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FREEN

29 años. Había cumplido 29 años hace apenas 24 horas y seguía intentando digerir la noticia. No podía creer que dentro de otros 12 meses estaría entrando en los 30. Hasta hace unos días atrás, jamás le había dado tanta importancia a la edad ni al paso del tiempo. Eso, hasta que un día como cualquier otro mientras daba vueltas en Target, mi atención fue a parar más allá de mi lista de compras y noté que muchos tenían algo que yo no. Tenía un trabajo estable y modestamente exitoso, un piso ubicado a una apropiada distancia desde mi lugar laboral, familia y amigos que me adoran, sin mencionar el desastroso fin de una relación de años, pero no podía evitar sentir que algo me faltaba.

Quería una familia. Quería tener que cambiar mi auto por uno más amplio debido a la falta de espacio. Quería tener que mudarme a una casa a las afueras de la ciudad con un enorme jardín. Quería tener que preocuparme por poner protecciones en los enchufes, en la escalera y en todos los otros rincones de un hogar que pudiesen resultar peligrosos para un bebé. Quería tener que recordar acontecimientos escolares. El cliché de una vida urbana. Eso era lo que quería.

De pronto comencé a sentir a mi reloj biológico hacer tictac presionándome para perseguir y conseguir todo aquello en tiempo récord y comencé a desesperarme. Luego de lo de Paul, caí en cuenta de todo el tiempo que me llevaría conocer a la persona que quisiera compartir todo aquello conmigo antes de que ambas partes estuviesen por fin dispuestas a decir 'hagámoslo'. Entonces, decidí que podía hacerlo sola.

—Harper, cielo, no le arrojes eso a tu hermano.— Charlotte pidió casi suplicando— Trent, no puedes jugar con el balón dentro de la casa cariño.

El niño hizo caso omiso a las palabras de su madre y siguió pateando el objeto esférico mientras desaparecía por el pasillo con su hermana mayor lanzándole balas de esponja en la espalda con un arma Nerf. Sentí a mi amiga suspirar mientras trataba desesperadamente de conservar la calma. Su cabello está atado en un desordenado rodete, la holgada camisa que vestía tenía restos de comida debido a que se encontraba preparando la cena y su rostro mostraba cansancio.

—¿Estás segura de que esto es lo que quieres para ti?.— Me preguntó exhausta.

—Es una completa locura, pero sí.— Afirmé con un asentimiento— No está tan mal.

—¿No está tan mal? No puedo recordar la última vez que usé algo que no estuviese manchado de comida o tierra.— Comenzó a enumerar— No puedo tomar una ducha que dure más de 5 minutos porque temo que ellos vayan a destruir el lugar o matarse el uno al otro. Mi cabello es un desastre y no he tenido sexo en dos semanas.

—Está bien, sí, te ves terrible, pero ¿No es todo mejor cuando los escuchas reír o llamarte 'mamá' o decir que te aman?.— Charlotte suspiró mientras lo pensaba y no pudo evitar sonreír.

—Tienes razón.— Estuvo de acuerdo— ¿A quién quiero engañar? Los amo con mi vida.

—Y eres una madre increíble además de mi mejor amiga así que ¿Quién mejor que tú para acompañarme en esto y darme toda la información que necesito saber?

—Saro sabes que te apoyo y siempre lo haré.— Dijo dándome una mirada cálida— ¿Pero estás segura de que esto es lo que quieres hacer? Solo han pasado algunos meses desde lo de Paul.

—Sí, ya le di demasiadas vueltas al asunto y no puedo seguir esperando.— Charlotte asintió y se limpió las manos en sus jeans antes de acercarse a mí, estaba sentada en un taburete frente a la isla de la cocina.

—Bien, pero si vas a hacer esto debes aprovechar de tener citas y conseguir algo de sexo porque luego ya no será tan fácil.— Me aconsejó tomando asiento junto a mí.

—Oh no.— Rodé los ojos.

—No tienes que preocuparte de nada. Yo haré todo por ti.— Sonrió.

—Esa sonrisa y esa mirada no me gustan.— Fruncí el ceño y entrecerré los ojos— ¿Qué estás tramando?

