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FREEN

—Fugitiva.— La escuché susurrar al tiempo en que sonreía de medio lado.

—Perdón, ¿Qué dijiste? .— Pregunté aún pasmada por la sorpresa de verla allí.

De todas las chicas llamadas Becky que seguramente había en Estados Unidos y el mundo entero, Charlotte tenía que planear una cita a ciegas con la misma chica de la que me escabullí hace un tiempo atrás.

Genial, simplemente fantástico. Eso explicaba porqué el nombre y parte de la descripción que Engfa me dio se me hacían familiares. Las chicas alucinarían al enterarse.

—Tú. Eres la chica que se desvaneció antes de que yo despertase.— Dijo señalándome— Ni siquiera me diste tiempo a conseguir tu número. Freen ¿Verdad?

—Sí.— Murmuré un poco incómoda— ¿Sin rencores? .— Pregunté con una mueca.

Ella rio por lo bajo y se me quedó viendo durante un par de segundos sin dejar de sonreír. Vaya, había olvidado lo lindos que eran sus ojos y lo atractiva que la hacía ver su sonrisa. Ahora que volvía a notarlo, seguramente me resultaría difícil concentrarme.

—Trataré de no tomarme personal el hecho de que hayas huido de mi departamento.

—No lo fue.— Me apresuré a aclarar.

¿Por qué de pronto me ponía tan nerviosa la idea de ella pensando que yo podría rechazarla? ¿Es que no se había visto en un espejo? Cualquier mujer con buen gusto y sentido común moriría por despertar en su cama o por conseguir su número de teléfono con la esperanza de planear una segunda cita.

Pero tú no lo hiciste y, sin embargo, aquí estás. Gracias conciencia.

—Al menos recuerdas mi nombre ¿No? .— Bromeó.

—Claro que sí. Vicky ¿No? .— Le seguí el juego.

—Becky.

—Oh, sí. Patricia.— Bromeé otra vez haciéndola reír.

—¿Nos vamos? .— Hizo un movimiento de cabeza y yo asentí.

Busqué mi bolso y mi móvil antes de dejar mi piso siguiéndola. Estuvimos en su auto en cuestión de tiempo en donde se aseguró de abrir la puerta para mí y de que tuviese puesto el cinturón de seguridad incluso antes de que ella encendiera el motor del coche. Ella lucía tan relajada. Cómo si ya hubiésemos hecho aquello un montón de veces antes y solo fuese una cena más. En cambio yo estaba más nerviosa que nunca. Y es que hace 6 años que no tenía una cita y temía haber olvídalo como funcionaban.

Qué debía hacer y qué no. Estaba arrepintiéndome, de pronto me pareció una terrible idea y solo deseé poder decirle que diera la vuelta y me llevase de regreso a mi piso. Pero otra parte de mí me pedía a gritos que me quedase y que esta vez consiguiera su número de teléfono.

—Esto es increíble.

Levanté la vista del menú que tenía entre manos para verla. Tenía una sonrisa en los labios y no dejaba de mirarme.

—¿El qué? — Pregunté confundida.

—Hace unos meses pensé que jamás volvería a ver tu cara y, sin embargo, aquí estamos.— Señaló a su alrededor— Debe ser mi día de suerte.

—También estoy sorprendida.— Admití— Cuando Charlotte hablaba de ti como mi cita a ciegas no esperaba encontrarme, ya sabes, contigo.

—Estoy amando a Engfa por convencerme de hacer esto.

Sus palabras hicieron que me sonrojase y desvíe la mirada avergonzada. ¿Acaso tenía 15 años otra vez? Pues no, tenía 29 y estaba sonrojándome como una adolescente en su primera cita. Por supuesto, ella lo notó y sonrió aún más gozando lo que había logrado. La voz del camarero que se acercó para escuchar nuestra orden nos obligó a romper el contacto visual, pero Becky se aseguró de retomarlo en cuanto se marchó.

—Entonces, supongo que esta es la parte en donde nos conocemos mejor.

Bueno, ya nos conocemos bastante ¿No crees?. Ella pareció notar el pensamiento que se me cruzó por la cabeza porque añadió algo de inmediato.

—Sabes a lo que me refiero.— Carraspeé y asentí— Ahora ¿Cómo hacemos para que no parezca una entrevista de trabajo?

—¿Estás buscando a alguien que ilustre alguno de tus libros?

—¿Con que ilustradora de libros? .— Preguntó alzando las cejas.

—Sí. Libros infantiles en su mayoría.— Me encogí de hombros.

