- Cristine – llamó hacia ella, haciendo que ella se afectase un poco más, por su cercanía - ¿debería irme a otra mesa? – Ella negó, con la cabeza, para luego fingir que estaba ocupada mirando la comida, cuando la realidad es que estaba aterrada. ¿Qué coño le había hecho ese chico para que ella actuase así? - ¿No vais a presentaros? – preguntó hacia las chicas.
Estuvo ligando con ellas un rato, para luego comenzar a molestar a su hermanastra, de nuevo.
- ¿Dónde está ese tío de anoche? – preguntó, peinando la sala con su mirada – Aún no le he visto por aquí – proseguía, haciendo que ella se afectase un poco más – Seguro que ni él ni esta gente tiene ni idea ¿verdad? – insistió – de la clase de ...
- Cris – la llamó su mejor amiga, haciendo que ella despertase y mirase hacia ella - ¿has terminado ya? – preguntó, fijándose en la bandeja de comida – Aún tenemos que ir al baño, así que... - se levantó y miró hacia ella, mientras el resto hacía lo mismo - ¿nos vamos? – Ella asintió, se levantó, agarró con manos temblorosas la bandeja de comida vacía y caminó con torpeza hacia la papelera, mientras Sean reía, divertido.
Estaba a escasos centímetros de la papelera, cuando la bandeja se le resbaló de las manos, y se estampó contra el suelo, haciendo que la sala entera dejase de hablar y mirase hacia ella. ¿Qué demonios estaba pasando con Christine Gleen? Ella era la popular, no podía simplemente actuar así de patosa.
Estaba aterrada, podía verlo, mientras sus amigas la observaban desde el otro lado, junto a la puerta, sin atreverse a mirarla si quiera.
Me levanté, entonces, atravesé la sala, ante la mirada atónita de todos, deteniéndome frente a ella, agarrando la bandeja del suelo y colocándola en su lugar, junto al resto de bandejas vacías, para luego apoyar ambas manos en sus brazos, haciendo fricción para calmarla.
- No pasa nada – le dije, mientras ella se fijaba en mí, con una mezcla de miedo y preocupación en su mirada – sólo es una bandeja – asintió, como si entendiese mi punto de vista. Momento que aproveché para subir las manos, hasta apoyarlas a ambos lados de su cabeza - ¿estás mejor? – Ella volvió a asentir – Entonces está bien – le dije, para luego bajar las manos, darme la vuelta y caminar hacia mi mesa, sentándome sin más, al mismo tiempo que ella sonreía, y levantaba la vista hacia sus amigas, marchándose con ellas.
- ¿Qué coño ha sido eso? – preguntó Pete, sin dar crédito, mientras yo volvía a prestar atención a mi yogurt de avena, luciendo despreocupado, cuando en el fondo estaba aterrado. Era un buen mentiroso, eso era todo – Jacke – se quejó, buscando apoyo de nuestro amigo.
- ¿Te gusta? – preguntó Jacke, haciéndome reír.
- ¡Claro que no! – apoyé a mi actuación.
- Entonces, explícanos, ¿qué coño acaba de pasar? – preguntó Pete, de nuevo.
- Un poco de caridad cristiana – respondí, sin más, cayendo en la cuenta de que yo era ateo.
- ¿Desde cuándo te importa la caridad cristiana? – insistía Pete.
- Quiero decir... humanidad, Pete – contesté, pero ellos no iban a quedarse con esa respuesta de mierda, lo sabía, así que me puse en pie, de un salto – os espero fuera, chicos – y me marché sin más, justo después de vaciar la bandeja en la basura y poner la bandeja con el resto.
- ¿Os habéis acostado ya? – dijo una voz a mis espaldas, en mitad del pasillo, haciendo que me diese la vuelta, aunque no lo necesitaba, sabía perfectamente quién era.
- Eso no es asunto tuyo – me quejé, haciéndole sonreír, parecía divertirle toda aquella situación.
- Nadie en este maldito instituto parece conocer su secreto – añadió, dejándome extrañado. Se estaba refiriendo a nuestra relación ficticia ¿no? – ni siquiera tú – No. Parecía que no se refería a eso.
- ¿Qué te hace pensar que no lo conozco? – me quejé, mientras él levantaba una ceja, altamente sorprendido con mi respuesta.
- No estarías con ella si lo supieras – contestó, dejándome aún más confuso – Ellos tampoco saben de vuestra relación, ¿verdad?