—Las últimas dos citas que tuviste y que conocí eran hombres bastante apuestos, pero eso no le va nada bien a tu bisexualidad así que voy a presentarte a una amiga— Anunció emocionada.

—¿Cuánto tiempo llevas queriendo hacer que esto suceda?.— Pregunté.

—Muchísimo.— Admitió— Soy una mujer casada, no me malinterpretes, amo a Engfa con todo mi ser, pero Becky está para morirse.— Comentó cerrando los ojos— Cualquier persona con una buena vista y sentido común se le abalanzaría encima.

Becky, ese nombre me resultaba familiar ¿Por qué?

—Entonces ¿Tú plan es hacer que yo salga con ella en un intento de cumplir tus propias fantasías?.— La vi alzando una de mis cejas y ella asintió.

—Eso es exactamente lo que harás.

—Tengo miedo de ti en este preciso momento.— Confesé— Al menos puedo ver cómo luce esta tal Becky.

—No.— Se negó— Ya la verás cuando te recoja el día de la cita.

—¿Una cita a ciegas?.— Pregunté incrédula— Charlotte, tengo apenas 29, no 58.— Dije un tanto disgustada.

—No seas estúpida.— Rodó los ojos— Ya verás. Vas a quedarte con la boca abierta y se te mojarán las bragas en cuanto la veas por primera vez. Créeme.

De seguro se me mojarían las bragas con el primer ser humano con un mínimo de atractivo que se me pusiera en frente. Llevo semanas sin tener sexo y mi libido está por la nubes. Leí en un libro que el deseo sexual se hace mucho más intenso con el embarazo y no tengo ni idea de cómo voy a lidiar con ello. Me reí internamente debido a mis pensamientos.

Cuando Charlotte comentó en la cena su idea de arreglar una cita para Becky y para mí, Engfa estuvo de acuerdo casi de inmediato y comenzó a hablar de lo increíblemente divertida y encantadora que era Becky. En base a sus relatos, parecía ser que la tal Becky consigue ganar miradas por parte de muchos a donde quiera que vaya. Al menos suena prometedor.

—Cielo, sabes que querré a mis nietos sin importar cómo o de dónde provengan, pero ¿Estás segura?.— Mi madre preguntó por quinta vez desde que le había dado a ella y a mi padre la noticia.

—Lo estoy.— Asentí— Creo que en mis 29 años jamás he estado tan segura de querer hacer algo.

—Suena a que es algo costoso. Puede no dar resultados de inmediato.— Mi padre comentó como si estuviera advirtiéndome, pero yo ya conocía a la perfección los pros y los contra del asunto.

—Por mí está bien.— Mi hermana menor se encogió de hombros— De todos modos seré la divertida y buena onda tía Dao.— Sonrió emocionada.

—Oh no, tú vas a enseñarle todo lo que no deba saber o hacer ¿No es así?.— Pregunté temerosa y ella asintió.

—Bueno, si esto es realmente lo que quieres hacer. Solo nos queda esperar a que todo salga bien.— Decretó mi padre sonriéndome cálidamente— Estoy muy orgulloso de tu decisión, cariño.— Dijo al tiempo en que se ponía de pie para darme un abrazo.

—Gracias papá.— Lo imité y correspondí el gesto.

Dao también se abalanzó para sobre mí y besó repetidas veces mi mejilla. Estaba muchísimo más emocionada que yo al respecto y me pareció lo más tierno del mundo su ya muy adoptado su rol de tía. Mi madre se me quedó viendo aún con una expresión cargada de preocupación en el rostro y yo tomé sus manos entre las mías sonriéndole de medio lado.

—Mamá, voy a estar bien.— Intenté tranquilizarla.

—Solo quiero lo mejor para ti. Quiero que seas feliz.— Se aseguró de aclarar.

—Esto me hace feliz.

—Sabes que nos tienes a nosotros para lo que sea ¿Verdad?.— Asentí al tiempo en que ella acariciaba mis mejillas y se esforzaba por contener las lágrimas que le nublaban ligeramente la vista— Entonces, hazlo.

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El proceso diagnóstico fue extenso. Luego vino la etapa de desagradables inyecciones para ayudar el desarrollo folicular. Y ahora estaba buscando al donador indicado para el proceso.

