s e i s (i)
Olivia estaba en el jardín bajo la sombra de un enorme árbol y con un libro de arte entre las manos cuando vio que el coche de la señora Jeon entraba al garaje de la casa. Entornó los ojos para ver mejor el auto gris. Ya habían pasado dos días desde que vio la nota de Jungkook, así que supuso que él estaría a punto de llegar. Al menos tenía la esperanza de ello.
En su última consulta, la doctora decidió reducir el número y la dosis de las pastillas antidepresivas de Olivia, todo gracias a su firme propuesta de intentar mejorar en un par de días. Desde que Jungkook se fue, ella hizo el mayor esfuerzo por comer sin que la señora Hudson le vigilara, o por intentar salir sola al jardín. Aun así, las pesadillas continuaban con la pobre Olivia, acompañándola cada noche. Siempre se levantaba empapada en sudor y lágrimas, pero después de una ducha rápida su humor solía mejorar bastante.
Cerró el libro de golpe y lo dejó a un lado, sobre el césped recién cortado. Era por la tarde, quizá las siete u ocho, pero Olivia sintió que eran las doce de la mañana al ver a Jungkook bajándose del coche de su madre. Había vuelto sano y salvo, de una pieza. Quiso correr hacia él y abordarlo con preguntas para saber qué había hecho durante esos dos largos días, como por ejemplo: "¿Qué tal con tu amigo?" "¿Has visitado algún sitio interesante?" "¿Y has conseguido ir donde querías?" "¿También me has echado de menos como yo a ti?"
Jungkook saludó a la señora Hudson con una sonrisa. Olivia se quedó embobada mirándole, como si fuera hipnótico. Vestía una simple camiseta blanca, como de costumbre, pero quizá verle después de unos días hizo que le pareciera más atractivo de lo que ya era. Mientras le observaba con la boca entreabierta desde lejos, una ráfaga de aire se llevó la pamela blanca que llevaba para protegerse del sol. Olivia no fue lo suficientemente rápida para atraparla, así que simplemente la vio volar hacia el cielo lamentado la pérdida. Era de su madre.
Siguió la trayectoria del sombrero hasta que lo vio desaparecer entre el resto de árboles de jardín. Después miró al cielo, que se nublaba poco a poco. Notó el agradable olor a humedad típico de las tormentas de verano. Olivia supuso que llovería dentro de poco, pero no podía marcharse de allí sin que la señora Hudson viniera para ayudarla a subir a la silla de ruedas. Bufó, entre frustrada y vencida, y se quedó ahí, sentada en el césped. Volvió a coger el libro de arte que había dejado a un lado. Esperó pacientemente a que alguien viniera, pasando las páginas del libro con desinterés y mirando al cielo encapotado de vez en cuando. Ese alguien a quien esperaba era Jungkook. Una carta había llegado para él el día anterior. Venía de Londres, pero el nombre no parecía inglés. El primer instinto de Olivia fue leerla. No lo hizo; decidió respetar la intimidad de Jungkook. Guardó la carta entre la contraportada y la última página del libro de arte, así la cotilla de la señora Hudson no encontraría el sobre. Y no lo leería.
Otra ráfaga de aire revolvió el pelo oscuro de Olivia. Intentó ponerlo en su sitio con rapidez, pero de repente algo se colocó sobre su cabeza. Más bien, alguien colocó algo sobre su cabeza, con fuerza, tapándole los ojos. Olivia se agitó ahogando un grito, y justo después, pudo ver que se trataba del sombrero blanco. Miró hacia ambos lados en cuanto conseguí quitárselo de la cara.
Jungkook estaba a su lado, riéndose. No quería asustar a Olivia de aquella manera, tampoco reírse de ella, pero su reacción le pareció graciosa. La susodicha simplemente resopló. Jungkook apretó los labios mientras se rascaba la nuca, entre avergonzado y acobardado.
— El... sombrero era tuyo, ¿verdad?
Olivia se relajó. Agachó la cabeza, también algo avergonzada por haberle mirado de mala manera. — Pensé que eras otra persona, por eso...
