
c i n c o
Jungkook y Olivia resultaron ser incapaces de mirarse a los ojos, ni siquiera a la cara. Después del abrazo, todo se tornó silencioso y algo incómodo, pero aun así él ayudó a la chica a buscar algún libro entre las interminables filas de libros. Olivia no podía caminar bien por culpa de la escayola de su pierna y porque aún no tenía demasiadas fuerzas, pero él, sin que ella se lo pidiera, hizo de muletilla y la agarró con fuerza para que no perdiera el equilibrio, para ayudarle a caminar dejando de lado la vieja silla de ruedas. Dejó que Olivia pasara su brazo por sus hombros, y con cuidado, anduvo a su lado mientras ella pasaba las yemas de los dedos por los lomos de los libros antiguos, mirando los títulos grabados en estos. Cuando encontró algo interesante, en concreto un pequeño libreto con varias historietas algo macabras, Jungkook le ayudó a sentarse en el suelo con la pierna lesionada estirada y el libro en el regazo.
Dejó sola a Olivia un par de minutos. Fingió leer las historias, pero realmente no podía dejar de pensar en el abrazo. Quizá a Jungkook le había resultado molesto, desagradable o hasta penoso. La verdad, él seguía sin encajar allí, con Olivia. O al menos eso creía ella. Él debería estar en la playa con sus amigos o jugando online en su ordenador, no acompañando a una depresiva con graves problemas de autoestima. Olivia suspiró. No era capaz de identificar que sentía por él. Era extraño. No sabía si era amor; de todas formas nunca lo había experimentado, pero era de esas que sí creían en el amor a primera vista y en los príncipes azules. A lo mejor Jungkook era uno de ellos, pero tenía la sensación de que no le pertenecía.
Jungkook llegó jugando con el cojín de la silla de ruedas, pasándoselo de una mano a otra. Olivia levantó la cabeza para verle justo cuando él se agachó para dejarlo debajo de su talón, bajo la escayola, para que la pierna estuviera más alzada.
— Gracias. — logró musitar ella antes de devolver la mirada a las pequeñas letras de las páginas amarillentas.
— De nada. Al final, ¿qué has elegido para leer?
Olivia se preguntó si solo fingía interés o si de verdad era tan curioso. A pesar de que se había sentado enfrente de ella, guardando las distancias, sintió que Jungkook se preocupaba por ella por muy vergonzoso que le resultara. Pero estaba confundida. Era extraño que alguien como él se interesara por el estado de una chica como Olivia. Se dio cuenta de que era bastante tímido, pero que hacía lo posible por ayudarla. Dejó de mirarle como una tonta y volvió a agachar la cabeza antes de que él se diera cuenta de que Olivia casi babeaba. Le tendió el libro para que lo ojeara él mismo. Estiró todo lo que pudo su brazo, pero aun así Jungkook se tuvo que levantar del suelo haciendo fuerza con una sola pierna. Volvió a sentarse.
Le observó mientras sus ojos oscuros se movían de una línea a otra, despacio, mientras pasaba con cuidado las hojas raídas del pequeño libro de tapas rojas. Tenía el flequillo tan largo que al agachar la cabeza, Olivia era incapaz de ver sus ojos. Solo su nariz y sus labios ligeramente fruncidos. Después de pasar un par de páginas, Jungkook le pasó el libro nuevamente con una mueca. La mirada de ambos coincidió unas milésimas de segundo, el tiempo suficiente para hacer que tanto él como Olivia rompieran enseguida el contacto visual. Jungkook se quedó sentado, dándose golpecitos rítmicos en la pantorrilla mientras Olivia leía aparentando tener la máxima tranquilidad. Su mano moviéndose le desconcentraba.
No le pidió que parara porque él mismo se dio cuenta de que molestaba a Olivia. Se disculpó con una sonrisilla culpable.
— Me aburro, lo siento.
— ¿Por qué no dibujas algo? — propuso ella.
— Eh... No sé qué he hecho con mi cuaderno... — Jungkook se rascó la nuca. — Esto es muy grande, no sé dónde lo he dejado.
Y así era. La mansión y los alrededores eran tan grandes comprados con su casita de dos plantas en Seúl que se perdía cada día, cada vez que salía al jardín.
— Puedo... Puedo ayudarte a buscarlo.
