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El teléfono móvil de Jungkok sonaba sin cesar en la mesilla de noche que se encontraba a la derecha, demasiado lejos como para alcanzarlo. De todas formas, estaba ocupado y no tenía ni la más mínima intención en responder, más aún cuando por fin se olvidaba de lo mucho que echaba de menos a sus amigos, el alcohol y las fiestas.

Las uñas de la veinteañera que había conocido gracias a un amigo se clavaban en la carne que recubría sus omoplatos. A Jungkook le costaba recordar el nombre de la chica, puede que por el efecto de ciertas sustancias. Sólo le habían bastado un par de días, unas cuantas cervezas y una botella medio llena de tequila para llevarla a la cama con un sorprendente buen resultado.

Jungkook empezaba a hartarse del sonidito estridente e irritante, así que alargó la mano y dio un manotazo a la esquina del teléfono para que cayera al suelo. No dejó de sonar, pero le sirvió para que no le molestara más.

Después de unos cuantos gruñidos, respiraciones ahogadas y besos que no significaban nada para él, Jungkook se dejó caer al lado de la chica, en el colchón. Suspiró y se frotó la cara con ambas manos, notando que su flequillo estaba apelmazado por culpa del sudor. La joven de su izquierda se acercó a él por debajo de las finísimas sábanas de lino, se acopló entre el brazo y el torso de Jungkook y comenzó a dibujar pequeños círculos sobre la piel de su pecho, recorriendo las líneas nítidas de este. Hacía demasiado calor para tener a aquella chica tan pegada a él. Jungkook no solía quejarse, de hecho le gustaba el contacto físico de vez en cuando, pero se sentía cada vez más pegajoso. Sin embargo, dejó que la chica se quedara ahí, con él, y rodeó su espalda con el brazo más cercano a ella. Notó el peso de su cabeza sobre su torso desnudo. Jungkook supuso que ella se habría quedado dormida. Los párpados de él, poco a poco, también se iban cerrando.

Pero el teléfono sonó, una vez más, y a Jungkook no le quedó otro remedio que deslizarse fuera de la cama para contestar la llamada. Chasqueó la lengua al ver que era su madre. Denegó la llamada; primero tenía que buscar su ropa. Encontró sus pantalones negros y su camiseta blanca lejos de la cama, en el suelo, arrugados. Se vistió rápidamente, dejando a aquella chica allí, huyendo de la habitación.

Bajó las escaleras de la casa de dos plantas abrochándose el cinturón. Revolvió su cabello aún humedecido por el sudor, intentó alisar sin mucho éxito su camiseta y se calzó con calma al llegar a la puerta principal. Inspiró. Después, soltó todo el aire que había respirado por la nariz en algo similar a un suspiro. Eran más de las doce de la mañana; pasar la noche y parte del día en la casa de aquella chica había sido una buena idea. La sesión de sexo matutino le había sentado genial, y una parte de Jungkook quería quedarse allí por más tiempo, al cobijo de las sábanas. Tal vez le hubiera gustado desayunar con ella... aunque ni siquiera se acordaba de su nombre.

Y la parte restante de Jungkook estaba preocupada. La parte que le había hecho salir de allí quería saber por qué su madre le llamaba con tanta insistencia, saber si ocurría algo malo. Jungkook le dijo a su madre que volvería tarde, por la noche. No había vuelto aún y eran las doce del día siguiente. Jungkook se sintió un poco culpable, así que marcó el número de su madre y esperó a que ella contestara.

No tardo ni dos segundos. — ¿¡Se puede saber dónde estás!?

Jungkook se frotó el cuello, mirando con la cabeza gacha hacia los alrededores. Era un barrio de casas con jardines grandes y vallas de madera, un paisaje típico estadounidense. Obviamente, no era la zona residencial de clase trabajadora donde Jungkook vivía con su madre, y mucho menos era la urbanización lujosa donde se encontraba la mansión de los Dolan. Jungkook no recordaba cómo había llegado allí. — Eh... Llegando a casa.

— ¿¡Llegando!? ¡Son las doce del mediodía, por Dios! — exclamó su madre al otro lado de la línea. Resopló, resignada. — Espero que llegues antes de las dos de la tarde, ¿entendido? Más te vale venir entero. ¡Y estás castigado!

— Mamá, pero si tengo dieci-

— ¿No me has oído? ¿Crees que no he tenido bastante contigo todos estos años? Voy a dejar de hacer la vista gorda contigo, Jungkook.

— Joder, mamá-

— Eres el único que me queda, ¿entiendes? Vuelve pronto. — dijo por último su madre, antes de colgar, con la voz semiquebrada.