La tensión aumentó más cuando los dos se quedaron en silencio. Olivia no supo qué hacer además de sentirse culpable por caldear el ambiente. Jungkook, que se había quedado de pie, estaba pensando en qué había hecho mal para que Olivia le mirara de una forma tan desagradable. Quizá, si las miradas matasen, él hubiera muerto por su culpa. Tuvo la sensación de que él no le agradaba. Olivia, en el fondo, era alguien con pocos sentimientos. Y, si no, que le preguntara a la señora Hudson. La pobre mujer seguía cuidando de ella a pesar de los gritos, rabietas, malas contestaciones y hasta insultos. Supuso que ella era así, una amargada que sólo sabía mirar mal a las personas y gritarlas. Olivia suspiró, y con tal de romper un poco el hielo, buscó la carta que había guardado para Jungkook. Se la tendió rogándole con la mirada que le disculpara por aquella mala mirada. No fue su intención.
— ¿Es tuya?
Olivia negó rápidamente con la cabeza. — No, llegó ayer... La guardé para que no la abrieran.
—¿Por qué iban a abrirla si es para mí...?— Preguntó Jungkook, sentándose en el césped a unos cuantos centímetros de Olivia. Cogió la carta y la observó detenidamente, desconcertado.
—Siempre han revisado el correo, por si hay algo... Extraño.
Asintió con la boca ligeramente abierta, procesando todavía la información. —Ah, claro, entiendo. ¿Porque sois- eres famosa?
Olivia se encogió de hombros e intentó no recordar a su familia. Frunció los labios, fijó la vista en la punta de sus pies y se puso la pamela de nuevo después de sacudirla un poco. Aún así, Olivia hizo un esfuerzo por hablar a Jungkook. El tema más recurrente era la carta, así que se decidió a preguntarle.
— ¿De quién es?
Escuchó una risilla dulce. —De quien menos me esperaba.
La chica le observó por el rabillo del ojo. Jungkook sonreía con dulzura, casi como un tonto. Sus ojos brillaban y no dejaba de dar vueltas al sobre. Olivia suspiró. Quizá era de su novia... Estaba segura de que alguien como él debía tener novia. Era guapo, agradable, atento, tenía una voz preciosa... Y Olivia se apostaba lo que fuera a que además sabía cocinar bien. Era obvio que debía de tener una novia igual de guapa, con quien compartía una preciosa historia de amor. Y Olivia sentía que les había separado. Al volverle a observar, se fijó en que Jungkook estaba algo dolido. A lo mejor él y su novia habían tenido una despedida dolorosa, y quizá le dolía recordar; igual que a Olivia le dolía pensar en que tenía una novia a pesar de que sabía perfectamente que Jungkook no le pertenecía.
Lo único que Olivia no sabía es que estaba terrible y totalmente equivocada.
— ¿Por qué no la lees? — preguntó ella. Se sorprendió con su propio tono de voz; fue débil y entrecortado.
Jungkook agitó la cabeza. — Prefiero leerla luego.
Ella hizo una mueca. Silencio incómodo de nuevo. Escuchó a Jungkook aclararse varias veces la garganta, pero no dijo nada. Haber recibido una carta de su hermana le había dejado en estado de shock.
— ¿Dónde encontraste mi sombrero?
— Vaya, qué habladora estás. —Comentó, sorprendido, con una mueca. Al ver a Olivia algo confundida (ella no supo muy bien cómo tomarme sus palabras; notó cierta ironía), movió las manos y se corrigió automáticamente. —No, no, no creas que lo decía con sarcasmo... No me molesta ni nada, es sólo que... Es raro. Quiero decir... No hablabas antes casi nada, era muy difícil y... No quise decirlo así. Era como un pensamiento en alto. Es más, m-me alegro de que hables, es un gran avance, ¿no? —Estaba nervioso, abochornado.—Te veo mejor. Más animada.
— Leí tu nota y... Quise mejorar.
Jungkook también sonrió, pero dejó de hacerlo enseguida, como si se obligara a sí mismo a estar serio. Cruzó las piernas y se inclinó un poco hacia delante, mirando tímidamente a Olivia.
— Pero tienes que mejorar por ti, no por mi. ¿Entiendes?