- Que no sepan nada no significa que no sea real – añadí, al darme cuenta de a dónde quería llegar – y con respecto a su secreto, lo sé, y la apoyo completamente – concluí, dándome la vuelta, para empezar a andar, pero él me detuvo cuando apenas había dado tres pasos.
- Te admiro, tío – aseguró, me giré levemente, observándole, mientras él volvía a sonreír – yo no podría estar con ella sabiendo que se ha zumbado a todos los tíos del internado y del maldito instituto.
- No te creas todos los rumores que cuenten por ahí – le dije – Ella no es la guarra que todos se empeñan en difamar – añadí, haciéndole reír, a carcajadas.
- No he dicho que sea un guarra – se quejaba – simplemente digo, que yo no podría estar con una chica enferma, justo como ella – me quedé sin palabras en ese justo instante – no te lo ha contado, ¿verdad? – era incapaz de reaccionar, porque no sabía a qué coño se estaba refiriendo – Ella es adicta, Micke – estaba aún más perdido que antes, ¿adicta a qué? – Adicta al alcohol, las drogas y el sexo, sobre todo al sexo – concluyó, con una risa maliciosa.
- Ya me lo había dicho – mentí, mientras él negaba de nuevo, acortando las distancias entre ambos.
- ¿Te había dicho que tiene una enfermedad? – insistió, dejándome de nuevo sin palabras – Es una puta ninfómana, Micke.
- ¡Ya te he dicho que lo sé! – me quejé, molesto con aquel capullo, para luego marcharme sin más, deteniéndome frente a la puerta de nuestra próxima clase, justo al lado de donde ella y sus amigas se encontraban, riendo, como si no hubiese pasado nada.
Saqué mi teléfono, porque me estaba muriendo de la intriga, y busque aquello que me tenía en aquel estado.
Ninfómana = Mujer que siente un deseo sexual exagerado. Las ninfómanas presentan un estado psíquico anormal.
Las personas con esta enfermedad pueden quedar afectadas en las relaciones laborales, con los amigos y por supuesto, con la pareja, si no logran satisfacer sus deseos sexuales.
Generalmente, las causas de la ninfomanía no son claras, pero se asocia con factores neurológicos y perturbaciones del ritmo cerebral.
Hay tres claras características que definen a una persona con dicha enfermedad:
1. Un deseo sexual insaciable, sobre todo si no se llega a experimentar un orgasmo completo o queda insatisfecha de la relación sexual con el otro.
2. Relaciones coitales en todo momento, el enfermo lo relacionará absolutamente todo con el sexo, llegando a ser tóxico.
3. Pornografía: ver mucho porno y jugar con el cuerpo de uno mismo, es otra de las características claves para descubrir a una persona enferma.
4. Libido anormal, que puede llegar hasta fases maníacas de trastorno bipolar o a tomar medicamentos que aumenten el lívido.
5. Masturbación.
6. Escape: Las personas que sufren depresión, estrés, ansiedad o soledad son propensas a ser ninfómanas.
Levanté la vista para mirarla, al mismo tiempo que ella hacía lo mismo, sonriendo un momento, para luego volver a bajarla.
Todo encajaba, todo lo que había leído, o al menos casi todo. Ahora entendía por qué tenía esa fama en el instituto, por qué ella misma luchaba por no ser así, por qué había dejado de confiar en sus amigas e incluso en ir a fiestas.
- ¿Vais a ir mañana por la noche a la fiesta de George? – preguntaba Charlotte, haciendo que todas asintiesen y empezasen a hablar sobre ello.
- Yo no voy a poder – se quejaba ella, haciendo que sus amigas la mirasen, preocupadas, pues ella no solía faltar a ninguna fiesta – tengo que estudiar para el examen de matemáticas.
- ¿De verdad tienes un tutor? – preguntó una de ellas, mientras Cris asesinaba con la mirada a su mejor amiga - ¿quién es?
- Es un friki – se quejó ella, haciendo que las demás se tapasen la boca con las manos – no podría haberlo logrado de otra forma.
- Bueno, pero a la fiesta de la piscina de por la tarde si que vienes, ¿no? – insistía Charlotte – Todo el colegio estará allí, incluso los frikis vendrán – añadió, haciendo que se riese – y los cerebrines.
- ¿Issy los ha invitado a todos? – preguntó, haciendo que me acordase de la fiesta que Pete había mencionado unos días atrás, en clase de historia del arte. Ni siquiera le presté mucha atención, pero en aquel momento si que lo hacía – Vale, iré a esa fiesta.
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