—¿Qué tal este?.— Dao llamó mi atención— Británico, 28 años, nació en Mánchester y es escritor.— Hizo una pausa mientras analizaba que más decía la hoja de papel que tenía entre manos— Buena estatura, castaño, ojos azules.— Bajó la hoja permitiéndome verle la cara— Imagina lo lindo que sería el bebé si hereda sus ojos y, además, tendría raíces asiáticas y europeas.

—Bien, ponlo en la pila de los buenos candidatos.— Sugerí y ella lo hizo sin dudar.

Tomé el trozo de tarta y dos tenedores antes de caminar de regreso a la sala en donde mi hermana estaba tendida decúbito ventral en la alfombra leyendo los formularios de los posibles donadores de esperma. Llevábamos gran parte de la tarde leyéndolos y habíamos decidido separarlos en dos grupos: los candidatos con potencial y los que por ningún motivo serían elegidos. Debía admitir que había mucho potencial, más de lo que imaginaba. Así que estaba siendo una difícil decisión.

—Ese es el último.— Anunció incorporándose para sentarse y poder comer— ¿A quién vas a elegir?

—No estoy segura.— Hice una mueca. Lo cierto era que ya había olvidado a la mitad— Lo revisaré una última vez antes de la cita.

—Estoy segura de que elegirás bien.— Dijo.

—Sí.

La verdad es que estaba nerviosa. Después de mañana mi vida podría cambiar para siempre y eso me asustaba. Quiero decir, no me malinterpreten, estoy totalmente decidida a hacer todo esto por mi cuenta porque sé que estoy lista, pero aun así tengo miedo. Eso, sumado a la ansiedad que me entró cuando Charlotte me llamó para anunciar que Becky estaría recogiéndome a las 19:00 un sábado dentro de dos semanas para poder ir a cenar. Con todo el ajetreo y la idea del bebé, había olvidado por completo aquello de la cita a ciegas.

—Entonces, ¿Quién es Becky?.— Dao preguntó antes de llevarse un trozo de tarta a la boca.

—¿Qué jamás vas a dejar de espiar mis conversaciones?

Hacía eso desde que tenía edad suficiente como para interesarse por chismosear. Hace unos años, el que lo hiciera solía irritarme muchísimo, pero ahora no hay nada que no le cuente ni tampoco ella a mí. No hay secretos entre nosotras.

—¡Habla ya!.— Exclamó rodando los ojos.

—Es una amiga de Engfa.— Comenté— Charlotte cree que debo tener citas y sexo antes de que el embarazo complique un poco mi vida amorosa y sexual.

—Estoy muy de acuerdo con ella.— Por supuesto que lo estaba. Mi hermana y mi mejor amiga son cómplices cuando de mí se trata— ¿Es guapa?

—No lo sé.— Me encogí de hombros— Charlotte dijo que está buenísima, pero que quería sorprenderme así se negó a mostrarme una fotografía.

—De seguro lo está. Charlotte jamás te jugaría una mala pasada con algo como esto.— Me aseguró.

Cuando mi mejor amiga mencionó lo de la cita y Becky, estuve días preguntándome como luciría. Solo podía hacerme una vaga idea de su personalidad gracias a lo que Engfa había comentado durante la cena esa noche, pero su aspecto físico resultaba ser todo un incógnito para mí.

—¿Cuándo la verás?

—Dentro de dos semanas. Sábado por la tarde. Me recogerá a las 19:00, iremos a cenar.— Ella soltó un chillido y aplaudió emocionada— ¿Por qué estás tan feliz?

—¡Porque vas a tener sexo después de mucho!

—Gracias por eso.— Dije con ironía— Estás haciéndome ver como una completa solterona que necesita desesperadamente un orgasmo.

—No eres una solterona Saro.— Me dio una sonrisa— Pero si necesitas un orgasmo.

—¿Qué tanto sabes tú de este tipo de necesidades?.— Pregunté viéndola con los ojos entrecerrados.

—Puede que aún no me haya acostado con ningún chico, pero sé lo que es un orgasmo.— Sonrió otra vez, pero con picardía e hice una mueca de desagrado luego de entender la referencia.

—¡Dao!— Me quejé escuchándola reír— No necesito esa imagen tuya en mi cabeza.

—Yo solo digo.