Jungkook pudo sentir cómo se le caía el alma a los pies. Su madre aún no sabía que su hija seguía con vida, y que Jungkook volvía a ser el niño malcriado y rebelde de antes. Resopló, reanudó la marcha, hincó las manos en los bolsillos de su pantalón y buscó cómo salir de aquel barrio. Con suerte, recordaría el camino de vuelta a casa. El alcohol le había ayudado a olvidar... quizá demasiado. 

El estar en la mansión de los Dolan durante un buen tiempo le hizo añorar a sus amigos. Nunca se había sentido solo, pero todo había dado un giro de ciento ochenta grados de repente. Al llegar a Los Ángeles, poco quedaba del Jungkook fiestero y altamente sociable que invitaba a todos sus conocidos a vaciar unas cuantas botellas de alcohol en su casa. A excepción de dos, había perdido el contacto con todos sus amigos. No conocía a nadie en Los Ángeles a parte de sus vecinos y Olivia, pero ella no contaba.

Olivia era distinta, y durante los últimos días, cuando Jungkook pensaba en ella, sentía algo parecido a la rabia. Puede que frustración. Él había hecho todo lo posible dentro para poder hablar con Olivia, para poder entablar una amistad. Siempre se preguntaba dónde estaba la sonrisa amable y los modales delicados de la chica cada vez que alguno de los criados de la casa los mencionaban. Jungkook había dejado de ver a una pobre joven de su edad chica a ver a una adolescente mimada y arrogante. Además de ser egoísta, por supuesto. Olivia tenía una mansión enorme para ella sola y ni siquiera le dejaba pisar el hall de entrada. Si por ella fuera, pensó Jungkook, le diría que durmiera en la caseta para el perro. 

Tras perderse por las calles de un vecindario que no le era para nada familiar, Jungkook consiguió llegar sano y salvo al pequeño apartamento que compartía con su madre. Inspiró profundamente antes de introducir la llave en la cerradura, girar el picaporte y abrir la puerta despacio. Tiró el llavero a un pequeño cuenco que se encontraba sobre un mueble de la entrada. Hizo más ruido del esperado. Contó en silencio los segundos que su madre tardó en salir de algún lugar de la casa y acercarse a él rápidamente, acelerada.

La señora Jeon olisqueó el aire. Su expresión cambió del alivio al horror, y más tarde al enfado. — ¿Has fumado? — su tono era tranquilo a la par que intimidante. Jungkook sabía que su madre iba a perder los nervios en cualquier momento. Él agachó la cabeza y se rascó la nuca como siempre que estaba nervioso o se sentía culpable.— ¡Mírame! ¿Has fumado marihuana?

— N-no...

— ¿Entonces? ¿¡Por qué hueles como si te hubieras tirado a una piscina de hachís!?

Jungkook, irritado, alzó los brazos al cielo y los dejó caer. Se rindió. — Sí, he fumado.

— ¿Y por qué has llegado tan tarde? Dijiste que volverías, como mucho, a las once. ¡Mira el reloj!

Eran casi las dos de la tarde. Jungkook volvió a agachar la cabeza. Arrastró los pies hasta el sofá de la sala de estar, donde solía quedarse todas las tardes y noches viendo la absurda televisión estadounidense. Su consola seguía en la mansión de los Dolan, así que no podía jugar a ninguno de sus preciados videojuegos. Se dejó caer en el sofá de tela gris, suspirando. Al instante, su madre le agarró del cuello de la camiseta y le obligó a levantarse.

— ¿Crees que voy a dejar que te vayas de rositas? Te emborrachas en una casa que no es tuya, intentas raptar a mi paciente, armas un escándalo enorme y días después no haces nada más que irte por ahí sin avisar. ¡Y drogarte!

— Mamá, no quiero-

— Dúchate. — le ordenó. — Quítate ese olor a... porro y vístete. Vas a ir a disculparte con los Dolan. Va a ser la última vez que salgas de tu habitación.

— Oye, yo-

— Jungkook, he dicho que te vayas a la ducha. Y creo que te vendría bien una charla.

Él no pudo evitar alzar las cejas. — ¿Una charla...? ¿Por qué?

— ¿Estás bien?

Su madre era psicóloga; no podía evitar relacionar el comportamiento de Jungkook con los síntomas de alguna de las enfermedades que ella conocía al pie de la letra. Jungkook salía por la noche, consumía alcohol y drogas, evitaba cualquier tipo de conversación con su madre, estaba algo más irritado de lo normal y parecía alicaído.

Jungkook se encogió de hombros. Lo único que sentía era un dolor latente en su cabeza, producto de la resaca. — Sí.