Jungkook sonrió. Fue una sonrisa fugaz, pero aun así a Olivia le pareció preciosa. — Vale. Tú al menos te conoces este sitio mejor.
— Hay algunos sitios en los que no he estado.
— ¿Por qué? ¿Y a qué esperas para ir?— preguntó, con los ojos más abiertos y con una curiosidad más que evidente. Olivia me encogí de brazos a modo de respuesta. — Deberíamos escribir una lista con las cosas que tenemos que hacer cuando te quiten la escayola.
A ella le gustaba que utilizara casi siempre la primera persona del plural. "Deberíamos" . De alguna manera, su forma de hablar les hacía algo más cercanos, como si fueran amigos desde hace tiempo. Aún así, Olivia seguía teniendo la horrible sensación de que él sólo lo hacía porque estaba obligado, no porque él quisiera o porque de verdad quisiera ayudarla. Miró al suelo mientras cavilaba la propuesta.
— Me parece buena idea...
Jungkook volvió a sonreír, aliviado, como un niño pequeño emocionado al que le acaban de prometer jugar durante todo el día. Pensó que Olivia rechazaría la idea. — Vale. Entonces, punto uno: ver todos los lugares de la mansión. Y los jardines. Punto dos...
— Me gustaría ir a la playa. — Soltó, sorprendiéndose a sí misma por la repentina declaración.
— Y a mí. Es verano, llevo aquí más de un mes y no he pisado la playa.
— ¿Un mes?
Asintió. Después agitó la cabeza, haciendo que su flequillo castaño se moviera de un lado a otro. — Sí. Estoy aquí desde... mayo. ¿No lo sabías?
— Pensé que llevabas aquí años... Tienes una buena pronunciación.
Jungkook casi no tenía acento. De hecho, Olivia había pensado que él se había criado en Los Ángeles. — Qué va. Simplemente imitó el tono de voz del resto. Soy malo con los idiomas.— Dijo, tranquilo. Olivia se quedó en silencio. No era una chica con el don de la palabra, pero Jungkook sí tenía el don de hacerla hablar al parecer. — ¿Hay algo más que te apetezca hacer?
— Quiero ir a alguna librería y comprar libros nuevos.
— Punto dos: ir a la playa. Punto tres; ir a una librería. Punto cuatro... Ir al cine.
— ¿Por qué?
— No sé, me apetece. Ya sabes, esto es Estados Unidos. Venden nachos con queso, boles gigantes de palomitas, refrescos extraños...
— ¿Y en Corea no venden cosas de esas?
— Sí. — Ante la cara de "¿en serio?" de Olivia, Jungkook hizo un gesto con las manos, intentando corregirse. — Pero, quiero decir, no es igual. Aquí es más grande, es más... Americano.
Olivia esbozó una sonrisilla gracias a la obviedad de sus explicaciones. Devolvió la vista al libro, ignorando el hecho de que Jungkook se había quedado completamente perplejo al verla sonreír. Se quedó sentado, esperando a que Olivia acabara de leer, sin apenas moverse.
Olivia no se atrevía a mirarle, pero Jungkook estaba tan quieto que se preguntó varias veces si estaba aguantando la respiración. Lo único que se oía en la biblioteca era el sonido del papel arrugándose bajo los finos dedos de Olivia al pasar de página.
Jungkook empezó a tararear algo. Suave, en bajo, dulcemente, como si estuviera cantando una nana para dormir.
Era la primera vez que Olivia le escuchaba cantar tan cerca. Su voz era tan aterciopelada que perfectamente podía dormir a cualquier bestia. Ella incluida. No le pidió que cantara más alto por simple timidez, pero de haber sido atrevida, le hubiera pedido una de dos cosas: que se sentara a su lado o que se subiera a una silla para cantar a gritos... Porque su voz le gustaba demasiado, y Olivia estaba segura de que no se iba a cansar de escucharla.
Apoyó la cabeza contra la madera de la estantería que tenía detrás. Dejó de concentrarse en la lectura para concentrarse en su voz, y cuando quiso darse cuenta, estaba luchando contra el sueño. A Olivia le pesaban los párpados pesaban, y al final, acabó durmiendo, con Jungkook cantando de fondo.
*****
Olivia se despertó bañada en sudor, pegajosa, calada. Era una sensación que odiaba, y más aún cuando la acompañaba un mal recuerdo de una pesadilla. También odiaba despertarse de golpe, pero eso lo sobrellevaba mejor, siempre y cuando despertara en su cama. Al reincorporarse, recordó que la noche anterior se había quedado dormida en la biblioteca. No le dio mucha importancia, porque al echar un vistazo por la habitación para comprobar que todo estaba en su sitio, reparó en que la luz anaranjada de la mañana entraba por la rendija del ventanal de la terraza, lo cual significaba que la señora Hudson no iba a tardar mucho en venir a preguntar si quería algo especial para el desayuno. Como pudo, Olivia sacó los pies de debajo de las sábanas y alargó el brazo para alcanzar la silla de ruedas. Quería levantarse de la cama y salir de la habitación cuanto antes. Hasta a ella misma le resultó extraño que estuviera de tan buen humor tan de repente. Como de costumbre, se subió a la silla sin ningún problema y sin ningún tipo de ayuda. Antes de alejarse de la cama, se dio cuenta de que una hoja de papel sucia estaba sobre la mesilla de noche. Olivia la cogió, con miedo a arrugarla, y leyó lo que estaba escrito con letra grande y con una caligrafía similar a la de un niño de trece años.
" Encontré mi cuaderno:D
Estaré un par de días fuera, un amigo viene a visitarme desde Seúl
Espero que cuando vuelva hayas mejorado un montón
-jk "
Dobló la nota en dos mitades, y sin apenas pensárselo, la guardó en el cajón de la misma mesa. Jungkook se había ido. Era una simple nota, pero logró leerlo con su voz suave, y de alguna forma u otra, se prometió a sí misma que iba a mejorar en esos dos días sólo porque él así lo esperaba. Iba a mejorar por él. Yo lo único que esperó fue que no le pasará nada. Por experiencia propia sabía que un día aparentemente normal y corriente podría ser fatídico. Olivia intentó ser positiva. Seguro que Jungkook se lo pasaba bien y seguro que volvía sano y salvo para verla fresca como una rosa.
Empezó a arrastrar la silla hacia la puerta. Estuvo a punto de quedarse sin cara; de no ser porque se echó hacia atrás, la señora Hudson le hubiera dado un buen golpe con la puerta. Al darse cuenta de que Olivia estaba allí, se inclinó hacia ella algo compungida y le escudriñó con la boca abierta en busca de heridas. La joven agitó la cabeza, dando a entender que estaba bien.
— Ay, mi niña. Perdóname. — dijo, situándose detrás de mí para llevar a Olivia en la silla. Se dio cuenta de que el camisón se pegaba a su piel sudorosa. — ¡Estás empapada! ¿Has tenido una pesadilla, cielo?
Olivia asintió, pero no quería sacar el tema. La única con la que podía hablar de eso más cómodamente era la doctora. Solo le rondaba una pregunta por la cabeza, nada más. Sin pensárselo, la soltó, con ese tono triste y monótono de siempre. — Sí. ¿Quién me llevó anoche a la habitación?
— Pobrecita. Vamos, te ayudaré a ducharte para quitarte el sudor antes de bajar al desayuno. — Dio un giro bastante brusco para llevar a la señorita Dolan hacia el baño.
— No ignores mi pregunta. — dijo ella, impaciente y con frialdad.
— No te oí, mi niña. ¿Qué dijiste?
— Que quién me llevó anoche a la habitación. Me quedé dormida en la biblioteca.
La mujer soltó una sonora carcajada. — Ay, sí. Estabas tan dormidita...Como un bebé, Olivia, como un bebé. Te llevó el hijo de la doctora. Ese chico es tan amable... Sonríe a todo el mundo, es como un rayo de sol. ¡Da gusto tenerle por los jardines!
— ¿Fue Jungkook?
— Sí, cielo. Os vi por el pasillo. Ibas abrazadita a él... Abrazada, abrazada, como un koala. Debiste de notar que te cogía en brazos y no te soltaste. Más monos... Claro, que luego tuve que ir yo a por la sillita de ruedas, paseo doble, hala. Pero no me importó. Es una pena que el chico no esté estos días por aquí. Yo ya estoy viendo como mejoras gracias a él, Olivia.
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