u n o
Olivia no se opuso cuando la doctora Jeon dijo que alguien vendría a hablar con ella, simplemente no dijo nada. No tenía la necesidad de mediar palabra con esa señora de mediana edad de ojos rasgados. Olivia sólo quería dormir, dormir para siempre, y sin pesadillas relacionadas con cristales clavándose en su espalda y con familiares muertos.
Realmente, no fue una pesadilla.
Fue verdad.
Desde que sufrió un grave accidente de coche junto a sus padres y hermano, del que sólo ella salió con vida, Olivia lloraba sin pausa sentada en la cama de la que apenas se podía mover. Llevaba días sin comer, por eso estaba débil y laxa. Tenía los ojos rojos, tan hinchados que tenerlos abiertos le dolía, pero las lágrimas fluían a pesar de que creyó que estar seca y prácticamente deshidratada.
La doctora Jeon trabajaba duro para hacer que la pobre chica mejorara. Sin embargo, su depresión había alcanzado un punto en el que el peligro de muerte o suicidio era inminente. Descubrió que el gran problema era que la niña se sentía sola, sin nadie a su lado. Siempre había sido una chica solitaria, tal y como le confesó en una de las sesiones de terapia, y Olivia apenas tenía amigos... y tampoco familia. Además, ser de una gran y famosa familia de artistas le hizo ser desconfiada desde una temprana edad. La psiquiatra quiso poner solución a aquello, así que le pidió ayuda a su hijo. Ambos eran de la misma edad, y estaba segura de que los dos se llevarían bien. Con la esperanza de que su paciente socializara con alguien de su edad y de que poco a poco fuera sintiéndose mejor, la doctora Jeon llevó a su hijo a la mansión de los Dolan.
Era una tarde calurosa, pero hacía frío en la habitación de Olivia. La chica, como de costumbre, estaba tumbada en su cama, intentando dormir sin que le atacaran las pesadillas o recuerdos.
Cuando la doctora Jeon salió de la fría habitación y volvió a entrar con un chico asiático, alto, estilizado y con el cabello negro, Olivia se preguntó si estaba soñando. Se preguntó si ese chico era su hijo, y obviamente se preguntó qué hacía allí. ¿Era él la persona que venía a hablar con ella? Pensó que sería algún hombre viejo psicoanalista.
Los dos se acercaron a la paciente con paso lento. El chico, vestido con una camiseta blanca de algodón y unos pantalones oscuros, jugaba con sus dedos aparentemente nervioso. La doctora, al llegar a los pies de la cama tamaño rey, se detuvo y se aclaró la garganta mientras Olivia trataba de reincorporarse.
— Olivia, este es Jungkook.
Le miró de arriba a abajo. Debía de tener la edad de su fallecido hermano, y aunque físicamente no le recordaba para nada a él, empezó a sentirse mal. Empezó a tener esas ganas de no querer vivir más, de querer ver una vez de nuevo a su familia en un sitio que los religiosos pintaban como bucólico y paradisiaco. Sin darse cuenta, comenzó a respirar con dificultad, intentando retener las lágrimas.
— Hola... — dijo él con timidez, levantando su mano derecha, con una sonrisa entre vergonzosa y forzada.
Sin quererlo, Olivia se echó a llorar. La doctora Jeon mandó salir de inmediato al chico, que parecía algo desorientado.
Sí, se conocieron de una forma un poco abrupta e incómoda.
*****
Los días pasaron con más pena que gloria. La doctora Jeon había casi duplicado la dosis de antidepresivos y había proporcionado algo de suero fisiológico a Olivia, así que se encontraba algo mejor. No lloraba tanto, quizá porque se había secado por dentro y apenas bebía agua. Al menos, con las pastillas, las ganas de morir se disiparon junto con el dolor de cabeza y espalda. Ya no estaba las veinticuatro horas en la cama. Aunque caminar era todavía imposible, conseguía arrastrarse hasta la silla de ruedas, y con ayuda de la doctora o de alguna de las criadas, conseguía llegar hasta la ventana para ver desde su enorme habitación el jardín. Según la doctora Jeon, que Olivia se asomara al ventanal era un gran progreso.
Sólo se asomaba porque podía ver a aquel chico, Jungkook, charlando con los jardineros o sentado a la sombra de un árbol sin hacer absolutamente nada. Venía todos los días, y ante la negativa de que Olivia hablara, se iba después de un par de horas. Cada vez que veía a Jungkook abandonar la casa con cara de estar molesto -quizá porque su paciencia ya se había agotado-, Olivia se sentía nuevamente basura.
Ella misma había idealizado a aquel chico. Y era muy consciente de ello. Le veía como el hombre perfecto, como el chico de los sueños de cualquiera, como la persona a la que aferrarte cuando no tienes a nadie a tu lado. Por si fuera poco, como si no bastara con lo que Olivia ya pensaba de él, su madre, la doctora Jeon, empezó a hablarle de él como si fuera un santo. Al parecer, Jungkook era muy buen chico, sacaba buenas notas y había cuidado de su madre desde que era un niño. Para colmo, el chico tenía la voz de un ángel. Le escuchaba cantar cuando paseaba por los pasillos. Probablemente fue su deseo de escuchar su voz la que animó a Olivia a hablar con él después de días y días sin intercambiar un miserable "hola".
Poco a poco, con tiento, consiguió hablarle sin echarse a llorar. Fue todo un logro. Y poco a poco, después de un par de días, ya era capaz de hablar con él como una persona normal. La doctora Jeon estaba orgullosa de Olivia. Tanto, que bajó la dosis de antidepresivos. Jungkook siempre le preguntaba qué tal estaba antes de entrar a su habitación, sin llegar a asomar la cabeza por la puerta, como si tuviera miedo de encontrarla con un cuchillo en la mano. Después, entraba dudoso sin dejar de mover la cabeza de un lado a otro, y si Olivia estaba en la cama, se quedaba de pie, tieso, con las manos en los costados, hasta que se cansaba y decidía sentarse en una de las butacas que había cerca de la cama. Normalmente hablaban de temas de gran importancia: el buen tiempo que hacía fuera o los cortacésped del jardín. No había ningún otro tema acorde -aparentemente- para una conversación entre ellos dos.
— ¿Hace mucho calor fuera?
—Sí. — dijo él, asintiendo levemente con la cabeza. — Parece el infierno.
Observó a Jungkook de arriba a abajo. Era ese tipo de chico que se preocupaba por su apariencia, que seguía unas tendencias de moda que, para el caso, eran demasiado absurdas. Llevaba un gorro de lana rojo y unas botas de color camel, como si en cualquier momento fuera a escalar cualquier monte de los alrededores. Debió de darse cuenta de que Olivia le miraba de arriba a abajo. Se rió avergonzado y agachó la cabeza.
— ¿Por qué vas vestido así?
— Porque es la moda. — Se quitó el gorro rojo. Agitó la cabeza, removió su pelo negro con una mano sin dejar de sonreír y se encogió de hombros. — Pero tampoco hace un calor para morirse...
Olivia hizo una mueca. Aún era incapaz de sonreír, así que cada vez que lo intentaba, sólo curvaba los labios un poco en una mueca torcida. Se sentía una persona fea, sin ninguna clase de atractivo y cargada de imperfecciones cuando estaba al lado de Jungkook, que cada vez que sonreía era capaz de iluminar la habitación entera. Olivia se preguntaba qué vería él en ella. Si Olivia en Jungkook veía una obra maestra del Renacimiento esculpida en mármol blanco, la perfección hecha persona, ¿él vería en ella una maraña de pelo oscuro que tenía la voz rota? Era como si una bestia estuviera enamorada perdidamente de alguien que, además de ser una belleza innata, era una buena persona dispuesta a ayudar a cualquiera.
Intentó no pensar mucho en ello. Jungkook se levantó de la butaca donde estaba sentado de repente y se puso a mirar por el ventanal con las manos a la espalda.
— Oye, Olivia.
Cuando oía su nombre salir de él era como si estuvieran cantándole al oído. Exactamente igual. Lo decía casi siempre entre ilusionado y miedoso, con suavidad, como si temiera que le gritara por llamarla. Sin embargo, era todo lo contrario. A Olivia no molestaba para nada que dijera su nombre. Hasta llegaba a sentirse especial por escuchar su nombre salir de los labios de Jungkook.
— Hace mucho que no sales de aquí, ¿no? — preguntó, mirándola con una sonrisilla divertida en los labios, como si fuera un niño pequeño ideando travesuras.
— No quiero ir fuera, hace calor.
— ¿No te apetece ir a ver el rosal de jardín?
Sonó tentador. Más aún cuando un chico que se había convertido en su única compañía y en su amor platónico en cuestión de días lo decía como si salir de su habitación fuera algo tabú. Olivia sopesó un poco la idea. Quizá algo de luz no le iba del todo mal y quizá la doctora Jeon daba saltos porque salir a dar un paseo era un gran paso para curar de una vez por todas su tremenda depresión, así que aceptó con un hilillo de voz. Jungkook le dedicó una nueva sonrisa, ilusionado. Se acercó a ella, y cuando se dio cuenta de que estaba inmovilizada y que necesitaba ayuda para levantarse de allí, se le borró la sonrisa de golpe. Abrió los ojos como platos y empezó a mover la vista por toda la habitación, pensando una forma de llevar a Olivia a la silla de ruedas. No era tan complicado, pensó ella, pero por alguna razón sintió que él tenía miedo de acercarse demasiado.