— Si te ocurre algo, dímelo. — hizo una pausa. Seguía pareciendo algo preocupada, pero la madre de Jungkook señaló la puerta del baño. — ¡A la ducha!

*****

Jungkook detuvo su bicicleta delante de la enorme cancela metálica y ornamentada de la mansión de los Dolan. Podía ver el edificio similar a un castillo de dos plantas a lo lejos, detrás de un largo jardín con rosales y árboles frondosos. Se bajó de la bicicleta ágilmente y la empujó hacia la cancela, llevándola del manillar. Dudó antes de pulsar el botón del timbre. No tardarían mucho en preguntar de quién se trataba, aunque podían verle perfectamente gracias a las cámaras de vigilancia instaladas en el exterior. Jungkook esperó escuchar una voz distorsionada antes de que la cancela se abriera con un zumbido, pero la verja se abrió sin más, así que sólo tuvo que empujarla.

Recorrió el enorme sendero que le conducía hasta el edificio principal. Los jardines estaban mucho más secos, más apagados, más tristes. Algunas zonas del césped anteriormente verde tenían hierbajos en vez de flores. A Jungkook le resultó extraño. Había oído que Olivia siempre quería tener el jardín especialmente cuidado y colorido, sobretodo la zona del rosal. Pudo ver las plantas a lo lejos; las rosas eran, al parecer, las únicas flores con vida en aquel grandísimo vergel. Jungkook agitó la cabeza al darse cuenta de que volvía a preocuparse por ella, una mimada, consentida, antipática y egoísta.

Se detuvo metros antes de llegar a la escalinata de la casa. Jungkook observó a Olivia, detrás de la puerta entreabierta de la mansión. Él retaba a la chica con la mirada, y ella, sorprendentemente, fue capaz de sostenerla sin ningún tipo de problema.

Olivia ya no tenía aquel incómodo yeso en su pierna. Empujó la puerta de mala gana, caminó despacio hasta llegar al inicio del primer escalón y se quedó ahí, mirando a Jungkook por encima del hombro.

Conforme Olivia se acercaba, Jungkook se sentía más intimidado. Aunque ella era mucho más delgada, pequeña y frágil que él, se sintió pequeño. Sin fuerza. La mirada de Olivia había cambiado: no parecía asustada, su rostro estaba algo ensombrecido, y no por culpa de la sombrilla que sujetaba para protegerse del sol... Era como si le estuviera amenazando. Como si le estuviera preguntando cómo osaba volver a su mansión, a la mansión de Olivia Dolan.

Jungkook recordó que él tampoco era así, que no era un cobarde. Sabía que señalar era de mala educación, pero lo hizo, con desgana, apuntando con su barbilla a Olivia. — Mi madre ha dicho que me disculpe contigo. — bufó.

— No pienso aceptar tus disculpas. — Olivia habló alto, claro y con un tono cortante.

— Tampoco era mi intención. — miró al suelo y murmuró, entre dientes: — Creída...

— Si tienes algo que decirme, dímelo a la cara, borracho.

Le sorprendió la frialdad de sus palabras. Más bien, la naturalidad. Jungkook volvió a mirarla, con el ceño fruncido, y después soltó una risilla sarcástica. — ¿Quieres que te lo diga a la cara? Eres una malcriada.

— ¿Y tú no?

Chasqueó la  lengua, molesto. — Mira, si no quieres mis disculpas, que te jodan.

Se volvió, subió a su bicicleta para recorrer el sendero en menos tiempo y utilizó su pie para darse un pequeño impulso antes de pedalear. Jungkook se marchó sin añadir nada más, dejando a Olivia con la palabra en la boca. Ella no iba a ceder. Además, había dado unas órdenes bastante concisas.

Jungkook intentó abrir la cancela. Agarró los barrotes y agitó la verja, desesperado. El enfado le hizo pegar una buena patada al metal. No se hizo demasiado daño. Estaba encerrado. Dejó su bici tirada en el suelo y caminó a base de zancadas largas, furioso. Por alguna razón, el volver a estar allí, solo, le hizo sentir algo de pánico. Quizá fue eso lo que le obligó a subir las escaleras de dos en dos para acercarse a Olivia y plantarse delante de la chica.

— ¿Qué coño está pasando? Diles que abran la verja.

— No. Vas a quedarte aquí. — sentenció, mirándole con sus intimidantes ojos verdes, sin moverse ni un ápice. — Vas a aprender lo que es realmente sentirse solo.

Y fue esa oscuridad en su mirada lo que hizo que Jungkook volviera a sentirse irónicamente pequeño enfrente de ella.

**********

 yo sólo digo que la bestia de esta historia es Olivia, y que JK+Olivia= choque de trenes

¿Quién ablandará a quién? ;)

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