Ella asintió despacio. Sabía a lo que se refería, pero no supo muy bien qué decirle. Era una forma fácil, educada y dulce de decir que no se hiciera ilusiones con él. Aunque Jungkook tenía razón. Olivia debía mejorar por su bien, no para agradarle a él. Tuvo ganas de decirle que él era la única persona que le animaba a estar mejor. Decidió callarse. Lo único que se le ocurrió a Olivia hacer fue un cambio brusco de tema. Lejos, puede que a unos cuantos kilómetros, se veían unas nubes grises, casi negras, que venían cada vez más rápido hacia los dos jóvenes. Olivia las señaló. Casi al instante se oyó el estruendo típico de los truenos. Jungkook se sobresaltó y miró también al cielo con cierta preocupación.
— Creo que va a llover. — Soltaron a la vez.
Se miraron con sorpresa. Había dicho algo al unísono. Era casi un milagro. Después, Jungkook soltó una carcajada suave, como si no se creyera lo que había oído; Olivia solo sonrió un poco.
Volvieron a quedarse en silencio. Olivia alcanzó el libro de arte, lo posó sobre su regazo y empezó a pasar las páginas con desinterés. De vez en cuando, cruzaban miradas rápidas. Cuando ella pillaba a Jungkook mirándola, él se mordía el labio para ocultar una evidente sonrisa y giraba la cabeza hacia otro lado, como si nada. Olivia fingía no prestarle atención y devolvía la vista al libro. Los volvieron a escuchar truenos. Miraron al cielo instintivamente. Casi al instante, las gotas de lluvia comenzaron a caer al suelo. En cuanto Olivia notó que algunas gotas se colaban por los huecos de las hojas del árbol, se pegó al tronco de este. Se encogió sobre sí misma como pudo para resguardarse de la lluvia.
Olivia estiró el brazo para agarrar la manga de la camiseta de Jungkook, que seguía sentado en el césped como si no le importará calarse, y tiró de él hacia ella. Lo hizo sin pensarlo. Como de costumbre, se sobresaltó al sentir que Olivia tiraba de su camisa. Jungkook abrió los ojos y se levantó para sentarse a su lado. También se acurrucó contra el tronco del árbol, como Olivia. Seguía con el sobre de la carta entre las manos. No dejaba de darle vueltas, de observarlo. Tenía un gran dilema. Temía que la carta estuviera llena de malas noticias.
— Léela. —le animó Olivia, con un hilillo de voz.
Resopló. —Tienes razón. Que le den.
Jungkook abrió el sobre con agilidad y rapidez. Sacó un folio que desdobló con cuidado, temeroso como siempre. Ladeó la cabeza levemente y entornó los ojos para leer mejor. Olivia echó un vistazo rápido. Estaba escrita en coreano, así que desvió la mirada hacia el césped para ver la lluvia caer sin pausa. Se preguntó cómo iban a volver a la mansión. Si se quedaban mucho más tiempo debajo del árbol, acabarían empapados. Llovía con más fuerza. Olivia dejó que el tiempo pasara, que Jungkook leyera tranquilamente su carta. Escuchó cómo volvía a doblar el papel. Observó a Jungkook guardar la hoja perfectamente doblada dentro del sobre ya roto. Jungkook sonreía. Ella supuso que en la hoja estaban escritas buenas noticias. Y así era. Olivia se alegró por él, a pesar de estar segura de que la carta era de su novia o de alguna chica que le gustaba. Hizo una mueca con tal de ocultar un mohín.
—Woah, está lloviendo mucho. Yo pensé que en Los Ángeles no llovía. En las películas siempre es muy soleado. —dijo, riéndose, como si le hubieran dado una droga que le hacía estar feliz de golpe. Había apoyado la cabeza contra el tronco nudoso del árbol y seguía sonriendo.
—Aquí también hay tormentas de verano...
—Bueno, a mí no me disgusta la lluvia. No es nada malo.
—A mí tampoco. Me relaja.
—Y a mí. — Se rió. Olivia se preguntó seriamente si la carta llevaba algún tipo de droga en suspensión o en polvo. Volvieron a caer en un silencio incómodo de nuevo, por enésima vez. Seguía lloviendo. Ella también apoyó la cabeza contra el tronco, despacio. —Cuidado, no te hagas daño en el cuello.
Que Jungkook se preocupara por su cuello hizo que Olivia se sorprendiera. Hacía tiempo que ya no llevaba collarín, por eso creyó que Jungkook no se acordaba de que había tenido una lesión. Que fuera tan atento le dolía casi más que el latigazo cervical, o que la pierna aún escayolada. A Olivia le dolía porque sentía algo fuerte e inexplicable por él. Y sabía que no iba a ser correspondido nunca porque ella era poco más que una basura. Además, sus palabras no hacían más que enamorarla el doble. Resopló. De repente, quiso irse de allí. Sintió que el aire, además de humedecerse, empezaba a cargarse.