Jungkook hizo ademán de acercarse, pero dio un paso hacia atrás. Abrió la boca, frunció el ceño y se llevó la mano al mentón. En una situación normal, es decir, si Olivia no estuviera tomando unos antidepresivos cada doce horas, quizá se hubiera reído porque le resultaba divertido verle pensar como si tuviera delante una complicada ecuación matemática. Recordó que su madre le dijo un día, cuando ella todavía le convencía para que hablara con él, que Jungkook era algo tímido con las chicas de su edad. O era tímido o realmente le tenía miedo.
— Eh... Bueno, es-espera. — dijo, moviéndose como un loco, dando vueltas sobre sí mismo, como si el mero hecho de rozar a la fémina para ayudarla a sentarse en la silla de ruedas le pusiera mucho más nervioso que a ella.
— Acércame la silla.
— Ah, claro, claro, la silla... — Se apresuró a alcanzar la silla de ruedas, que estaba cerca de la ventana. La llevó hacia Olivia tan rápido que dobló la enorme alfombra de la habitación. Al darse cuenta, deshizo el doblez con el pie. Miró a Olivia apretando los puños sobre el manillar de la silla al verla arrastrarse por la cama como si fuera un bicho raro. — ¿Ne-necesitas ayuda?
— No, puedo hacerlo sola.
Jungkook asintió y pegó la silla al borde del colchón. Casi siempre, el noventa y nueve por ciento de las veces que se había subido a esa silla de ruedas, Olivia había conseguido hacerlo sin ningún tipo de ayuda. Pero estaba débil, y por tanto los codos le fallaron al intentar hacer fuerza para sentarse y la silla fue hacia atrás. Si no hubiera sido por Jungkook, hubiera acabado tirada en el suelo y probablemente llorando por ser tan frágil, pero él fue lo suficientemente rápido para parar su caída. Cogió a Olivia por las axilas y la levantó como si no fuera más que una pluma. La dejó sentada en la silla, acelerado, como si le urgiera dejarla ahí porque Olivia ardía. Al verle tan de cerca, ella sintió que el corazón se le aceleraba. El olor de su perfume le resultó tan fuerte que se mareó.
La miró sorprendido. — ¿E-estás bien? — No podía asentir por culpa del collarín, así que Olivia murmuró algo que él se tomó como un "sí". Jungkook dio un empujón tan fuerte para mover la silla que hizo que Olivia se sobresaltara. — Uf, menos mal. Me has asustado. Pensé que te desmayabas o algo...
Él mismo se encargó de abrir la puerta de la habitación para salir al pasillo. Olivia, de repente, estaba emocionada. Llevaba semanas sin salir de allí, y aunque la idea no le resultó demasiado atractiva al principio, Jungkook había conseguido convencerla. La llevó en silencio por todo el corredor hasta que llegaron a las escaleras. No le vio el rostro, pero Olivia imaginó que había puesto esa cara de trauma al no saber cómo narices bajar los peldaños con ella en silla de ruedas. Incluso le escuchó hiperventilar y hablar consigo mismo en un idioma desconocido para ella.
— ¡Vaya, vaya! ¿A dónde van estos chicos? — Escucharon ambos. Olivia reconoció la voz de la señora Hudson, la ama de llaves, casi al instante.
— Llevaba a Olivia al jardín. — dijo Jungkook deprisa.
— Ay, la pobre chica tenía que estar ahogándose ahí encerrada en su habitación.... — la señora Hudson sonrió. — A ver, que os ayudo a bajar.
Y de alguna forma u otra, Olivia acabó en brazos de Jungkook, agarrándose con fuerza a su cuello mientras la ama de llaves bajaba la silla de ruedas. Al principio tenía miedo de que Jungkook tropezara en los escalones, pero luego Olivia se dio cuenta de que él la llevaba en brazos y el corazón se le empezó a acelerar sin previo aviso. También notó inquieto a Jungkook cuando quedaban todavía un par de escalones. Olivia se puso aún más nerviosa cuando notó los músculos de los brazos de Jungkook. Estaba tan nerviosa tan de repente que quiso llorar. Nunca antes aquella escalinata le había parecido tan eterna.
Cuando Jungkook la apoyó en la silla de ruedas, él suspiró como si hubiera acabado de hacer un examen complicadísimo. Hizo contacto visual sin querer. Miró hacia otro lado, asustado, y Olivia, si hubiera podido, hubiera girado la cabeza hacia otro lado con rapidez. La señora Hudson soltó una risilla.
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sí, esta obra ya estaba publicada pero ha estado en borradores durante mucho tiempo. Como sabéis tengo otros menesteres a parte de wattpad y, como no vivo aquí, subiré capitulo en cuanto pueda. La trama seguirá siendo la misma, así que aquellas que hayáis leído tbatb antes, dont worry... :)
lavaos las manos después de ir al baño y quered mucho a jungkook
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