—Suena divertido.— Admitió.

—¿Qué tienes para competir contra eso? .— Alcé las cejas sintiéndome cada vez más cómoda.

—Bueno, muchos creen que es bastante genial ser paramédico.— Se encogió de hombros y yo abrí mis ojos de par en par.

—Suena adrenalínico y un poco...arriesgado.

—Lo es, pero amo lo que hago. Ayudar a otros siempre ha sido lo mío.— Presumió a modo de broma y yo no pude evitar rodar los ojos divertida.

Eso definitivamente no me lo esperaba. Ahora entendía de dónde venía el físico. De seguro todos los días hacía ejercicio para estar en forma debido a su profesión.

—Entonces.— Habló justo después de que nuestra comida llegó— Sigues soltera.

—¿Lo notaste? .— Dije aplicando sarcasmo.

—Sí. Tengo la vaga impresión de que así es.

No voy a mentir. Me encantaba la manera tan natural que tenía de seguirme el juego. Acompañaba muy bien a su forma tan relajada de hablar como si nos conociéramos desde hace muchos años y estuviésemos poniéndonos al día. Le dio un trago a su copa de agua sin quitarme los ojos de encima y aquella acción envió una especie de corriente eléctrica por todo mi cuerpo. A eso le llamó, la magia del contacto visual.

—Estoy agradeciéndole a tu exnovio lo que hizo.— Comentó.

—¿Por qué? — No pude evitar sonar irritada por la indirecta mención de Paul.

—Porque de lo contrario no hubiese tenido la oportunidad de conocerte.— Se encogió de hombros— Y eso mi querida Freen.— ¿Por qué me gustaba tanto mi nombre cuando ella lo decía?— Hubiera sido una verdadera tragedia.

—¿Dices que de haberme visto esa misma noche en el bar no habrías intentado nada solo porque tenía novio?

Me quedé viéndola con una ceja alzada y ella pareció pensar muy bien en su respuesta antes de hablar.

—Bueno, puede que sí.— Admitió sin tapujos— Pero todo dependía de ti.

—No lo hubiera hecho. Soy una persona que respeta sus relaciones.— Dejé en claro.

—¿Lo ves? Hubiera sido una verdadera y deprimente tragedia.— Repitió.

—Pero no lo fue.— Dije dándole una miraba cómplice.

—Tienes razón.— Respondió dándome la misma mirada— No lo fue.

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—¿Un poco más de vino? — Becky tomó la botella esperando mi respuesta.

Luego de la cena, nos quedamos charlando en el restaurante. Y nos entretuvimos tanto que casi tuvieron que corrernos. Entones Becky propuso que fuéramos a su piso y yo terminpe aceptando antes de que terminase de hacer la pregunta.

—¿Estás tratando de emborracharme? — Pregunté entrecerrando los ojos.

—Puede ser.— Ella bromeó.

—Gracias, pero ha sido suficiente para mí.— Dije inclinándome para dejar la copa sobre la mesa de café— Tendrás que encontrar otra manera de aprovecharte de mí.— Esta vez fue mi turno de bromear.

—¿Por quién me tomas? .— Me vio fingiendo estar ofendida.

—No lo sé. No te conozco.— Me encogí de hombros.

Ella se me quedó viendo fijamente. Otra vez. Logré notar que hacía mucho eso, pero no estaba segura de sí estaba dentro de sus hábitos o solo lo hacía conmigo. Inclinó ligeramente la cabeza hacia un lado y sonrió de manera traviesa.

—¿Qué? .— Pregunté contagiándome con su sonrisa. Ella solo negó con la cabeza— ¿Qué? .— Insistí.

—Es curioso.— Dijo.

—¿El qué?

—El que tengas razón, pero a la vez no.— Fruncí el ceño.

—Lo siento, pero no te sigo.— Confesé.

—Somos prácticamente extrañas, pero aun así me conoces mucho más que cualquier otro extraño.

Sus ojos brillaron frente a la insinuación y yo comencé a sentir el calor invadiéndome de pies a cabeza. Ella se movió un poco más cerca de mí y yo instintivamente me incliné hacia adelante. Su boca estaba a centímetros de la mía, podía sentir su aliento mezclándose con el mío, el aire exhalado chocando con mis mejillas. Una de sus manos fue a parar a mi nuca generando un exquisito roce de sus dedos contra mi piel y sin más me acercó a ella terminando con la poca distancia que nos separaba.

El beso fue lento, pero placentero. Sus labios estaban algo partidos y se sentían un tanto ásperos, pero me gustaba que estuviesen en contacto con los míos. Su lengua pidió permiso para entrar en mi boca y en cuestión de segundos ya se había reunido con la mía. Me moví hasta quedar a horcajadas sobre su cuerpo en el sofá sin dejar de besarla y aferré mis manos a su cuello volviendo todo más intenso.

—¿Te veré por la mañana? .— Preguntó en un agitado susurro cuando nos separamos.

—Me gusta el café con dos de azúcar o el jugo de naranja.— Respondí sonriendo.

Ella me devolvió el gesto antes de volver a besarme con necesidad. Sus manos se aferraron a mi espalda en un intento de acércame aún más a ella, pero era imposible. Mi labio inferior fue atrapado por sus dientes y gemí frente a la acción sacándole otra sonrisa. Con un solo movimiento se encargó de tumbarnos en el sofá. Nos ayudamos mutuamente a deshacernos de nuestra ropa de manera lenta y tortuosa, pero exquisita a la vez. Sus manos se sentían algo frías contra mi piel caliente haciéndome estremecer de vez en cuando.

No recuerdo bien en qué momento nos movimos de la sala a su habitación en donde me desperté la mañana siguiente. La escena fue similar a lo que había vivido hace unos meses atrás, pero esta vez no tenía aquel fastidioso dolor de cabeza y Becky no estaba en la cama rodeándome con su brazo.

No puede haber huido de su propio apartamento ¿O sí?

Reí frente a lo ridículo de mi pensamiento y me dejé caer hacia atrás otra vez en la cama sin poder dejar de sonreír. Definitivamente esa cita a ciegas era lo mejor que me había pasado en un buen tiempo. Bueno, sin contar nuestro primer encuentro, por supuesto. Tenía que agradecerle a Charlotte por convencerme de aceptar su propuesta.

Mi estómago emitió un gruñido reclamando por comida así que me levanté y comencé a buscar algo con lo que cubrir mi desnudez. Encontré mi ropa interior tirada en el suelo cera de una de las esquinas de la cama, pero me fue imposible dar con el resto de las prendas que traía puestas la noche anterior así que solo tomé una bata de seda negra que encontré colgada en un perchero anclado a la puerta.

Antes de dejar la habitación, busqué un espejo y me aseguré de lucir presentable. No quería espantarla con mi aspecto mañanero. Cuando estuve lo suficientemente decente, abrí la puerta y me asomé al corredor. El delicioso aroma que se extendía en el aire me dejó saber que el desayuno estaba en proceso, y la voz de Becky tatareando una canción me animó a caminar hasta la cocina.

—¡Hey, buenos días! .— Exclamó en cuanto me vio aparecer en la cocina.

Traía puesto un pantalón de dormir holgado y una camiseta blanca de tiras. Una toalla de cocina colgaba de su hombro mientras sostenía una sartén repleta de huevos por el mango y me sonreía de manera radiante.

—Te despiertas justo a tiempo.— Dijo mientras dejaba la sartén en medio de la mesa sobre una tabla junto al resto de la comida.

—¿Tú preparaste todo esto? .— Pregunté con algo de asombro observando la mesa.

Había suficiente como para alimentar a una aldea completa.

—No estaba segura de lo que te apetecería comer así que me desperté y fui a la tienda.— Explicó limpiándose las manos con un trapo— Hay fruta, tostadas francesas, muffins, huevo, tocino, café y jugo de naranja.— Señaló todo a medida en que nombraba las cosas— Adelante.

Movió una de las cuatro sillas de la pequeña mesa que tenía en medio de la cocina invitándome a tomar asiento. Hice lo que me pidió aún pasmada y dejé de lado mi trance cuando noté que ella seguía de pie junto a mi viéndome con una expresión que no supe cómo interpretar.

—¿Qué? .— Pregunté sonrojándome ligeramente sin saber por qué.

Ella no respondió con palabras, sino que apoyó una de sus manos en el borde de la mesa y la otra en el respaldo de mi silla y se inclinó para besarme de manera dulce. Me dejé llevar por el gesto y solté un suspiro cuando se separó unos cuantos centímetros sin abrir mis ojos.

—Nada.— Susurró casi sobre mis labios provocándome cosquillas con su aliento antes de tomar asiento en una silla contigua.

Reprimí una sonrisa boba sin apartar la mirada de la suya sintiéndome otra vez como una adolescente.

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Cerré la puerta de entrada y me quite los zapatos. Arrojé las llaves a la mesita que había a un costado y me quedé allí de pie mientras daba un repaso mental a todo lo que había sucedido desde que Becky había tocado a mi puerta la noche anterior. Acaba de marcharse luego de dejarme en mi piso dando por finalizada nuestra increíble cita a ciegas, la cual resultó no ser tan a ciegas.

Esta vez no hui y hasta le di mi número de teléfono deseando internamente que me marcase a la brevedad. Apenas si se había ido y yo ya estaba esperando su llamada.

Tomé mi móvil y me dejé caer de espaldas en el sofá de mi sala mientras buscaba el número de Charlotte entre mis contactos. Respondió de inmediato luego del primer tono y supe que debía de llevar un buen tiempo esperando mi llamada.

—Tienes que contármelo todo.— Me ordenó apenas atendió.

—¿Nos vemos para almorzar? .— Pregunté.

—Perfecto.— Estuvo de acuerdo— Llamaré a Nam.

—Bien, te veo luego.

Me tomó menos de lo que creí estar lista y dentro de poco me encontré frente a la puerta principal de la casa de mi mejor amiga. Antes de que pudiera siquiera llamar, Charlotte ya había abierto la puerta de par en par tomando mi mano y arrastrándome al interior.

—Esto funcionará así.— Dijo mientras me daba un ligero empujón para sentarme en el sofá de la sala— Me contarás todo con lujo de detalles y luego yo haré las preguntas ¿De acuerdo?

—Jamás funciona así.— Rodé los ojos riendo— Siempre terminas interrumpiéndome.

—Entonces ya sabes cómo es.— Le restó importancia acomodándose a mi lado y viéndome como una niña ansiosa— ¿Y bien?

—¿Recuerdas a la chica con la que ligue en un bar hace unos meses? Ya sabes, cuando apenas si ocurrió lo de Paul y todo eso.

—Freen, quiero saber de Becky no de la extraña con la que...— Comenzó a quejarse, pero la interrumpí.

—¿La recuerdas? .— Insistí y ella asintió de mala gana— Su nombre era Becky.

—Qué bonita coincidencia. Ahora, lo importante, ¿Qué tal estuvo tu cita con el bombón de Bec...? .— Se cayó de golpe cuando lo entendió— ¡No es cierto! .— Exclamó sin poder creerlo.

—Sí lo es.— Asentí sonriendo divertida.

—¡No me lo puedo creer! .— Chilló dando un brinco en su lugar que mando a volar un par de acolchados cojines— ¡¿La misma?! .— Preguntó otra vez sin poder creérselo.

—Me quedé tan sorprendida como tú cuando la vi aparecer tras mi puerta.— Confesé.

—Ya me lo creo. Huiste de ella.— Me recordó y yo hice una mueca.

—Sí, eso hizo el encuentro un tanto incómodo en un inicio, pero luego todo fluyó de maravilla.— Sonreí satisfecha.

—¿Su piso? .— Asentí mordiéndome los labios— ¿Cómo estuvo?

—Estuvo fantástico. Incluso mejor que la primera vez, y créeme, la primera vez fue genial.— Le aseguré.

—¡Tienes demasiada suerte! .— Exclamó— ¿Se verán otra vez?

—No lo hablamos, pero tiene mi número y yo el suyo así que es probable.— Me encogí de hombros.

Nam apareció más tarde exigiendo que la pusiéramos al día respecto a la situación así que deje que Charlotte repitiera la historia con mucho más dramatismo.

—Increíble.— Dijo Nam enfatizando cada sílaba sin poder creerlo— El mundo es un pañuelo.

—Y Freen es una mujer con suerte.— Charlotte reiteró por enésima vez.

—Quizás sea la indicada.— Nam canturreó entusiasmando de inmediato a Charlotte más alta.

—¡Por favor que así sea!

—¿Perdieron la cabeza? Apenas si nos conocemos.

—¿Y eso qué?

Charlotte me vio como si mi pequeña acotación fuera absolutamente irrelevante. Pero sí que era relevante. Solo nos habíamos visto dos veces en la vida, y si bien en ambas oportunidades todo había resultado de maravilla, yo no iba a hacerme ilusiones tan rápidamente. Mucho menos después de lo de Paul. Ya no tenía 15 años, tenía que llevar las cosas con calma y pensar todo dos veces antes de actuar.

Además, mi plan de convertirme en madre seguía en marcha. Conocer a alguien nuevo solo serviría para posponerlo y no estaba segura de querer hacer eso.

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