Como si hubiera escuchado las plegarias de Olivia desde la cocina de la mansión, la señora Hudson apareció corriendo minutos después, bajo un enorme paraguas. Se plantó enfrente de los dos, jadeosa. Tardó unos cuantos segundos en recuperar el aliento. Jungkook y Olivia la miraron desde el suelo.
—Ay, ay... —Dijo, casi sin aire, con una mano sobre la cadera y otra sujetando el paraguas. —He venido corriendo cuando me he dado cuenta de que estabais fuera... ¡Cómo he podido dejaros aquí, con la que está cayendo!
—Estamos bien. —Respondió Olivia con una sequedad impactante. Jungkook enarcó las cejas.
—Venga, os llevo dentro. —sentenció la mujer. Miró a Olivia y a Jungkook una y otra vez, como si siguiera la pelota de un partido de cualquier deporte de raqueta, pensativa. — ¿Y cómo os llevo a los dos sin que os mojéis?
— A mí no me importa mojarme... —añadió rápidamente Jungkook, que se levantaba del suelo dispuesto a irse caminando antes de que la señora Hudson le alcanzara. Esa mujer era capaz de salir corriendo detrás de él con tal de que el hijo de la doctora no se mojara ni un pelo. — Si eso, voy yendo...
—No, no, no, no. Ni se te ocurra. Mira, siéntate en la silla, y así os llevo a los dos. Venga, anda, que no te de vergüenza.
Olivia frunció ligeramente el ceño. Ni siquiera la mujer se dio cuenta. Jungkook obedeció, entre desconcertado y abrumado, y se sentó en la silla de ruedas donde Olivia había pasado ya la mitad del verano. La señora Hudson soltó el paraguas, lo dejó cerrado cerca del cuerpo delgado de la chica y la levantó sin dar previo aviso, pasando sus brazos por la espalda de Olivia. Era una mujer muy fuerte, así que podía con ella y con otras tres Olivias más. Acercó a su señorita a la silla. Con cuidado de que la escayola de su pierna no se diera contra nada, dejó a Olivia sentada sobre el regazo de Jungkook, sin más.
—Listos. —Se agachó para recoger el paraguas y lo abrió. Con una sola mano, empujó la silla. —Cuidado, hay baches. Cielo, —dijo, refiriéndose a Jungkook —agarra bien a la pobre Olivia, pesa lo mismo que un jilguero y la pobrecita puede salir volando en cualquier momento.
Realmente era él el único que iba sentado en la silla. Olivia iba sentada encima de él. Jungkook volvió a obedecer a la criada, y con toda la timidez del mundo, puso sus manos en la cintura de Olivia. Todo el calor corporal de ella se acumuló de golpe en sus mejillas.
Olivia tragó saliva varias veces. Menos mal que la señora Hudson les llevó lo más rápido que pudo a la mansión, porque si hubiera sido un viaje más largo, Olivia hubiera desfallecido. Y Jungkook también. Ninguno se atrevió a mirar al otro. Los dos estaban rojos, como un tomate, puede que Olivia mucho más.
Jungkook empezó a mover sus dedos, dando golpecitos a Olivia en la cintura. Estaba nervioso, y su intención no era poner nerviosa a Olivia. Ella, rápidamente, puso sus manos sobre las del chico. —Para. — dijo con un sorprendente tono autoritario.
—Lo siento. —se disculpó él.
Olivia se dio cuenta de lo que había hecho. Sus manos ardían después de retirarlas rápidamente de las de Jungkook. Pasó sus manos sudorosas varias veces por la tela de su vestido. Inspiró profundamente y soltó el aire despacio en un largo pero silencioso suspiro, rezando al cielo para que el trayecto acabara lo más rápido posible. Sólo quedaban un par de metros para llegar a la casa.
Ella miró hacia atrás intentando ignorar a Jungkook, pero no pudieron evitar cruzar una mirada breve y vergonzosa. Olivia observó a la señora Hudson. Parecía disfrutar a costa del sufrimiento de la parejita.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro