CAPÍTULO 19
La puerta emitió un fuerte chirrido cuando le permitió el acceso a Perséfone a la celda de Sirius. Ella estaba tan confiada como preocupada, porque era difícil estimar a través de la imagen del bulto oculto en la oscuridad cuánta cordura le quedaba al último heredero de sangre de la familia Black. Se aferró con fuerza a su varita, esperando por si debía defenderse de él arremetiendo.
—Si sales ahora mismo, no te haré daño —espetó Sirius, retorciéndose en su rincón para mirar a Perséfone, gruñendo y mostrándole los dientes amarillentos y llenos de sarro. Ella se contuvo para no estremecerse, no por miedo sino por simple instinto—. Sé con quién has venido. Dile a tu amo que venga él mismo por mí en lugar de mandar a una mujer. Dile que ¡voy a hacerlo pagar!
Su grito resonó contra las paredes de piedra, mientras la voz se le quebraba. El eco regresó su voz, magnificada y distorsionada, y él miró alrededor con alarma, encogiéndose un poco, como si su propia voz lo aterrara profundamente. Perséfone se quitó la máscara cromada del rostro y dejó caer su capucha, mostrando su largo cabello rojizo y sus bonitas facciones.
—Hola, señor Black. Necesito que me escuche, no tenemos mucho tiempo —dijo Perséfone, mirando a su alrededor con cautela, pero no había ningún rastro de Tom, así que parecía que efectivamente había confiado en ella y los había dejado solos. Era un alivio.
— ¿Tú...? ¿Pelirroja? —preguntó Sirius, atolondrado. Tenía los ojos vidriosos y la mirada un poco ida. Perséfone se preguntó con quién la estaba confundiendo, si quizá era con Molly ya que debió haberla conocido en algún momento como parte de la Orden del Fénix, o quizá era con alguien más. De cualquier modo, ella iba a aprovechar el momento de atención y lucidez que se le presentaba.
—Escúcheme con atención —pidió ella, cada vez más presionada por el tiempo—. Mi nombre es Perséfone, Perséfone Weasley. Creo que usted debe haber conocido a mis padres, Molly y Arthur.
Sirius parpadeó, pensando sin lugar a duda en la pareja pelirroja que ya tenía siete hijos cuando él fue aprisionado en Azkaban. Pero la furia regresó a su expresión en un instante, era un hombre inestable después de tantos años en la prisión y expuesto a los dementores, y según lo que Perséfone había escuchado antes sobre la familia a la que él pertenecía, dudaba que él hubiera estado completamente cuerdo incluso antes de ser encerrado.
El hombre se puso de pie, incluso tembloroso como estaba se las arregló para hacerlo rápidamente y abalanzarse sobre Perséfone. Ella había tenido la varita preparada, pero en lugar de usarla para defenderse del prisionero, solo se aseguró de mantenerla lejos del alcance de Black; ella podía lidiar con un loco temperamental que se valía de su fuerza física, pero tendría complicaciones para lidiar con un loco temperamental que podía hacer magia.
Él la empujo hacia la pared y ella se golpeó la cabeza con fuerza, pero no escuchó un chasquido ni se le nubló la vista, así que debía estar a salvo de una contusión. Se realizaría un hechizo de diagnóstico después, por si acaso.
—Eres un mortífago. Todos los que están aquí ahora son mortífagos. Escuché a mi prima gritar sobre la llegada de su señor. Si eres una Weasley, y creo que lo eres, entonces eres una sucia y despreciable traidora, como Peter, y mereces morir —espetó Sirius. Escupía saliva mientras vociferaba y sacudía demasiado las manos, y Perséfone no necesitaba hacer uso de la legeremancia para saber que estaba pensando en matarla, en envolver sus manos alrededor de su cuello y privarla de aire hasta verla morir. Se preguntó cómo un hombre así pudo pertenecer alguna vez al bando de la luz, probablemente de la misma forma en que ella, un monstruo por derecho propio, alguna vez también lo fue.
Perséfone tenía la forma perfecta de mostrar sus lealtades, sin embargo.
—Expecto patronus —dijo ella, acompañando las palabras con un movimiento de varita. La celda estaba oscura y sus ojos se habían acostumbrado a eso, así que el brillo que salió de su varita le hizo arder los ojos más que de costumbre, y el ardor se registró en su cerebro para ser acompañado por una terrible punzada en su cabeza. Aún así, Perséfone se esforzó para no dejar caer el hechizo.
Un león majestuoso avanzó a paso lento por la reducida celda. Caminaba en el aire a paso lento, sus grandes patas venían acompañada de garras que cortarían una garganta con un zarpazo. Era una criatura temible, un depredador que mataría con facilidad, siempre y cuando le apeteciera. Se detuvo en su caminata y se inclinó, estirándose sobre sus patas como haría cualquier animal doméstico, un perro o un gato. El león básicamente ignoró a Perséfone y se dedicó a rodear a Sirius, entonces, escudriñándolo como presa y luego descartándolo con facilidad.
Solo entonces, Perséfone dejó caer el hechizo.
Sirius retrocedió. La magia del encantamiento patronus debía haber disipado al menos un poco los efectos del dementor en él.
Ambos respiraron profundamente, aunque Perséfone se arrepintió al instante, no estando acostumbrada al terrible hedor. Algunos prisioneros, sobre todo en ese piso, más cercano a los dementores, ya eran solo cascaras vacías que de algún modo aún vivían, pero no eran en absoluto funcionales, así que había un fuerte aroma en las celdas a orina y a algo -o alguien- que se estaba pudriendo.
—Los magos oscuros no... Los magos oscuros no pueden hacer el patronus. Ningún mortífago puede. Y un león, no...
—Solía ser una Gryffindor. Hace poco más de un año, quién-tú-sabes estuvo en Hogwarts. Sucedieron muchas cosas, muchas cosas terribles. Hice lo necesario —afirmó Perséfone, con dureza—. El castillo fue evacuado, pero yo me quedé atrás. Acepté unirme a él, porque decidí que le servía más a mi familia, a Harry, viva que muerta.
— ¿Conoces a Harry? —preguntó él, con entusiasmo.
—Es el mejor amigo de mi hermano menor. Yo misma pasé bastante tiempo con él cuando aún estaba en Hogwarts. Escucha, quién-tú-sabes confía en mí, más que en nadie, y he tenido que hacer muchas cosas espantosas para ganarme su confianza. Duermo en su cama cada noche, y cuando lo necesita soy su espada. Yo tomé mi decisión, Harry va a necesitarme en esta guerra, y haré todo lo que sea necesario para ayudarlo, a él y a mi familia. ¿Y tú? ¿Sacrificarás al resto del mundo por Harry? ¿Torturarás, matarás y traicionarás tus valores para convertirte en un espía?
Perséfone quería saber si en el fondo Sirius era como él. Si podía amar a alguien tanto que sacrificaría todo de sí. Por primera vez en un tiempo, pensó en Percy, que había desdeñado su amor, que la había llamado loca, pero también había sido todo lo que ella conocía y todo lo que ella había amado, y que por 16 años había sido su felicidad; y después pensó en Tom, en sus palabras y en sus acciones, en su alma partida y condenada, y en lo que le había hecho a quienes primero había nombrado suyos.
Se preguntó si Harry era el Tom de Sirius. Y se preguntó si quizá, el amor de Sirius por Harry podría ser incluso más fuerte que el de Perséfone por Tom. O si el odio de Sirius, el dolor y la tristeza lo arrastrarían hasta hundirlo.
—Voldemort nunca me aceptaría en sus filas —atinó a responder Sirius, aunque evidentemente consternado por las palabras de Perséfone, por su abierta declaración de ser la amante del señor oscuro.
—Lo hará si yo hablo por ti. Si le digo que estoy convencida de tu lealtad, él confiará en mí. Le diré que ante mí juraste lealtad, por tu magia. Eres un Black, quiero creer que fuiste entrenado en oclumancia.
—Rudimentariamente, sí. Puedo evitar que lea mi mente mientras no haga demasiado esfuerzo.
—Entonces es hora de tomar tu decisión, yo tomé la mía. ¿Cómo crees que harás más por tu ahijado? ¿Entre los mortífagos obteniendo información privilegiada y ganando la confianza del señor tenebroso, o con tu alma succionada por un dementor y tu cuerpo abandonado en este lugar terrible?
Sirius se tambaleó un poco. Los ojos grises del hombre destellaron como estrellas, más claros de lo que habían estado en una década, porque después de un par de años, incluso los prisioneros inocentes dejaban de gritar en Azkaban, dejaban de sentir, dejaban de pensar. Sirius nunca volvería a ser el hombre que alguna vez fue, pero podía ser algo mejor, o peor, dependiendo de la percepción.
Había perdido años de la vida de Harry, su ahijado, y nunca podría ser el padre que el niño que vivió había perdido, ya era tarde para eso, pero podía darle una oportunidad de tener una vida, de seguir adelante, de tener una familia propia y ser un padre para alguien alguna vez.
—Me uniré. Me uniré a los mortífagos.
Perséfone sonrió y ayudó a Sirius a salir de la celda.
—Él y yo tenemos que quedarnos, hay algo pendiente con los dementores. Te enviaré en traslador a la mansión. Se prudente. Nadie te hará nada, todos saben que los que lleguen a la mansión es porque nosotros lo permitimos y se han unido a la causa, pero si abres demasiado la boca, no podré impedir que te maten. Estaré ahí en unos minutos.
Perséfone le puso en la mano un corcho de botella que sacó del bolsillo de su túnica. Vertió un poco de magia en el objeto para activarlo, y entonces Sirius fue succionado por el objeto y desapareció.
Ella caminó escaleras arriba, hacia la terraza. Tom estaba ahí, de pie, con los brazos cruzados detrás de la espalda, los dedos envolviendo su varita y mirando al cielo hacia los dementores.
— ¿Tenemos un nuevo mortífago o los dementores tendrán otra víctima? —preguntó Tom, distraído.
Perséfone le sonrió.
—Parece que ni siquiera el hombre más recto, más Gryffindor, soportaría más años en Azkaban. Cedió rápidamente. Será leal.
Tom se giró para mirarla, sus ojos rojizos parecían inquietantemente calmos. Él estaba tan en su hogar como ella entre las sombras, incluso si él no había hecho un ritual como ella para entregarse a una diosa de la oscuridad, Tom simplemente había nacido de aquel modo.
— ¿Hizo el juramento? —preguntó él. Perséfone no desvió la mirada, ni por un segundo, solo parpadeó y le sonrió, acercándose para poner su mano en su rostro.
—Por supuesto que sí —respondió ella, en un susurro, para después darle un beso en los labios.
OBJETIVO PARA ACTUALIZACIÓN: 105 votos y 50 comentarios (ejem, creo que casi todos van a tener algo que decir respecto a éste capítulo así que creo que 50 comentarios se cumplirán fácilmente).
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