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c u a t r o


Vacío. Vacío era lo único que Olivia sentía cuando llegaba la hora de la cena. La sala del comedor era demasiado grande para ella desde que sus padres y su hermano murieron. Las paredes eran demasiado altas, los cuadros demasiado brillantes y llamativos, la comida demasiado insípida e insulsa además de llegar a la mesa en cantidades desorbitadas que podrían alimentar a un regimiento entero de infantería. Todo le resultaba frío, superficial, sin sentido; todo le hacía entristecer. Se preguntaba varias veces por qué cenaba en el comedor si le dolía ver las tres sillas principales vacías. 

La enorme mesa de madera que se extendía enfrente de Olivia iba llenándose con platos y platos de comida aparentemente deliciosa. Ella era incapaz de notar el sabor. Se sentía tan letárgica que el simple hecho de masticar le cansaba. Y eso le hacía sentir débil, inútil. 

Tampoco tenía mucho interés en cenar, no solía tener hambre. Clavaba la vista en la madera clara de la mesa hasta que la señora Hudson llegaba para animar a su niña a comer algo, quizá el delicioso pavo asado al horno o algún trozo de tarta. Amablemente y con tranquilidad, la mujer empezaba a cortar la comida en pequeños trozos, los pinchaba con el tenedor y se los ofrecía con una sonrisa. No bajaba la mano hasta que Olivia, despacio, cogía el tenedor y se llevaba el trozo a la boca. Después, la mujer se apartaba, quedándose detrás de Olivia porque ella misma le había prohibido sentarse en la silla de su madre o en cualquier otra que estuviera cerca de ella. Cuando veía a Olivia un par de veces comer con la parsimonia más irritante del mundo, se iba, dejándola sola y en completo silencio, interrumpido por el sonido de los platos, cazuelas y demás utensilios de cocina que se escuchaba al otro lado de las puertas de comedor.

Olivia no podía dejar de pensar en la nota de Jungkook y en su dibujo. Era ella, y se veía como si fuera una persona normal. Le había dicho que yo no era un monstruo como ella creía, pero era más que obvio que había hecho algo que su madre le había pedido. Alguien como él no podía ver en Olivia una chica corriente. Ella no era una chica corriente, era una basura. Por si fuera poco con la depresión post-traumática, Jungkook llegaba para confundirla más, para hacerla sentir peor. Era la perfección en persona. Atento, guapo, calmado, atlético, hasta exótico. Jungkook, comparado con ella, lo era todo. No supe qué le dolía más, si el que Jungkook fuera tan perfecto, el hecho de que ella misma se sintiera menos que una mierda.

Acabó lanzando el tenedor sobre la mesa, enfadada consigo misma por ser incapaz de no pensar en esas cosas. Retiró los platos formando un escándalo terrible. Como si hubiera explotado algo, la puerta de la cocina colindante con el comedor se abrió con urgencia. Era la señora Hudson, que con su oído supersónico, apareció con los ojos muy abiertos, seguramente creyendo que Olivia se había desplomado sobre la mesa. Cuando se retiró para llegar hasta Olivia con los pies casi despegados del suelo, pudo ver a Jungkook. Vestido de blanco como de costumbre, apoyaba una mano sobre el marco de la puerta. También parecía sorprendido.

—Mi niña, pensé que te habías desmayado. — Olivia gruñó algo a modo de negación mientras la criada recogía los platos y la comida esparcida por la mesa. — He traído a Jungkook, el pobrecito siempre anda solo por el jardín.

Jungkook y Olivia cruzaron una mirada rápida. Ella se convencía de que no quería verle, y él de que tampoco necesitaba verla tan a menudo. Olivia cerró los ojos, evitando cualquier tipo de contacto, agachó la cabeza y dejó que su voz suave, aterciopelada y melodiosa resonara en su cabeza con cierto eco. Se aclaró varias veces la garganta antes de preguntar:

— ¿Puedo sentarme aquí?

Se vio obligada a abrir los ojos. Jungkook arrastraba despacio la silla que estaba justo enfrente de ella. Normalmente ahí no se sentaba nadie de su familia, así que asintió ante su mirada atemorizada. Se sentó con cuidado, como si temiera que el asiento tuviera pinchos o algo así. Volvió a carraspear y empezó a dar golpes rítmicos en la mesa, mirando hacia los lados y mordiéndose el labio inferior con fuerza, esperando a que uno de los trabajadores de la cocina le trajera un plato y unos cubiertos para empezar a comer. Uno de los criados se lo trajo. Jungkook agradecía todo con una sonrisa y una leve reverencia. Era una costumbre que se había convertido en manía después de tanto tiempo viviendo en Corea. Después de mirar a Olivia fugazmente, comenzó a comer. Jungkook no se atrevió a retirar la vista de la madera de la mesa; como mucho alzaba un poco la cabeza para ver cuánto pavo o cuanta ensalada quedaba. Cuando notó que el ambiente empezaba a cargarse, que el silencio empezaba a ser de lo más incómodo, habló de nuevo, con la boca llena, señalando insistentemente la carne.

— Oye, esto está buenísimo. ¿Lo has probado?

— Sí. — recibió como respuesta.

— Podría comer esto todos los días a todas horas. Hasta para el desayuno. — Soltó casi para sí mismo. Jungkook dejó momentáneamente los cubiertos en la mesa, ladeó la cabeza, entornó los ojos con el ceño fruncido y miró extrañado a Olivia, sin ser capaz de ver sus ojos azules. Ella tuvo la sensación de que era niño pequeño confuso y de cabello liso y mejillas hinchadas con comida la miraba preguntándose algo que por timidez no se atrevía a decir. Después de vaciar sus carrillos y de tragar la comida que aún tenía en la boca, se mordió el labio y se inclinó, apoyando los codos sobre la mesa. — ¿Estás bien? Te veo... Triste. Más que esta tarde.

La pregunta le pareció algo estúpida. A Olivia le hubiera gustado reírse de una forma algo sarcástica, pero solo consiguió hacer una mueca que denotaba el enorme esfuerzo que hize por contener las lágrimas.

— No estoy bien.

— ¿Por... Qué? — Se atrevió a preguntar, con los ojos muy abiertos, entre expectante y asustado. Jungkook supo de inmediato que había metido la pata al ver a Olivia dejar la cabeza caer, al oír su suspiro y al notar que sus enormes pero cansados ojos azules empezaban a enrojecer.

— Todo es doloroso porque está vacío. Ya no están, ya no tengo a nadie. Mamá... Quiero a mi madre de vuelta, y a mi papá, y a mi hermano... Duele porque sé que es imposible que vuelvan. 

Se derrumbó allí mismo. Estiró los brazos sobre la mesa, sobre los platos, sin importarle el hecho de que podía manchar su camisa blanca con la comida, y lloró. Lloró ruidosamente, lamentándose por no haber podido despedirse de ellos, por no poder dejar de recordar el accidente, lamentándose por la basura que era. Olivia creía que no se merecía estar allí. Debería estar muerta en su lugar, aunque sentía que alguna parte de ella ya lo estaba. Sintió que volvía a caer en ese vacío negro de la depresión, aquella vez sin vuelta atrás.

Jungkook quiso decirle que no estaba sola, que por fin tenía a alguien. Arrastró la silla en la que estaba sentado y se levantó, presa del pánico. Daba vueltas por la sala preguntándose con las manos en alto qué hacer con Olivia. Ella le oyó hablar en su idioma natal. Murmuró entre dientes algo en coreano antes de apartar con brusquedad los platos de la mesa, haciendo que ella levantara los brazos. A pesar de que él hizo un gran esfuerzo para que Olivia le mirara, ella hundió la cabeza entre sus manos y continuó derramando lágrimas que mojaron las palmas de sus manos y su cara en cuestión de segundos. Jungkook agarró con fuerza y decisión el manillar de la silla de ruedas y empezó a empujarla. Olivia escuchó el chirrido de las bisagras de la puerta. Paró de caminar unos segundos después. Sintió las manos de Jungkook sobre sus rodillas, y casi por instinto, le miró.

Jungkook estaba acuclillado a su lado, y aunque su flequillo oscuro tapaba parte de sus ojos, pudo ver con toda claridad sus ojos marrón café, brillantes y con una chispa de determinación. Supo que estaba nervioso porque se mordió levemente el labio inferior, otra vez, justo antes de chasquear la lengua. Rompió el contacto visual al notar que Olivia se iba perdiendo poco a poco en su mirada.

— ¿Te apetece leer algo? Te llevaré a la biblioteca. La descubrí esta mañana. — Volvió a colocarse detrás de la chica para poder llevarla en la silla de ruedas. — Y no llores más, no me gusta verte así.— Añadió en un susurro.

El aire menos cargado del pasillo gigantesco ayudó a Olivia a respirar mejor. Jungkook también ayudó algo, o más bien lo hizo su voz suave. A ella le gustaba tanto que lograba calmarla. Entre sollozos ahogados, los dos llegaron a la biblioteca. Estaba en el primer piso, a la otra punta del edificio, pero en el mismo piso que la sala de comidas. Era un lugar en el que Olivia solía pasar las horas muertas en verano, a oscuras, resguardándose del calor abrasador de las mañanas.

Él, por motivos obvios, se adelantó un par de metros antes de entrar para abrir la puerta de madera oscura de la sala llena de estanterías cargadas de libros. Olivia se dio cuenta de lo nervioso que estaba Jungkook. No dejaba de morderse el labio, cada vez con más fuerza. Acercó la silla a una de las estanterías y dejó a Olivia sola el tiempo que tardó en volver hacia atrás para cerrar la puerta con un resoplido. Volvió a su lado.

— ¿Qué quieres leer...?

— No tengo ganas de nada. — Le cortó, con la voz todavía inestable por culpa del llanto.

— Mmh... Te buscaré algo... — Dijo él aparentando estar tranquilo. Dio un par de vueltas sobre sus talones, echando un vistazo a la sala.

Aprovechando que Jungkook se había ido de su lado para buscar algún libro que pudiera captar su casi inexistente interés, Olivia volvió a llorar. Una vez que empezaba era incapaz de parar. Los recuerdos buenos la inundaban de una forma brutal, y con ellos la melancolía y la tristeza culpables de que no dejara de derramar lágrimas como una posesa. Caían sobre su regazo porque ni siquiera podía alzar las manos para limpiarse las lágrimas que nublaban su vista.

Y fue por culpa de las lágrimas por lo que no vio a Jungkook agachándose enfrente de ella, con un pequeño libro de cubierta roja en las manos que dejó con cuidado a sus pies. Él, con delicadeza, colocó sus manos en su barbilla, como si quisiera enmarcar el rostro de Olivia y poder verlo durante horas. Ella vio un ápice de compasión -quizá cariño- en sus ojos que le hizo parar de lloriquear de golpe. Tan de golpe que se ahoguó con sus propias lágrimas. Tuvo que tragar saliva. Jungkook utilizó las yemas de sus dedos para secar la zona que rodeaba los ojos azules de Olivia, con timidez. Después, fingiendo que no había pasado nada, con cierto rubor coloreando sus mejillas pálidas de rosa, Jungkook cogió el libro que había dejado a sus pies y se lo enseñó.

— Es teatro, me dijiste que te gustaba.

Olivia asintió despacio. — Sí, me gusta.

Jungkook se sentó en el suelo con las piernas cruzadas, intercambiando miradas nerviosas entre el libro y Olivia. Leyó un par de líneas y se dio por vencido. Dejó el libro sobre sus piernas musculadas. Ella no me fijé demasiado en ellas, pero al seguir con la vista el libro, no le quedó otra que hacerlo. El muchacho le parecía cada vez más perfecto -dentro de la perfección que ya tenía-.

— Lo siento, es que no me gusta leer. Soy pésimo.

— No...— No era pésimo. Para nada. La única así era ella, sentada en una silla de ruedas, con el camisón sucio y la cara mojada de tanto llorar.

— Prefiero dibujar o... cantar  o... yo qué sé. Leer es aburrido. Quiero decir, a mí me parece aburrido... — Corrigió, con temor a que Olivia pudiera decirle algo para reñirle. No lo hizo, así que Jungkook volvió a relajarse. — ¿Estás bien...?

Olivia guardó silencio. Jungkook apretó los labios, miró hacia los lados, descubrió una estantería con algunos libros de arte que pertenecían al hermano de ella y se levantó despacio. Señaló la balda de libros, como si estuviera pidiendo permiso para coger alguno. Olivia simplemente apartó la mirada y dejó que cogiera un tomo de una enciclopedia de pintura y escultura. Volvió a sentarse en el suelo, a su lado. Al principio miraba a la chica como si quisiera vigilarla, como si estuviera esperando que Olivia se derrumbara de nuevo, pero dejó de hacerlo cuando pasaron un par de minutos. Jungkook se sumergió en la lectura y en cuestión de segundos, empezó a leer en alto. Algunas palabras se le seguían resistiendo. Verle tan concentrado, casi como un niño pequeño, hizo sonreír a Olivia algo enternecida. Ella ni siquiera me di cuenta, pero él sí. Alzó la cabeza de golpe justo cuando los labios de Olivia se curvaban en una sonrisa casi invisible.

Jungkook también sonrió, enseñando los dientes, casi iluminando la sala por completo. Su sonrisa fue tan genuina, sincera y radiante que fue capaz de que la de Olivia se ensanchara un poquito más, lo suficiente para ser considerada sonrisa de verdad.

— ¿Quieres ver las fotos de los cuadros?

Ella sólo se encogió de hombros, pero Jungkook se lo tomó como un sí.

Giró el libro y extendió los brazos hacia Olivia para que pudiera verlo con claridad. Ella dejó de ver su rostro, pero supo que seguía sonriendo, que sus ojos aún formaban una delgada línea que se arrugaba en los extremos.

— Deberías verte sonreír. — Le dijo, tranquilo. Hacía meses que Olivia no se miraba a un espejo. No quería ver las heridas ni su rostro ojeroso de muerta viviente. Resopló, pero dejó que Jungkook volviera a arrastrar la silla hacia el fondo de la sala.

Seguramente había visto el destello del cristal del espejo gigantesco de la biblioteca. Tenía un marco rococó de oro que nunca acababa de gustar a Olivia. Negó con la cabeza varias veces antes de que Jungkook la dejara enfrente del espejo. Ella cerró los ojos con fuerza.

— No, no, no quiero verme.

— ¿Por qué?

— Soy horrible.

— No... No lo eres... Venga, Oli, abre los ojos.

— ¡No quiero!

Sintió que volvía a acuclillarse a su lado, con las manos apoyadas sobre uno de los reposabrazos de la silla. — ¿Estás segura?

— Quiero irme de aquí. — Murmuró ella con un nuevo nudo en la garganta.

— Merecerá la pena que te mires al espejo, ya verás. ¿Por qué tienes miedo?

— Soy un monstruo.

— No, no lo eres.

Olivia abrió los ojos. Jungkook apartó un par de mechones de pelo de su cara, los colocó detrás de su oreja y se quedó mirándola expectante. Señaló el espejo de una forma bastante sutil.

— No quiero hacerlo.

— Yo... yo creo que te ves bien. — Añadió rápidamente, agachando la cabeza y escondiendo cierto sonrojo.

Y después, como si nada, levantó de la silla a Olivia pasando sus brazos fuertes por la espalda de la muchacha. Lo hizo sin ningún tipo de esfuerzo. Ella me vi obligada a agarrarse a su camiseta para no perder el equilibrio, pero cuando quiso darse cuenta, Jungkook estaba rojísimo porque Olivia se había abrazado a él. Apretaba los labios sin apartar la vista del suelo. Ella no dejó de abrazarle hasta que se sintió correspondida. Él rodeó su cintura con timidez, quizá miedo, y ella acabó rodeando su cuello con sus delgados brazos, acercando a Jungkook hacia su ella con toda la fuerza que su cuerpo laxo y débil le permitió.

Se sintió más tranquila cuando Jungkook dejó que hundiera su rostro en su hombro, y todavía con cuidado, apretó a Olivia contra él.

Ella no se lo explicaba.

¿Por qué era alguien como él capaz de abrazar a una bestia como yo?


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los gif son gratuitos, así que aquí os dejo uno lol

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