—Basta de sexo.— Negué repetida veces con la cabeza aun escuchándola reír— Más bien ayúdame a elegir al hombre que contribuirá a concebir a este bebé sin sexo de por medio.

Después de una extensa segunda revisión a los potenciales candidatos y un par de discusiones con mi hermana, finalmente fue el británico de ojos azules quien ganó el debate. Con algo de suerte y confianza en el poder de la genética, la criatura obtendría su color de ojos y su intelecto.

Y así nada más, en un abrir y cerrar de ojos, estaba vestida con una bata clínica, tendida en una camilla ginecológica, con mis pies descalzos descansando en esos incómodos estribos mientras el especialista se encargaba de depositar la muestra en el interior de mi útero a través de mi expuesta vagina y cuello uterino. Tengo que admitirlo, la situación fue un tanto embarazosa.

Pero estaba hecho, ahora solo tenía que esperar unos días o tal vez semanas, hacer una prueba y esperar el mejor de los resultados. De lo contrario, debíamos intentarlo otra vez.

Las siguientes dos semanas en todo lo que pude pensar fue en los posibles resultados de la prueba de embarazo y en la cita que tendría con la amiga de Engfa. Charlotte no había dejado de hablar al respecto durante días y no podía esperar a que la dichosa Becky y yo nos conociéramos por fin. Aquel sábado por la mañana, estaba nerviosa por tener una cita después de un tiempo, pero más nerviosa me ponía tener que orinar en un aparato de plástico y ver el posterior resultado.

Por favor sé positivo. Por favor sé positivo.

De seguro había muchas mujeres alrededor del mundo en la misma situación en ese preciso momento deseando todo lo contrario, pero no era mi caso. Yo deseaba la maternidad, mucho más de lo que en realidad pensaba hasta hace poco tiempo atrás. Estaba lista. O quizás ese era el lado valiente y aventurero de mí dándome ánimos para seguir adelante con ello, pero de todos modos, lo quería. Tomé la prueba con manos temblorosas y mucha ilusión.

—Negativo.— Susurré para mí misma sin poder ocultar la decepción de mi voz.

Solté un suspiro y arrojé el pedazo de plástico al basurero del baño. Bien, no pasa nada, todo está bien. Era muy poco probable que resultase al primer intento ¿No?. Puedo hacerlo de nuevo. No hay problema.

Por supuesto, todo mi buen humor amenazó con irse al demonio después de la decepcionante prueba de embarazo tirada a la basura. Pero me esforcé por recomponerme y comencé a prepararme para mi tan esperada cita a ciegas. Mentiría si dijese que no estaba para nada ansiosa por saber qué tan atractiva e interesante era Becky en realidad.

Desde que habíamos fijado la cita, Charlotte no había desperdiciado ni un solo segundo y se había mantenido recordándome lo prometedora que sería y lo mucho que me encantaría el bombón que tenía bajo la manga para presentarme. Estaba terminando de ponerme unos pendientes cuando el citófono comenzó a sonar. Corrí por el pasillo para atenderlo.

—¿Si?

—¿Freen? Es Becky.— Su voz de escuchó algo distorsionada.

Tengo que arreglar este aparato, me recordé cómo por décima vez. Tragué con fuerza antes de responder.

¿Por qué de pronto estaba nerviosa? Bueno, de seguro se debía al hecho de que fuese una cita a ciegas. Podía salir muy bien o muy mal.

—Genial. Te dejaré pasar.— Respondí.

—Bien.

Presioné el botón para abrir la puerta del edificio y corrí de regreso a la habitación para retocar mi labial y darme una última mirada en el espejo. Me asegure de vestir casual, pero irresistible. O al menos lo intenté. Eso fue lo que Charlotte me aconsejó. Escuché golpes en la puerta y me apresuré a la entrada para abrir.

—Hey, hola...

Me quedé helada al ver a la persona de pie del otro lado en el corredor. Sus ojos se posaron sobre los míos dejándome apreciar su mirada igual o incluso más sorprendida.

Tenía que ser una broma.

Nos vimos fijamente por algunos segundos sin decir nada. La confusión estaba plasmada en nuestros rostros, y el silencio se rompió cuando hicimos la misma pregunta al unísono.

—¿Tú?

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